“La educación sirve para mantener a la gente idiotizada y manipulable”, Claudio Naranjo

El Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense se quedó pequeña ante el gran número de asistentes al encuentro entre el psiquiatra Claudio Naranjo y el filósofo J.A. Marina.

Gente sentada en las escaleras y muchos rostros entusiastas entre el público. A Marina es más fácil verle en nuestro país, pero al chileno parece que se le esperaba con ganas.
El moderador de diálogo inició el acto citando algo que Marina le había dicho unos minutos antes respecto a Naranjo: “coincidimos en lo fundamental pero diferimos en todo lo demás”. Al margen del tono humorístico de esta aseveración, lo cierto es que lo que el diálogo puso de manifiesto es precisamente la enorme diferencia entre los fundamentos de ambos pensadores, particularmente en lo relativo a su concepción del ser humano. El tema de lo que se planteó como una charla amigable era cómo educar para el ser (como recomienda la UNESCO). Si bien apenas hubo tiempo para esbozar las respuestas, muchas de de las cosas que se dijeron resultaron inspiradoras. Destaco lo fundamental.
El diálogo arrancó con una pregunta: “¿Cómo fue tu educación?”. Naranjo sintetizó su experiencia en una frase: “Mi educación me hizo un zombi.” Marina, más moderado, afirmó que fue muy diferente a la que recomienda pero que consiguió que su generación fuera responsable y con un fuerte sentido del deber. Como contrapartida, no desarrollaron la capacidad de disfrutar de las cosas.
El filósofo señaló en los primeros momentos del diálogo el desinterés por la educación en nuestro país: “en España a nadie le interesa la educación” (en efecto, no aparece como principal preocupación en las encuestas) y que “hay que cambiar la educación para cambiar el mundo”. Además, insistió en la necesidad de dotar a los niños de recursos intelectuales ya que “la capacidad de pensamiento crítico es la gran defensa de la libertad”. Solo eso nos permite no ser manipulables.
Otro apunte interesante de Marina fue que en las culturas orientales no existe el déficit de atención. En occidente no se ha contemplado que la capacidad de concentrarse y de manejar la atención forme parte de la inteligencia y, por tanto, es una capacidad desatendida por el sistema. Sobre esta cuestión, Claudio Naranjo apuntó que se roba el don que tienen los niños para concentrarse en sus propios intereses y que el sistema económico alimenta el “zapping del deseo” y el “zapping de la atención”. Además, el déficit de atención es un signo de irrelevancia de la educación.
A la hora de ofrecer propuestas para transformar la educación, ambos pensadores hablaron de la necesidad de una educación para la virtud, si bien las concepciones sobre qué es ésta y cómo se desarrolla eran bien diferentes. Para Naranjo, lo que usualmente llamamos moral es tan normativo que nos induce a la rebelión. Se trataría más bien de trascender la preocupación moralista y actuar desde la virtud. Ésta no se reduce a lo meramente psicológico, sino que apunta a otro tipo de competencias que Naranjo denominó existenciales.
En efecto, se habla mucho de competencias “en el hacer” (ligadas a la esfera productiva) y no disponemos de una educación para el autoconocimiento ni para las virtudes. Entre esas competencias existenciales que es necesario cultivar, Naranjo destacó la capacidad amorosa, el sentido de lo sagrado y la capacidad de goce. La educación actual milita contra la capacidad de goce, dijo, nos hemos convertido en animales domesticados, y yo soy más amante de los bárbaros, bromeó.
Una de las cuestiones en las que se produjo un mayor disenso fue qué papel debe jugar la espontaneidad en la educación. Marina defendió la idea de que el fin de la educación es restaurar el proceso de humanización y que si dejáramos al niño seguir su propio desarrollo sin guiarlo, volveríamos a la edad de piedra. Si fomentáramos la espontaneidad los niños, sostuvo, estos podrían acabar siendo muy desgraciados. Por ejemplo, no podemos dejar que un niño vulnerable aprenda solo; si es tímido, porque así es su temperamento, se quedará en un rincón.
Lo que hay que hacer es explicarle qué posibilidades tiene con las cartas que le han tocado y fomentar el desarrollo equilibrado de sus capacidades:“es falso que la educación castre. Si no limitas, no progresas”.
Por el contrario, Claudio Naranjo se mostró más favorable a la permisividad y afirmó que el temor a la contracultura ha transmitido una imagen falsa de la educación experimental (basada en el amor y la libertad): “no ha habido suficientes escuelas experimentales para decir que los tímidos y sensibles tienen peor destino o si hay de todo en la viña del Señor”.
Finalmente, expusieron los proyectos que cada uno de ellos han creado con el fin de transformar la educación: SAT (Naranjo) y la Universidad de Padres (Marina). Lástima que no hubiese coloquio con los asistentes.
Termino la crónica con una frase de Naranjo que arrancó los aplausos del público: “sospecho que la educación hace lo que quiere hacer: mantener a la gente idiotizada y manipulable”. Y recojo su predicción final: “estamos entrando en un tiempo de un gran colapso de la civilización tal y como la conocemos. La crisis no tiene solución porque está hecha de mentiras, las cosas van a caer solas y la comunidad va a tener que reorganizarse.”
Una servidora se fue con dos libros de Naranjo bajo el brazo y con la convicción de que quien no se de cuenta de que el sistema educativo está obsoleto, es porque no quiere. La innovación es más necesaria que nunca.
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