Nacemos sin un «yo». Sin un «mi». Sin una identidad. Y a medida que pasa el tiempo, nuestros padres, maestros, cultura, sociedad, nos van vistiendo con un nombre, unas creencias, unos «tendrías» y unos «deberías». Nos van moldeando a «su imagen y semejanza», llegando un momento en que acabamos CREYENDO que somos ese nombre con todas las etiquetas que se le han ido colgando. Con todos los objetivos, metas, propósitos y sentidos de vida que ha ido escuchando durante todo ese tiempo. Los damos por certeza. Se han instaurado en nuestra «piel» sin pedirnos permiso como aplicaciones o programas que se instalan en un ordenador. Y ni siquiera los cuestionamos porque estamos tan acostumbrados a ellos que los hemos normalizado y nos cuesta ser conscientes de ellos. Porque todo lo que nos rodea CREE más o menos lo mismo y actúa, reacciona, de la misma manera: creyendo que es un «yo» separado del resto que tiene que llenar un vacío consiguiendo «lo que sea».
Es como si una ola del Océano se creyese ser algo distinto al Océano porque tiene una forma particular con unas características distintas.
TODO lo que percibes es el Océano con millones de olas-formas: ser humano, animal, mineral, pensamiento, emoción, virus, flor, amanecer, calor, frío, guerra, paz, silla, televisión, árbol, ordenador, libro, montaña, planeta, estrella, papel, tijeras, huracán, fuego… No hay nada que no sea esa Unidad, esa Totalidad, ese Absoluto, ese Espacio, ese Amor Incondicional, esa Consciencia, ese Dios. Da igual cómo lo llames. Tan sólo es un nombre que se le da al UNO. A la Vida. Una Vida donde TODO está incluido. Donde no hay nada que pueda quedar fuera. Donde no hay reglas, normas, mandamientos, condiciones para ser merecedor de SER Vida. Donde no hay una Vida mejor ni una Vida peor. Donde TODO es UNA misma Vida que está sucediendo en el mismo instante.
Somos tanto la página en blanco como lo que es pintado en ella, independientemente del color con el que se haga. Nada está Separado. No estamos conectados, SOMOS LO MISMO, pero con formas diferentes.
Las olas del Océano SON el Océano en forma de olas. Con la misma agua.
No hay nadie «dentro» del cuerpo de cada uno que tenga una identidad individual y libre albedrío. Hay un cuerpo, un organismo con características distintas a otros y que funciona por sí mismo. Y, a la vez, hay un «siendo Consciente» de todo lo que surge y sucede. Pero no es un «alguien-yo» que es «consciente de». Es sólo un SIENDO, un sucediendo, un sintiendo, un pensando, un viviendo.
Lo que engaña son los pensamientos que aparecen. ¿Y de dónde salen? Ésta es una de las preguntas que más nos distrae. Y lo hace porque no hay respuesta. Porque no se sabe. Porque es un misterio sin resolver.
Lo que llamamos Mente es un concepto, pero en realidad no hay ninguna mente. La «mente» es una sucesión de pensamientos que aparecen en «ninguna parte». Llámalo «espacio» si quieres, pero no es un lugar concreto. Es «algo» abstracto.
Y pasa lo mismo con el «yo» y el llamado «ego». No existen. Sólo son pensamientos que surgen de manera automática y con los que puede producirse una identificación al darlos por certeza. Al creérnoslos. Y esa identificación también es automática. Simplemente, sucede. No lo elegimos. Porque no hay «alguien» que pueda hacerlo. Porque ese «yo» que creemos ser, que creemos que es «alguien», es sólo un pensamiento que dice: yo soy esto, yo soy aquello, yo soy así, yo soy asá.
No es algo que se pueda cambiar voluntariamente porque no hay «alguien» que pueda hacerlo. Igual que no hay nadie dentro de la crisálida que la esté guiando y decidiendo los pasos a seguir para transformarse en mariposa. Simplemente, sucede de manera natural. Puedes DARTE CUENTA de ello al observarlo. Y, quizás, al observarlo, al Verlo, al comprenderlo, pueda producirse (también de manera natural) una desidentificación de esos pensamientos.
La desidentificación es una consecuencia, un efecto secundario del VER, del darse cuenta, del tomar consciencia.
Es como si desde que naces te dicen que eres un mono y te enseñan a comportarte como un mono. Hasta que un día la Vida te planta un Espejo y te DAS CUENTA de que no eres un mono. Que sólo te lo habías creído porque es lo que te estuvieron repitiendo desde el principio. Te Ves y, al verte, dejas de manera natural de identificarte con el mono porque «sabes» en ese momento que no lo eres. Pero no has hecho nada para que esa desidentificación se produzca. No has usado ninguna herramienta ni técnica ni has necesitado un proceso largo ni esfuerzo alguno. Sólo has VISTO la trampa, el engaño, la creencia. Y es al Ver la mentira, cuando surge la Verdad que siempre ES y está.
Ese VER, esa Claridad, se produce en un instante. Cuando VES en el espejo que no eres un mono, lo ves al momento. No necesitas años para hacerlo. Para aclararte.
¿Y por qué da la sensación de que tenemos un ego, un «yo»? Porque esos pensamientos que se refieren a «yo» o a «mí», y con los que se produce la identificación, los «alargamos» en el tiempo.
¿Qué significa esto? Reflexiona un momento sobre un día tuyo. La mayoría del tiempo estamos actuando: comiendo, bebiendo, trabajando, leyendo, caminando, viendo una película, bailando, creando, escribiendo, durmiendo, cocinando… Lo que sea. Es decir: viviendo. Pero en algunos instantes surge ese pensamiento-identificación y PARECE que ha sucedido todo el día. Es como cuando sientes tristeza cuatro veces al día y decimos: ayer estuve todo el día triste. ¡Es mentira! Sólo la hemos sentido cuatro veces y el resto hemos estado «bien». Pero a estas cuatro veces se les da una importancia, se les otorga una energía, una intensidad que nos hace CREER que «así somos o así nos sentimos siempre».
Hay una tendencia a hacer de lo incómodo, del dolor, de las emociones «negativas», de lo oscuro, un globo enorme. Una exageración. Una montaña de un granito de arena. Por eso, mucha gente se acaba creyendo que la vida es peligrosa o que «el mundo está fatal». Y no porque lo sea, sino porque está MAGNIFICANDO lo que es sólo una parte del Todo.
Y eso no significa que no exista la tristeza ni la violencia ni el dolor, pero no es TODO de ese color. Son momentos. Instantes. Son nubes que tal como aparecen, desaparecen. Nubes que nos creemos que duran más de lo que en realidad han durado.
Es una falsa percepción. Igual que la creencia de la existencia del ego. Por eso, lo de trascender el ego, eliminarlo, mejorarlo, arreglarlo, educarlo o hacer cualquier cosa con él no tiene ningún sentido porque NO EXISTE. Son sólo pensamientos que surgen de manera automática a lo largo del día y a los que les damos una importancia que no tienen. Porque, ¿qué importancia va a tener un mero pensamiento? ¿Vas a «trabajar», sanar, terapeutizar, educar, controlar, un pensamiento? No tiene sentido.
Si puedes llegar a Ver esto, podrás Ver de igual modo que el «ego espiritual» y el «buscador» tampoco existen porque la trampa es la misma. Se basa en la creencia de ese «yo». De que hay «alguien» dentro de ti que no tiene nada que ver con el resto de la Vida. Y puedes llamarlo «yo», ego, alma, esencia, Ser… Da igual. La creencia errónea es que eres algo o alguien individual y separado de todo lo demás que tiene que alcanzar «lo que sea». Separado de la Vida (o como quieras nombrarlo) que eres y somos todo y todos.
Existen cuerpos, organismos, con sus particularidades, con su «forma», igual que cada ola es distinta, pero TODAS son la misma agua, el mismo Océano, la misma Vida.
DARSE CUENTA de la trampa del «yo», de que un pensamiento no es un hecho, de que no es una realidad, es la raíz de todo lo demás. Porque es la identificación con esos pensamientos, con esas historias que surgen, relatos mentales, la que nos hace interpretar la Realidad como lo hacemos. La que nos provoca el sufrimiento. La que nos hace querer huir, escapar, de la Vida tal y como Es en cada instante. La que nos lleva a NECESITAR buscar la felicidad eterna, la Iluminación, nuestro Hogar o el alma gemela.
La Vida «es la que es», no lo que interpretamos que es. No lo que pensamos que es. No lo que nos han dicho que es. No lo que hemos leído que es. No las teorías que hemos escuchado que es. No lo que nos hemos CREÍDO que es.
Si yo me doy un golpe en la rodilla, ése es el hecho. Eso es «lo que es». Lo único que ES. Y todos los pensamientos que surgen sobre: por qué me pasa a mí siempre, qué patosa soy, esto es una señal, esto significa que tengo una emoción contenida y blablabla que proviene de toda la información que hemos absorbido y que nos han inculcado, NO ES LA REALIDAD. Es sólo una sucesión de pensamientos que surgen «de ningún lugar y por parte de nadie» en ese momento. Son nubes en el Cielo. No tenemos que darles importancia ni hacerles caso. Porque son esos relatos, esas interpretaciones, las que nos hacen sufrir y no el dolor en sí del golpe. Del suceso.
Igual que SABES que cuando tienes fantasías sexuales con alguien que te gusta o te imaginas jugando la final de la Copa del Mundo de fútbol o actuando en un concierto ante miles de personas, NO SON VERDAD porque no son reales, tampoco lo son esas «fantasías espirituales o no espirituales» sobre «lo que sea».
Es lo mismo: pensamientos, pensamientos y pensamientos que crean una película. Ya está. Es así de simple. No hay más. Y los pensamientos seguirán sucediendo porque así es como funciona nuestro organismo. Porque les hemos estado prestando toda nuestra atención. Porque les hemos dado mucha energía. Les hemos hecho mucho caso. Y cuanta más atención les prestamos, más aparecen. Igual que una red social nos ofrece constantemente aquello que más miramos. El mecanismo de funcionamiento es idéntico. Ése es nuestro algoritmo también: los pensamientos que se nos muestran son aquellos en los que invertimos el tiempo y la energía. Y eso no significa que sean la realidad. Significa que es en lo que nos fijamos de TODO el abanico de posibilidades de Vida disponible.
Lo hacemos (se hace) de manera automática, inconsciente. No intervenimos ni en la producción ni en la eliminación ni en la identificación ni en la desidentificación de los pensamientos. RECUERDA que no se trata de hacer o de dejar de hacer algo, sino de VER, comprender, darnos cuenta de cómo funcionamos.
Y cuando SABES que los pensamientos, del tipo que sean, no tienen ninguna relevancia, no se les da ningún poder. Ninguna verdad. Se les deja de prestar atención, también de manera automática y natural, porque les has quitado la máscara, el disfraz. Has VISTO la trampa. Y una vez la Ves, ya no te lo crees. Es como saber el truco que utiliza un mago para adivinar una carta. Ya no te sorprende. Te resulta indiferente. Le has arrebatado su poder.
O como cuando descubres que Papa Noel no existe. Puedes seguir fingiendo, jugando, pero la Ilusión… ya se ha caído.
Y si tienes CLARIDAD sobre esto, podrás Ver también que la mayoría de terapias, de herramientas, de métodos, de técnicas, pretenden arreglar, sanar, positivizar, conocer a un «yo» que es una ilusión. Que en un momento dado podrán aliviarte, consolarte, pero poco más porque estarás trabajando sobre una historia mental de un personaje que no es real. Porque ese «yo» es un pensamiento. Y un pensamiento no es nada. No cortas la raíz del «dolor». Sólo pones una tirita. No VES la trampa. Sólo le añades otra máscara. Hasta que aparece otra historia mental con la que te vuelves a identificar, a la que le das importancia, a la que etiquetas como verdad porque no has visto la trampa, el truco, la ilusión, y vuelta a empezar. Es el pez que se muerde la cola.
No estoy sugiriendo que dejes de hacer la terapia que consideres o de usar las técnicas que utilices para conocerte. Simplemente, pongo las cartas sobre la mesa. Hago una descripción de «lo que es».
Y si no existe ningún «yo», ningún «alguien», «tu» Iluminación tampoco puede ser real. Porque, ¿quién se supone que se Ilumina? ¿Un pensamiento…?
La Vida que eres y somos todo y todos YA es Iluminación. Ya es Perfección. No tiene que alcanzar ningún otro estado. No tiene que volver a casa. No tiene que llegar al Nirvana porque YA lo es siempre, se manifieste en la forma que se manifieste.
Es Vida. Y como Vida, está, estamos Viviendo experiencias de todo tipo. Cada «uno» las que le tocan. Como si fuésemos los personajes de una película, con un guion que escribe la Vida (no «tú» o «yo») en cada instante.
https://www.nodualidad.info/textos/el-yo-que-se-quiere-Iluminar-no-existe.html