En 1913, la escritora estadounidense Eleanor H. Porter imaginó a una niña huérfana que vivía con su tía, una persona muy rígida y estricta. En aquel entorno, Pollyanna intentaba encontrar motivos para alegrarse y difundir su optimismo. Su personaje transmitía el mensaje de que, a pesar de lo difíciles que puedan parecer las circunstancias, una actitud positiva puede cambiar prácticamente cualquier cosa.
Más tarde, en 1978, los psicólogos Margaret Matlin y David Stang usaron el arquetipo de Pollyanna para describir un fenómeno que observaron en muchas personas: un sesgo de positividad, en particular cuando miramos al pasado, aunque se extiende a muchas otras situaciones. Así acuñaron el “principio de Pollyanna”.
¿Qué es y cómo se manifiesta el principio de Pollyanna en la vida diaria?
El principio de Pollyanna afirma que solemos dar prioridad a los acontecimientos agradables sobre los desagradables. Matlin y Stang notaron que ese sesgo se expresa en diferentes contextos, como cuando sobreestimamos el tamaño de los objetos valiosos, evitamos mirar imágenes desagradables que puedan perturbarnos o solemos compartir más las buenas noticias que las malas.
Un estudio llevado a cabo en la Universidad de Vermont confirmó que existe un sesgo de positividad universal y profundamente arraigado que traspasa las fronteras nacionales, lingüísticas y culturales. Tras analizar más de 100.000 palabras en 10 idiomas diferentes, estos investigadores comprobaron que usamos muchísimas más palabras positivas que negativas.
Ese sesgo también influye en nuestra memoria. El principio de Pollyana es lo que nos conduce a recordar las experiencias pasadas como más positivas de lo que realmente fueron. O sea, tenemos una tendencia a mirar el pasado con un prisma de color rosa, razón por la cual solemos pensar que todo tiempo pasado fue mejor y miramos hacia atrás con cierta añoranza (salvo casos excepcionales).
De hecho, se ha comprobado que a medida que envejecemos tendemos a enfocarnos más en los eventos positivos de nuestras vidas. Los adultos mayores recuerdan más imágenes positivas que negativas en comparación con las personas más jóvenes. También prestan más atención a los rostros felices que a aquellos enojados o tristes y se centran más en las características o consecuencias positivas de sus decisiones.
En realidad, el principio de Pollyana se basa en nuestro sesgo de positividad, que se refiere a la tendencia a interpretar, ver y recordar la realidad a través de un prisma favorable, incluso las situaciones que nos resultan desconocidas. Por tanto, se manifiesta de tres formas:
- Tendencia a desarrollar una visión positiva de la realidad.
- Tendencia a alimentar expectativas, visiones y recuerdos positivos.
- Tendencia a favorecer la información positiva en el razonamiento.
Obviamente, las personas con depresión y ansiedad o aquellas que tienen un sesgo de negatividad muy fuerte, son la excepción de la norma. En ellas, la tendencia pesimista diluye el efecto del principio de Pollyanna.
Lo bueno – y lo malo – del sesgo de positividad
Un estudio realizado en la Universidad de Cincinnati reveló que las personas sujetas al sesgo de positividad reportan mayores niveles de felicidad. Sin duda, esa propensión a lo positivo nos ayuda a ser más optimistas y poner buena cara a mal tiempo.
Intentar enfocarnos en lo positivo en medio de la tormenta puede darnos fuerzas para seguir adelante. Nos ayudará a no venirnos abajo emocionalmente y nos permitirá mantenernos motivados cuando nos planteamos un objetivo muy ambicioso y aparecen obstáculos en el camino.
“Reescribir” nuestro pasado, restándole impacto emocional también nos permite darnos cuenta de que, al final, todo pasa o que, a fin de cuentas, no fue para tanto. Ese sesgo de positividad al mirar hacia atrás nos permite afrontar el presente con una actitud más resiliente.
Sin embargo, no todo es color rosa.
Los investigadores también han descubierto que quienes se exponen a estímulos positivos y evitan los estímulos negativos tardan más en reconocer lo desagradable o amenazante que lo agradable y seguro. También suelen catalogar más estímulos como positivos de los que realmente existen.
Significa que las personas con un sesgo de positividad muy fuerte podrían llegar a desarrollar un optimismo tóxico que juegue en su contra. Si no son capaces de percibir las amenazas a tiempo, podrían correr peligro. Si no pueden estimar objetivamente la probabilidad de que ocurra algo negativo, podrían arriesgarse inútilmente.
Cuando la mentalidad de Pollyanna se lleva al extremo, corremos el riesgo de desconectarnos de la realidad, lo que nos impide responder de manera adaptativa y elegir el mejor camino posible para ahorrar recursos, esfuerzo, tiempo y, por supuesto, sufrimiento.
El justo equilibrio, la clave del bienestar a largo plazo
Como ocurre con la mayoría de las cosas en la vida, el punto ideal se encuentra en un equilibrio saludable de positividad y optimismo junto con una buena dosis de realismo. Para lograrlo, debemos ser capaces de darnos ánimos y ver lo positivo de la vida, pero también debemos asegurarnos de mantener los pies en tierra, desarrollar un sentido del contexto y esforzarnos por alimentar una comprensión práctica de lo que es apropiado.
La tendencia a enfocarnos en lo positivo puede venir con la sabiduría que aporta la edad, enseñándonos que es mejor enfocar nuestra atención en aquello que nos hace sentir bien y nos permite seguir adelante, en vez de malgastar energía preocupándonos inútilmente por problemas que no podemos resolver o mirando el lado negativo de la vida. Pero debemos asegurarnos de que esa visión no nos impida ignorar los problemas que podemos solucionar.
En este sentido, un estudio realizado en la Universidad de Tennessee confirmó que, cuando las experiencias negativas escapan de nuestro control, como puede ser el mal tiempo o la pérdida de un ser querido, afrontarlas con un sesgo positivo nos ayuda a recuperarnos y mitigar su efecto. En cambio, cuando tenemos cierto grado de control sobre esas experiencias, el efecto de Pollyanna juega en nuestra contra y conduce a peores resultados con el paso del tiempo, simplemente porque nos invita a cruzarnos de brazos e ignorar el problema, mientras este sigue creciendo.
Todos tenemos días malos y momentos difíciles. Negarlos y empecinarnos en ver solo lo positivo no es la solución. Debemos asegurarnos de compensar nuestro sesgo optimista para ver la realidad tal como es y, a partir de ahí, trazar un plan de acción viable.
Referencias Bibliográficas:
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Matlin, M. W. & Stang, D. J. (1978) The Pollyanna Principle: Selectivity in Language, Memory, and Thought.
Principio de Pollyanna: ¿Cómo el sesgo de positividad puede ayudarte o hundirte?