Así son las maniobras de la industria cárnica y láctea contra la acción climática.

Recuerdan a las de la industria tabaquera o de carburantes fósiles, y pasan por ridiculizar el movimiento vegano, retrasar legislaciones medioambientales o usar la ciencia para sus fines
Portada del estudio 'The New Merchants of Doubt: How Big Meat and Dairy Avoid Climate Action'

Un nuevo informe mundial publicado por la fundación Changing Markets expone las tácticas utilizadas sistemáticamente por las principales empresas ganaderas y de productos lácteos en el mundo para distraer, demorar y tratar de hacer descarrilar la acción por el clima. Se trata de maniobras y estrategias para eludir aplicar normativas que tienen como objetivo cuidar el medio ambiente e impedir el aumento de las temperaturas para paliar los efectos del cambio climático. No es nuevo señalar a la industria cárnica y láctea como uno de los mayores actores causantes de las emisiones y contaminación del medio ambiente. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el sector cárnico emite más gases de efecto invernadero que todo el transporte mundial junto (14,5% del total de emisiones).

Pese a esta clara implicación en el daño al medioambiente, el informe de Changing Markets denuncia que esta actividad económica disfruta de excepciones, aplazamientos y justificaciones para evitar normativas que el resto de industrias tiene que cumplir, al igual que la ciudadanía. También enfatiza el poder que tiene para bloquear, obstaculizar e incluso modificar normativas tanto nacionales como supranacionales. “Nuestra investigación revela que la industria ha logrado convencer a los responsables políticos de la excepcionalidad agrícola, obteniendo varias concesiones, exenciones y retrasos en la acción climática en el sectores”, comentan desde la fundación.

El informe recuerda que el sector alimentario es uno de los que más pueden modificar las cifras sobre emisiones. En concreto, citan estudios científicos donde señalan el aumento de emisiones en la industria cárnica y cuyo punto más alto se cree que llegará en 2025. Tras esto, gracias a los cambios de consumo, se cree que empezará a reducirse hasta llegar al 50% de estas emisiones en 2030. “La ciencia es clara: no podemos cumplir con el objetivo de aumento de temperatura de 1,5 grados del Acuerdo de París sin reducir significativamente las emisiones de metano y el consumo de productos animales. El sector agrícola es un importante contribuyente al cambio climático a través de la contaminación por metano y óxido nitroso y la deforestación”, explica el reporte.

‘Airosas’ frente las leyes

El informe acusa a la industria láctea y cárnica de haber “salido airosas en gran medida de las regulaciones ambientales”. “En varios países”, explica, la industria logró convencer a los responsables de las políticas de adoptar estrategias que no impongan ningún tipo de castigo ni incentivo a la hora de regular las emisiones agrícolas, lo que significa que cualquier cambio en las prácticas agrícolas es voluntario y depende de incentivos financieros adicionales“. Además, señala que estos incentivos económicos vienen de la mano de importantes subsidios públicos que son difíciles de modificar. ”Lamentablemente, los subsidios agrícolas actuales en gran medida apoyan el statu quo actual de las grandes explotaciones agrícolas, beneficiando a las grandes empresas que se encuentran en la mitad de la cadena (las llamadas ‘Big Ag’) y dejando fuera del negocio a las pequeñas explotaciones familiares“, explica.

También se denuncian las llamadas puertas giratorias, un mecanismo por el que la industria cárnica y láctea se garantiza tener a los legisladores de su lado. Y no es el único mecanismo por el que muestran su poder. En el informe proponen varios ejemplos de casos flagrantes en Estados Unidos, pero también en la propia Unión Europea. Es el caso del lobby agrícola cuando logró diezmar el Pacto Verde, que se proponía transformar la economía europea para producir emisiones netas cero para 2050.

“Una parte clave del Pacto Verde fue la estrategia ‘De la Granja a la Mesa’, que prometía crear un sistema de ”agricultura verde y más saludable“, reduciendo significativamente los pesticidas y fertilizantes químicos. La estrategia reconocía que pasar a una ”dieta más basada en plantas con menos carne roja y procesada“ reduciría el impacto ambiental del sistema alimentario. Finalmente esta normativa tuvo que recortar sus objetivos, hacer más laxas sus intenciones y aplazar ininterrumpidamente su entrada en vigor.

Un trabajo de lobby que no siempre es transparente. En el informe se revela que las empresas analizadas y las organizaciones sectoriales a las que pertenecen han tenido cerca de 600 reuniones de alto nivel con la Comisión Europea desde noviembre de 2014. Pero solo siete de las empresas declaran sus actividades de lobby en el registro de transparencia de la Unión Europea, emplean a 16 lobistas y declaran un gasto anual de cerca de 2,4 millones de euros en actividades de lobbying ante las instituciones de la UE

Cortina de humo y ‘greenwashing’

Desde la FAO ya señalan en un informe del 2023 que estas emisiones tienen que cambiar sobre todo al fijarse en su origen. Si hablamos de emisiones directas del sector de productos animales, el 60% viene de “la fermentación entérica de los rumiantes y el óxido nitroso de los sistemas de gestión del estiércol”. A esta hay que sumar las emisiones que se producen con la fabricación de fertilizantes y plaguicidas para la producción de piensos, de la producción de piensos en sí misma, del transporte de piensos, animales vivos y productos ganaderos, además de los cambios en el uso de la tierra que conlleva la ganadería.

Entre las recomendaciones que hace la agencia dependiente de la ONU -como hacer un mejor uso forestal de las zonas de pasto, modificar la alimentación de los animales o reducir los aditivos en los piensos- está la de reducción del consumo de estos productos animales responsables de tantas emisiones, gasto de agua y terreno y de desechos altamente contaminantes. Desde organizaciones ecologistas como Greenpeace hasta instituciones de gran prestigio como Harvard hablan de la necesidad de reducir el consumo de productos animales tanto por motivos medioambientales, de salud, como de bienestar animal.

Frente a tanta evidencia, la industria cárnica y láctea se resiste. Changing Markets, en su análisis a 22 empresas en cuatro continentes -Arla, Bigard, Cargill, DFA, Danish Crown, Danone, DMK, Fonterra, FrieslandCampina, Itoham, JBS, Lactalis, Marfrig, Mengniu, Nestlé, NH Foods Group, OSI Group, Saputo, Tyson, Vion, WH Group, Yili-, ha observado los compromisos climáticos voluntarios, las afirmaciones de lavado de imagen verde (‘greenwashing’), sus inversiones en publicidad frente a soluciones bajas en carbono y su compromiso político, que incluyó donaciones políticas, reuniones con políticos, dinero gastado en lobby, así como narrativas impulsadas para cambiar la opinión pública.

Todas estas estrategias también pasan por la financiación de supuestos estudios científicos que usan para avalar su imagen, contradecir normas o formar un cambio de legislación. “La industria nos distrae con la cortina de humo de los objetivos climáticos voluntarios, los productos respetuosos con el medio ambiente y las inversiones aparentemente ambiciosas en tecnologías de reducción de emisiones, mientras que, entre bastidores, moviliza importantes recursos para retrasar y hacer descarrilar la legislación ambiental progresista”, denuncian desde la fundación afincada en los Países Bajos.

Objetivo: el público más joven

Para la industria cárnica y láctea tampoco es irrelevante que los jóvenes consuman menos carne que en otras edades. Tal y como indica el Ministerio de Consumo español, los menores de 35 años consumen sustancialmente menos productos cárnicos que otros como los mayores de 50 años. Por eso, para evitar la pérdida de consumidores, estas industrias ponen su foco en la llamada Generación Z. Esto lo hacen con campañas publicitarias que Changing Markets tilda de “engañosas”, con ‘influencers’ y con una mayor acción en redes como TikTok, YouTube, Instagram y otros canales. “Las tácticas de las redes sociales también se traducen en ataques directos a las dietas veganas y a las proteínas alternativas, que se consideran opciones ultraprocesadas y poco saludables”, explica el informe. Un ejemplo de ello es la acción de Edelman, una de las empresas de relaciones públicas más antiguas del mundo, que recientemente se jactó de su éxito a la hora de disuadir a las audiencias jóvenes de las alternativas vegetales a los productos lácteos.

Por otro lado, el informe también pone la vista en empresas que han empezado a darse cuenta de que esta actividad es insostenible. Señala el ejemplo de Danone o Nestlé, que comercializan cada vez más productos de origen vegetal sustitutivos de los lácteos y reducen su huella significativamente, según las revisiones que ellas mismas publican desde organismos cada vez más puestos en duda. “En lugar de invertir en planes y trayectorias adecuadas para reducir las emisiones, el informe revela que las empresas prefieren invertir en la ciencia que se adapta a sus intereses. Esto se hace particularmente evidente cuando se minimiza el impacto de las emisiones de metano del sector”, detalla el informe.

Una estrategia más que revela el informe es la dilatación en el tiempo de las medidas a tomar. Muchas de las empresas analizadas piden más tiempo para analizar e investigar nuevas formas de industrialización, envasado, producción o transporte para minimizar el impacto en el medio ambiente. La realidad es muy diferente: “A pesar de presentar soluciones tecnológicas en sus materiales de relaciones públicas y marketing, nuestra investigación muestra que gastan en promedio el 1% de sus ingresos en investigación y desarrollo. La cantidad real que se destina a soluciones bajas en carbono es probablemente solo una pequeña fracción de esto, ya que la mayoría de las empresas no desglosan en qué se destina su gasto en I+D”, indica.

Diversificar mercados, no sustituir los productos contaminantes

El informe es especialmente negativo con el avance de los productos 100% vegetales de las empresas analizadas. Si bien es cierto que están aumentando, la fundación cree que se debe a una estrategia empresarial y no medioambiental. “Un estudio concluyó que un cambio en la dieta podría reducir las emisiones anuales de CO2 en 3,10 Gt de CO2. Esta reducción podría más que duplicarse hasta 6,22 Gt de CO2 equivalente si la tierra que se deja sin utilizar se utiliza para reducir el carbono. Sin embargo, nuestra investigación muestra que, aunque algunas empresas están invirtiendo en proteínas alternativas, lo hacen con la intención de hacer crecer un mercado adicional y no como parte de una transición hacia productos más vegetales y menos y mejores productos animales”.

Por último, Changing Markets concluye que las técnicas y tácticas analizadas son muy similares a las de las grandes petroleras respecto a su responsabilidad con el medio ambiente. “Mientras la industria lucha por resistir cualquier reducción del número de ganado y la transición a dietas más saludables y basadas en plantas, debemos tomar medidas urgentes para regular la industria, reducir las emisiones e invertir en alternativas. Mientras se examina a las grandes tabacaleras y las grandes petroleras, también debería examinarse a las grandes empresas agrícolas”, finaliza.

https://www.eldiario.es/caballodenietzsche/son-maniobras-industria-carnica-lactea-accion-climatica_132_11642720.html

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