- Sam Altman, CEO de OpenAI, ha reclamado esta semana inversiones masivas en infraestructuras para el desarrollo de la inteligencia artificial.
- El máximo responsable de ChatGPT ha asegurado que, en el caso de que exista una infraestructura insuficiente, habrá guerras por esta tecnología, pero los expertos afirman que el desarrollo de esas infraestructuras implicaría un importante coste.
A través de una publicación en lo que parece ser su blog personal, el CEO de OpenAI, Sam Altman, ha defendido este lunes que la inversión masiva en infraestructura de inteligencia artificial va a ser clave para dominar el mercado y evitar conflictos globales.
«Si queremos poner la IA en manos del mayor número de personas posible, tenemos que reducir el coste de la computación y hacerla abundante (lo que requiere mucha energía y microchips)», ha señalado Altman. «Si no construimos suficiente infraestructura, la inteligencia artificial será un recurso muy limitado por el que se librarán guerras y que se convertirá sobre todo en una herramienta para ricos».
Aunque promover el desarrollo de infraestructuras de IA parezca haberse convertido en el nuevo objetivo de los líderes de este sector, como sería el caso del máximo responsable de ChatGPT, los investigadores especializados en las repercusiones sociales, medioambientales y económicas de esta tecnología han explicado a Business Insider que el desarrollo de los centros de datos y los sistemas de hardware necesarios para alcanzar la inteligencia general artificial —AGI, por sus siglas en inglés, o superinteligencia, como también se le ha denominado recientemente— tendrá un coste mucho mayor que el financiero.
Este medio de comunicación ha tratado de ponerse en contacto con OpenAI, pero por el momento no ha obtenido respuesta.
La industria se centra en la infraestructura de la IA
El nuevo tema del día en el sector de la inteligencia artificial es la infraestructura: invertir en ella, planificar una expansión masiva de la potencia de cálculo y construir los centros de datos necesarios para desarrollar la tecnología a gran escala.
La semana pasada, Microsoft y BlackRock anunciaron el lanzamiento de un fondo de 30.000 millones de dólares —unos 26.800 millones de euros— para «mejorar la competitividad estadounidense en IA y satisfacer al mismo tiempo la creciente necesidad de infraestructuras energéticas para impulsar el crecimiento económico».
A principios de este mes, la Casa Blanca organizó una mesa redonda con líderes en infraestructuras de inteligencia artificial de todo Estados Unidos, incluidos Altman y directivos de Microsoft, Meta (la matriz de Facebook), Amazon y Anthropic, entre otros. El objetivo era «debatir los pasos a seguir para garantizar que EEUU siga liderando el mundo en IA» y asegurar que el desarrollo de la tecnología se alinea con «los objetivos de seguridad nacional, económicos y medioambientales».
Aunque algunos expertos se muestran moderadamente optimistas con respecto a la inteligencia artificial, otros apuntan a los riesgos que entraña la rápida implantación de infraestructuras.
Los beneficios económicos de la IA no están del todo claros
Alex de Vries, economista y fundador de Digiconomist, una plataforma dedicada a exponer las consecuencias imprevistas de las tendencias digitales, ha declarado a Business Insider que la conversación actual sobre la infraestructura de la inteligencia artificial se centra en el desarrollo de centros de datos a gran escala, con personas de la industria tratando de convencer a los gobiernos internacionales para que den luz verde a dicha expansión, a pesar de que los beneficios no están claros.
«Cuestan un montón de recursos, mientras que los centros de datos no generan muchos beneficios para la economía local: no crean demasiados puestos de trabajo, generan muy poca actividad empresarial (porque nadie tiene que estar cerca de un centro de datos)», ha explicado De Vries. «Así que, por ahora, la balanza es muy negativa».
El retorno de la inversión en IA cada vez se pone más en tela de juicio. Con firmas como OpenAI preparándose para gastar más de un billón de euros en inteligencia artificial en los próximos años, un informe publicado por Goldman Sachs el pasado mes de junio se preguntaba: «¿Estamos gastando demasiado a cambio de muy poca recompensa?».
Los defensores de esta tecnología argumentan que, con el tiempo, podría ayudar a salvar vidas, revolucionando la industria de la salud o, tal y como sugiere la página web de tecnología climática de Naciones Unidas, «ampliando las soluciones climáticas transformadoras para la acción de mitigación y adaptación en los países en vías de desarrollo». Sin embargo, los chatbots y los generadores de imágenes han sido los avances en IA más celebrados por las grandes tecnológicas, que de esa forma han dejado ver los enormes errores que pueden llegar a cometer este tipo de modelos.
En sus últimas presentaciones de resultados trimestrales, los ejecutivos de más alto rango de Microsoft y de Alphabet —la matriz de Google— se han visto obligados a responder de forma reiterada a las preguntas de los inversores con respecto a cuándo podría llegar el retorno de sus enormes inversiones de capital en inteligencia artificial.
Shaolei Ren, profesor asociado de Ingeniería Eléctrica e Informática en la Universidad de California en Riverside (Estados Unidos), ha declarado a Business Insider que, a pesar de la predicción de Altman en relación a que podríamos estar «a unos pocos miles de días» de distancia de una superinteligencia artificial, él no es tan optimista. Ren ha añadido que la dependencia de OpenAI en materia de grandes modelos lingüísticos no sería la forma correcta de llegar a la meta.
En lugar de un único modelo que pueda hacerlo todo, este experto de la Universidad de California considera que el sector tecnológico debería centrarse en modelos más pequeños y especializados, que requieran menos recursos y puedan adaptarse a tareas más concretas.
«Tenemos que cambiar la forma en la que desarrollamos la IA y no limitarnos a modelos cada vez más grandes», ha afirmado Ren. «Esto no es realmente sostenible ni escalable».
Un desastre medioambiental en ciernes
Tanto De Vries como Ren han expresado que, más allá de los costes financieros, el hecho de garantizar que la infraestructura de la inteligencia artificial se desarrollase a la escala que los principales actores de la industria —como Altman— buscan supondría un enorme coste medioambiental.
«Si hablamos de centros de datos a gran escala, van a consumir una enorme cantidad de energía y de agua», ha indicado el economista y fundador de Digiconomist,
También ha señalado que este tipo de instalaciones consume toneladas de agua para sus sistemas de refrigeración, parte de la cual se evapora, por lo que no puede reutilizarse. El consumo de electricidad también se dispara, lo que eleva la demanda y aumenta la dependencia de los combustibles fósiles, a pesar de que el sector utiliza certificados de energía renovable (o REC).
Las empresas eólicas y solares generan REC por cada unidad de energía que crean y luego los venden. Los compradores de estos certificiados pueden decir entonces que se abastecen de energía renovable, aunque estén utilizando energía procedente de fuentes no renovables.
«Las consecuencias medioambientales de un gran aumento de la demanda de energía suelen ser muy, muy negativas, mucho peores de lo que reconocen las grandes tecnológicas», ha asegurado De Vries.
Un riesgo creciente para el orden social
Eso por no hablar de lo que Cary Coglianese, profesor de Derecho y Ciencias Políticas y director de un programa interdisciplinar centrado en la investigación de una regulación eficaz en la Universidad de Pensilvania, ha descrito como el impacto de la inteligencia artificial en el «orden social».
Aunque Coglianese se describe a sí mismo como «moderadamente optimista» con respecto a los beneficios de la IA, ha afirmado que, incluso si se logra darle un uso avanzado a esta tecnología, dicha hazaña vendrá acompañada de determinadas «concesiones».
«Cualquier tarea humana que implique un reto de optimización puede hacerse más eficiente mediante la inteligencia artificial», ha detallado este experto. «Algunos de esos usos pueden ser buenos, como la detección de tumores malignos en resonancias magnéticas (un gran uso de la IA), pero también estaremos fabricando sistemas de armamento mucho más eficientes o automatizando sistemas de armamento, o creando herramientas que pueden oprimir a la gente y que pueden hacerse más ‘eficientes'».
A través del artículo que publicaba en su blog, Altman escribía que el comienzo de lo que él llama la «Era de la Inteligencia» vendría acompañado de «desafíos muy complejos y de altísimo riesgo».
«No será un camino de rosas», adelantó el máximo responsable de ChatGPT. «Pero el lado positivo es tan tremendo que nos debemos a nosotros mismos y al futuro averiguar cómo sortear los riesgos que tenemos ante nosotros».
El CEO de OpenAI no mencionaba en su texto las actuales repercusiones sociales negativas que la inteligencia artificial ya está causando, como la llegada de los deepfakes a la actualidad política, la proliferación de las estafas impulsadas por la IA en o la sustitución de trabajadores a medida que las empresas invierten cada vez más en esta tecnología.
«Existe una desconexión real entre la situación social y tecnológica del mundo actual, y eso es algo que los tecnólogos y los tecnooptimistas a menudo pasan por alto», ha defendido Coglianese a Business Insider. «Yo también soy moderadamente optimista, pero tenemos que reconocer que hasta que no tengamos un ordenamiento social diferente del actual, una nueva tecnología no será ningún elixir mágico que transforme el mundo en una utopía».
https://www.businessinsider.es/primer-estudio-demuestra-beneficio-ia-conversacional-soledad-1406601