Incluso los estudiantes de las universidades de élite ya no logran leer los libros básicos de las generaciones previas.

Leer, hasta hace poco, era considerada la actividad más importante para la formación de la mente humana. Leer no solo para acceder a cierta información útil, sino para formar el carácter, inspirar la voluntad y educar la sensibilidad estética. Esto se pierde a velocidades astronómicas. Y no es ya solo la diatriba conservadora de una generación inveterada, es un hecho objetivo.

En los últimos años, profesores como Nicholas Dames de la Universidad de Columbia han observado un cambio en la capacidad de los estudiantes para completar lecturas asignadas, especialmente textos largos. Mientras que en el pasado los estudiantes podían manejar novelas densas como Orgullo y prejuicio y Crimen y castigo en unas pocas semanas, los estudiantes de hoy parecen sentirse abrumados con la idea de leer libros completos. La observación de Dames fue confirmada por una estudiante que reveló que, en la escuela secundaria, nunca se le exigió leer un libro completo, solo extractos y artículos.

Este declive en la lectura no se limita a Columbia. Profesores en varias instituciones de élite informan luchas similares, lo que sugiere que muchos estudiantes ahora llegan a la universidad sin estar preparados para las exigencias de la lectura en profundidad. Algunos, como Daniel Shore de la Universidad de Georgetown, observan que incluso los textos cortos, como los sonetos, pueden desafiar la capacidad de atención de los estudiantes. Los estudiantes no solo tienen dificultades para involucrarse con la complejidad, sino que a menudo se desconectan cuando enfrentan análisis más profundos o ideas matizadas. Este problema se observa incluso entre los estudiantes de alto rendimiento, quienes, aunque son capaces de leer textos básicos, parecen no poder manejar la carga cognitiva necesaria para profundizar en material sofisticado o denso.

Anthony Grafton de Princeton ha observado que los estudiantes actuales en general muestran menos resistencia para las tareas intelectuales complejas, y esto se debe a su disminuida experiencia con textos largos y exigentes. Muchos se desconectan a mitad de las lecturas o admiten saltarse partes de las asignaciones, citando la dificultad para concentrarse en un solo tema durante períodos prolongados. Esto apunta a un problema más amplio: los estudiantes no solo carecen de la capacidad de leer en profundidad, sino también de la paciencia y la capacidad de atención necesarias para lidiar con temas complejos en diversas disciplinas.

Una posible explicación para este fenómeno es el papel creciente de los teléfonos inteligentes y las redes sociales en la conformación de la atención. A medida que los estudiantes se acostumbran a consumir contenido de formato corto, como videos de TikTok y publicaciones de Instagram, les resulta más difícil enfocarse en lecturas prolongadas. Este fenómeno se alinea con las advertencias de críticos como Harold Bloom, quien años atrás previó las posibles consecuencias del dominio de las pantallas en la alfabetización. El psicólogo Daniel Willingham argumenta que el aburrimiento, antes una parte normal de la lectura, ahora se percibe como algo antinatural en la era de la constante interacción digital.

Las reformas educativas, como No Child Left Behind y Common Core, que ponen énfasis en los textos informativos y la preparación para exámenes, también pueden estar contribuyendo al problema. En muchas escuelas, los maestros han reemplazado las novelas con pasajes cortos y se centran más en habilidades como la argumentación que en la lectura de textos largos. Como resultado, los estudiantes están perdiendo la capacidad de perseverar a través de obras complejas.

El problema va más allá de la comprensión lectora. Los profesores están notando que los estudiantes de alto rendimiento, si bien son capaces de descifrar el texto, a menudo carecen de la atención y el compromiso necesarios para explorar profundamente ideas complejas. Muchos educadores, como Anthony Grafton de Princeton, afirman que los estudiantes actuales a menudo poseen un vocabulario más limitado y una comprensión más débil del lenguaje en comparación con generaciones anteriores.

El impacto de las redes sociales en la atención, combinado con el cambio en las prácticas educativas, está dejando a una generación menos preparada para apreciar o involucrarse con la literatura de formato largo. Esta tendencia no solo amenaza el éxito académico de los estudiantes, sino también su potencial para desarrollar un amor duradero por la lectura.

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