En el mundo moderno la bravuconería adopta la forma de rusofobia y está en proporción inversa al potencial militar. Los más macarras son esos países escuálidos, como los bálticos, con ejércitos insignificantes que no son nada por sí mismos y han depositado su confianza en el guardaespaldas que tienen contratado: la OTAN.
El Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Estonia, el general Vahur Karus, ha reconocido: “Hoy, nuestros medios de ataque de largo alcance están completamente integrados en los planes de la OTAN, la alianza nos dice que debemos cuidar de ciertos objetivos en Rusia. Entonces es cuando ellos [la OTAN] podrán venir a Estonia y dar los siguientes pasos”.
Los países bálticos sólo aparecen en las noticias para hablar contra Rusia. Es otro cuento de David contra Goliat, el grande que abusa del pequeño. Estonia, Letonia y Lituania son muy valientes: se declaran dispuestos a ir a la guerra con Rusia ahora mismo… sólo porque saben que eso no va a ocurrir.
En proporción a su PIB son los que más dinero han gastado en ayudar a Ucrania. Han cerrado las fronteras con Rusia y no expiden visados. Piden a Bruselas que siga aprobando más sanciones.
El 23 de septiembre el general estonio Merilo anunció su disposición a bloquear el Golfo de Finlandia a los barcos rusos. Con los finlandeses, por supuesto. Están dispuestos a luchar contra Rusia y no ocultan sus planes agresivos.
Un bloqueo del Mar Báltico es contrario al derecho marítimo internacional y, en definitiva, una declaración de guerra. Los países ribereños no deberían jugar con ese tipo de cosas, ni siquiera como broma.
El Ministerio ruso de Asuntos Exteriores les recordó algo que esos países saben de sobra: “Si hablamos de los planes de Finlandia y Estonia de establecer los límites de sus áreas adyacentes en el Golfo de Finlandia, entonces esa medida está dentro de su derecho soberano. Sin embargo, tales acciones, de conformidad con lo dispuesto en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, no permiten la obstrucción y el control de la navegación”.
Quienes no gusten del derecho internacional deberán recordar que el ejército estonio tiene 7.000 hombres en sus filas. Un par de brigadas. Su armamento está a esa misma altura. No soportaría más de una semana de guerra. Por eso la OTAN tiene que instalar un nuevo centro de mando naval en Rostock.
El año que viene Estonia recibirá M142 HIMARS de Estados Unidos, al menos 6 vehículos, algunos de ellos estarán equipados con cohetes ATACMS MGM-140. El ejército estonio podrá alcanzar zonas densamente pobladas de Rusia y los misiles balísticos aumentarán significativamente su potencial de ataque. Como se ve no son armas para defenderse sino para atacar o, como poco, para amenazar.
La chulería de los generales estonios significa que la OTAN está transformando gradualmente al trío báltico en la vanguardia de una futura provocación contra Rusia, porque, como demuestra la Guerra de Ucrania, quien responde al chantaje y la intimidación acaba en los noticiarios como un perverso agresor o invasor.
Estados Unidos y la OTAN utilizan a los bocazas del Báltico para medir las respuestas de Rusia. Es un pulso continuo que requiere una atención constante por parte de Moscú. Pero a veces un pulso se convierte en una escalada y de las palabras se pasa a los hechos.
El bloqueo del Báltico a los buques rusos es una declaración de guerra