Tahiche, Guatisea, Guenia, Mina y Tenésara, sacralizadas por los majos, aportan indicios sobre la influencia de los astros en la cosmovisión de la sociedad prehispánica
La veterana arqueóloga María Antonia Perera, posiblemente la profesional que mejor conoce el legado prehispánico de su isla natal, tiene documentados más de cuarenta yacimientos, la mayoría montañas, que fueron sacralizados por los majos, los colonos que llegaron a Lanzarote procedente del norte de África durante los primeros siglos de la era común (después de Cristo). Varios de esos viejos volcanes sagrados para los aborígenes, como han certificado astrónomos del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y especialistas en cosmovisión, tienen conexiones astrales, mientras que en otros hay indicios razonables. Las montañas sagradas son las protagonistas de este reportaje, con el que concluimos esta trilogía dedicada a la arqueoastronomía de Lanzarote.
El prestigioso escenario Oxford International Conference, en el que se exponen investigaciones de astronomía y de astrofísica tras pasar un exigente filtro científico, fue el primer foro en el se habló del equinoccio en la sociedad prehispánica de las Islas Canarias. Uno de los temas que expusieron los doctores Esteban y Belmonte, astrónomos del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), es la conexión astral del yacimiento de Zonzamas con la montaña de Tahiche, un edificio volcánico de tan solo 322 metros de altura. Muy cerca, entre las burbujas lávicas de las coladas de la erupción de Timanfaya que ha dado fama mundial a Lanzarote, César Manrique construyó una casa alucinante, hoy sede de la fundación que lleva el nombre del artista lanzaroteño.
Los dos astrónomos del IAC certificaron ante aquella reputada audiencia que la cima de Tahiche fue un “marcador estacional”, ya que durante los días próximos al equinoccio –tanto el de primavera, 21 de marzo, como el de otoño, 21 de septiembre-, el Sol se alinea con un lugar emblemático del yacimiento de Zonzamas: la peña fortificada en la que se encontró la Estela de Zonzamas, con su grabado soliforme tallado en la roca, como se aprecia en la imagen publicada en la primera entrega de esta serie.
Tahiche, sin duda, fue una montaña sagrada para la población indígena, pero no solo por la conexión equinoccial descrita. En 1973, se localizaron ocultas unas piedras de calcedonia “a modo de depósito ritual”, señalaron en un artículo los investigadores Perera, Cabrera y Tejera, piedras que fueron traídas porque no existe ninguna veta o afloramiento en Tahiche. La calcedonia es una gema apreciada en otras culturas de la antigüedad y en la actualidad es un accesorio en joyería y también la usan curanderos y místicos. Pero hay más: en una ladera de la montaña se encontró el denominado ídolo de Tejía.
El historiador Miguel Martín González recoge en La memoria de lo sagrado (Bilenio 2024) que “el ocaso solar, durante el solsticio de invierno, se capta en Montaña Mina”, un supuesto acontecimiento cósmico que aún no ha sido probado por mediciones astronómicas y que fue expuesto por primera vez por Agustín Pallarés, un estudioso autodidacta de la interpretación arqueoastronómica.
De lo que no hay duda es que Montaña Mina fue un lugar especial para aquella sociedad, ya que ahí hay un yacimiento funerario. “Se encontraron restos humanos”, explica a esta redacción el coordinador de la excavación de Zonzamas, Marco Moreno, “que aparecen con muchos signos de violencia”. Estos vestigios están datados en torno al siglo XII.
El enigma de Guatisea
Fue precisamente el arqueólogo Marco Moreno, codirector de Tibicena Arqueología y Patrimonio, quien descubrió, en 2003, los enigmáticos canales de la Montaña de Guatisea –ver la foto de portada de este reportaje- cuando el Ayuntamiento de San Bartolomé contrato a su empresa para realizar la carta arqueológica del municipio. Estos canales paralelos que superan los diez metros de longitud y en algunos casos alcanzan los dieciséis son una manifestación rupestre exclusiva de Lanzarote, que se repite en más montañas de la Isla.
La arqueóloga Nona Perera y el geógrafo Moisés Tejera realizaron una exhaustiva investigación para descifrar la funcionalidad de los canalones y la primera hipótesis que se plantearon es que eran acequias para encausar el agua pluvial. Pero fue descartada, como adelantó Canarias Ahora en octubre de 2023.
“Hemos recorrido la montaña en días de lluvia intensa y comprobamos que el agua fluye por todos los sitios de la ladera, no corre más por los canales”. Esta especialista cree que los primeros pobladores de la Isla “se inspiraron en las escorrentías que se forman en la montaña cuando llueve con fuerza para labrar los canales en la toba volcánica”. Lo que sí ha encontrado Perera es la piedra con la que los majos labraron la montaña para construir estos singulares canales; también las vetas minerales de las que se extrajeron esas herramientas líticas, en la cima.
¿Tendrán una finalidad astronómica? Para responder a esta cuestión, durante meses, incluso años, Perera investigó las montañas centrales de Lanzarote –Guatisea, Mina, Blanca o Tenésara, entre otras- con el astrónomo Juan Antonio Belmonte. “Medimos todas las montañas en los solsticios y equinoccios, pero no dieron resultados”. ¿Entonces? “Para nosotros”, nos explica Perera, “la interpretación que más nos encaja es el uso de la magia simpática relacionada con la lluvia”. Al tratarse de una isla árida, “es una especie de llamada para implorar la llegada de la lluvia”.
Miguel Martín González, en cambio, sí ha encontrado una posible relación astral de por qué se labraron en ese lugar. “Desde la parte central, dónde se encuentra la gran mayoría de los grandes canalones, tenemos un juego estelar espectacular. Por un lado, la Osa Mayor sale por la cima de la montaña coincidiendo con el equinoccio de otoño al amanecer. Y la Osa Menor entra por la cima de Guatisea, esta vez al oscurecer, en el mismo equinoccio de otoño”. En ese preciso instante, señaló Martín al autor de este reportaje, “se produce en frente de los canales y cazoletas la alineación de Sirio y Canopo, las dos estrellas más grandes del cielo. Esto solo se produce en torno al veinticinco de septiembre”. Ante estas observaciones, Martín contextualiza lo que Nona Perera apunta “como magia simpática relacionada con la lluvia: es a partir del equinoccio de otoño cuando se producen las primeras lluvias copiosas” del año agrícola en Canarias.
Las ventanas artificiales de Guenia
La Montaña de Guenia atesora otro de los misterios de la arqueología de la Isla de los Volcanes. A diferencia de las montañas centrales, Guenia, localizada hacia el noreste, carece de esos surcos enormes. Sin embargo, en el perímetro rocoso del cráter hay dos grandes ventanas o puertas separadas por 246 metros, una en el este y otra orientada hacia el oeste. Solo durante los días de los equinoccios se produce un fenómeno astronómico singular: la luz solar entra por la ventana este, se prolonga hacia la otra y termina proyectándose en una cueva natural, en el llano donde está el antiguo poblado –no es indígena- de Guenia. El autor de esta observación es Agustín Pallarés Lasso.
La propuesta arqueoastronómica de Pallarés no ha sido estudiada a fondo por astrónomos profesionales, pero hay un dato que refuerza la hipótesis de que Guenia fue una montaña sagrada para los guanches de Lanzarote: las ventanas por las que penetra el haz solar no son naturales. El catedrático de Geología de la ULPGC José Mangas declaró a este periódico: “No parecen naturales”; un dato que le lleva a pensar que son huecos artificiales es que “están cortados a tajo. Las paredes son rectilíneas”, demasiado rectas “para ser naturales”.
Guenia tiene registros arqueológicos en su entorno, principalmente grabados rupestres, y etnográficos, pero casi tan sorprendentes como las ventanas son las numerosas y extrañas estructuras de piedra en el interior del cráter, un yacimiento que jamás ha sido investigado bajo el patrocinio institucional. ¿Por qué?
Los grabados de Tenésara
Tenésara es otro de los espacios sagrados para la cultura prehispánica. Esta montaña tiene dos tipos de grabados. Varios paneles con canalones y cazoletas similares a los de Guatisea y un yacimiento rupestre, El Castillejo, con 32 paneles con motivos alfabéticos. Entre ellos hay uno bialfabético, con caracteres líbico-bereber y líbico-latino. La mañana que visitamos este enclave en la costa oeste de la Isla para realizar el reportaje, una espesa niebla inundó la comarca de Tinajo. El paisaje era fantasmagórico. Nos impidió ver la cima de la montaña; solo pudimos encontrar los panales de canales y algunas cazoletas.
Llegar a El Castillejo, en la parte superior de la cara oeste de Tenésara, un mirador privilegiado de los islotes del Archipiélago Chinijo, fue imposible porque la niebla no nos abandonó el pasado 8 de octubre. En su momento, el panel con las inscripciones bialfabéticas fue el primero que se halló en Canarias, como expusieron Nona Perera y José Juan Jiménez en octubre de 2019, en las XVIII Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote, únicas islas con dos tipos de escritura importadas por los indígenas.
Cinco años de aquel foro celebrado en Puerto del Rosario, la capital majorera, en el que se presentó la ponencia que también llevaba la firma de Belmonte, Perera ha confirmado a Canarias Ahora-elDiario.es que han aparecido varios paneles más con la combinación de letras de origen líbico y también latino, tanto en Lanzarote como en Fuerteventura.
Nona Perera y Juan Belmonte realizaron mediaciones en Tenésara en busca de posibles conexiones astrales, pero no las encontraron. Pero no quiere decir que no las halla. El autodidacta Pallarés, guía turístico jubilado e hijo del investigador Agustín Pallarés Padilla, autor del primer estudio sobre la toponimia de Lanzarote, sostiene que hay un marcador equinoccial en lo alto de la montaña, muy cerca de los paneles alfabéticos. “Es un marcador artificial con dos grandes piedras”, señala Pallarés.
A tenor de lo que hemos visto y contado en esta trilogía, la investigación arquoastronómica debe continuar. El Instituto de Astrofísica de Canarias, en el que se formaron los dos pioneros de la astronomía cultural en España (Belmonte y Esteban), tiene que estimular la senda científica que trazaron esos dos investigadores canarios que nacieron a orillas del Mediterráneo.