No es un juego marcial, no es un juego de guerra, que se gane a martillazos. El ajedrez es un juego de habilidad, de destreza, de inteligencia. Se gana entendiendo, no odiando al adversario, no diciéndose que es un enemigo al que hay que destruir. Es un juego de conocimiento. El que conoce no odia, el que conoce es pacífico, tiene amor, y gana porque realmente ve más allá que el adversario, es el más poderoso. De todo esto hemos hablado con Eduardo Scala, gran conocedor de sus más ocultos saberes.
por Jesús Nuño, Revista PRÓXIMO MILENIO Nº 6, 1993.
El ajedrez es la búsqueda de la verdad, por eso se llama el Juego de los Filósofos. Es una discusión en silencio con el otro oponente, buscando la realidad última, que dirían los hindúes, de cada posición. En este sentido es un ejercicio de introspección muy grande, evidentemente a través de la inteligencia. Con la razón, el cálculo, la lógica, la metalógica, y la magia. Hay jugadas maravillosas donde entiendes que retrocediendo avanzas, y jugadas en las que hay que sacrificar la Dama por un Peón, pues el Peón vale más que la Dama. Los maestros sufíes, ajedrecistas árabes, proponían una posición enigmática; «blancas juegan y dan mate en tres jugadas». Te asomabas al tablero, y veías que la posición era desesperada, y que, lógicamente, perdías. Y además estabas amenazado de mate a la primera. No veías nada. Pero a medida que ibas penetrando, corriendo los velos de la ilusión, dabas con la clave, que, por lo general, era, sacrificar primero una torre, luego otra, y al final dabas mate con el famoso caballo árabe en un rincón. Era un ejercicio de iluminación, que te ponían para que hicieras todo un esfuerzo de meditación, de introspección, para alcanzar la visión suprema. Esta enseñanza se trasfería a la vida. Y los lances de la vida eran tomados de otra forma, entendiendo que siempre existen recursos, si no desconectas de la esperanza, del conocimiento.
EL ÁNGEL CONTRA EL DEMONIO
De Paolo Boi da Noto, el Siracusano, llamado en su tiempo «el Príncipe de los Jugadores», se cuenta la leyenda de que en varias ocasiones, a lo largo de su vida errante, jugó al ajedrez contra el demonio, derrotándole siempre. En una de estas partidas el diablo tomó la forma de una hermosa joven morena de mirar enigmático y penetrante. Cuando la dama se encontraba al borde de la derrota, Paolo anunció mate en dos jugadas, la pieza del siracusano se cambió de blanca en negra lo que invalidaba la jugada. Espantado ante el prodigio, y dándose cuenta de que jugaba contra el demonio, el devoto Paolo se santiguó, exclamando: «Santa Madona», ante lo cual desapareció su bella adversaria. Pero el demonio no está fuera del ajedrez, sino dentro de él. El ajedrez tiene dos caras. En una de ellas reina la armonía y la belleza de las figuras y del tablero, el cálculo y la razón, la geometría, las matemáticas. La otra está llena de secretas imágenes demoníacas, que reflejan la aventura y el peligro, la guerra, la destrucción del enemigo, la muerte, la lucha por la vida. Al igual que la lucha por la vida, requiere el ajedrez prever las consecuencias de las propias acciones, dar golpes bien calculados desde una defensa bien construida, atacar desde una posición fuerte, unir la táctica y la estrategia.
Están pues contenidos, en el pequeño espacio mágico del tablero. Dios y el demonio, el Bien y el Mal, la Vida y la Muerte… el hombre en su más interna contradicción.
Están pues contenidos, en el pequeño espacio mágico del tablero. Dios y el demonio, el Bien y el Mal, la Vida y la Muerte… el hombre en su más interna contradicción.
Toda una ceremonia
El Ajedrez es divino, es un juego sacerdotal, la mano de Dios juega y gana. El jugador consciente, sabio, es muy humilde, pues sabe que no sabe nada. Y se pone a la escucha de lo que llaman los grandes maestros «el espíritu de la posición».
Es toda una ceremonia. Desde el instante que das la mano al oponente, entras de lleno en el templo del tablero, el espacio, con las piezas que significan el tiempo. Empiezas a trabajar con el tiempo, en torno al tiempo, y desde ese instante te conviertes en servidor, en otra pieza del Gran Juego. En este sentido eres un actor oracional, porque estás en silencio, el lenguaje del misterio. Los grandes maestros se dan cuenta que con. la cabeza, con la razón no se solucionan los problemas, sino aniquilando el yo, el ego, los deseos. Esa es la conexión divina, la armonía. Y cuando conectas con ese hilo de la armonía las piezas se mueven solas, fluyen, y aparecen las grandes jugadas, los lances extraordinarios. Y es simplemente porque es el arte de Mercurio, «el filo de la navaja». Estás ahí, en el caballo, llevando las riendas, pero el caballo te lleva, hay una fuerza superior, que es la que confiere la Divinidad, la conexión con el Maestro Supremo, El Creador. De hecho, en las competiciones todavía se sigue manteniendo este pulso divino del ajedrez.
El Ajedrez es divino, es un juego sacerdotal, la mano de Dios juega y gana. El jugador consciente, sabio, es muy humilde, pues sabe que no sabe nada. Y se pone a la escucha de lo que llaman los grandes maestros «el espíritu de la posición».
Es toda una ceremonia. Desde el instante que das la mano al oponente, entras de lleno en el templo del tablero, el espacio, con las piezas que significan el tiempo. Empiezas a trabajar con el tiempo, en torno al tiempo, y desde ese instante te conviertes en servidor, en otra pieza del Gran Juego. En este sentido eres un actor oracional, porque estás en silencio, el lenguaje del misterio. Los grandes maestros se dan cuenta que con. la cabeza, con la razón no se solucionan los problemas, sino aniquilando el yo, el ego, los deseos. Esa es la conexión divina, la armonía. Y cuando conectas con ese hilo de la armonía las piezas se mueven solas, fluyen, y aparecen las grandes jugadas, los lances extraordinarios. Y es simplemente porque es el arte de Mercurio, «el filo de la navaja». Estás ahí, en el caballo, llevando las riendas, pero el caballo te lleva, hay una fuerza superior, que es la que confiere la Divinidad, la conexión con el Maestro Supremo, El Creador. De hecho, en las competiciones todavía se sigue manteniendo este pulso divino del ajedrez.
Devocional, iniciático
Es un juego de iniciación, para tratar la realidad, para entender que en un instante el más pobre se convierte en el más rico, o el más rico en el más pobre, para comprender que en cierto momento hay que sacrificar piezas, porque la propia riqueza de una posición te bloquea y te hace perder la partida. En este sentido te hace ir más allá de la mirada, y tiene posibilidades enormes, siempre y cuando conectes con el Gran Maestro que nos mueve a todos, porque al final, como decía Borges, nosotros movemos las piezas, pero nosotros somos también movidos, y en este sentido es un acto de devoción. Es devocional, iniciático. El ajedrez se ha envilecido, como todos los juegos antiguos iniciáticos, porque se juega en forma de deporte competitivo, para ganar dólares, buscando el resultado. La profanación del templo es muy evidente, y no sólo no queda iniciado el jugador, sino que puede quedar enloquecido. De ahí procede el mito famoso de «El loco del ajedrez», que es como un autómata, una máquina que se dedica a mover las piezas a través de una información exhaustiva, y al que lo único que le interesa es ganar como sea. Está desconectado de la Armonía Universal, y no entiende la naturaleza sagrada del juego. Esto es el peligro, porque el ajedrez es algo sagrado, y hay que acercarse a él de una forma devocional.
Es un juego de iniciación, para tratar la realidad, para entender que en un instante el más pobre se convierte en el más rico, o el más rico en el más pobre, para comprender que en cierto momento hay que sacrificar piezas, porque la propia riqueza de una posición te bloquea y te hace perder la partida. En este sentido te hace ir más allá de la mirada, y tiene posibilidades enormes, siempre y cuando conectes con el Gran Maestro que nos mueve a todos, porque al final, como decía Borges, nosotros movemos las piezas, pero nosotros somos también movidos, y en este sentido es un acto de devoción. Es devocional, iniciático. El ajedrez se ha envilecido, como todos los juegos antiguos iniciáticos, porque se juega en forma de deporte competitivo, para ganar dólares, buscando el resultado. La profanación del templo es muy evidente, y no sólo no queda iniciado el jugador, sino que puede quedar enloquecido. De ahí procede el mito famoso de «El loco del ajedrez», que es como un autómata, una máquina que se dedica a mover las piezas a través de una información exhaustiva, y al que lo único que le interesa es ganar como sea. Está desconectado de la Armonía Universal, y no entiende la naturaleza sagrada del juego. Esto es el peligro, porque el ajedrez es algo sagrado, y hay que acercarse a él de una forma devocional.
Alfonso X el Sabio mandó retratar en «El libro de los Juegos»
las virtudes del ajedrez, arte del que fue un gran maestro.
Los grandes maestros
Los Grandes Maestros son clarividentes. De hecho antiguamente actuaban de confesores o consejeros, como en el caso de Ruy López con Felipe II. Nos demuestran que nuestros sentidos están embotados, que no sabemos leer la vida. Kasparov, es un Gran Mago, porque descubre jugadas que ningún otro percibe. Es emocionante, cuando estás en la Sala de Análisis de un Gran Torneo, un Campeonato del Mundo, por ejemplo, escuchar a los cerebros más importantes del mundo, los grandes jugadores diciendo: «Kasparov hará esta jugada…». Y Kasparov les sorprende siempre, porque ve más allá. Es un Mago, un clarividente. También los Programado-res son Magos, porque el Mago, es «el Señor que Conoce», y los Programadores son sabios, que han previsto las mil posibilidades del ajedrez.
Los Grandes Maestros son clarividentes. De hecho antiguamente actuaban de confesores o consejeros, como en el caso de Ruy López con Felipe II. Nos demuestran que nuestros sentidos están embotados, que no sabemos leer la vida. Kasparov, es un Gran Mago, porque descubre jugadas que ningún otro percibe. Es emocionante, cuando estás en la Sala de Análisis de un Gran Torneo, un Campeonato del Mundo, por ejemplo, escuchar a los cerebros más importantes del mundo, los grandes jugadores diciendo: «Kasparov hará esta jugada…». Y Kasparov les sorprende siempre, porque ve más allá. Es un Mago, un clarividente. También los Programado-res son Magos, porque el Mago, es «el Señor que Conoce», y los Programadores son sabios, que han previsto las mil posibilidades del ajedrez.
Un contenido intenso
Los Peones tienen un enorme significado, son el «alma del ajedrez», según Philidor. Son lo más humilde, pero son poderosísimos porque forman la estructura que conforma toda la partida. Son el pueblo.
La Dama simboliza el poder de la Mater, de la materia, de lo femenino. Tiene un poder y una versatilidad enorme. Ha de moverse con enorme cautela, porque define la partida, dada su potencia. Es la Gran Diosa, la Madre y la Compañera del Rey, su Gran Protectora y, a la vez, la Gran Devastadora. Su ambivalencia la conecta con todos los mitos de la feminidad.
El Rey, y esto demuestra la sabiduría del ajedrez, realmente es un pobre, que va de una casa en una casa, como un Peón grande, y que necesita a todo su ejército para que le proteja. Es el símbolo del centro, del corazón, de ahí que sea su paso tan majestuoso, y que al final ordene y domine la partida. Y que no se mueva, porque su misión es no moverse. Es lo inmóvil, la quietud del Espíritu. Asiste, manda, y da instrucciones en esta batalla espiritual. Al final él es todo el ejército, y contiene a todas las piezas. Esto indica que contiene a todo el pueblo.
Los Peones tienen un enorme significado, son el «alma del ajedrez», según Philidor. Son lo más humilde, pero son poderosísimos porque forman la estructura que conforma toda la partida. Son el pueblo.
La Dama simboliza el poder de la Mater, de la materia, de lo femenino. Tiene un poder y una versatilidad enorme. Ha de moverse con enorme cautela, porque define la partida, dada su potencia. Es la Gran Diosa, la Madre y la Compañera del Rey, su Gran Protectora y, a la vez, la Gran Devastadora. Su ambivalencia la conecta con todos los mitos de la feminidad.
El Rey, y esto demuestra la sabiduría del ajedrez, realmente es un pobre, que va de una casa en una casa, como un Peón grande, y que necesita a todo su ejército para que le proteja. Es el símbolo del centro, del corazón, de ahí que sea su paso tan majestuoso, y que al final ordene y domine la partida. Y que no se mueva, porque su misión es no moverse. Es lo inmóvil, la quietud del Espíritu. Asiste, manda, y da instrucciones en esta batalla espiritual. Al final él es todo el ejército, y contiene a todas las piezas. Esto indica que contiene a todo el pueblo.
EL SIGNIFICADO DE LAS PIEZAS NEGRAS
Las piezas negras representan lo femenino. Las blancas, que simbolizan el principio solar, abren el juego, son la semilla, el principio masculino. Las negras juegan defensas, por lo general, porque su naturaleza es receptiva, femenina. En ese sentido en toda la teoría de las aperturas juegan casi siempre de una forma muy receptiva. Son de una peligrosidad enorme, porque jugar con blancas y llevar la iniciativa permanentemente es terrible. Ser hombre es muy difícil. Ellas están ahí, a la espera de darnos zarpazos. Por eso jugar con piezas negras es de una enorme sutileza. Y de menos compromiso que con blancas. De las negras dicen algunos irónicos que tienen un error menos. Si el blanco comete una equivocación, el negro inmediatamente le castiga. Esto sucede con el eterno femenino, que termina cortándonos el cabello a todos…
Egipto, el pionero
Según Platón fue el Dios Thot, el Mermes egipcio, el inventor del Psephasis, que es quizás el mismo Pétela con el que juegan, en «La Odisea», los Dioses en el Olimpo y los pretendientes de Penélope. En el «Libro de los Muertos» se afirma que el Psephasis es una de las bienaventuranzas de la otra vida. Es posible que el Psephasis y el Pétela fuesen los antecesores del Ajedrez actual, o bien sólo una modalidad del Juego de Damas, pero lo que sí es seguro es que en Egipto existía un cierto tipo de ajedrez, pues de las épocas de Ramsés II, Psa-metico III y otros faraones se han hallado tableros y piezas de dos colores, a diferencia de los uniformes tableros asiáticos. En las pinturas de una tumba egipcia figura un desfile funerario, en el que varios porteadores llevan un tablero de ajedrez al difunto, y otros las cajas con las piezas. En otras pinturas aparecen diversos personajes jugándose al ajedrez, con los dioses del más allá, el Ka o alma. Se han encontrado también cajas de juego con las piezas dentro, y paños mortuorios en los que aparecen dibujados tableros y piezas.
No se conoce el nombre del juego ni sus reglas, pero de las piezas, tableros y pinturas encontrados se deduce que en el juego se utilizaban piezas distintas, es decir, de diferente valor, y por lo tanto con diferentes movimientos, y eso implica que se trata de un juego en el que se aplicaba la estrategia, por lo que podría considerársele, quizás, el verdadero abuelo del ajedrez.
Según Platón fue el Dios Thot, el Mermes egipcio, el inventor del Psephasis, que es quizás el mismo Pétela con el que juegan, en «La Odisea», los Dioses en el Olimpo y los pretendientes de Penélope. En el «Libro de los Muertos» se afirma que el Psephasis es una de las bienaventuranzas de la otra vida. Es posible que el Psephasis y el Pétela fuesen los antecesores del Ajedrez actual, o bien sólo una modalidad del Juego de Damas, pero lo que sí es seguro es que en Egipto existía un cierto tipo de ajedrez, pues de las épocas de Ramsés II, Psa-metico III y otros faraones se han hallado tableros y piezas de dos colores, a diferencia de los uniformes tableros asiáticos. En las pinturas de una tumba egipcia figura un desfile funerario, en el que varios porteadores llevan un tablero de ajedrez al difunto, y otros las cajas con las piezas. En otras pinturas aparecen diversos personajes jugándose al ajedrez, con los dioses del más allá, el Ka o alma. Se han encontrado también cajas de juego con las piezas dentro, y paños mortuorios en los que aparecen dibujados tableros y piezas.
No se conoce el nombre del juego ni sus reglas, pero de las piezas, tableros y pinturas encontrados se deduce que en el juego se utilizaban piezas distintas, es decir, de diferente valor, y por lo tanto con diferentes movimientos, y eso implica que se trata de un juego en el que se aplicaba la estrategia, por lo que podría considerársele, quizás, el verdadero abuelo del ajedrez.
La India y Persia
El Chaturanga, de Chatur que significa cuatro, y An-ga jefe, es considerado, según otras opiniones, como el origen del Juego Rey. Se jugaba en un tablero 8 x 8 = 64 casillas del mismo color, con cuatro jugadores formando dos parejas, con los colores negro y verde contra el rojo y el amarillo. Cada jugador disponía de una torre, un caballo, un alfil, 4 peones y el Raj o Rey. Se echaban dados para decidir qué pieza se movía. Una leyenda atribuye su invención a un héroe mítico, el hijo de Pandú, 3.000 años antes de Jesucristo, y otra a Ravan, esposa del Rey Lanka, en el siglo VI después de Cristo.
El poeta Firdusi, en su poema «El libro de los Reyes» cuenta cómo llegó el ajedrez a Persia desde la India. Relata que Harsha Vardana, soberano indio, envió un embajador al Rey Cosroes II, con el presente de un magnífico tablero y sus piezas, acompañado de una carta en la que se explicaba que haría a su Reino tributario de Persia si en la Corte del Rey persa se descifraban las reglas. de juego. Ninguno de los magos y sabios llamados por Cosroes II pudo descubrirlas, pero su primer ministro, Zuzursmihr, encerrándose durante un día y una noche a solas en su habitación, consiguió encontrarlas.
El Chaturanga, de Chatur que significa cuatro, y An-ga jefe, es considerado, según otras opiniones, como el origen del Juego Rey. Se jugaba en un tablero 8 x 8 = 64 casillas del mismo color, con cuatro jugadores formando dos parejas, con los colores negro y verde contra el rojo y el amarillo. Cada jugador disponía de una torre, un caballo, un alfil, 4 peones y el Raj o Rey. Se echaban dados para decidir qué pieza se movía. Una leyenda atribuye su invención a un héroe mítico, el hijo de Pandú, 3.000 años antes de Jesucristo, y otra a Ravan, esposa del Rey Lanka, en el siglo VI después de Cristo.
El poeta Firdusi, en su poema «El libro de los Reyes» cuenta cómo llegó el ajedrez a Persia desde la India. Relata que Harsha Vardana, soberano indio, envió un embajador al Rey Cosroes II, con el presente de un magnífico tablero y sus piezas, acompañado de una carta en la que se explicaba que haría a su Reino tributario de Persia si en la Corte del Rey persa se descifraban las reglas. de juego. Ninguno de los magos y sabios llamados por Cosroes II pudo descubrirlas, pero su primer ministro, Zuzursmihr, encerrándose durante un día y una noche a solas en su habitación, consiguió encontrarlas.
El más bello ajedrez
Amenazada Sevilla por Alfonso VI de Castilla, Ibn-Amar, primer ministro del Rey de Sevilla Almotamid-Ben-Amed, hizo fabricar el más bello juego de ajedrez que los ojos humanos hayan contemplado jamás. Las piezas eran de sándalo y ébano con incrustaciones de oro, cinceladas por los más hábiles artesanos de la orfebrería morisca, los escaques de nácar y mármol negro… Llevando el ajedrez salió al encuentro de Alfonso VI. Recibido honrosamente por el Rey Castellano, que le estimaba, convenció a Don Alfonso para jugar una partida, mostrándole el ajedrez, diciéndole que si vencía sería suyo, y si perdía podría pedirle cualquier cosa compatible con su real condición. El Rey, jugó la partida, que ganó Ibn-Amar, delante de sus Caballeros en Armas. Cuando el Rey dobló su pieza principal en señal de rendición, e Ibn-Amar le pidió que se retirara con su ejército. Montó en cólera, pero, ya calmado, dobló el tributo del Reino de Sevilla y accedió a su petición.
Amenazada Sevilla por Alfonso VI de Castilla, Ibn-Amar, primer ministro del Rey de Sevilla Almotamid-Ben-Amed, hizo fabricar el más bello juego de ajedrez que los ojos humanos hayan contemplado jamás. Las piezas eran de sándalo y ébano con incrustaciones de oro, cinceladas por los más hábiles artesanos de la orfebrería morisca, los escaques de nácar y mármol negro… Llevando el ajedrez salió al encuentro de Alfonso VI. Recibido honrosamente por el Rey Castellano, que le estimaba, convenció a Don Alfonso para jugar una partida, mostrándole el ajedrez, diciéndole que si vencía sería suyo, y si perdía podría pedirle cualquier cosa compatible con su real condición. El Rey, jugó la partida, que ganó Ibn-Amar, delante de sus Caballeros en Armas. Cuando el Rey dobló su pieza principal en señal de rendición, e Ibn-Amar le pidió que se retirara con su ejército. Montó en cólera, pero, ya calmado, dobló el tributo del Reino de Sevilla y accedió a su petición.
Alfonso X el Sabio
«El libro de los Juegos diversos de Ajedrez, Dados y Tablas», magnífico códice escrito e iluminado en Sevilla por orden de Alfonso X el Sabio, concluido en 1283, es la obra más importante de la literatura ajedrecística mundial. Escrito en romance castellano, comienza enalteciendo el ajedrez como el más noble de los juegos, el que requiere más inteligencia, y pasa luego a explicar las reglas del juego, presentando después 103 problemas con sus soluciones. Alfonso X el Sabio, gran jugador, aparece en diversas miniaturas. En la primera, dando la orden de hacer el códice, y en los siguientes, jugando con su familia, enseñando a sus hijos el juego, con la Reina Doña Violante y con miembros de la corte. Alfonso X consideraba que el ajedrez era un entretenimiento sano y bueno para el hombre, y quería que lo practicasen todas las personas de la sociedad de su tiempo. Por ello en las miniaturas los personajes no están elegidos al azar, sino que representan a damas, caballeros, músicos, cazadores, médicos, alquimistas, profesores, etc.
«El libro de los Juegos diversos de Ajedrez, Dados y Tablas», magnífico códice escrito e iluminado en Sevilla por orden de Alfonso X el Sabio, concluido en 1283, es la obra más importante de la literatura ajedrecística mundial. Escrito en romance castellano, comienza enalteciendo el ajedrez como el más noble de los juegos, el que requiere más inteligencia, y pasa luego a explicar las reglas del juego, presentando después 103 problemas con sus soluciones. Alfonso X el Sabio, gran jugador, aparece en diversas miniaturas. En la primera, dando la orden de hacer el códice, y en los siguientes, jugando con su familia, enseñando a sus hijos el juego, con la Reina Doña Violante y con miembros de la corte. Alfonso X consideraba que el ajedrez era un entretenimiento sano y bueno para el hombre, y quería que lo practicasen todas las personas de la sociedad de su tiempo. Por ello en las miniaturas los personajes no están elegidos al azar, sino que representan a damas, caballeros, músicos, cazadores, médicos, alquimistas, profesores, etc.
Torneo internacional
El extremeño Ruy López de Segura, nacido en el año 1540 en Zafra, Badajoz, a los veinte años, era el jugador de ajedrez más fuerte de España. Viaja a Roma, donde derrota a Giovanni Leonardo da Cu-tri, «II Puttino», protegido del Pontífice Gregorio XIII. Pasa un año en Roma ganando a los mejores jugadores italianos. Es autor del «Libro de la invención liberal y arte del Juego del Axedrez», que, traducido a los principales idiomas de su tiempo, hace que a Ruy López se le considere el primer teórico moderno del Ajedrez.
Felipe II organiza, en el año 1575, en el Real Alcázar de Madrid, el primer Torneo Internacional de Ajedrez del que se tiene noticia. El mismo Rey seleccionó como jugadores a los españoles Ruy López de Segura y Alfonso Cerón, y a los italianos Leonardo da Cutri y Paolo Boi da Noto. Resultó ganador Leonardo da Cutri y Felipe II le premió con 1.000 ducados, una capa de armiño y otros objetos.
El extremeño Ruy López de Segura, nacido en el año 1540 en Zafra, Badajoz, a los veinte años, era el jugador de ajedrez más fuerte de España. Viaja a Roma, donde derrota a Giovanni Leonardo da Cu-tri, «II Puttino», protegido del Pontífice Gregorio XIII. Pasa un año en Roma ganando a los mejores jugadores italianos. Es autor del «Libro de la invención liberal y arte del Juego del Axedrez», que, traducido a los principales idiomas de su tiempo, hace que a Ruy López se le considere el primer teórico moderno del Ajedrez.
Felipe II organiza, en el año 1575, en el Real Alcázar de Madrid, el primer Torneo Internacional de Ajedrez del que se tiene noticia. El mismo Rey seleccionó como jugadores a los españoles Ruy López de Segura y Alfonso Cerón, y a los italianos Leonardo da Cutri y Paolo Boi da Noto. Resultó ganador Leonardo da Cutri y Felipe II le premió con 1.000 ducados, una capa de armiño y otros objetos.
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