Supervivencia en la Naturaleza

El texto que leerá a continuación es una recopilación de extractos del libro ‘Supervivencia en la Naturaleza‘ de Lorenzo Mediano y Carlos Donoso del año 1983, se trata de información sumamente relevante y que personalmente, creo que toda persona que habita este planeta debería de conocer independientemente de que viva o no en medio de un entorno natural. Desgraciadamente, no he podido encontrar el libro en formato pdf, por lo que libro en mano y escaner activado procederé a redactar y escanear las imágenes que crea conveniente. Si desea publicar este artículo en su web o blog le agradecería que incluyera las fuentes al mismo, gracias y espero que disfrute la lectura.

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EL REFUGIO

Estudiando los ecosistemas de aquí al lado, desde el punto de vista del  refugio observamos que en la mayoría de las ocasiones hemos de protegernos del frío durante la noche. Pocos sitios hay donde no se pase algo de fresquillo de madrugada sin abrigo y en los que durante el día haga un calor infernal que obligue a pasar la noche caminando.
El calor no supone un gran problema y nadie tiene excesivas dificultades con un poco de maña para construir un parasol sino hay sombras. En el caso de que no existiese nada de vegetación (lo cual es rarísimo) se busca un saliente que nos proteja; de no encontrarlo se puede cavar un pequeño agujero y enterrarnos, refrescándonos con la humedad del subsuelo. Pero en el 99% de las veces hemos de protegernos del frío, moderado durante las noches de verano y muy intenso en invierno.

Es intersante a nivel práctico diferenciar entre refugios provisionales y refugios estables. Si vamos a estar en un sitio unos pocos días sacrificaremos la comodidad —no la calidad— a la rapidez de construcción, porque evidentemente si estamos nomadeando no vamos a dedicar todo el día a construirlo.
Si queremos estar bastante tiempo construiremos en un par de días una cabañita. Es necesario tener un sitio cubierto donde estar cómodo, ponerte en pie, etc. No es necesidad física sino de índole psíquica, pero no por eso menos importante.

EL LUGAR

Sea cual sea el refugio que queramos hacer, existen unas normas sobre el lugar donde construirlo.
Si estamos en una montaña, buscaremos las caras sur o sudeste, que son las partes más secas y más calentadas por el sol. No subiremos demasiado alto porque el viento nos azotaría duramente, ni descenderemos demasiado al valle debido a que en él aumenta la humedad y los mosquitos se convierten en adversarios temibles. Así pues, el término medio será lo mejor. Si pasa cerca un río, buscaremos que la montaña nos proteja de donde viene él, porque suele traer aire frío y húmedo.
Debemos observar cuidadosamente la vegetación. En principio buscaremos un lugar con una capa vegetal mullida y seca. Huiremos de lugares con cañas, juncos, eneas, sauces, chopos, helechos, etc, que nos garantizan amaneceres mojados. Un árbol bien frondoso encima nuestro evita el rocío, pero un bosque espeso carga el aire de fría humedad.

TIPOS DE REFUGIOS PROVISIONALES

El refugio provisional más normal es el inspirado en el vivac de los tramperos canadienses. Es rápido de construir, se puede hacer en cualquier lugar donde haya palos y resulta muy cálido. Consiste en un larguero inclinado que se puede apoyar sobre un árbol o bien sobre un trípode. Para hacer éste, buscamos tres palos del tamaño adecuado que dejen una horquilla en el extremo. Las enganchamos entre sí y a continuación colocamos el larguero. Los dos travesaños laterales han de inclinarse ligeramente hacia atrás para soportar mejor la tensión si colocamos un plástico. Una vez satisfechos de la forma conseguida, hacemos un pequeño hoyo junto a la base de cada palo, donde lo metemos para asegurar el conjunto.

Si hace mucho frío se puede tapar la entrada, pero si no lo hacemos hay que cuidar de orientarla hacia un lugar de donde no sople el viento, a ser posible nunca hacia el norte.
Más complicado es el tipo tienda de campaña. Es bastante más ineficaz que el anterior: no conviene ponerle lona porque entra el viento y la lluvia por los extremos, y no soportaría un vendabal. Eso si, techándola completamente es buena —aunque más costosa de hacer— y da más sensación de amplitud que la anterior. Es una forma de transición hacia la cabaña en distintos grados según lo grande que la hagamos, y se emplea cuando estamos establecidos en un lugar —no la hagáis si tenéis poco tiempo—, queremos un poco más de espacio y no nos compensa construir una cabaña.

Inspirados en este modelo podemos construir una semicanadiense muy sencilla colocando dos palos inclinados contra un talud o un muro, o sin palos si llevamos un plástico. Tendremos la precaución de quitar las piedras de la parte superior del muro que estén sueltas y nos puedan caer encima, y ataremos al plástico estaquillas colocadas a otro lado del muro o bien dos o tres palmos alejadas del borde del talud. ES un refugio muy sencillo de construir pero hay que tener cuidado con que no se meta agua por su parte superior; en los taludes conviene hacer una pequeña zanja de desagüe por encima. Es menos sólido, cálido e impermeable que el larguero inclinado, pero más rápido de hacer si disponemos de un plástico, lo cual es una ventaja importante en ciertas situaciones. De no disponer de él y tener que hacer un techado de ramas o paja, cuesta tanto como el otro y por tanto no merece la pena. Desarrollando la imaginación se podría intentar una combinación de los dos tipos.

EL TECHADO

Un buen techado protege no sólo de la lluvia, sino también del viento y del frío. Primero hemos de colocar horizontalmente sobre la estructura básica una serie de cañas o palos paralelos separados entre sí más o menos un palmo, dependiendo de la longitud del material con el que contemos. Si no son lo suficientemente fuertes se aplica un palo de refuerzo perpendicular a todo ellos. Si vamos a emplear algún tiempo en este refugio los ataremos con cordel —que podemos trenzar nosotros mismos—, de lo contrario con un manojito de hierbas retorcidas de las mismas empleadas para tejer, seleccionando las fibras más largas y verdes.

Luego preparamos un buen montón de haces o manojos de hierbas, cada uno atado por un extremo con otro poco de hierba retorcida. Iremos sujetando estas tejas a los palos comenzando por la hilera de abajo y anudándolas por debajo de su atadura. Las vamos apretando y sujetando entre sí, peinándolas un poco para que el agua resbale bien hacia abajo. Cuando hemos terminado una fila comenzamos la siguiente de forma que tape más de la mitad de la teja anterior. No intentemos economizar en esto porque entonces el agua pasará, aunque si lo construímos sólo para protegernos del frío y hay prisa podemos ser menos ortodoxos.
Así hacemos hilera tras hilera hasta llegar al final. Para que no cale por arriba colocaremos una cumbrera abriendo por debajo los haces y colocándolos de pie todo a lo largo de la arista.
Es muy importante que todo tejado de hierba o ramas tenga al menos 45º de inclinación porque al no ser impermeable el agua ha de resbalar por él.
También conviene cavar una pequeña zanja de desagüe para que el agua no encharque el suelo.

En lugar de hierbas se pueden emplear juncos, helechos secos, hojas de caña,etc. Pero en el supuesto extraordinario de que no exista hierba ni nada parecido, o en el no tan extraño de que estuviese mojadísima tras varios días de lluvia, podemos emplear ramaje. Ha de hacerse un tejado espesísimo amontonando cantidades ingentes de ramas, y aunque no se vea la luz en el interior, no es seguro del todo que no haya alguna gotera. Por ello hemos de tener cerca algunas ramas ya preparadas para reparaciones de urgencia. Sin embargo, es muy útil para resguardarnos del frío, el viento y la nieve, y rápido de hacer.

EL LECHO

Ya tenemos nuestro flamante techado. Nos tumbamos a dormir contentísimos y, a media noche, notamos un frescor en los riñones que va en aumento hasta no dejarnos pegar ojo. ¿Qué ha pasado aquí? Pues que hemos olvidado algo fundamental: encontrar algún método de aislarnos de la humedad y del frío del suelo. Una buena defensa contra la humedad es clavar cuatro postes y hacer una cama somera colocando ramas, cañas, etc. O la podemos tejer con cuerda, comprada o hecha por nosotros mismos (esto último es trabajosísimo). También podemos clavar ramas de forma que se inclinen todas hacia abajo y nos mantengan elevados.

Si hace frío, se puede poner hierba, hojas, helechos por encima y por debajo de uno, siempre que estén bien secos. De estar húmedos son inservibles (aunque un montón de hierba cuando fermenta da un calor que puede servirnos en una emergencia). También las podemos podemos meter entre le jersey y la camisa y nos protegerán mucho.


Cada mañana debemos mullir y airear el lecho para evitar que se formen humedades, quitando las piedras que nos puedan haber molestado la noche anterior, pues apesar de que lo intentamos limpiar antes de hacerlo siempre queda alguna en un punto estratégico.

EL FUEGO EN EL REFUGIO

Indudablemente, si construimos un refugio para conservar el calor, el fuego puede ayudarnos a estar calientes siempre y cuando respetemos unas sencillas normas, ya que de lo contrario puede ser ineficaz e incluso peligroso.

Lo primero es dirigir el calor hacia nosotros. Esto se consigue reflejando con tierra o piedras la radiación. Detrás nuestro, si no hemos construido nada, haremos otro semicírculo pero más grande, y de esa forma habremos creado un microclima cálido.
En cualquier tipo de vivac colocaremos el fuego delante de la entrada, con el reflector apuntando hacia ella.
Hay que tener muchísimo cuidado con el peligro de incendio de nuestro colchón, saco o techado, pues basta una chispa para que acabemos cual herejes. Es muy conveniente programar la mente antes de dormir con la firme idea de despertar si se reavivase el fuego.
Como no podemos estar alimentando la hoguera toda la noche, se apagará y no tendremos calor cuando más nos hace falta, es decir, en la madrugada.
Así que es mejor desarrollar un buen método para conservar el calor toda la noche. El óptimo consiste en hacer un fuego fuerte antes de dormir y, sin que se consuma del todo, taparlo con ceniza y arena. Des esto forma arderá en forma de brasa, lentamente, y emitirá un calor suave y constante. Muy importante es recordar que así se produce siempre el venenoso monóxido de carbono y por tanto no se puede emplear en lugares poco ventilados. Si el frío es muy intenso tal vez no podamos dormir a partes de las dos o las tres de la mañana. Procuraremos entonces acostarnos pronto y tener algún trabajo manual que realizar junto a la hoguera, así como leña suficiente.
Si estamos desesperadamente faltos de calor, cavamos un hoyo poco profundo y de unos 90 centímetros de largo por 30 de ancho. Allí meteremos las brasas y los troncos sin consumir del todo, los cubriremos primero con cenizas y luego con una fina capa de arena o tierra muy seca (de estar mojada cogemos la de debajo de la hoguera). Dormiremos directamente con el cuerpo sobre ella, sin colocar ningún lecho tanto por el peligro de incendio como porque nos privaría del calor (sobre nosotros podemos colocar una capa de hierba seca); nunca con saco o vestidos de tejido sintético a no ser que la alternativa sea morir congelados, pues éstos son altamente inflamables.
El fuego tiene otra utilidad más a la hora de dormir: arrojando suficientes hojas o hierbas verdes encima de las brasas, producirá suficiente humo como para mantener alejados a los mosquitos durante algún tiempo, siempre demasiado escaso por desgracia.

LA CABAÑA

En los refugios de los que hemos hablado tiene más importancia la rapidez en levantarlos que la comodidad que puedan proporcionar luego, pues para estar unos pocos días en un sitio no hace falta grandes lujos. Pero si hemos de habitarlos bastante tiempo (un mes, por ejemplo) el hecho de tener que meterte en un agujero de hierbas va minando la moral firme y lentamente. Esto es más cierto en invierno, cuando la estancia a la intemperie es reducida por fuerza. Además, el hecho de la construcción de la cabaña y su perfeccionamiento nos mantiene activos y evita la depresión. ¿Y lo maravilloso que es tener un hogarcito para cuando queramos y la sensación de libertad que da?.
Lo primero que hemos de hacer es buscar el lugar apropiado: soleado, seco, con agua potable cerca y recursos alimenticios próximos.

Después de hacer un refugio para pasar los primeros días y darnos una vuelta por los alrededores a fin de ver de qué material disponemos, hemos llegado a un punto delicado: no vamos a cortar cien árboles crecidos para pasar unos meses en una cabaña de troncos muy bonita, techada con gruesas vigas para poner pizarras o losas de piedra que podrían caernos encima o con corteza de árboles (lo que sería un asesinato en masa). Incluso en ciertos terrenos excavarse una cuevecita puede ser una alternativa.
Hemos de buscar tres condiciones: nula incidencia destructiva en el ecosistema, técnica sencilla de aprender y relativa rapidez de construcción y. muy , importante, que no haga daño si se desmorona. Existe un modelo de choza : que las reúne y lo podemos encontrar tanto en el África de hoy día como entre los antiguos pobladores de Europa y Norteamérica, es decir, adaptable a todos los climas y circunstancias, lo cual es una gran ventaja.
El tamaño está limitado por los materiales disponibles, por el tiempo al emplear, el uso a darle y la propia destreza técnica. Hacerla muy grande no es práctico, y merece la pena comenzar construyendo antes otra más pequeña al lado, ya que con la mayor surgirán grandes problemas técnicos. Un tamaño muy manejable es el de tres metros de diámetro, pero va bien hacer , antes un prototipo menor con la misma técnica para ver qué dificultades tenemos.
La mejor forma es la circular, ya que evitará los problemas del tejado a dos vertientes. Además es la forma geométrica que nos da mayor superficie con menos pared construida. Normalmente no haremos ventanas puesto que la misma puerta —orientada hacia el sur— nos sirve para que entre la luz. Si abrimos alguna ventana la tapamos con tela o papel para que entre claridad pero no el viento. Desarrollamos la vida fuera y sólo estamos dentro cuando si hace mucho frío, llueve o para dormir. No son necesarias ventanas panorámicas porque estás harto de luz y sol, y sólo deseas penumbra y un sitio cerrado para descansar e interiorizarte. Esto es algo que a la gente de la ciudad hambrienta de aire y luz les puede parecer mentira, pero basta hacer la prueba para darse cuenta.
Una vez elegido el sitio, marcad un círculo con un palo clavado en centro y un cordel. Trazarlo a ojo implica una choza-fantasía.

De estar en una zona donde haya piedras planas y de gustaros las apariencias sólidas y el trabajo difícil, podéis construir con ellas una pared circular de un metro de alto. Es preciso cavar un pequeño cimiento, y el muro así edificado ha de ser ancho, pues cuanto más ancho más estable será. Los huecos se rellenan con barro.
Pero esto es muy complicado y resulta más simple clavar postes en suelo cada cuarenta centímetros y unirlos en su parte superior con un travesaño para dar más fortaleza a la estructura. Luego podemos ir entretejiendo ramas (de avellano, sauce, chopo, etc.), mimbres, plantas de tallos alargados, juncos, cañas, etc. Una vez tejido, se recubre con barro arcilloso por dentro y por fuera. También se puede emplear los excrementos frescos de vaca amasados con agua, queda muy bien y el olor casi desaparece a los pocos días. Una variante es realizar un doble trenzado separado entre sí un palmo o dos y rellenado con tierra ligeramente humedecida; es sólido pero más trabajoso.
Una forma muy sencilla y casi diríamos que la mejor, es construir las paredes igual que el techo: con una estructura básica de palos y sobre ellos haces de hierba superpuestos, asegurando la hilada inferior con otros haces horizontales o cualquier otro sistema para que no pase el viento. Da tanto o más calor que las otras cabañas y suele ser menos trabajosa en muchas ocasiones.
Tampoco podemos dejar de mencionar la típica pared hecha de terrones de tierra con su propio césped hacia el exterior. Pero debido a que hemos de arrasar un prado no podemos emplearlo en un lugar que no sea nuestro —y aunque lo fuese es un poco destructivo.
El tapial y el adobe son más complicados y necesitan algo de técnica y material, por lo que no lo explicamos.
Si deseamos que la cabaña dure años, antes de clavar los postes recubrimos la parte que vaya a ser subterránea con resina, o los tostaremos ligeramente en la hoguera (también existen productos químicos que las protegen, pero no va por ahí la cosa). Lo más importante es el tipo de madera que elijamos. Si los postes son de nogal, roble, encina, boj, olivo o maderas duras, en general aguantarán muchísimo. Si son de pino o abeto bastante menos’ y chopo o saúco un par de años como mucho. No se necesitan troncos muy gruesos; para una choza normal bastan unos cinco centímetros de diámetro. Si ampliamos el tamaño de la choza, aumentan con gran rapidez los problemas de sustentación. Por ejemplo, con un diámetro de seis metros (casi treinta metros cuadrados) necesitaríamos ya vigas tan gruesas como postes telefónicos y contrarrestar los empujes laterales del techo. Es una obra difícil y fuera del ámbito de la supervivencia o vida nómada, para entrar en la autosuficiencia rural.
Siempre, sea cual sea el sistema empleado, intentaremos evitar que la pared entre en contacto con la humedad del suelo, para lo cual colocaremos entre los postes unas losas de piedra inclinadas hacia afuera.

Para el tejado no emplearemos cualquier hierba como en un vivac rápido, sino que buscaremos alguna con un poco de calidad, larga y con mucha celulosa. El carrizo es la mejor y seguramente durará más que nosotros; la paja de cereales cultivados es buena también pero difícil de encontrar ya que las segadoras actuales la cortan en trozos muy pequeños; peores opciones son juncos, eneas o hierba común. Para atarlas ya no empleamos un fajito retorcido, sino cuerda de hierba trenzada o cordel. Para aumentar su duración, se puede encerar pasando éstas por una bola de cera o grasa.
Levantar la estructura del tejado no es tarea fácil. A partir de tres metros de diámetro las dificultades aumentan vertiginosamente. Hasta esa medida clave, frontera en la que se detiene el fiel de la balanza entre el lógico deseo de disfrutar de espacio y el no menos lógico deseo de que no existan demasiadas complicaciones, podemos muy bien manejarnos sin andamios de ningún tipo y también, cosa muy importante, hacer el tejado aparte de los muros, lo cual facilita el trabajo (es decir, terminarlo a un lado y luego colocarlo sobre las paredes), desgraciadamente para colocarlo hacen falta varias personas o mucho ingenio. Incluso podemos comenzar la casa por el tejado y de esa forma edificar el muro después sin complicarnos en cálculos de la relación entre longitudes y diámetros.
He aquí las medidas necesarias para una cabaña de tres metros. Los postes de las paredes serán de 1,20 metros para que la altura sea de un metro y los largueros del tejado, 3,50 metros. Podemos prolongar el tejado hasta el suelo, en cuyo caso no construimos paredes aunque sí su estructura para ayudar a sostener el tejado; entonces los largueros serán de 4.50 metros aproximadamente. Si deseamos más espacio para estar de pie, se puede subir la pared sin variar las medidas del tejado. El tejado ha de tener siempre cuarenta y cinco grados de inclinación para estar seguros, y ha de sobresalir de la pared al menos dos palmos a fin de que no se mojen las paredes cuando llueva, sobre todo si éstas son de barro.
Una vez cortados los palos a medida atamos someramente las puntas de tres de ellos dejando que sobresalgan un par de palmos por arriba. Trazamos un círculo de dos palmos más de radio que el de los muros, y hacemos que las bases de los palos atados lo toquen, quedando equidistantes entre sí y formando un trípode. Colocamos entonces el resto de los largueros y atamos sus bases entre sí mediante fuertes palos, y luego anudamos fuertemente la cima. De esa forma se obtiene una base poligonal. A continuación, sujetaremos el resto de los travesaños más o menos distanciados entre sí según la largura del material con que contemos, el clima y el tiempo que deseemos estar. Cuanta más humedad y más años queramos que aguante, más juntos hay que colocarlos. La distancia mínima para que sea impermeable es tal que la gavilla superior cubra al menos las dos terceras partes de la inferior, y éstas han de quedar fuertemente aseguradas siguiendo el sistema explicado en el apartado del techado, y teniendo buen cuidado de que los extremos gruesos de las pajas queden hacia arriba. Es posible darle mayor seguridad empleando una atadura en peine (cada fajo se ha de apoyar en tres rastreles; en el superior se ata normalmente, y una vez dispuesta la paja como deseamos, se ata fuertemente otro palo por encima de los fajos al segundo rastrel, comprimiéndolos. También se podrían coser al rastrel pero es una técnica un poco más complicada. Todo el trabajo se facilita si mojamos previamente la paja.
Al ser la casa circular, no tiene cumbrera. De todas formas, como puede que os guste hacer otros diseños, aquí va un sistema para hacerla y quede duradera y estética (también podéis emplearla para los vivacs, aunque normalmente cuando los hacemos no pensamos en la estética). Consiste simplemente en colocar sobre el larguero superior toda una serie de brazadas de paja sin atar en sentido transversal a él, que sujetaremos con dos peines, uno a cada lado. Aquí pondremos paja en grandes cantidades, pues es el lugar donde más probable es que gotee cuando llueva. Es imposible construirla si sopla una ligera brisa.

En la cabaña circular sólo será un punto lo difícil de impermeabilizar. Podemos taparlo simplemente con una gruesa gavilla abierta o tal vez mejor con un tejadillo de cestería tapado luego con hierba y colocado aprovechando lo que sobresale de los largueros. Dejamos aquí un agujero en la cima de la choza, que nos permitirá hacer fuego dentro y nos facilitará cocinar cuando llueva —cosa aparentemente banal pero que puede ser importante si no para de llover en una semana— o para calentarnos en invierno.
Para la puerta dejaremos simplemente un agujero por el que poder entrar agachado. Cuanto más pequeña, menos frío pasará. Es importante que esté levantada del suelo, para evitar que el frío entre por debajo. Para taparla basta un lienzo tejido con cuerdas de hierbas, o un bastidor hecho con palos y sobre él tejas de hierba, un trozo de manta vieja con piedras atadas al extremo, etc, aquí la imaginación puede correr. Hemos de poder dejarla más o menos abierta para que el fuego no eche humo. Haciendo las pruebas pertinentes no habrá ningún problema.
En el suelo hay que extinguir la vegetación debido a la humedad que da. Podemos arrancarla y después pisar mucho o dejar que muera sola por la acción combinada de la falta de luz y nuestras pisadas. En el centro de la cabaña cavaremos un agujero profundo donde colocar el fuego. Cuidado con el peligro de incendio; las hogueras han de ser pequeñas y no soltar chispas. Para rematar el trabajo es precisa una pequeña zanja circular entre el lugar donde cae el agua procedente del tejado y la pared, con un desagüe en la parte más baja para evitar que se encharque el interior.
De los palos del andamiaje de las paredes podemos colgar las herramientas y todo lo que se pueda para que no ocupen sitio, pequeñas estanterías de cestería, etc.
He aquí un ejemplo de distribución de una choza de tres metros para dos personas. El fuego, que si fuese individual lo haríamos en el centro, lo desplazamos hacia la puerta para que haya sitio en el fondo para una cama doble, ya que para el calor y aprovechamiento de ropas es más eficaz dormir los dos juntos (desde luego, no tanto que sea peligroso para el tejado). Distribuimos en torno a las paredes, por donde es demasiado bajo para caminar, la despensa, los utensilios de cocina, el agua, los útiles de trabajo, la leña para el fuego de una noche y la ropa (colgada de perchas). Lo que usemos poco, debajo de la cama. Para estar sentados junto al fuego podemos emplear la misma cama o cualquier lugar del pasillo. De tener visitas se pueden acomodar en el pasillo para dormir.

Supervivencia en la Naturaleza

3 comentarios en “Supervivencia en la Naturaleza

  1. Buen artículo, este tipo de nociones no se suelen dar en las «escuelas» a los niños, y debiera de darse, obligatoriamente.

    Falta eso sí, una parte fundamental: obtención de comida y agua en caso de no tenerla y cómo obtener fuego si no llevamos nada encima.

    Raíces y plantas comestibles, conseguir agua por evaporación. Si eres un depredador-carnívoro lo tienes más fácil: basta una honda provisional y a pedrada limpia contra lo que pilles. Pero también sería bueno conocer el tipo de insectos comestibles.

    En fin que los que respetamos los animales lo tenemos más «crudo», pero puestos a apurar la situación, nunca se sabe… nunca se sabe… se empieza por una lombriz y de ahí se van saltando escalones. Eso sí, hay que hacerlo pidiendo perdón al animal al que vamos a meternos entre pecho y espalda, en espera de que en tiempos mejores podamos llegar hasta un macdonads y pedir una ensalada mixta o un bikini vegetal…

    Saludos

    1. Estimada Ana:
      Todo llegará el artículo sólo es una primera parte de cuatro.
      Celebro que sea de tu agrado.
      Creo que estamos demasiado acostumbrados a las comodidades y no está nunca de más tener unos conocimientos, aunque sean teóricos.
      Un saludo

      1. Estas cosas son básicas para todos Maestroviejo, y todos debiéramos de tener una mínima noción.
        Te agradezco que esto continúe ya que nos sirve a todos.

        Muchos saludos

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