Mujeres de un caserío del norte de Perú hacen la colada en lavadero colectivo Crédito: Elena Villanueva /IPS
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LIMA, feb (IPS) – La actual temporada de lluvias en Perú mella el bienestar y salud de las mujeres de zonas rurales que deben, por ejemplo, caminar el triple de horas para conseguir leña y agua, sin que las autoridades reconozcan y atiendan la situación.
«Padecemos para encontrar la leña, pero no solo eso, como está húmeda por las lluvias tenemos que ventearla hasta que seque para que prenda bien la candela y eso nos está trayendo males broncopulmonares», contó a IPS la productora agraria del norte costero peruano María Témpora Pintado.
Presidenta de la Asociación Distrital de Mujeres de Tambogrande, un valle agrícola situado a unos 950 kilómetros al norte de Lima, Pintado describió que para secar la leña deben exponerse al humo durante horas, muchas veces acompañadas de sus hijos pequeños.
«Esas tareas las hacemos las mujeres que nos quedamos en las casas, los hombres salen temprano y no regresan hasta la noche, no se involucran en el recojo (recogida) del agua, ni el cuidado de los niños a quienes tenemos que estar atendiendo siempre para evitar que el mosquito que trae las lluvias haga nido en sus ojitos», relató.
Las lluvias han afectado durante febrero a 12 de los 24 departamentos de Perú y, según el estatal Instituto Nacional de Defensa Civil, han dejado hasta ahora 32.216 damnificados.
La cifra no es desagregada por género pero se estima que la mitad son mujeres, entre ellas Pintado y sus compañeras de los 186 caseríos del valle de Tambogrande, situado a unos 60 kilómetros de Piura, capital del departamento del mismo nombre.
Debido al cambio climático este fenómeno, usual en los primeros meses de cada año, presenta una mayor intensidad. Por ejemplo, la región surandina de Arequipa ha registrado lluvias mayores en 327 por ciento respecto de sus valores regulares, según el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología.
Como consecuencia se desbordan los ríos; se inundan casas, chacras (fincas familiares) y carreteras; los pueblos quedan aislados; escasean los alimentos y se hace muy difícil el acceso a los servicios públicos de salud.
«Nuestros cultivos de yuca, camote, plátano, choclo, zarandaja, mango, limón, han sido arrasados, ¡qué les vamos a dar de comer a nuestros hijos! Es una angustia, pero nosotras no nos quedamos en la preocupación, salimos, caminamos, buscamos la forma de hacer una sopa y darle su comidita», explicó Pintado.
La yuca (mandioca), el camote (batata o boniato), el plátano (banano para cocinar), el choclo (maíz) y la zarandaja (vainita o judía verde) son partes esenciales de la dieta peruana.
La actividad económica principal en las zonas rurales es la agricultura. Las mujeres realizan labores productivas como sembrar, regar y cosechar. Además cumplen jornadas de trabajo adicionales en sus casas preparando alimentos y cuidando a la familia, y en sus organizaciones comunales.
Pero su aporte no es reconocido. Por el contrario, tanta concentración de responsabilidades, que se incrementa debido a los efectos del cambio climático, está causando estragos a su salud, comienzan a alertar especialistas y activistas.
«Nosotras sufrimos de inflamaciones vaginales y descensos (prolapsos) porque andamos corriendo todo el día entre traer leña, orearla, buscar agua, cocinar, ver la chacra, alimentar a los animales, atender a los hijos», precisó Pintado.
«¿Acaso alguna autoridad reconoce eso? Como todos son hombres son indiferentes, nos dicen que para eso hemos nacido», criticó la lideresa comunal.
Esta discriminación de género y la pobreza en que las mantiene la ausencia de políticas estatales inclusivas se ahonda con los diversos impactos de la persistente variación climática.
Las mujeres del campo tienen menos recursos para enfrentar este fenómeno global porque, precisamente, no acceden en igualdad de oportunidades a la educación, formación, capacitación técnica y a la propiedad, indican especialistas y estudios.
Según el último Censo Agrario Nacional, de 1994, en este país con una población actual de 29 millones, más de siete millones rurales, 20,3 por ciento de las unidades agropecuarias eran conducidas por mujeres, pero menos de cinco por ciento de ellas tenían títulos de propiedad.
Blanca Fernández, socióloga del Programa de Desarrollo Rural de la organización feminista Flora Tristán, manifestó a IPS que el impacto de género del cambio climático está poniendo en evidencia la carencia de derechos de las mujeres rurales y las enormes barreras para que ellas puedan ejercer plenamente su ciudadanía.
Fernández argumentó la urgente necesidad de que el IV Censo Nacional Agrario, pautado para octubre, incorpore variables de género para poder conocer la realidad socioeconómica de las peruanas andinas y amazónicas de las zonas rurales.
«Una data actualizada permitirá el diseño de políticas públicas sostenibles –con participación de las propias mujeres– para promover su desarrollo integral, lo que constituye una estrategia viable para avanzar en las tareas de adaptación y mitigación frente al cambio climático», remarcó.
Uno de los frentes prioritarios a abordar es precisamente la agricultura, plantea el Estado peruano en la segunda comunicación nacional que realizó en 2010 a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
En el documento se indica que la megabiodiversidad de Perú, uno de los 10 países en el planeta en esta condición, se encuentra gravemente amenazada por el impacto del cambio climático en el sector agrícola, donde el principal factor de vulnerabilidad es la pobreza. Setenta por ciento de la población rural peruana es pobre.
Para Pintado es fundamental que las autoridades locales, regionales y nacionales reconozcan que cuando se habla de cambio climático es necesario preguntarse cómo afecta a las mujeres, hacer un registro de lo que ocurre en este aspecto en las diferentes regiones del país y luego empezar a tomar medidas.
«Cuando por ejemplo una autoridad dice ‘vamos a evaluar el daño en las casas por las inundaciones’, tiene que incluir el perjuicio causado a las mujeres y asegurar que las acciones a desarrollar traerán un beneficio a nuestra calidad de vida», planteó.
Esta y otras propuestas provenientes de organizaciones de mujeres de ocho regiones del país se han condensando en un documento de propuesta nacional.
El contenido de la Agenda de las mujeres rurales, andinas y amazónicas de Perú se compartirá en una reunión internacional a realizarse del 5 al 9 de marzo en Santo Domingo de los Tsáchilas, en el noroeste de Ecuador.
Se trata del III Encuentro de Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe, impulsado por una red de activistas y organizaciones de la región, constituida en 1980 durante el V Encuentro Feminista Latinoamericano, con la finalidad de fortalecer la voz, propuesta y acción de las mujeres rurales de la región.
La agenda peruana, a la que tuvo acceso anticipado IPS, resalta tres aspectos relacionados con el ejercicio de sus derechos individuales y colectivos: violencia, seguridad y soberanía alimentaria, y cambio climático.
Las propuestas se dirigen a las autoridades y son entre otras el cumplimiento de la Ley de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres, y la puesta en marcha de una política nacional del agro con énfasis en la pequeña agricultura.
http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100240