En los últimos años se ha intensificado el interés científico por descubrir a los mentirosos de forma fidedigna. Sin embargo, la mayoría de las personas no sabe detectar mentiras. ¿Es posible conseguirlo con un entrenamiento adecuado? Las investigaciones recientes apuntan que, si bien esto es posible, no resulta nada fácil y, a veces, ni siquiera es conveniente.
por Isabela Herrara
Revista MAS ALLA Nº 255
Mentir es una característica tan central de la vida que una mejor comprensión de ella resulta pertinente para casi todos los asuntos humanos», expone Paul Ekman en su obra Cómo detectar mentiras (Paidós, 2009). Las investigaciones y las teorías de este psicólogo estadounidense, considerado el mayor especialista mundial en el campo de los indicios delatores del engaño, han inspirado la serie de televisión Miénteme, que ha obtenido gran éxito de audiencia en Estados Unidos y, más recientemente, en España (Antena 3).
A diferencia de los antropólogos culturales, Ekman defiende la raíz biológica universal de las expresiones faciales, reflejo de emociones básicas. Además, a diferencia de otros, opina que el engaño no es algo censurable, ya que hay mentiras de muchas clases y. si bien, muchas pueden ser crueles, también las hay altruistas y humanitarias. No obstante, dejaremos a un lado la censura moral que se cierne sobre la mentira para centramos en los aspectos que más suelen interesar a las personas: la posibilidad de descubrir a un mentiroso apoyándose en determinados signos que lo delaten. En un mundo tan complejo como el actual, tanto en el ámbito social como en el de los negocios y la política, campos que con frecuencia se basan en la confianza en la palabra, es de vital importancia poseer unas pautas que nos orienten sobre la mejor forma de proceder en materia de engaño.
MENTIROSOS NATURALES Y PSICÓPATAS
Son tantos los estereotipos sobre los mentirosos que, con frecuencia, más que ayudar a la víctima las pistas que se sugieren para descubrirlos contribuyen a despistarla. Los mentirosos lo saben bien y se aprovechan de ello. Recurren, por ejemplo, a las conocidas estratagemas de mirar fijamente a alguien a los ojos o poner el máximo cuidado en la elección de las palabras. Al igual que los buenos jugadores de póquer, los mentirosos también saben enmascarar las emociones, es decir, utilizan «máscaras». La sonrisa es la más recurrente de todas, sin embargo, esta puede ser una señal delatora para el cazador de mentiras si ha aprendido a distinguir los principales tipos de sonrisa (ver recuadro en la pág. 46). Cuando se miente -a menos que se sea un actor o un mentiroso natural acostumbrado a engañar desde la infancia, que confía en su capacidad para hacerlo- suelen despertarse una serie de emociones que normalmente están fuera de control del mentiroso. Se genera una lucha interna entre lo que se siente de verdad y la emoción falsa que se pretende simular: estos signos pueden detectarse con relativa facilidad y traicionan al mentiroso. Sin embargo, la presencia de determinados indicadores emocionales, como la dilatación de las pupilas, el rubor repentino o el parpadeo, no indican por sí solos que se esté mintiendo, solo son indicio de algún sentimiento negativo y, si bien avisan de que «algo» está sucediendo, deben ser contrastados junto con otras señales supuestamente delatoras. Afortunadamente, en la actualidad, gracias a los trabajos de Ekman y de otros investigadores modernos, se ha avanzado mucho en este campo, aunque sea difícil aplicar este conocimiento. Además, existen los ya mencionados mentirosos naturales, un grupo integrado por todo tipo de personas -incluidos individuos al frente de una nación- que tienen un talento especial para la mentira y disimulan a la perfección sus emociones.
Los investigadores de los engaños militares han apuntado algunas de las características de los mentirosos naturales: «Deben estar dotados de una mente flexible y combinatoria, una mente que opera dividiendo las ideas, los conceptos o ‘palabras’ en sus componentes básicos para después recombinarlos de diversas maneras… En ciertos aspectos su carácter concuerda con el que, según se supone, tienen los artistas bohemios excéntricos y solitarios, solo que el arte que ellos practican es distinto. Este es aparentemente el denominador común de los grandes artífices del engaño, como Churchill, Hitler, Dayán y T. E. Lawrence», apuntaba en 1982 Michael I. Handel en su ensayo Intelligence and Deception (Inteligencia y decepción).
ASTUTOS EMBUSTEROS
No menos peligrosos y difíciles de detectar son los psicópatas: los criminales que son psicópatas engañan sin dificultad a los expertos. Al referirse al asesino ^ en serie Ted Bundy, con quien Ann Rule -ex agente de policía y autora de cinco libros sobre asesinos en serie-trabajó casualmente en una época, explica: «Ted manipulaba las cosas de tal manera que uno nunca sabía si se estaba burlando o no (…). La personalidad antisocial siempre parece sincera, su fachada es absolulamente perfecta. Yo creía saber qué era lo que debía observar en muí persona como él, pero cuando trabajé con Ted no tnibo ni una sola señal que lo traicionase». Muchos individuos psicópatas y mentirosos -criminales o no- no sienten culpa ni vergüenza en ningún aspecto de su vida. De ahí que sea tan difícil detectarlos. Los expertos no terminan de ponerse de acuerdo en cuanto a si la laha ik1 dichos sentimientos se tk-lv al modo en que fueron criados o a determinados factores biológicos. Sin embargo, hay consenso en que ni la culpa por mentir ni el temor a ser atrapados les llevarán a cometer errores en sus mentiras, algo que no puede aplicarse a la mayoría de las personas. Sucede, por ejemplo, que hay personas vulnerables a sentir culpa y vergüenza por engañar debido a su educación estricta, que les ha hecho creer que la mentira es un pecado terrible, de modo que cuando se ven obligados a hacerlo, incluso por algún motivo noble, se delatan fácilmente: «Tanto la culpa como el temor y el deleite pueden evidenciarse en la expresión facial, la voz-, los movimientos del cuerpo, por más que el mentiroso se afane por ocultarlo. Aun cuando no exista una autodelación de carácter no verbal, el empeño por impedir que se produzca puede dar lugar a una pista sobre el embuste», explica Paul Ekman.
Aprender a detectar el engaño a partir de las palabras, la voz y el cuerpo es, sin embargo, una tarea mucho más complicada de lo que uno puede imaginar. No nos llamemos a engaño: incluso los expertos se equivocan, porque si existiese un signo seguro y decisivo de la mentira, seguramente la gente mentiría menos. Pero dicho signo no existe. Ekman se muestra rotundo en esto: «No Inty ningún signo del engaño en sí, ningún ademán o gesto, expresión facial o torsión muscular que, en y por sí mismo, signifique que la persona está mintiendo. Solo hav indicios de que su preparación para mentir ha sido deficiente, así como indicios de que ciertas emociones no se corresponden con el curso general de lo que dice. Estos son las autodelaciones y las pistas sobre el embuste».
Son precisamente esos indicios los que el cazador de mentiras debe aprender a identificar, tarea nada fácil, porque son demasiadas las fuentes de información a las que se debe estar atento, desde el contenido del discurso hasta la inflexión de la voz, las expresiones faciales, los movimientos corporales, la respiración y un largo etcétera.
¿SON SEGURAS LAS AUTODELACIONES?
Curiosamente, la gente que desea pescar a un mentiroso presta mayor atención a las fuentes menos fidedignas y que más desorientan: en concreto, las palabras y las expresiones faciales. No tienen en cuenta que el mentiroso oculta y falsea justo lo que cree que atraerá más la atención de sus víctimas y, por ello, no solo presta especial atención a su discurso, sino también a sus gestos. No es difícil enunciar lalM.’dades verbalmente. En cambio, sí lo es hacerlo mediante la expresión facial, ya que esta no se elige de forma deliberada excepto para engañar. Lo malo es que un rostro puede engañar y decir la verdad al mismo tiempo, de modo que a primera vista tampoco sirve este paramero para pillar al mentiroso. La voz y el cueipo son fuentes de autodela-ciones valiosas, pero no suelen tenerse mucho en cuenta. O bien se ignoran o se interpretan mal. Pero incluso aunque el cazador de mentiras, profesional o no, se aplique a la citada tarea de aprender los diversos indicios que le ayudarán en su tarea, todavía se enfrentará a dos errores o riesgos fundamentales: el de Ótelo y el de Brokaw.
Este último hace referencia al peligro de juzgar mentiroso a un individuo veraz, que tiene por costumbre recurrir a circunloquios o a expresiones verbales indirectas. Recibe su nombre de Tom Brokaw, presentador de un programa de la cadena de televisión estadounidense NBC que describió una cuarta fuente de pistas sobre el embuste, según contaba John Weisman en The truth will out (La verdad se descubrirá): «La mayoría de los indicios que obtengo de la gente son verbales, no físicos. Yo no miro a la cara a las personas para ver si encuentro alguna señal de que me están mintiendo. Lo que me interesa son las respuestas retorcidas o las evasivas sutiles». Diversos estudios han mostrado que, efectivamente, muchas personas mienten recurriendo a respuestas indirectas y circunloquios, además de dar más información de la precisa. Sin embargo, otros estudios han mostrado lo contrario: muchos mentirosos son demasiado listos como para dar respuestas evasivas, mientras que otros que sí las dan no son necesariamente mentirosos. Por otra parte, tampoco es infrecuente caer en el error opuesto, es decir, juzgar veraz a alguien porque no muestra indicio alguno -al menos aparente- de engaño: el cazador de mentiras pasa por alto el hecho de que algunas personas no los muestran nunca, como suele suceder con los asesinos en serie ya mencionados.
EL EFECTO ÓTELO
El otro error grave que cometen los cazadores de mentiras es el de Ótelo (nombre que proviene el conocido personaje de Shakespeare), que consiste en pasar por alto que un sujeto veraz, bajo sospecha de haber mentido, puede mostrar los mismos signos de emoción que un mentiroso: Desdentaría da muestras de angustia y desesperación porque su marido no la cree, así como de un profundo temor, pero no porque sea culpable de adulterio sino porque Ótelo quiere matarla. El inocente, por ejemplo, muestra temor cuando lo cuestionan, pero la expresión facial fidedigna que denota esta emoción (sube el párpado superior y se tensa el inferior; las cejas se levantan y aproximan) es la misma que la de recelo o aprensión a ser detectado que siente la persona culpable. Así pues, es tan fácil pecar de incrédulo y tragarse la mentira como creer culpable al inocente. Paul Ekman ha insistido reiteradamente en la importancia de evitar estos errores a la hora de detectar el engaño. Por otra parte, el hecho de que ningún indicio de engaño sea válido para todos
los seres humanos no supone que los diferentes gestos -ya sean solos o combinados- no permitan ayudar a evaluar a la mayor parte de los individuos. Así y todo, Ekman advierte que «no es que los indicios conductuales del engaño no sin’an para nada, pero deberíamos saber cuándo son útiles y cuándo no, y aceptar que hay casos en los que no podemos saber si alguien miente o dice la verdad». Por otra parte, Ekman argumenta que nuestra historia evolutiva no nos ha preparado para que seamos muy hábiles cazando mentiras. El hecho de que las sociedades industriales modernas fomenten la mentira cada vez más no nos capacita para reconocerla, dado que ni el entorno familiar ni el educativo nos enseñan a ello. Sin embargo, puede que eso en el fondo no sea tan malo: «Preferimos no pillar a los mentirosos porque, a pesar de los posibles costes, una actitud de confianza enriquece más la vida que una actitud suspicaz. La confianza en los demás no solo es necesaria: también hace que la vida sea más fácil».
MIENTE, QUE ALGO QUEDA
Pistas para descubrir a los mentirosos
Las pistas sobre los embustes o la autodelación pueden presentarse de muchas maneras. A veces, los indicios son fácilmente detectables, pero no por ello «fiables». De la misma forma que los «planes demasiado perfectos» suscitan sospechas, hay mentirosos que cometen deslices deliberados para evitar delatarse. No obstante, por difícil que sea descubrir a muchos mentirosos, puede ayudar a conseguirlo el estar atento a las siguientes pistas sin olvidarse de que todo el mundo puede caer fácilmente en los citados riesgos de Brokaw y Ótelo:
• Acciones manipuladoras del cuerpo: Ademanes de las manos, las piernas, encogimiento de un hombro y vaivén vertical de la cabeza. Hay unas manipulaciones precisas en las que una parte del cuerpo masajea, frota, rasca, agarra, pincha, estruja o manipula a otra parte del cuerpo. Pueden ser acciones cortas o largas, pero no siempre son señales fiables de engaño, aunque la gente lo crea así. A veces denotan malestar e incomodidad y otras, lo contrario. Además, los mentirosos suelen tender a reprimirlas por la idea popular de que son signo de conducta nerviosa. No obstante, si son intermitentes pueden alertar al cazador de mentiras.
• Cambios de inflexión en la voz y alteraciones del discurso: Pausas demasiado largas o frecuentes; vacilación al empezar a hablar, sobre todo cuando se debe responder a una pregunta; repeticiones; palabras parciales; interjecciones y deslices verbales.
• Cambios fisiológicos: Tragar saliva, ritmo respiratorio demasiado profundo o superficial, rubor y dilatación de las pupilas.
• Microexpresiones faciales velocísimas: Duran menos de un cuarto de segundo y suelen pasar inadvertidas, pero suelen contradecir lo que se está expresando y revelan emociones inconscientes. Con un poco de práctica la mayoría de la gente aprende a discriminarlas. Ejemplos: se niega algo a la vez que las comisuras de los labios descienden; una expresión de tristeza se presenta durante un instante y es seguida por una sonrisa.
• Asimetría facial: La acción es levemente más intensa en un lado del rostro que en el otro y denota que el sentimiento exhibido no es real. Dicha asimetría se aprecia en acciones vinculadas a emociones negativas cuando dichas acciones son producidas de forma deliberada, como sucede en las sonrisas fingidas, aunque no toda expresión deliberada sea asimétrica ni falsa.
http://ccoo-chilecomparte.blogspot.com/2012/03/cazadores-de-mentiras.html