ABIDJAN, mar (IPS) – «Me gustaría usar algún método anticonceptivo, pero mi esposo se opone», dice Bintou Moussa*, de 32 años, quien acaba de dar a luz a su sexto hijo en el Hospital General Abobo de la capital comercial de Costa de Marfil.
Tras las elecciones de noviembre de 2010, cuando el expresidente Laurent Gbagbo (2000-2011) se negó a cederle el poder a su sucesor Alassane Ouattara, estalló la violencia en el país, que quedó paralizado por unos seis meses. En ese lapso, Ibrahim, el esposo carpintero de Moussa, perdió su empleo y hasta ahora no encontró otro estable.
La familia a duras penas sobrevive con el dinero que Ibrahim gana realizando trabajos ocasionales aquí y allá. Pero pese a su difícil situación económica, Ibrahim se niega a considerar el uso de métodos de planificación familiar.
«Mi esposo no quiere que use condones. Dice que eso va contra la naturaleza. Y yo no me atrevo a tomar la píldora anticonceptiva porque temo que él se entere», explica Moussa.
Cuando se le pregunta si conoce sus derechos a la salud sexual y reproductiva, la mujer responde: «Como jefe de familia, es mi esposo quien toma las decisiones sobre la salud» de sus integrantes. Eso incluye el cuerpo de su esposa, agrega.
Moussa no sabe que, si así lo desea, puede administrarse una inyección anticonceptiva una vez al mes, y que puede hacerlo sin el consentimiento de su marido.
Tampoco sabe cómo acceder a esos servicios de salud, porque no hay servicios de planificación familiar ni en el hospital ni en ninguna clínica pública de Abobo, el mayor tugurio de Abidjan, donde se estima que viven un millón de personas hacinadas y en pobreza.
De hecho, la capital comercial de Costa de Marfil, con cerca de cinco millones de habitantes, tiene solo una clínica que ofrece servicios gratuitos de planificación familiar.
Se ubica dentro del edificio del hospital público de Yopougon, uno de los suburbios más grandes de Abidjan, unos 15 kilómetros al sudoccidente de Abobo, y es administrada por la no gubernamental Asociación Marfileña para el Bienestar Familiar (AIBEF).
Allí, el personal orienta diariamente a 80 pacientes sobre temas relativos a los derechos sexuales y reproductivos, entre ellos la anticoncepción, el sexo seguro, el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) y otras infecciones de transmisión sexual, los embarazos adolescentes y la salud de madres y bebés.
También lleva a cabo programas para llegar a la población mediante una clínica móvil, a fin de crear conciencia sobre los servicios que brinda.
«Nuestro principal obstáculo es superar la percepción patriarcal de que el hombre toma todas las decisiones en casa. Pero a la vez, los hombres dicen que es responsabilidad de la mujer ocuparse de los hijos y de su salud, incluido su propio embarazo, nacimiento y cuidados postnatales», explica la médica Nathalie Yao-N’Dry, directora de programa de la clínica.
«Cuando las mujeres no pueden decidir acceder a servicios de salud sin permiso de sus esposos, es una contradicción peligrosa», agrega.
Muchas mujeres comparten la experiencia de Moussa en Costa de Marfil, un país del occidente africano donde la planificación familiar es ampliamente vista como «un asunto de mujeres» en el que los esposos no tienen que involucrarse.
En consecuencia, muy pocos hombres usan los escasos servicios públicos existentes, mientras que las mujeres continúan esforzándose por hacer cumplir sus derechos sexuales y reproductivos.
AIBEF intenta cambiar aunque sea lentamente. «Cada vez que un hombre está enfermo y va al hospital para acceder a servicios generales de salud, intentamos recomendar servicios de planificación familiar también. Pero es muy difícil lograr que los hombres se interesen», dice Yao-N’Dry.
La otra dificultad es la disponibilidad de servicios. Mientras AIBEF se esfuerza por hacer que los hombres internalicen el concepto de planificación familiar, la mayoría de los otros centros de salud pública del país ni siquiera ofrecen esos servicios.
Uno de los motivos es que el gobierno no hizo ninguna asignación de fondos a la planificación familiar en su ya magro presupuesto nacional de salud.
Apenas 4,5 por ciento del gasto se destina a la salud, pese a que Costa de Marfil es uno de los países de la Unión Africana que se comprometió a dedicar por lo menos 15 por ciento de su presupuesto nacional a este rubro, en la Declaración de Abuja de 2001.
«Los centros de salud de todo el país carecen de fondos, de trabajadores calificados y de recursos», se lamenta Germaine Moket, directora de servicios médicos de la Federación Internacional de Planificación Familiar, una organización que brinda servicios de salud reproductiva y de planificación en más de 180 países.
«Como resultado, la mayoría de los centros de salud pública del país no tienen reservas de anticonceptivos, por lo menos no regularmente», explica.
«E incluso cuando los tienen, los venden a precios que la mayoría de la población general no puede pagar, dado que esos fármacos no se expiden gratuitamente», agrega.
En los 10 meses transcurridos desde que Costa de Marfil intenta recuperarse de su violenta crisis post-electoral, el nuevo gobierno ha implementado varias medidas para mejorar los servicios de salud.
Cuando asumió Ouattara, en mayo de 2011, implementó servicios de salud gratuitos en todo el país para ayudar a la población a recuperarse de los efectos de la violencia post-electoral. Desde el 1 de este mes, el programa se ha limitado a atender gratuitamente a embarazadas, niños menores de cinco años y pacientes con paludismo.
«La salud materna e infantil es una prioridad del Ministerio de Salud que tiene que ser abordada con urgencia», dice el profesor Allou Assa, portavoz de esa dependencia.
Pero los servicios de salud sexual y reproductiva, que son preventivos más que curativos, actualmente no forman parte del paquete gratuito.
Eso significa que mujeres como Bintou Moussa sigan teniendo pocas opciones. En pocos días, ella volverá con su bebé a su pequeña choza, sabiendo muy bien que pronto puede volver a quedar embarazada.
«Apenas nos las arreglamos con cinco hijos. Ahora tenemos otra boca que alimentar. Realmente no sé cómo podría afrontar otro embarazo», reconoce.
* El nombre real fue cambiado para proteger la identidad de la entrevistada.
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