En Lisboa, el metro y el tráfico marítimo que une las dos orillas del río Tajo estaban totalmente interrumpidos, aunque se cumplieron algunos servicios mínimos en los trenes y autobuses de esta capital, así como en el suburbano de Oporto, la segunda ciudad lusa.
Convocado por la Confederación General de Trabajadores Portugueses (CGTP), de orientación comunista y con unos 700 mil afiliados, el paro afectó la circulación terrestre, aérea y ferroviaria y numerosos servicios como la educación o la salud.
A diferencia de la realizada el pasado 24 de noviembre, la protesta de este jueves -segunda que afronta el primer ministro Pedro Passos Coelho- no fue secundada por la Unión General de Trabajadores (UGT), el otro gran sindicato portugués.
El secretario general de la CGTP, Armenio Carlos, calificó de muy positiva la respuesta de los trabajadores a la medida de fuerza, y situó su acatamiento en más del 70 por ciento a nivel nacional.
En declaraciones a la prensa subrayó, además, el amplio apoyo registrado en los sectores de la salud y la educación y en la recogida de basura.
Los efectos del paro también se percibieron en los aeropuertos lusos, donde los retrasos fueron frecuentes durante la jornada, y en las actividades portuarias.
Desde la CGTP se aseguró que al menos una quincena de barcos fueron desviados de su ruta por el cese de labores en esas instalaciones.
Además de los severos recortes en el gasto público impuestos por la Unión Europea (UE), el detonante de la huelga es la reforma laboral pactada a principios de año por la patronal, la UGT y el ejecutivo de Passos Coelho, en el poder desde junio de 2011.
Para la principal confederación sindical portuguesa, esa norma, que en aras de la liberalización del mercado de trabajo abarata y facilita el despido, representa el mayor retroceso en los derechos laborales desde el retorno de la democracia a esta nación europea, en 1974.
En mayo de 2011, Portugal se convirtió en el tercer país de la zona euro, después de Grecia e Irlanda, en recibir un rescate de la UE y del Fondo Monetario Internacional para refinanciar su deuda, estimada en 160 mil millones de euros a fines de 2010.
Ese préstamo, de 78 mil millones de euros, fue condicionado precisamente a la severa poda en el gasto público puesta en marcha por la administración derechista para superar la grave crisis económica y recuperar la confianza de los mercados.
Al concluir 2011, el desempleo en Portugal alcanzó un nivel récord del 14 por ciento, mientras que un 25 por ciento de su población, de unos 10,5 millones de habitantes, vive por debajo del umbral de la pobreza.