La crisis actual de la Unión Europea no es una crisis financiera pura, como intentan convencernos los economistas al analizar el caso griego: se trata de una crisis más profunda, en otras palabras, estamos en presencia de la crisis del sistema capitalista moderno cuyas raíces se remontan al proceso de expansión europea del siglo XV, la creación de los sistemas imperiales coloniales modernos y el desarrollo de la economía capitalista. Estos tres procesos generan lo que Wallerstein ha llamado el sistema mundo moderno. Este se compone por un centro: la Europa imperial colonial; una semiperiferia: la Europa Central; y una periferia: los espacios coloniales. En este modelo de distribución y explotación del espacio extra europeo se construyó la realidad social del mundo moderno. Holandeses, británicos, franceses y alemanes, en este orden cronológico, forjaron sus dominios imperiales, dando al planeta su civilización, pero también guerras y genocidios. El caso español merece una breve mención aparte. En efecto, España poseyó el Imperio moderno más extenso, pero jamás supo administrarlo productivamente. La literatura del Siglo de Oro español constituye un formidable catálogo de autocrítica frente a la crisis del siglo XVII. Basta señalar aquí la obra de Quevedo y la novela de Gracián, El Criticón, para comprender la incompetencia económica de los españoles. El juicio de Gracián es certero: “España se ha convertido en las Indias de Europa”. En efecto, según los estudios del historiador R. Carande, el imperio español registra un par de bancarrotas.
¿Cómo comprender entonces la actual crisis de la Unión Europea? ¿Se trata de una crisis específicamente financiera, como señalan algunos economistas, con poco conocimiento histórico, o más bien estamos en presencia de una crisis de carácter estructural, en otras palabras, de una crisis terminal?. Nuestra interpretación de la crisis de la Unión Europea se funda en una visión histórica civilizatoria , es decir, en un análisis de los procesos que se generan en la larga duración, y que recién hoy, después de décadas de integración, considerando incluso la tardía incorporación de Grecia a la EU, constituyen una manifestación de la crisis del sistema colonial. En efecto, Europa está en este momento comenzando a experimentar la ausencia de sus colonias, lo cual genera sin duda, dado que Europa es un continente con pobre dotación de recursos, una situación de inseguridad que se ve expresada en un mercado financiero altamente inestable. La Historia económica moderna europea es una larga serie de crisis y colapsos económicos que se extienden desde el siglo XVI hasta el presente, pese a la abundancia del oro y plata americanos en los primeros tres siglos del sistema colonial, riqueza metálica que financió todas las guerras modernas de los imperios europeos. Cabe recordar que la extracción de oro y plata se hizo con mano de obra aborigen en condiciones de crueldad extrema para las poblaciones del continente descubierto, conquistado y saqueado. Luego, una segunda etapa, estuvo marcada por la introducción de la esclavitud negra. La economía agraria de las colonias contó con la abundancia de mano esclava africana, lo cual significó un costo de producción cero. Con la revolución industrial se agrega a las modalidades laborales de la mita y de esclavitud negra mencionadas, el trabajo infantil y femenino, ambos en condiciones de precariedad también extremas, con extensas jornadas de ¡18 horas diarias! Esta es la realidad social del Mundo Moderno. Pero así como Europa innova en todos los ámbitos del saber, desde la revolución filosófica (racionalismo) a la revolución científica (matematización de la naturaleza), lo mismo ocurre en el campo de la economía. Al período de los tres primeros siglos coloniales, cuyo sistema económico corresponde al mercantilismo (acumulación de riqueza metálica) y fisiocratismo (la tierra como base de la riqueza), siendo el pensamiento británico el que establece los fundamentos de la teoría y praxis económica mercantilista en el siglo XVII (T. Mun); le sigue en el siglo XVIII A. Smith, padre de la economía política clásica y del liberalismo económico. Su obra: La Riqueza de las naciones por el comercio exterior (1776) constituye una defensa del sistema colonial como base de la prosperidad de Europa. Este argumento será reiterado por los economistas ingleses del siglo XIX: Bentham, Mill, Marshall; en el siglo XX, finalmente, será defendido por J. M. Keynes. Inglaterra construyó el imperio moderno más poderoso militar y económico. La canción patriótica del siglo XVIII: “Rule Britannia, Britannia rule the waves…”, sintetiza cabalmente el discurso económico liberal inglés. Ahora bien, a la pérdida de los espacios coloniales de Norteamérica, primera crisis del sistema colonial europeo que privó a Gran Bretaña de los territorios de América del Norte, le siguió la pérdida para España de sus colonias americanas. Los ingleses en ese mismo momento, y anticipándose a la conocida Doctrina Monroe (1824), formularon la doctrina Canning (1823). De acuerdo a la estrategia de esta última, Gran Bretaña dominaría el comercio mundial por medio de tratados económicos impuestos a las nacientes republicas emancipadas de sus ancestros europeos. Brasil fue un ejemplo paradigmático de esta visión comercial. Sin duda la estrategia británica funcionó a la perfección hasta la segunda crisis del colonialismo británico, luego de finalizada la II Guerra Mundial. En este largo periodo histórico, que se caracteriza por la plenitud hegemónica del sistema mundo moderno, Europa contó, como hemos señalado, con las colonias para su sustento, guerras y lujos obscenos de una aristocracia y burguesía que hicieron de la guerra, la bolsa y el mercado sus preocupaciones favoritas. También esta riqueza posibilitó en cierto modo el mecenazgo cultural y el desarrollo de una estética cosmopolita.
Esta riqueza termina abruptamente con la II Guerra Mundial y el proceso de descolonización que le sigue. La integración europea, desde el Tratado de Roma (1957) hasta el Tratado de Lisboa (200, ha sido un intento por suplir la pérdida de las colonias. Pero en la actualidad hay otros problemas: fuerte migración extranjera –Europa nunca ha sido un continente de migraciones, sí de invasiones-, crisis medio ambiental, crisis demográfica. Europa es una sociedad demográficamente vieja –y esta es una situación biológica irreversible- . Esta es la realidad de la Europa actual, un espacio que ya no cuenta con colonias, es decir con recursos ilimitados que explotar. Peor aún, sobre ella se cierne un fantasma más terrible que el del Manifiesto de Marx. En efecto, estamos asistiendo, como señalara O. Falaci, al nacimiento de la Europa musulmana. Esta nueva Europa bajo el dominio del Corán podría durar más tiempo que el anterior periodo musulmán de ocupación que se extendió por ¡ocho siglos! Esta es la realidad histórica de Europa, sin colonias, con una crisis económica estructural, y con la presencia de los soldados de Alá dispuestos a aniquilar, cuando las condiciones lo permitan, a los perros infieles en la mismísima cuna del Satán occidental. Un nuevo ciclo histórico de hierro ha comenzado sobre Europa. La fe económica liberal con sus dogmas y sacerdotes no podrá esta vez rescatarla. En Grecia nació el logos como un robo de los hombres a la inmortalidad de los dioses; en Grecia estamos asistiendo a su fin. Los dioses se vengan siempre de los hombres que los desafían: silencio, exilio locura y muerte han sido sus instrumentos.
Patricio Carvajal Aravena
Profesor Asociado
Departamento de Historia
Universidad de Playa ancha
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