Un estudio del Centro Riken de Biología del Desarrollo, de Japón, demostró que las células madre embrionarias pueden regenerar la retina y hasta devolver la vista a quienes tienen problemas oculares.
Mediante métodos de cultivo de células madre, los investigadores a cargo de Yoshiki Sasai consiguieron formar de nuevo la llamada «copa óptica», un tejido sensible a la luz que recubre la parte posterior del ojo.
Degeneración de la retina
Con técnicas en 3D, se observó que estas células desarrollaron correctamente las dos capas de la copa óptica, incluyendo una con células que responden a la luz: los fotorreceptores, que convierten la luz en impulsos nerviosos que son enviados al cerebro.
La degeneración retiniana se produce principalmente por el daño de estas células, cuya pérdida es la principal causa de ceguera en algunas enfermedades, como la degeneración macular por la edad, la retinitis pigmentosa y la ceguera vinculada a diabetes.
Aunque los resultados fueron alentadores, aún queda mucho por estudiar porque la copa óptica generada fue mucho más grande que las previamente obtenidas en estudios en ratones. Esto sugeriría que las células madre tendrían instrucciones distintas de regeneración según la especie.
A principios de este año, unos investigadores norteamericanos confirmaron que un tratamiento para enfermedades oculares hecho con células madre embrionarias había mejorado la vista de dos pacientes ciegas. Una de ellas dijo que podía ver mucho mejor los colores y hasta había cosido un botón, mientras que la otra pudo recorrer sola un shopping.
Terapias para recuperar la vista
En una intervención parecida, aunque sin usar células madre, científicos británicos lograron recientemente restaurar la vista a ratones ciegos inyectándoles foto-receptores en la retina.
Los científicos inyectaron células foto-receptoras de ratones jóvenes y sanos en las retinas de ratones adultos que carecían de bastones funcionales, un tipo de células foto-receptoras que procesan la información visual en la oscuridad, incluso con niveles muy bajos de luz.
Después de entre cuatro y seis semanas, las células trasplantadas comenzaron a funcionar casi tan bien como los bastones normales y formaron las conexiones necesarias para transmitir la información visual al cerebro.
Para comprobar los resultados, los investigadores usaron un laberinto iluminado con luz tenue: los ratones transplantados pudieron utilizar una clave visual para encontrar rápidamente una plataforma escondida, mientras que los enfermos lo hicieron luego de una larga búsqueda.
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