La verdad es que lo que llamamos el mundo libre y civilizado no es tan libre ni tan civilizado. La sociedad y el sistema que hemos creado para sentirnos libres se ha convertido en una fábrica de cadenas que nos envuelven sutilmente, como si fueran cadenas de seda pero, a fin de cuentas, cadenas. Nos rodean con sus brazos suavemente y suavemente nos sujetan. La sociedad capitalista es así, el capitalismo es así, se fundamenta en el consumo, en la economía de mercado, en el tanto tienes tanto vales y se alimenta permanentemente de las diferencias crecientes entre unos y otros, entre unas capas sociales y otras. Al final, la sutil caricia de lo aparente y de lo momentáneo se imponen sobre lo trascendente e imperecedero y la suave prisión de seda se hace contigo, con tus inquietudes y perspectivas. Y así, la creencia de ser libres se impone sobre la realidad de ser libres.
No es una cuestión de azar, las cosas no están saliendo así fruto de las imprevisibles inclemencias del tiempo en la economía. Todo esto está pensado, diseñado para acortar tus pasos como hombre o mujer libre por este mundo. Porque el futuro se acerca y nos aproximamos a un nuevo tiempo que solo puede ser mejor… si somos conscientes de ello y aprovechamos conscientemente esta oportunidad.
No dudes que los tiempos de oscuridad tienen los días contados. Y que los que saben esto, desde un nivel diferente que se escapa a tus gobernantes y a los míos, quieren prolongar su tiempo de las sombras y del yugo. Por eso es tan importante mirar con esperanza y claridad al horizonte y no desear, ni en sueños, que el mundo estalle para que al estallar adquiramos la conciencia que no tenemos. No debemos reconstruir el futuro sobre cenizas.
Lo cierto es que el capitalismo, y no ya el más radical necesariamente, necesita cultivar la diferencia, porque la diferencia nace de la competencia y sin competencia no hay mercado, con igualdad no hay mercado. Y no hablemos ya del reparto igualitario de la riqueza de este mundo. Si todos tenemos para vivir, la competencia es menor. Si todos tenemos una vivienda y no tenemos hipotecada la vida… Si todos tenemos asegurados un plato de comida sobre la mesa… Si la sanidad es universal y gratuita… Y si la enseñanza es igualmente universal y gratuita… ¿De dónde van a vivir los grandes especuladores y los bancos?. Y si descubrimos que lo diferente enriquece, que no separa sino que enriquece, ¿qué pueblo enviará a sus hijos a una guerra diseñada para alimentar a los fabricantes de armas y a los gobiernos que negocian con ellas?.
Globalización, con esta palabra se han llenado la boca los grandes líderes mundiales. Pero lo cierto es que al globalizar la economía han globalizado los riesgos, los mercados, a los mercaderes y la pobreza. ¿Acaso alguien globalizó la riqueza…, repartiéndola?.
La sociedad del bienestar se cae porque a unos pocos, con mucho poder y mucho dinero, no les interesa. Y no les interesa porque quieren más poder y más dinero. Y estos, llamados en estos días “los mercados”, tienen nombre y apellidos, nombres y apellidos que nadie nos dice, no sea que sus máscaras se caigan, los pueblos tomen conciencia y el negocio se desmonte. ¿Te has preguntado por qué se habla de “los mercados”, pero no se identifican los grupos de interés a los que se refieren con esa expresión?. ¿Cómo es posible que un pueblo, un país…, todo un continente e incluso el mundo entero esté en manos de grupos de interés económico, y a los gobiernos les parezca algo asumible, lógico y natural?. Porque si no les pareciera ni lógico, ni asumible, ni natural, este circo ya se habría acabado…
El capitalismo es un sistema fallido que cuando intenta mejorarse a sí mismo fomentando los derechos sociales se pone a sí mismo en una clara disyuntiva: o evoluciona hacia un nuevo paradigma y empieza a alejarse de lo que significa el propio capitalismo (acercándose “peligrosamente” a una sociedad más o menos socialista) o se autocolapsa (como ocurre ahora) e inicia su involución para retomar un capitalismo despiadado y sin complicaciones. Y en eso estamos, desde el punto de vista del sistema socioeconómico mayoritariamente imperante.
Lo cierto es que un país no puede considerarse verdaderamente libre y civilizado, ni moderno, ni primermundista, mientras no garantice a sus ciudadanos el acceso a un trabajo digno y dignamente remunerado, ni garantice un sistema sanitario de calidad y una enseñanza no solo también de calidad, sino en ambos casos gratuita. Una sociedad verdaderamente justa debe garantizar el sustento, la vivienda, la salud y la enseñanza universales. ¿Y cómo vamos a hablar de democracia cuando los gobiernos de mi país se pliegan a los intereses de la banca y los mercados, y cuando la paz en el mundo obedece a intereses geoestratégicos, políticos o económicos?. ¿Quién representa, en verdad, en este mundo, la voz del pueblo?.
Es cierto que estamos al final de un ciclo en el que la oscuridad ha tenido todo de su parte para campar a sus anchas y que ahora, al final de este ciclo, estamos en los inicios de un nuevo tiempo que traerá una nueva era, un tiempo nuevo de las luces.
Y en estos años, los años de la tan traída y llevada “crisis”, lo que llamamos oscuridad se empeña en prolongar su tiempo. Por eso nos quieren robar los sueños, la esperanza, la oportunidad de vivir el cambio que ha de producirse. Por eso nos quieren robar el advenimiento de la nueva era. Por eso aprietan y nos ponen contra las cuerdas y nos dicen que no hay salida si no hay sufrimiento, que no hay salida si no hay dolor… Este es el argumento de los que viven convencidos de que solo del dolor nace la gloria. Es el argumento de aquellos que hacen del sufrimiento y la oscuridad su luz. Es el argumento de aquellos que, generación tras generación, han venido arrastrando al mundo a los más crueles eventos porque el sufrimiento de los demás garantizaba su reinado y su forma, su extraña forma, de evolución.
Ciertamente los entresijos de la macroeconomía se me escapan, pero leo entre líneas la letra pequeña de la búsqueda del permanente equilibrio entre luces y sombras, y los avances y retrocesos entre unos y otros.
Nos hablaron del estado del bienestar, un punto extremo en el consumo capitalista aderezado con derechos y prestaciones sociales, es decir, a caballo entre el capitalismo más atenuado y el socialismo también más tenue. Sin embargo, el estado del bienestar implicaba también la capacidad de consumir, consumir por encima de las necesidades reales y, de esta manera, el consumo exacerbado rozó el derroche al tiempo que medio mundo se muere de hambre.
La voz del pueblo, si alguna vez existió, ha dejado de existir. Y los representantes del pueblo aspiran a representarse a sí mismos o, a lo más, a los intereses de su propio partido. La ideología, el idealismo, los principios, la filosofía, la ética… hace tiempo que murió en los partidos políticos y en los sindicatos. Y todo gira en torno al poder y al dinero que te ayuda a llegar al poder o a ejercerlo.
Lo cierto es que la gran crisis a la que nos enfrentamos es la crisis de un sistema que no funciona, de unos valores que no se aplican y de un pueblo que dormido cree estar despierto… si es que se plantea estar despierto o dormido. Así que no es tanto un problema (que sin duda lo es) del buen o mal político, del buen o mal gobernante, como de conciencia, de lo que llamamos (con todo el peso específico que podemos aplicar) conciencia… porque indudablemente hay mucha gente de bien y que bien intenta hacer las cosas en la política. Y no debemos generalizar. Pero está claro que el modelo tiene que cambiar.
Tiene que haber un cambio en la conciencia, un cambio que nos lleve a un nivel diferente en lo social, en lo político, en lo económico…, que nos lleve a una realidad más humana, verdaderamente humana, sin historias diseñadas para garantizar la prevalencia de unos sobre otros en la misma política.
Lo que necesitamos es un sistema fundamentado en el reparto de la riqueza y en el florecimiento de la cultura, en la erradicación de la pobreza y en la conservación del medio ambiente, en el desarrollo científico y en el de la conciencia (el atributo energético y de luz que nos conecta con nuestra naturaleza trascendente).
Es el momento de alejarnos de lo concreto y acercarnos a lo substancial. Es el momento de concretizar lo substancial.
Como sociedad, como conjunto de individuos que comparten un mismo destino, necesitamos un cambio en el sistema y en los individuos que controlan el sistema. Necesitamos no seguir apoyando un sistema corrompido.
Las revoluciones siempre acarrean ríos de sangre, siempre suponen convulsas formas de cambiar un estado de cosas por otro, pensando que la sangre lava la sangre y que el cambio, en sí mismo, es bueno aunque suponga dolor y sufrimiento. Y entonces, levantamos nuevas sociedades sobre la sangre y el fuego y, de esta forma, pretendemos construir el futuro. Y en esto, además, participan los gobiernos que venden armas, que fomentan revoluciones según sus intereses, y que controlan los medios de comunicación porque controlar los ojos del mundo es controlar lo que el mundo ve, y el mundo debe ver lo que a ellos les interesa. Somos unas especie domesticada.
Mi gata no está domesticada, aunque sea doméstica. Pero la especie humana está domesticada en su propia casa.
Debemos afrontar una nueva revolución, una revolución diferente y diferenciada, una revolución que empieza dentro y se trasmite afuera. Una re-evolución.
Vivimos tiempos decisivos, tiempos de cambios, de oportunidades, de voces que deben ser escuchadas y de nuevos modelos sociales. Lo que hemos tenido hasta ahora ha demostrado su ineficiencia. La clase política, incapaz por falta de voluntad, no puede otorgar el cambio que necesitamos. Un sistema viciado en el que el político se tiene a sí mismo como miembro de una casta superior e intocable nunca será capaz de cambiar el mundo. Esto en cuanto a los representantes del pueblo. En cuanto a los defensores del pueblo, de la clase trabajadora, los sindicatos, la conclusión es la misma. Son primos hermanos que se ven a sí mismos y entre ellos como lo que son: instrumentos diferentes que sirven a un mismo objetivo.
Por desgracia, tanto en la clase política dominante como en la sindical medrante, las bases no tienen el poder, las bases atesoran quizá el más puro sentimiento solidario pero, a ciertos niveles de los partidos y sindicatos, la depredación es tal que solo sobreviven los más despiadados.
No es la primera vez que digo que la revolución que se impone es la de la conciencia. Los ciclos cósmicos nos llevan a un tiempo en el que la Luz tiene energéticamente facilitado su tránsito, su afianzamiento, tiene un terreno fácilmente abonado para prosperar y sembrar los cimientos del nuevo mundo, del nuevo tiempo. ¿Acaso no resulta suficientemente llamativo el hecho de que, a las puertas de la fecha clave del 21 de diciembre de 2012, se desate tan descomunal crisis financiera?. Bajo mi punto de vista, como ya apunté al principio, no se trata mas que de un intento de prolongar el tiempo de las sombras, haciéndonos retroceder décadas en derechos sociales y asumir, resignados, que la pérdida de libertades, de derechos, son necesarias para salir de esta crisis. Y eso es una gran mentira.
Esto no es más que un intento casi final por sostener la era de oscuridad por más tiempo. Y probablemente comenzó a gestarse ya con el ataque a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001. Hicieron que nos poseyera el miedo y después lo metieron en nuestras casas. Se llamó la guerra contra el terror, pero lo que hizo fue alimentarlo. Y después se nos vino encima la crisis, nos echaron encima la crisis.
No hablo de política, hablo sencillamente de la paz, la conciencia y la libertad. Porque la verdad nos hará libres. Y no creáis que no me cuesta manifestarme en estos términos, intentando aportar una visión social y mencionando lo político. Pero hay que hacerlo, porque necesitamos un cambio en lo social, en lo político y en lo creencial. En definitiva, necesitamos despertar.
Obviamente, tengo un pensamiento político, pero soy yo quien lo tiene a él y no él a mí. Y lo tengo porque tengo una visión del mundo en el que vivo, y de cómo se desarrollan las cosas en el organigrama de nuestra sociedad. Solo por eso. Y puedo declarar, además, que mi ideología política es el Amor, y que la seña de identidad que la define es la libertad en su mayor acepción, y que el espíritu que la anima es el de la verdad, y que solo conoce un único camino, el de la justicia, y que la forma que tiene de definirse en el ser humano es bajo la forma de la conciencia en su expresión más sutil y sublime.
Conciencia, se trata de tomar conciencia, de abrir los ojos dispuestos a ver la luz que alumbra el camino que debemos recorrer. Se trata de tomar conciencia de lo que en verdad somos, de los pasos que nos han traído hasta aquí y del lugar al que nos llevan. Se trata, por fin, de abrir los ojos y ver, abrir las ventanas de par en par y dejar que el aire fresco de la mañana levante las cortinas y recorra toda la casa. Se trata de romper las cadenas de seda y darnos cuenta que este modelo no funciona, que nos ha generado históricamente ciclos de oscuridad y de guerras que nunca terminaron de irse, grandes avances y tremendos retrocesos… Se impone un cambio en el modelo social, un cambio en la forma en que somos gobernados y por quienes somos gobernados, en el concepto de progreso, de libertad, de liderazgo… Necesitamos volver a nuestros orígenes, a lo que somos, volver la mirada al mundo natural y volver a dar la mano a los ciclos naturales y estacionales, sincronizarnos con los pequeños y grandes ciclos, en definitiva ser más naturales. Para esto no necesitamos volver a las cavernas, necesitamos reconocernos a nosotros mismos. Solo eso.
Y, por supuesto, a la revolución por la conciencia. La revolución de la conciencia. Porque cuando cambiemos el mundo cambiará.
Tú eres el motor del cambio. Somos el motor del cambio. Cambia para que el mundo cambie.
http://cronicasdesdeshambala.blogspot.com.es/
Reblogged this on Juan Carlos Campos Ilaja.
Muy buen artículo, que comparto.
Considero que esta crisis y cualquier crisis es una gran oportunidad para mejor, siempre.
Ana Novo
http://www.tunuevaoportunidadahora.com