La guerra de China contra el desierto Por Manipadma Jena

CHIFENG, China, jul (IPS) – China tiene casi un cuarto de su territorio cubierto de desiertos y arenales que afectan la forma de vida de 400 millones de personas.

Mientras la ciencia califica la desertificación como uno de los problemas ambientales más graves del momento, una aldea de la nororiental región de Mongolia Interior resiste la aridez.

La vegetación dispersa y el clima seco de Chifeng dieron paso a una severa erosión del suelo y una escasa fertilidad. La agricultura y la cría de animales, las dos principales actividades de sus nueve condados y tres distritos, están en peligro por la desertificación, pese a que la forestación comenzó en 1940.

El gobierno local señala que la tala y la labranza de las laderas de las colinas, el uso excesivo de tierras agrícolas invadidas por la arena y el pastoreo intensivo son los principales responsables del problema, en una región de pocos rendimientos y escasa cobertura vegetal.

Las tierras degradadas, despojadas de su cobertura verde, son cada vez más vulnerables a los potentes vientos que soplan en la primavera que va desde marzo hasta mayo y que, según los científicos, arrastran unas 35 toneladas de arena por kilómetro cuadrado en un mes.

Resistencia

Qihetang, una aldea de 228 casas en el condado de Linxi, en Chifeng, sufre un desastre ecológico por la deforestación y el pastoreo excesivo.

En 1990, el ingreso por habitante era de 300 yuanes (equivalente a 50 dólares) y cada familia cosechaba unos 150 kilogramos de granos en predios de unas dos hectáreas en las laderas bajas, una realidad que condujo a la emigración.

Las autoridades locales decidieron dos años después vallar las laderas, plantar árboles frutales y prohibir el pastoreo extensivo.

En 2000, el gobierno estadual contribuyó con apoyo económico y técnico para reverdecer la zona. Se entregaron los subsidios de subsistencia «Granos a cambio de verde» de 50 yuanes (unos ocho dólares) y 200 kilogramos de cereales a cada predio.

Luego se asignaron 160 yuanes (unos 25 dólares) por cada terreno, indicó Cao Wenzhong, director general del Departamento Forestal de la Región Autónoma de Mongolia Interior.

Qihentang hoy exhibe una cobertura verde en 80 por ciento de sus 2.154 hectáreas, con árboles frutales, pinos y praderas recuperadas.

«El ingreso por habitante se disparó a 8.000 yuanes (1.260 dólares) por el comercio de frutas y de madera. Los agricultores incluso compran tractores», dijo a IPS el jefe de la aldea, Zhang Chun Jie.

«La migración solo se ve en los meses duros del invierno, pero muchos permanecen para procesar manzanas, peras y damascos, forraje de animales y paneles de madera. El turismo también es una industria naciente», indicó Zhang.

«Más de 2.000 millones de hectáreas de tierras degradadas en todo el mundo son aptas para forestar y restaurar la cobertura vegetal, en la mayoría de los casos combinando actividades agroforestales y pequeños cultivos», señaló Mansour N’Diaye, jefe de gabinete de laConvención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (CNULD).

Ubicado en medio de Chifeng, cerca del arenal de Horqin –la principal fuente de arena de la región y una de las cuatro de China– el condado de Wengniute está muy expuesto a la desertificación, y el principal foco del programa nacional de control de este fenómeno.

Con mucho trabajo, desde octubre de 2011 se convierten en bosques y áreas verdes unas 400.000 hectáreas que sufrieron un grave deterioro en Wengniute. Una barrera protectora de árboles, para detener el viento y la arena que vuela a gran velocidad, cubre 120.000 hectáreas.

«El rescate forestal, contando mano de obra y maquinaria, cuesta 7.500 yuanes (1.180 dólares), por hectárea. La tasa de supervivencia de las especies nativas resistentes a la arena es de 75 por ciento», dijo Wang Feiyue, de la Oficina de Conversión de Tierras Agrícolas, a IPS.

Algunos creen que el éxito de esta recuperación se debe a que el gobierno estimula a los agricultores a reducir sus cabezas de ganado o a ubicarlas lejos de las zonas áridas.

Pero, para otros, el desplazamiento temporal de las comunidades agrícolas entraña sus propios desafíos socioculturales.

Para la recuperación de las praderas, el gobierno compra tierras a los agricultores y pastores antes de comenzar el proyecto. Luego se prohíbe allí toda labranza y pastoreo por cinco años. A partir del sexto año se permite el uso de la tierra en forma estacional y rotativa.

Cuando estalló en mayo de 2011 una ola de protestas en Mongolia Interior, donde la etnia de los mongoles constituye 20 por ciento de los 23 millones de habitantes, los expertos la atribuyeron a la ruptura de los profundos lazos culturales que tiene la vida nómada con las praderas.

El decimosegundo plan quinquenal de China se propone asentar para 2015 a los 1,1 millones de nómades que aún subsisten en este país.

«Necesitamos comprender la cultura nómada de las estepas. Los pastores no se sienten cómodos con la agricultura sedentaria. Los gobiernos pueden tratar de limitar la cantidad de animales que pastan, pero ellos quieren tener más cabezas, pues pierden dos tercios en el invierno», indicó Yang Youlin, coordinador regional para Asia de la CNULD.

En el filo de la navaja

Este país tiene nada menos que 2,6 millones de kilómetros cuadrados de desiertos y arenales, casi un cuarto de su territorio, abarcando 18 provincias y unos 400 millones de personas.

El programa nacional para controlar el avance del desierto recibe un presupuesto de 5.000 millones de dólares al año y 19 ministerios trabajan juntos en el marco del Buró Nacional de Lucha contra la Desertificación.

Xu Qing, subdirector general del programa, señaló que su país se propone recuperar la mitad de 530.000 kilómetros cuadrados de tierras restaurables para 2020, y el resto para 2050.

Este país pasó a liderar la lucha contra la desertificación combinando la ciencia de la construcción ecológica y la conversión de tierras, con políticas y leyes apropiadas que ofrecen alternativas para otras regiones afectadas.

Crisis global

Problemas ambientales como la aridez siguen siendo acuciantes tras la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, realizada en junio en la ciudad brasileña de Río de Janeiro.

«Entre Río 1990 y Río 2012 aprendimos que la desertificación y la degradación del suelo están secando el ‘Futuro que queremos’», nombre del documento final de la cumbre, alertó Luc Gnacadja, secretario ejecutivo de la CNULD.

«En 1992 se acordó combatir la degradación, y este año nació un nuevo paradigma, la degradación neutral del suelo», explicó, en referencia a un equilibrio al que deberían llegar los países para frenar el proceso de deterioro.

La desertificación afecta más de 40 por ciento de la superficie total de las tierras. Asia tiene la porción mayor, 1.700 millones de hectáreas afectadas.

http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=101146

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