La intrahistoria de las olimpiadas ha cambiado mucho con el paso del tiempo. Los ideales de los Juegos modernos parecen acercarse más al materialismo que a los valores que se perseguían en la antigua Grecia. ¿Qué es ahora lo más importante? ¿La gloria de la victoria o el otro ‘oro’ que se deriva de los contratos millonarios por la victoria? Quienes lograban la victoria en los juegos olímpicos se convertían en verdaderos héroes y sus nombres pasaban a formar parte de la historia.
Pero antes tenían que superar un difícil camino que incluía unas normas inquebrantables. «Los primeros atletas competían totalmente desnudos. En algún sentido regresamos a las tradiciones originales», dice T. J. Walker, analista de medios de comunicación y escritor estadounidense. Los atletas de hoy en día interpretan de una forma muy peculiar las costumbres olímpicas. La aparición de deportistas de renombre en las revistas enseñando sus cuerpos moldeados ya se ha convertido en una forma más de ganar popularidad. Aunque algunos creen que el lector también sale beneficiado.
«Sería agradable no mirar a estos atletas como seres especiales o miembros de otra raza. Ellos son personas como nosotros y nos pueden ayudar a hacer algo inspirador», dice Ted Rall, columnista y autor estounidense. Las fuentes de admiración se pueden ver por doquier. Los ídolos que la despiertan no desaparecen de las pantallas y los carteles. Los deportistas ahora son estrellas mediáticas. Algo que también se aprovecha a veces para promover ideas más acordes a nuestros tiempos. Los organizadores de los juegos de Londres no paran de promover el estilo de vida saludable que representan sus participantes haciendo especial hincapié en su capacidad previsora: para la villa olímpica se ha preparado 150.000 condones. Más o menos 15 por cada persona.
Se trata de un ejemplo más de las numerosas campañas que acaparan la atención fuera de las pistas. Y de un truco que no dudan en poner en marcha los propios atletas usando su celebridad para obtener puntos en la lucha por los contratos publicitarios más cuantiosos. «El oro olímpico no es simplemente una medalla que los deportistas ganan y se llevan a casa. Es una gran posibilidad para ganar dinero, es su momento álgido. Aunque, desafortunadamente, esto socava los ideales olímpicos», opina el bloguero Danny Schechter (newsdissector.net). Tras cuatro años, ¿qué recibo? Unos ideales que algunos deportistas tienen que dejar de lado teniendo en cuenta los pocos años que dura su carrera profesional. Este corto periodo a veces no deja muchas opciones de cara a una vida que hay que empezar desde cero tras haber abandonado las canchas. Cientos de atletas no llegan a nada. Muchos de ellos miran hacia atrás y piensan: «tras cuatro años… ¿Qué es lo que obtengo? Habría ganado más dinero trabajando en un McDonald´s», recalca T.J. Walker. Por desgracia, la comparación no está tan lejos de la realidad.
La idea de encontrarse trabajando de camarero a alguien que participó en los juegos de Londres no resulta tan disparatada. Y es que desde la antigüedad existe una tradición que no ha cambiado: casi toda la gloria y el beneficio de las olimpiadas se los llevan los ganadores.
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