Investigadores han logrado “reconstruir” el clima de los últimos dos mil años a partir de la información ofrecida por los anillos de los árboles. Hasta el año 1900 hubo un proceso milenario de enfriamiento global.
Cada año, entre la primavera y el otoño, las células de los árboles se dividen bajo su corteza haciendo que surjan los anillos de crecimiento. Cada uno de esos anillos contiene información valiosa para los científicos dedicados a estudiar el clima porque ningún anillo es igual a otro. Los árboles expuestos a mucha humedad y a temperaturas altas crecen más rápidamente que aquellos expuestos a temperaturas bajas en parajes secos.
El norte de Finlandia es el lugar ideal para practicar la dendrocronología, la ciencia que estudia los anillos de crecimiento de los árboles y los arbustos leñosos.
En esas latitudes, los investigadores pueden analizar tanto la información ofrecida por los árboles vivos como la que ofrece la madera muerta. “Los árboles se conservan en muy buenas condiciones cuando caen a los lagos poco profundos de Finlandia”, comenta Jan Esper, director del departamento de dendrocronología de la Universidad de Maguncia.
Gracias a los árboles finlandeses, él y su equipo han logrado “reconstruir” la evolución climática de los últimos dos mil años con gran precisión. Aparte de registrar el grosor de los anillos de los árboles, los científicos también midieron la densidad de las células más cercanas al borde exterior de esos anillos por ser un “buen indicador de las temperaturas de verano”, explica el investigador.
El diario de la Tierra en forma de anillos
Los análisis apuntan a que las temperaturas globales estuvieron cayendo constantemente durante dos mil años –0,3 grados centígrados por cada milenio– hasta 1900, momento en que el modo de producción industrial se consolidó en buena parte del hemisferio occidental.
Los investigadores no consideraron el período que comenzó en el siglo XX debido a la aparición de una nueva variable en el estudio del clima: el aumento de los gases de efecto invernadero.
Aparte de ofrecer información sobre los cambios de temperatura, los anillos también arrojan datos interesantes sobre incendios forestales y erupciones volcánicas. Y es que, dependiendo de las dimensiones de la explosión de un volcán, ese fenómeno puede hacer que la temperatura global descienda unos 0,7 grados centígrados. Períodos particularmente cálidos o fríos pueden ser identificados de esta manera.
En lo tiempos de la antigua Roma, las temperatura globales tendían a ser muy altas. ¿Qué nos depara el futuro? Eso está por verse. Los encargados de visualizar escenarios climáticos podrán beneficiarse de la investigación realizada por los científicos en torno a Jan Esper. Sus datos provienen de un período en el que había poco anhídrido carbónico en la atmósfera y las actividades humanas no amenazaban con afectar el clima.
Fuente: http://www.dw.de/dw/article/0,,16178390,00.html