Debate sobre amianto llega a Corte Suprema de Brasil Por Fabiana Frayssinet

Un trozo de amianto crisotilo / Credit:Dominio público
Un trozo de amianto crisotilo

Crédito: Dominio público

RÍO DE JANEIRO, 31 ago (IPS) – El Supremo Tribunal Federal de Brasil (STF) analiza el grado de peligrosidad sanitaria del amianto crisotilo. La industria defiende su uso controlado y asociaciones de víctimas insisten en que causa cáncer y graves enfermedades respiratorias.

Las audiencias del TSF, el 24 y este viernes 31 de agosto en Brasilia, comprenden el testimonio de más de 35 expertos sobre este mineral extraído de yacimientos brasileños y fueron solicitadas por el Instituto Brasileño del Crisotilo (IBC), que reúne a organizaciones de trabajadores e industrias de un sector que genera 170.000 empleos directos y 1.500 millones de dólares por año.

Al debate le seguirá el dictamen del STF, previsto para 2013, que deberá determinar si es constitucional una ley del sureño estado de São Paulo que prohibió el uso de crisotilo, también conocido como amianto blanco, uno de seis diferentes silicatos minerales, cuyas fibras largas y resistentes soportan muy bien el calor.

Una ley nacional autoriza a emplear de manera controlada este material, presente en más de 3.000 productos, en particular como fibrocemento para tejados, tanques de agua y pastillas para frenos. Brasil es el tercer mayor productor de amianto, después de Rusia y China.

«En ningún momento decimos que no es nocivo para la salud. Lo que afirmamos es que los brasileños sabemos desde hace muchos años cómo trabajar con amianto de forma segura y responsable», dijo a IPS la presidenta del IBC, Marina de Aquino.

«Quien defiende el amianto defiende el cáncer», replicó Eliezer de Souza, de 71 años, director de la Asociación Brasileña de los Expuestos al Amianto (Abrea).

De Souza contrajo cáncer de pleura después de trabajar en una fábrica de tejas de amianto crisotilo entre 1968 y 1981.

La discusión sobre los daños del amianto comenzó a partir de denuncias de trabajadores que, al igual que De Souza, padecen o padecieron enfermedades respiratorias, como la asbestosis (endurecimiento del tejido pulmonar), cáncer de pulmón y mesotelioma, un tumor raro y agresivo que afecta los tejidos que revisten los pulmones, la cavidad torácica, el abdomen o el saco que contiene el corazón.

El amianto está prohibido en varios países de Europa, Turquía, Japón, Corea del Sur, Argentina, Chile y Uruguay, y limitado en Estados Unidos. Pero lo siguen utilizando 140 naciones.

La fábrica donde trabajó De Souza, en Osasco, interior de São Paulo, cerró en 1993. «Catorce años después descubrimos que la mayoría (de los trabajadores) estábamos contaminados», recordó.

De 1.300 trabajadores enfermos, 180 murieron por dolencias asociadas a la exposición al asbesto. También se intoxicaron 12 mujeres que lavaban las ropas de trabajo de sus maridos, agregó. En esa zona, según el Ministerio de Salud, el índice de mortalidad por mesotelioma es cinco veces superior a la media nacional.

«Tenemos certeza absoluta de que el amianto es cancerígeno y que nos engañaron todo el tiempo. Fuimos envenenados por la empresa», lamentó De Souza.

La presidenta del IBC aclaró que la mayoría de los casos se debieron a una exposición anterior a la década de 1980, cuando se utilizaba mayoritariamente el amianto anfíbol importado y sin control.

Desde que, en la década 1970, «se confirmó que el amianto en Europa estaba causando una epidemia, las empresas brasileñas comenzaron a desarrollar una tecnología de uso seguro», dijo De Aquino.

Algunas de esas técnicas consisten en eliminar la emisión del polvo de las fibras de amianto al aire y su contacto físico durante la extracción del mineral, la producción, el transporte y la manipulación.

Además, empresas, trabajadores y gobierno realizan análisis, inspecciones y fiscalizaciones permanentes, en un régimen de acuerdos que es «modelo» para otros países, agregó De Aquino.

Mientras la ley nacional establece que nadie puede estar expuesto a más de dos fibras de amianto por centímetro cúbico, todas las empresas brasileñas trabajan con el límite de 0,1 fibra por centímetro cúbico, subrayó.

Más de la mitad de los tejados del país son de fibrocemento, un material ampliamente utilizado en viviendas de familias pobres.

Un estudio, citado por el IBC, y realizado con 4.200 trabajadores por el médico Ericson Bagatin, profesor de la Universidad Estatal de Campinas, arrojó resultados coincidentes.

Este especialista en medicina del trabajo dijo a IPS que el estudio «longitudinal» fue realizado a lo largo de 12 años en tres fases.

En la primera, se evaluó a extrabajadores de una mina del norteño estado de Bahia que habían estado en contacto con diferentes tipos de amianto entre 1940 y 1967, cuando todavía no había controles. Se halló una contaminación de 38 por ciento.

En la segunda, se analizó a obreros que laboraron entre 1967 y 1980 en una mina de amianto crisotilo en el central estado de Goiás, y la proporción de contaminados fue menor.

La tercera fase estudió a trabajadores de esa misma mina, pero a partir de 1980, cuando ya existían controles. Y el número de casos se redujo a cero, dijo.

Se concluyó que ante el amianto crisotilo, y «cuando el control de trabajo mejoró, no se observó enfermedad», sostuvo Bagatin.

Esos argumentos fueron cuestionados en la audiencia del STF por el representante del Ministerio de Salud, Guilherme Franco Netto, quien recordó que su cartera «recomienda la eliminación de cualquier forma de uso de amianto crisotilo en todo el territorio nacional».

Franco Netto presentó datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), según los cuales hay 125 millones de trabajadores en todo el mundo expuestos a los efectos del amianto, y un tercio de los casos de cáncer laboral son causados por la inhalación de fibras de este mineral.

La OMS estima en 100.000 las muertes anuales causadas por el amianto.

El Sistema Único de Salud de Brasil registró 25.093 casos de cáncer provocados por el amianto entre 2008 y 2011, y 2.400 muertes entre 2000 y 2011.

La Secretaría de Geología del gobierno se refirió a la importancia económica de la industria de amianto para Brasil.

«Me siento tremendamente avergonzado con nuestra situación de exportador de riesgo», lamentó otro expositor, el médico Eduardo Algranti, investigador de la Fundación Jorge Duprat Figueiredo de Seguridad y Medicina del Trabajo.

Algranti alegó que Brasil comete «racismo ambiental» al vender el producto a países que no disponen de mecanismos adecuados de control.

Además, «cerca de 140 países usan amianto, pero pocos lo utilizan tanto como Brasil, lo que representa un riesgo acumulativo para su población», señaló. Entre 1975 y 2009, se produjeron aquí más de seis millones de toneladas de amianto, y 80 por ciento permanece en el territorio bajo la forma de productos y de residuos.

«Nosotros ya no tenemos más esperanza… Estamos trabajando por las futuras generaciones», alertó De Souza

http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=101485

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