Los Shuar (también conocidos como jíbaros, nombre asignado por los españoles durante la época de la conquista) son el pueblo amazónico más numeroso (aproximadamente de 80 000 individuos). Los Shuar habitan entre las selvas del Ecuador y Perú. Los conquistadores españoles les dieron el nombre de jíbaros.
El territorio tradicional no está bien delimitado, se supone que se encuentra por las estribaciones de la cordillera hacia el oeste y se extiende hasta las cuencas del río Pastaza, Upano, Zamora y parte de los tributarios del Morona de los cuales se encuentran en Ecuador. Pero también hay grandes concentraciones de Shuar en territorio peruano, al norte de sus departamentos amazónicos
Ni el Imperio inca ni España lograron controlar este territorio. En 1490 rechazaron a los incas y en 1549 hicieron fracasar las primeras incursiones españolas. En 1599 los Shuar dirigidos por Kirup expulsaron definitivamente de su territorio a los españoles, quienes les dieron el nombre de jíbaros (también jívaros o xívaros), como sinónimo de salvajes, porque después de matar a sus enemigos los Shuar practicaban el ritual del tzantza, consistente en cortar y reducir la cabeza, por un procedimiento que está descrito más abajo.
De hecho, la palabra jíbaro parece ser una deformación de la palabra “xivar” que en lengua Shuar significa “gente”.
La mitología Shuar está estrechamente vinculada a la naturaleza y a las leyes del Universo, y se manifiesta en una amplia gama de seres superiores relacionados con fenómenos tales como la creación del mundo, la vida, la muerte, y las enfermedades. Los principales son Etsa que personifica el bien en lucha contra el mal Iwia, que siempre están en continua lucha para vencer el uno sobre el otro; Shakaim de la fuerza y habilidad para el trabajo masculino; Tsunki, ser primordial del agua, trae la salud; Nunkui causa la fertilidad de la chacra y de la mujer.
En el cultivo de la huerta, daban el poder del crecimiento de las plantas a Nunkui, quien además se encargaba de enseñar a la mujer Shuar a sembrar. Pero se necesita concretar el poder de Nunkui a través de ritos, trayendo al presente las fuerzas creadoras, para que la chacra rinda sus frutos. Creen que la selva está llena de espíritus que habitan en las cascadas o las orillas de los ríos.
El gran mundo espiritual de los Shuar es repetitivo. No creen en que el ser humano tenga un final. Creen que luego de nacer y cumplir su vida, no llegan a un estado permanente con la muerte sino que su espíritu, Arútam, es recibido por otro ser humano que puede ser su hijo o su nieto, quien cumple nuevamente otro ciclo vital, así en forma indefinida.
El Arútam es considerado como un espíritu clave para los varones, porque creen les da más potencia y fuerza. Piensan que quien posee un Arútam, no puede morir sino de enfermedades contagiosas. Los niños comienzan a buscar este espíritu en la selva desde los seis años de edad. En la cultura de la selva, los elementos de la Naturaleza guían la vida de sus habitantes.
La palmera de chonta, su fruto maduro, representa el mito del Uwi. Éste señala la estación de la abundancia en la selva. En la cosecha de sus frutos se celebran rituales con ruegos a Uwi. Piden que fermente la chicha de chonta, dé fertilidad a los animales, a las plantas y vitalidad al hombre. Si estos ritos son celebrados muy ceremoniosamente, se cumplirá con todo lo pedido; de lo contrario vendrá escasez de alimentos y muerte.
La secuencia del día y la noche en la mitología de los Shuar la relacionan con la victoria.
El chamán, llamado Uwishin, es una especie de sacerdote mediador con el mundo sobrenatural y a la vez es un líder político.
La reducción de cabezas es una tradición ancestral Shuar y tiene gran simbolismo. Cuando se enfrentan dos tribus Shuar por territorio o por otros motivos, el jefe vencedor toma la cabeza del jefe perdedor y procede a la reducción de la cabeza del mismo. El jefe Shuar se encarga de hacer la tzantza totalmente solo, en profunda meditación y ayuno. Los miembros de la tribu vencida pasan a ser parte de la tribu vencedora, sin que haya repudio o discriminación.
Para la reducción de la cabeza, los Shuar primero cortan la cabeza de su adversario. Luego, con un cuchillo, hacen un corte desde la nuca al cuello, tiran de la piel y la desprenden del cráneo, desechando el cerebro, ojos y demás partes blandas, además de los huesos.
El siguiente paso es meter la piel en agua hirviendo, a la que le añaden jugo de liana y otras hojas, lo cual evita el desprendimiento del cabello. Mantienen la cabeza sumergida durante unos quince minutos, ya que si lo hicieran más tiempo la cabeza podría ablandarse demasiado y posiblemente pudrirse.
A continuación, retiran la cabeza del agua; en ese momento está reducida a la mitad del tamaño original, y dejan que se seque. Una vez seca, raspan la piel por dentro para quitar restos de carne, y evitar el mal olor y la putrefacción; finalmente la frotan por dentro y por fuera con aceite de Carapa.
Después, cosen el corte realizado en la nuca, para extraer los materiales blandos y el cráneo. También cosen los ojos y la boca, quedando la cabeza como una bolsa, a la que introducen una piedra del tamaño de un puño o el volumen equivalente en arena caliente.
Finalmente, la cuelgan sobre el fuego para disecarla poco a poco con el humo, a la vez que van dando forma al cuero con una piedra caliente. En este proceso la cabeza termina de reducirse. Después, retiran la piedra o la arena y tiñen la piel de negro. Tras el proceso, la cabeza reducida termina teniendo el tamaño aproximado de un puño, es decir la tercera o cuarta parte de su tamaño original.
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