No Les Votes por la corrupción

La Corrupción es el cáncer del Desarrollo

La iniciativa No Les Votes, un hervidero constante de iniciativas y propuestas, como ha escrito Enrique Dans, ha publicado su segundo comunicado o “manifiesto”. Una auténtica declaración civil contra la corrupción, un llamamiento a la pacífica revuelta electoral. Una revolución de domingo con fecha 22 de Mayo.

NoLesVotes señala a los tres partidos que aprobaron la Ley Sinde. Las tres formaciones políticas que en palabras del abogado Carlos Sánchez Almeida “acumulan más cargos públicos acusados de corrupción (y que) son las que han vendido una vez más la independencia de la Red española”. Por eso NoLesVotes ha dado un paso al frente con este nuevo manifiesto. Era lógico, la revolución global de la generación red lo es contra los abusos del poder. Los enemigos de la libertad son siempre los cómplices de la corrupción, que quieren tapar.

#nolesvotes: de protesta por la Ley Sinde a denuncia sobre la corrupción política, publica ahora mismo el diario El Mundo como noticia de portada. Sí, es una revuelta al alza y que no diferencia entre la corrupción y la Ley Sinde. A nadie le extrañará. Los enemigos del medio de comunicación de la gente, Internet, son los que aparecen en todas las tramas que desgastan el potencial de riqueza y prosperidad que tiene España.

La corrupción en España alcanza niveles alarmantes. No se trata sólo de los casos de corrupción urbanística, cohecho, prevaricación, etc., que afectan de manera generalizada a los grandes partidos: hablamos de corrupción en los mismos fundamentos del sistema.

En este contexto se ha asentado la alternancia perpetua de organizaciones políticas aferradas al poder durante décadas (PP, PSOE, CiU…), sin otras opciones más que aquellas necesarias para conseguir sus propios objetivos, sin permeabilidad de nuevas ideas, sin permitir la participación activa de la ciudadanía, asfixiando toda posibilidad de regeneración democrática.

La ley electoral ha sido blindada a medida de los grandes partidos al penalizar desmesuradamente la representación de las minorías. A diferencia de otros países con una democracia saludable, nuestros parlamentos no reflejan la diversidad ideológica de la sociedad española.

La partitocracia se ha profesionalizado: no llegan al poder los mejores, sino los que desde muy jóvenes se han dedicado a gestionar influencias e imponer la disciplina de la jerarquía. La voluntad de los ciudadanos es ignorada en la toma de las decisiones importantes, que son adoptadas a la medida de grupos de presión que sólo representan los intereses de minorías mediáticas o económicamente poderosas. Los anteproyectos de ley se elaboran a espaldas de los ciudadanos, manipulando la información y dando por buenos estudios e informes fraudulentos.

El único resquicio de participación que nos dejaron son las convocatorias electorales. Pero en cada una de ellas los partidos mayoritarios recurren a listas cerradas y bloqueadas, a la campaña del miedo, a pedir el “voto útil” para que no gane el adversario con el que se alterna en el poder. Pese a que la sociedad española considera a los políticos el tercer problema del país, se vuelve una y otra vez a votar a los mismos: a políticos que gobiernan aislados de la ciudadanía, y con la intención de mantener esa situación indefinidamente.

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