Del 4 al 6 de mayo de 2.010 se celebró en Frascati (Italia), el Internacional Workshop on the Scientific Approach to the Acheropoietos Images, en la sede del Centro de Investigaciones del ENEA (Agencia Nacional para las Nuevas Tecnologías, la Energia y el Desarrollo – http://www.enea.it). A lo largo de esos tres días se presentaron numerosas ponencias, debates y experimentos llevados a cabo por un nutrido grupo de científicos y especialistas de todo el mundo (48 científicos procedentes de 16 países). Su objetivo era el de arrojar algo de luz sobre uno de los enigmas que, en pleno siglo XXI, continúa sin una clara respuesta. Nos referimos a los «acheiropoietos», imágenes que según la etimología griega, hacen referencia al término “no hecho con la mano”, en definitiva, no pintadas por la mano del hombre.
Centro de Investigación del ENEA (Agencia Nazionales per le Nuove Tecnologie l’Energia e lo Sviluppo) en la ciudad italiana de Frascati (nº 45 de la Vía E. Fermi)
Son varios los ejemplos existentes de estas imágenes, monopolizadas prácticamente por el ámbito religioso, como sería el caso de La Virgen de Guadalupe plasmada sobre la tilma del indio Juan Diego, o los numerosos casos repartidos por medio mundo y denominados con el nombre de “Santo Rostro o Santa Faz”, quizá el más famoso sea el conocido como Sudario o Pañolón de Oviedo. Pero con toda certeza ningún «acheiropoietos» tan polémico y popular como el expuesto al público durante las mismas fechas en las que se desarrolló el congreso científico al que estamos haciendo referencia, La Sábana Santa de Turín.
Exactamente ubicada en la Catedral de San Juan Bautista, es una pieza de lino de 4,41 metros de longitud y 1,13 de anchura (aunque ha padecido numerosas restauraciones que la han hecho aumentar ligeramente de tamaño), donde se aprecian las imágenes en negativo fotográfico de la parte frontal y dorsal del cuerpo de un hombre barbado, con marcas y traumas físicos propios de una crucifixión que hipotéticamente, se correspondería con la figura de Jesucristo. En un estado raído y amarillento, con numerosas manchas, entre ellas de sangre, y por zonas incluso quemada, la tradición de la Iglesia Católica señala a la Síndone como, el lienzo o sábana en la cual José de Arimatea, el tío-abuelo de Jesús, con la ayuda de Nicodemo, un rico fariseo miembro del “sanedrín”, envolvieron y amortajaron el cuerpo de Jesús tras fallecer en el Calvario o Gólgota, un monte situado a las afueras de la ciudad de Jerusalén, tras conducirlo a un sepulcro propiedad de José de Arimatea, en el que posteriormente dieron sepultura y cerraron el acceso a su interior con una enorme roca. Es desde este mismo sepulcro que Jesús resucita tres días después de su muerte (ver Mateos 28, Marcos 16, Lucas 24 y Hechos 10:40).
Cuando la madre de Jesús, acompañada de la Magdalena, la Madre de Jacob y Salomé se dirigían al sepulcro con aceites aromáticos para ungir el difunto cuerpo de Jesús, y se preguntaban entre sí “…¿quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro?…” (Marcos 16), se encontraron ante un hecho inexplicable para ellas…:
“…El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: «Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite. «» Y ellas recordaron sus palabras. Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás. Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas. Pero todas estas palabras les parecían como desatinos y no les creían. Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero sólo vio las vendas y se volvió a su casa, asombrado por lo sucedido…” (Lucas 24:1-12)
¿Quiénes eran los personajes con “vestidos resplandecientes” que se encontraban en el interior del sepulcro de Jesús que aparecen en el Evangelio de Lucas?
Como dice el texto de Lucas, Pedro, tras ser avisado por las mujeres y reticente a creer lo que le habían contado, corrió a comprobarlo de primera mano y de la misma manera halló el sepulcro vacío, encontrado solo tirado en el suelo los restos de la mortaja de Jesús. Alguien sin duda, los recogió, y entre ellos la sábana o lienzo a modo de reliquia a la que venerar. ¿Es la Sábana Santa uno de los restos que encontró Pedro tirados en el suelo del sepulcro? ¿Qué sucedió durante el periodo comprendido entre el cierre del sepulcro y el hallazgo de la desaparición del cuerpo de Jesús? ¿Por qué fue visto por multitud de testigos Jesús después de su hipotética muerte? Y sobre todo… ¿quiénes eran esos dos curiosos personajes con “vestidos resplandecientes” con los que se toparon el grupo de mujeres? ¿Cuál fue su papel en toda esta historia? ¿Podrían ellos explicar cómo se formó la impresión de la figura de Jesús sobre el lienzo?
Este ejemplo de acheiropoieto, es decir “no hecho por la mano del hombre”, aunque sea una copia, se corresponde a un famoso icono que, según la tradición sostenida por Nicéforo Calisto, vendría del original que fue enviado en su momento por Cristo al rey Abgaro V de Edesa, príncipe de Osroeme. Cuenta la leyenda recogida a comienzos del siglo IV por Eusebio de Cesarea que, el rey Abgaro V, que tenía la lepra, le pidió a su archivero Hannan que le trajera a Cristo. Como Jesús no podía desplazarse, Hannan intentó, en vano, realizar su retrato. Entonces, Cristo tomó un lienzo blanco, lo aplicó sobre su Cara y sobre él quedó impresa la Cara del Señor. Posteriormente envió al Apóstol Tadeo con el lienzo a Edesa para entregárselo al rey. Cuando el rey Abgaro V vio el lienzo se curó. Popularmente a éste lienzo se le denominó Mandylion (pañuelo) aunque es una palabra griega de origen bizantino que no se aplica a otros contextos. Dice la tradición, que fue el primer icono del cristianismo. Recibió también otros nombres como el de Imagen de Edesa o el de “Tetradiplon”, que significa en griego “doblado cuatro veces”. El rastro sobre el original se perdió en el siglo XIII.
La Síndone de Turín o Santo Sudario, conocida también como la Sábana Santa, fue la protagonista indiscutible como tantas otras veces entre toda la comunidad científica concentrada en Frascati, aportándose nuevos análisis y datos que no dejaron de sorprender, una vez más, a todos los asistentes al congreso, que trataron de buscar una explicación científica a la formación de ésta imagen supuestamente «no pintada por la mano del hombre».
¿FRAUDE O REALIDAD?
Aparentemente, y dejando a un lado la cuestión de fe que conlleva el creer si la Síndone es un fraude o no, o si realmente la imagen pertenece a Jesucristo, las referencias históricas sobre su origen no son muy halagüeñas, pues no hay pruebas de que existiera como tal antes de su “primera” aparición en la localidad francesa de Lirey a mediados del siglo XIV de la mano del caballero Geoffroy de Charny, quien nunca aclaró cómo había llegado la pieza de lino a su poder. Por si fuera poco, el obispo de la ciudad de Troyes, Pierre d’Arcis, alertó a Clemente VII el “antipapa” de Aviñon (no el otro Clemente VII, Papa nº 219 de la Iglesia Católica, de 1.523 a 1.534) del origen fraudulento del sudario. El propio D’Arcis escribió en 1.389 una carta en la que le explicaba que su antecesor en el cargo, el obispo Henri de Poitiers, había descubierto quién había pintado la sábana (aunque no citaba el nombre del artista), además de como los canónigos de Lirey simulaban milagros ante multitud de peregrinos incautos, de lo que presentaban como la “genuina mortaja de Cristo”. A pesar de ello, Clemente VII, que fue elegido Papa por los cardenales franceses que se oponían a Urbano VI de 1.378 al 1.394, originando el conocido como Cisma Occidental, autorizó en enero de 1.389 la exhibición a los creyentes de la tela con, eso si, entre otras condiciones la de que se advirtiera muy claramente de que «la figura o representación no era el verdadero Sudario de Nuestro Señor, sino que se trataba de una simple recreación artística».
Retrato de Roberto de Ginebra (1.342 – 1.394), que fue elegido papa por parte de los cardenales franceses que se oponían a Urbano VI, con el nombre de Clemente VII. El cisma originado dentro de la iglesia y conocido históricamente con el nombre de Cisma Occidental, le conllevó el apelativo del “antipapa”. Autorizó en 1.389 la exhibición pública de la Síndone.
A pesar de todo ello, la Síndone o Santo Sudario fue tomando auge popular progresivamente a lo largo de los siglos posteriores hasta llegar a nuestros días rodeada de la misma aura de misticismo y misterio que entonces. Y si ya en sus inicios se puso más que en duda su autenticidad, tampoco en el presente ha recibido excesivas muestras de apoyo, máxime cuando en 1.988, previa autorización del Vaticano, se realizaron por parte de tres prestigiosos laboratorios de Gran Bretaña (Universidad de Oxford), Suiza (Instituto Federal de Tecnología) y EE.UU (Universidad de Arizona) las primeras dataciones por radiocarbono (carbono 14), siendo publicados los resultados en la revista Nature. Los tres laboratorios arrojaron datos muy similares, auto-concediéndose un margen de fiabilidad del 95% y datando la sábana entre los años 1.260 y 1.230, con lo cual se deducía que, jamás pudo envolver el cuerpo de Jesucristo ni el de ningún otro personaje en el siglo I.
Arriba en primera instancia, una representación artística donde aparece la Síndone y de como se supone que fue amortajado Jesús.
Abajo , el negativo del frontal de la Síndone, con la inconfundible imagen de un hombre barbado identificado por la tradición cristiana con la figura de Jesús de Nazaret. Parece ser, según algunos estudios, que se podrían incluso distinguir dos monedas romanas del siglo I sobre los ojos del cadáver, algo muy característico en los entierros en palestina de aquella época.
Sin embargo, todos estos datos tampoco terminaron por derrumbar el “mito” de la Sábana Santa. Y ya no solo por parte de los creyentes, lógico por otro lado, dado que la fe no obedece a razones, sino por parte de muchos estudiosos que no terminan de ver lo suficientemente claro la “abundante” cantidad de pruebas, tanto históricas como modernas que señalan a que el Santo Sudario no es más que un fraude del siglo XIV que sirvió, y sirve en la actualidad también, para atraer pingues beneficios (durante los 44 días de la última exposición, algo más de dos millones de personas desfilaron ante la Sábana Santa, donde desde las 6:30 de la mañana se formaban filas kilométricas para llegar a la Catedral de San Juan Bautista, algo que es muy agradecido por parte de los comerciantes en Turín).
¿Por qué entonces si las pruebas parecen ser tan evidentes, entre la propia comunidad científica aún siguen planeando serias dudas?
ASUNTO NO CERRADO
Si bien los sectores científicos más ortodoxos dieron por zanjado el asunto tras lo publicado en Nature, circunscribiendo el asunto de la Síndone al terreno de la fe personal, en 1.997 un equipo de científicos dirigido por el Dr. Leoncio Garza-Valdés, especialista en microbiología de la Universidad de Texas, lograron demostrar que las dataciones de radiocarbono 14 realizadas en 1.988 por los laboratorios de las Universidades de Oxford y Arizona y el Instituto Federal de Tecnología de Suiza habían sido corrompidos o contaminados por la presencia de materiales bioplásticos de origen microbiano sobre la tela analizada, invalidando por tanto la datación efectuada en su momento. Más tarde, en 2.005, el norteamericano Raymond Rogers, químico de Los Alamos National Laboratory, University of California, llegó aún más lejos que el equipo del Dr. Leoncio Garza-Valdés, cuando afirmó que las pruebas de datación llevadas acabo en 1.988, y que habían sido el principal aval de los defensores de la hipótesis del fraude de la Síndone, se habrían realizado sobre una muestra no genuina del lienzo original, sino sobre un parche recosido del mismo y añadido más tarde. Posteriormente, otros científicos se unieron a dicha idea, como lo fueron Robert Villarreal, M. Sue Benford y Joseph G. Marino (Studies on the radiocarbon sample from the Shroud of Turin – Thermochimica Acta, Vol. 425, 2005, pp. 189-194 – «Analytical Results On Thread Samples Taken From The Raes Sampling Area (Corner) Of The Shroud Cloth»).
Está perfectamente documentado que, en 1.532, el sudario resultó dañado en un incendio en la capilla donde se guardaba. Una gota de plata fundida del relicario le dejó una marca dispuesta simétricamente entre las diversas capas de la tela doblada. Las monjas clarisas trataron de reparar el daño añadiéndole diferentes parches. Incluso se puede apreciar que también hubo daños causados por el agua usada para apagar el fuego.
Imágenes de la totalidad de la Sábana Santa de Turín (una pieza de lino de 4,32 metros de longitud por 1,10 metros de anchura). A la izquierda en su formato original y a la derecha en formato negativo, para poder así resaltar los contornos de la figura humana impresa en el lienzo.
De igual manera a nivel histórico parece ser que no todo estaría tan claro, y que sí que existirían referencias a la Sábana Santa antes de su aparición a mediados del siglo XIV, pero sería con otro nombre, el de “Mandylion” (pañuelo) o Imagen de Edesa, de las que sí existirían noticias fiables desde al menos el siglo VI e incluso desde el IV. El Mandylion, asociado normalmente a un lienzo donde según la tradición aparecía solamente un rostro, como tantas otras Santa Faz, tomo una nueva dimensión cuando apareció un documento que se creía perdido en los archivos del Vaticano, y que hacía referencia a la llegada del Mandylion a Constantinopla. El documento fue traducido en el año 2.004 por Mark Guscin (licenciado en Lenguas clásicas y Master en Latín Medieval por la Victoria University de Manchester), y en él se informaba que la Imagen de Edesa no contenía sólo la cara, sino una imagen de cuerpo entero, que se atribuía a Jesús y también mencionaba manchas de sangre de una herida en el costado. Esta nueva pista disparó una fiebre de “ratón de biblioteca” entre multitud de investigadores, llevando posteriormente al descubrimiento de nuevos documentos en el mismo Vaticano y en la Universidad de Leiden (la Universidad más longeva de los Países Bajos, considerada como tal desde el año 1.575) que confirmaban la hipótesis de la existencia de la Sábana Santa al menos desde el siglo VI. Curiosamente, se pierde toda referencia documental al Mandylion o Imagen de Edesa a finales del siglo XIII, apareciendo en escena a mediados del siglo XIV la Síndone, si bien existen otros “mandylion o pañuelos” incorporados posteriormente a la iconografía popular que nada tienen que ver con el original.
¿Es la Imagen de Edesa o Mandylion el “eslabón perdido” a nivel de documentación histórica que faltaba a los defensores de la autenticidad de la Sábana Santa de Turín? ¿Son el Mandilyon y el Síndone el mismo sudario?
LA GRAN DUDA
Junto a las investigaciones ya citadas, existe otra gran cantidad de ellas capaz de satisfacer toda clase de especulaciones tanto a favor como en contra (todos ellos por grandes especialistas de renombre mundial), y que por su número y complejidad técnica preferimos omitir, y que hacen siempre referencia al supuesto ser humano reflejado sobre el lienzo, destacando especialmente todos aquellos estudios de tipo médico, biológicos y anatómicos, estudios pictográficos y artísticos, en técnicas fotográficas, análisis químicos y físicos, en dataciones radiométricas, análisis de tipo microbiológico y bacteriológico, estudios históricos, trabajos en palinología, hematologia, etc, etc…. . Del mismo modo existen también otra gran cantidad de hipótesis que tratan de establecer el origen y causa de la Síndone, así como de quién es realmente el personaje impreso sobre el lienzo. Toda esta información, en definitiva, es fácil de localizar, estudiar y analizar en multitud de publicaciones, tanto a nivel papel como en la red, y es por ello que no la vamos a exponer aquí detalladamente.
Independientemente de defender la validez o el rechazo de determinadas investigaciones, independientemente también de entrar a discutir las distintas hipótesis esgrimidas por multitud de investigadores, y por tanto y ante todo, mucho antes de emitir cualquier consideración a favor o en contra de un posible fraude, existe una gran duda que ha hecho enormemente atractivo a ojos de cualquier investigador la Sábana Santa de Turín, y cómo no, también para los interesados en la paleoastronáutica, y la razón no es otra que la de preguntarse el por qué nadie ha sido capaz de reproducir en pleno siglo XXI, la imagen reflejada sobre el lienzo. Nunca antes el hombre de ciencia había tenido a su disposición tan elevado número de herramientas tecnológicas como de las que ahora, en los albores del presente siglo, puede hacer gala. Nunca jamás se ha llegado a almacenar tantos conocimientos científicos y albergar información sobre las distintas disciplinas de la ciencia y el saber humano como en los tiempos que nos ha tocado vivir.
Entonces, si todo esto es así, ¿cómo es posible que un fraude cometido en el siglo XIV pueda pasar por alto sin ser probado como tal y por unanimidad de la ciencia actual? ¿Con qué tipo de técnica “no comprendida o detectada” en la actualidad, logró un artista de finales del medioevo “dibujar” la figura de un ser humano sobre un paño de lino?
La última muestra de la Sábana Santa se realizó hace diez años, con motivo también del Año Santo Jubilar y de las celebraciones del nuevo milenio, aunque durante este tiempo en el que ha permanecido oculta al público no han cesado las investigaciones y estudios para probar su verdadero origen.
Insistimos en no entrar en polémicas de fe, ni siquiera tampoco en discusiones técnicas y científicas, comprensibles solo para unos pocos expertos. Muchos son los informes que en un sentido y en otro se han barajado en torno a la Sábana Santa de Turín, pero, el hecho incuestionable, la particularidad única de esta pieza, repetimos una vez más, es la imposibilidad de reproducirla artificialmente en cualquier laboratorio del mundo con las técnicas que tenemos hoy a nuestro alcance. Y es ante éste mismo hecho que, no nos queda más remedio que cuestionarnos uno de los dogmas al que nos hemos referido anteriormente: el de si nunca antes el hombre de ciencia había tenido a su disposición tan elevado número de herramientas tecnológicas como de las que ahora tiene al alcance de su mano, y de la misma manera si nunca jamás se ha llegado a almacenar tantos conocimientos científicos.
¿Es exagerado el llegarse a plantear semejantes dudas? Juzguen ustedes mismos… …
CONCLUSIONES
Regresando de nuevo al comienzo del presente artículo, y a las tierras del Lacio donde se encuentra la ciudad de Frascati, a escasos 20 kilómetros de la eterna Roma, que fue donde dejamos a nuestros hombres de ciencia por última vez discutiendo en la sede del Centro de Investigaciones del ENEA sobre los «acheiropoietos», el propio director de esta prestigiosa institución italiana, el profesor Paolo Di Lazzaro, afirmaba rotundamente acerca del Santo Sudario que: «…De momento, no ha sido posible reproducirla con ninguna técnica a contacto»,ya que, si bien macroscópicamente puede que no se notaran las diferencias, éstas resultan evidentes cuando se observa el tejido a nivel microscópico…».
Di Lazzaro explicó las conclusiones del estudio, que han durado cuatro años y cuyo objetivo era descubrir el modo en que fue realizada la enigmática imagen de la Sábana Santa de Turín , la tela que según la tradición, cubrió el cuerpo muerto de Jesucristo después de la crucifixión. Sus afirmaciones también fueron muy significativas en cuanto que, siempre según su opinión, los últimos descubrimientos sobre la Sábana Santa realizados por los científicos de la Agencia Nacional para las Nuevas Tecnologías, la Energía y el Desarrollo de Italia (ENEA): «…no se contradicen con la teoría de la Resurrección de Jesucristo, aunque éste es un ámbito del que no podemos ocuparnos como científicos…”.
El Profesor Paolo Di Lázaro junto a otros colegas en el Centro de Investigación del ENEA.
Lo verdaderamente sorprendente para Di Lázaro y el resto de científicos, ha sido el constatar que la imagen reside en la «profundidad de la coloración», que fue impresa de modo muy superficial, únicamente en los estratos más externos del tejido, algo impensable para una simple brocha o pincel impregnados en pintura. Después de observarla bien, el equipo del profesor Paolo Di Lazzaro se percató de que: «…la imagen de la Sábana Santa se parecía a las que realizan algunas industrias textiles a través del láser…», por lo que decidieron investigarlo. Tras años de experimentación, el equipo del profesor consiguió, por primera vez: «…colorear un tejido de lino con el mismo sutil espesor con que fue coloreada la Sábana Santa a través de impulsos de luz ultravioleta extremadamente breves pero muy intensos emitidos con un láser especial…». Pero a pesar de todo ello, los miembros del ENEA sólo consiguieron reproducir una parte pequeña de la Sábana Santa, ya que…, «…para colorearla entera serían necesarios 14.000 láseres, algo que por el momento es imposible…», admitió resignado di Lázaro. Sin embargo, esto no ha quitado valor al descubrimiento, con el que, al menos…,«…ha sido posible indicar el mecanismo físico que podría haber estado en el origen de la imagen…», matizaba finalmente el profesor.
¿Fue acaso el “mecanismo físico” que pudo haber originado la imagen del paño un “láser especial”? ¿Conocían los contemporáneos de Clemente VII los impulsos de la luz ultravioleta? ¿Había tecnología láser a comienzos del siglo I o en su defecto en el siglo XIV? Por tanto preguntamos de nuevo; ¿es exagerado el llegar a plantearse la posibilidad de la existencia de sofisticadas tecnologías más propias del siglo XXI, hace más de 1.000 ó 2.000 años?
Como han reconocido científicos italianos, el intento más aproximado para reproducir los “dibujos” y formas que aparecen sobre la Sábana Santa, ha sido gracias al uso de la sofisticada tecnología del láser. Un láser, de la sigla inglesa LASER: Light Amplification by Stimulated Emission of Radiation (amplificación de luz por emisión estimulada de radiación) es básicamente un aparato que hace que un rayo de luz con una determinada energía (con un enlace a el color de la luz) sea amplificado y vaya en la misma dirección que el rayo incidente. De modo que, haciendo incidir sobre el láser un poco de Luz, con una cierta potencia, podemos conseguir un haz de luz de una potencia mucho mayor.
Pues parece ser que a algún sesudo científico no le ha quedado más remedio, aunque sea de forma indirecta, y a falta de explicaciones de los dos extraños testigos de “vestidos resplandecientes” que nos narra el Evangelio de Lucas, que la de llegar a plantearse tan conflictivas cuestiones, y si no, que se lo pregunten a los miembros del Centro de Investigaciones del ENEA. Ante estás vicisitudes y después de oír hablar a un científico de “14.000 láseres”, me van a permitir ustedes que el desentrañar si la Síndone es un fraude del siglo XIV o con todos mis respetos para los creyentes, si la imagen representada es la de Jesucristo o cualquier otro individuo…, no son más que cuestiones menores.