Publicado por Juan Carlos Jiménez
El descubrimiento tiene implicaciones para el futuro, cuando el Sistema Solar eventualmente se tope con otras nubes similares en el brazo de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Los astrónomos han bautizado a la nube por la que estamos pasando ahora como “Nube Interestelar Local” o “Local Fluff” (”Pelusa Local”), para abreviar. Tiene alrededor de 30 años luz de extensión y contiene una mezcla tenue de átomos de hidrógeno y helio a una temperatura de 6.000 C.
El misterio existencial de “Pelusa” tiene que ver con su entorno. Hace unos 10 millones de años, un grupo de supernovas explotó cerca, creando una burbuja gigante de gas de millones de grados. La nube Pelusa está completamente rodeada por los gases de alta presión que brotaron de las supernovas y debería ser aplastada o dispersada por ellos.
“La temperatura observada y la densidad de la nube local no da la suficiente presión para resistir la acción de aplastamiento del gas caliente a su alrededor”, dice Opher. Entonces, ¿cómo sobrevivió Pelusa? Las Voyager han encontrado una respuesta.
“Los datos de Voyager muestran que la nube Pelusa está mucho más fuertemente magnetizada que lo que nadie había sospechado antes: entre 4 y 5 microgauss”, dice Opher. “Este campo magnético puede aportar la presión extra que se requiere para resistir a la destrucción”.
Las dos sondas Voyager de la NASA han estado corriendo hacia afuera del Sistema Solar durante más de 30 años. Ahora están más allá de la órbita de Plutón y a puntoi de entrar en el espacio interestelar, pero no están allí todavía. “Las Voyager no están, en realidad, dentro de la Pelusa Local”, dice Opher. “Pero se acercan y se puede sensar lo que es la nube al acercarse”.
La Pelusa se mantiene a raya más allá del borde del Sistema Solar por el campo magnético del Sol, que es inflado por el viento solar en una burbuja magnética de más de 10.000 millones de kilómetros de extensión. Llamada la “heliosfera”, esta burbuja actúa como un escudo que ayuda a proteger el Sistema Solar interior de los rayos cósmicos galácticos y de las nubes interestelares. Las dos Voyagers se encuentran en la capa más exterina de la heliosfera, o “heliopausa”, donde el viento solar es frenado por la presión del gas interestelar.
La Voyager 1 entró en la heliopausa en diciembre de 2004, la Voyager 2 la siguió casi 3 años después, en agosto de 2007. Estos cruces son claves para el descubrimiento de Opher et al. El tamaño de la heliosfera es determinado por un equilibrio de fuerzas: el viento solar infla la burbuja desde el interior, mientras que la Pelusa Local comprime desde afuera. El cruce de las Voyager dentro de la heliopausa revelaron el tamaño aproximado de la heliosfera y, por lo tanto, la cantidad de presión que ejerce la Pelusa Local. Una parte de esa presión es magnética y se corresponde con los ~5 microgauss que el equipo de Opher ha informado en Nature.
El hecho de que la Pelusa esté fuertemente magnetizada significa que las otras nubes en el vecindario galáctico también podrían estarlo. Eventualmente, el Sistema Solar se encontrará con alguna de ellas, y su fuerte campo magnético podría comprimir aún más la heliosfera con respecto a lo que está comprimida ahora. Una compresión adicional podría permitir que más rayos cósmicos alcancen el interior del Sistema Solar, afectando el clima terrestre y la capacidad de los astronautas de viajar con seguridad a través del espacio. Por otro lado, los astronautas no tendrían que viajar tan lejos, porque el espacio interestelar estaría más cerca que nunca. Estos eventos se juegan en escalas de decenas a cientos de miles de años, que es el tiempo que tarda el Sistema Solar para pasar de una nube a la siguiente.
“¡Puede haber una época interesante por delante!”, dice Opher.
Fuente: NASA
Quantum opina:
El cientifico ruso Alexey Dmitriev lo había explicado desde hace tiempo y viene alertando de lo que posiblemente pueda suceder. Según este científico, avanzamos hacia una nube de energía con consecuencias impredecibles. En otras palabras: “ El aumento de la actividad solar es un resultado directo de los crecientes flujos de materia, energía e información que experimentamos a medida que avanzamos hacia la nube de energía interestelar. El Sol sufre nuevas exigencias y nosotros experimentamos el impacto de esas exigencias en nuestro propio planeta.”
“Existen evidencias totalmente inequívocas y confiables de este fenómeno”, advierte Dmitriev. Y concluye: “Los efectos en la Tierra (del paso hacia una nube de energía interestelar) se encuentran en la aceleración del desplazamiento de los polos magnéticos, en la distribución vertical y horizontal del contenido de ozono, y en el aumento de la frecuencia y la magnitud de significativos acontecimientos climáticos catastróficos. La respuestas adaptativas de la biosfera y de la humanidad a estas nuevas condiciones pueden generar una revisión total y global de la gama de especies y de la vida en la Tierra”.
El trabajo del Dr. Alexey Dmitriev lo hemos publicado desde hace unos días y aprovechamos para anexar los mismos como una forma de dar a conocer sus estudios acerca de los cambios cosmológicos que se nos vienen encima. NASA reconoce por fin la existencia de la Nube Cósmica.