Los chiítas son una de las corrientes internas del Islam y por ser la heterodoxa y minoritaria ha sido marginada, formando sus fieles en las clases populares, excepto en Irán, donde son mayoría y donde en 1979 pudieron instaurar bajo el liderato del Imán Jomeini una república islámica siguiendo las directrices islámicas del chiísmo, algo que permitió que este movimiento religioso poco conocido pasase a ser del conocimiento del público.
El chiísmo apareció cuando en el año 656, Alí, primo y yerno del profeta Mahoma, se opuso a la sucesión sostenida por la aristocracia mercantil de La Meca. Después de enfrentamientos, se llegó a una negociación, pero en el 661, murió asesinado por sus enemigos. Los opositores a la línea oficial de los omeyas se posicionaron en las filas del chiíssmo. Sin embargo, en el 680, Husseín, descendiente y heredero de Alí, murió en la derrota de Kerbala, ante las tropas oficiales del Islam. En el 750, los abasidas que habían aglutinado a todos los opositores al régimen omeya consiguieron la victoria y erigir su califato en Bagdad. El último omeya se refugió en España y fundó el emirato de Córdoba, posteriormente, también califato. Entretanto, los chiítas creían en un mesianismo, en la vuelta de El Madhi, último Imán desaparecido, quien a su vuelta instauraría el reinado de la justicia y de la paz. En espera de ese momento, los chiítas a diferencia de los ortodoxos sunnitas, que son la mayoría de los musulmanes del mundo y que tienen en el consenso una de sus costumbres, los chiítas se rigen bajo la autoridad del imán, un guía infalible, que ejerce de juez en las cuestiones teológicas y jurídicas del Corán. Estos jueces que ejercen de guías son los que producen la impresión de tener clero, cuando el Islam no tiene sacerdotes. Son expertos, pero no hombres consagrados por Dios para ejercer su ministerio.
El chiísmo no es homogéneo, en su historia ha tenido divisiones a su vez que han llevado a la parición del ismailismo y el zaidismo, algunos de los cuales tuvieron el gobierno en algunos países, como Egipto, cuando el imperio árabe se fracturó y desapareció debilitado por sus tensiones internas. En 1501, el chiísmo se convertía en la religión oficial de Irán siendo el país persa, el baluarte de esta religión. Sin embargo, el influjo estaba cortado por no ser de etnia árabe y no tener buenas relaciones con los representantes sunnitas, árabes en un primer momento, los turcos otomanos posteriormente. Las dinastías de los Qajar y después de los Pahlavis mantuvieron la oficialidad del Islam chiíta como religión de Estado.
Cuando la crisis de 1979 que llevó al derrocamiento del Sha y la instauración del régimen teocrático la influencia exterior del chismo subió enteros, pero provocó problemas. En el Líbano, la creencia chiíta es de un 35% de la población y su milicia Amal, que defendía los derechos de los miembros de esta comunidad, una de las pobres del país de los Cedros, causó que tuviese una disidencia, Hezbollah, el partido de Dios, subvencionado y sostenido por Irán, quienes mantienen una guerra con Israel en el sur del país y apoyan la política exterior del país persa.
Al mismo tiempo, en Siria, los alauitas, una secta proveniente del mundo chiíta y que aglutina al 10% de la población siria reúne a la clase dirigente baasista del país por la pertenencia a la misma del presidente Hafed el Sadad, quien a pesar de la similitud ideológica con el régimen iraquí, los sirios siempre han mantenido su alianza con los persas chiítas. Por otro lado, en Pakistán, el 20 % de la población es chiíta, proveniente de los refugiados musulmanes indios que en la instauración de la independencia de la India causó la partición del país en dos Estados por la confesión religiosa. En la parte pakistaní, mayoritaria musulmana, tuvo que dar alojamiento a multitud de personas de etnias y culturas diferentes, pero musulmanas. Entre ellos, muchos chiítas llegaron, pero en la actualidad, el peso del creciente fundamentalismo sunnita surgido contra el comunismo soviético y el hinduismo indio, también los ha enfrentado con las minorías del país. Los cristianos sufren esta presión, siendo un 1%, casi 2 millones de personas y contando con el martirio de un obispo el año pasado, acusado falsamente de suicidio. Pero la minoría chiíta esta llevando por su mayor volumen un gran castigo de atentados a sus mezquitas, donde varios de sus miembros han sido asesinados.
La opresión y los ataques a una minoría religiosa como la chiíta que siempre a estado discriminada en el mundo islámico, propició con la aparición del fundamentalismo jomeinista que se convirtiesen en militantes entregados dispuestos a todo, incluso al sacrificio personal. Unicamente la convivencia y la experiencia que los chiítas están pasando en Pakistán y Afganistán, sirvan de lección a los iraníes para un trato más igualitario a los católicos persas que desde antes que Europa fuese cristiana, ya lo eran.