Por Débora Goldstern
Los períodos de descompresión relativamente prolongados convertían la labor de los buceadores en una película en “ralentisseur”. No obstante, el resultado de las investigaciones justificaba el esfuerzo: se encontraron siete edificaciones de unos cinco metros de ancho y diez de largo cada una, veintidós muros paralelos y finalmente la calle empedrada, todo esto unos ocho metros debajo del espejo del lago Titicaca.
Para la investigación de Tiahuanaco este hallazgo es de fundamental importancia porque señala que alguna vez el nivel del agua debió ser, cuando menos, ocho metros menor que en la actualidad, o acaso aún mucho más”.
Según Simone Waisbard, en “Tiahuanaco: diez mil años de enigmas incas”, “en Francia, algunos meses después, Ramón Avellaneda mostró su película y el informe detallado de sus buceos al comandante Cousteau que preparaba una nueva odisea marina a través de los océanos.
Una expedición científica de mayor importancia que la “Fer Lance”, que disponía de los medios más modernos, permitiría el estudio profundo de las reglas aún inexactas de la fisiología de buceo a gran altura. Además, quizá sería posible averiguar algunos de los misterios arqueológicos escondidos en el fondo del lago más “alto” del mundo.
El equipo Cousteau aprovecharía así el viaje de la Calypso en los mares exóticos para atracar en el puerto peruano de Mollendo, en el Pacífico, a novecientos kilómetros al sur de Lima. Un tren de los Andes le esperaría a disposición de diecisiete franceses que formarían la expedición y de varios técnicos y sabios norteamericanos que se unirían a ellos. El profesor Harold Edjerton llevaría consigo un sonar diseñado especialmente para informar por medio de una gráfica cuáles son la profundidad y la composición del lecho del lago. Del lado francés, los técnicos que miden la profundidad, la sedimentación de los terrenos, la calidad de las rocas, la biología y los orígenes del Titicaca. Hombres-rana y camarógrafos especializados les acompañarían en aquella misión.
¡El material perfeccionado de Cousteau pesa treinta toneladas! Comprende dos pequeños submarinos “de bolsillo” llamados también “pulgas de mar” o “platillos sumergibles”. De una longitud de tres metros por un metro “Ochenta de ancho, los S.P. 500 han sido fabricados por los talleres franceses de Sud-Auiation, Pueden descender a quinientos metros de profundidad, es decir, más de lo que se necesita.
La llegada de los especialistas franceses y otros extranjeros, moviliza a la prensa boliviana y peruana. Los periodistas y la gente se sienten muy decepcionados porque no averiguan nada de los resultados obtenidos por el equipo Cousteau que guarda un silencio absoluto…
El comunicado oficial, impacientemente esperado, no enseña nada a nadie. Establece nada más la satisfacción del comandante Cousteau en cuanto al estudio técnico realizado en el fondo del Titicaca.
Los buzos han llegado a trescientos metros de profundidad. Han podido calcular “la importancia de la presión, reducida de setenta y cinco a ochenta por ciento en relación con lo normal”.
El informe indica además, que actualmente se sabe que las posibilidades de un hombre-rana “disminuyen a esa altitud en un veinticinco a treinta por ciento, en comparación a las que cuenta a sumergirse en el mar”.
Pero … ¿y las “ciudades sumergidas” del lago Titicaca? ¿Y los restos filmados por Avellaneda a raíz de su exploración precedente, que han inducido a ir al equipo francés?
Lacónico, decepcionante, concluye el informe: “En cuanto al tema de la búsqueda de restos arqueológicos, no se han encontrado nada en este dominio, pero es posible que existan tales ruinas, empotradas en la capa de cieno que tapiza el fondo del lago y que tiene treinta cuatro metros de espesor”.
Lo negado por Cousteau en su momento, cuarenta años después le dió la razón al argentino. Justa es su reivindicación.
Notas:
[1] La expedición también se conoció como Fer de Lance (punta de lanza en idioma francés). Contó con el apoyo “financiero del periódico argentino “Clarín” y la Federación Argentina de actividades submarinas”. Véase: Waisbard, Simone. Tiahuanaco: diez mil años de enigmas incas. Santiago de Chile: Diana, 1987.
[2] “Igor Malinowsky había marcado minuciosamente en un mapa la posición de las ruinas consideradas por un “buzo norteamericano” como las de la ciudad sumergida de Chiopota. Ramón Avellaneda, con la idea de repetir la hazaña, organizó una expedición que permitía al mismo tiempo estudiar por vez primera los efectos de la sumersión humana de gran altitud, es decir, en condiciones anormales y también hacer el estudio hidrográfico y técnico del lago Titicaca, que era algo que nunca se había intentado”. Op. Citada.
[3] “En Bolivia, los escépticos callaban, los sabios se inclinaron, por fin, con los ojos abiertos, Las ruinas descubiertas por el diplomático argentino pertenecen a la civilización megalítica más ano tigua del Altiplano de Collao. Indudablemente han precedido a la famosa Tiahuanaco y su grandiosa Puerta del Sol. ¿Pero a quiénes corresponden? El profesor Rubén Vela, del Instituto Arqueológico de Tiahuanaco, emitió una hipótesis: “Estas ruinas tienen un carácter sagrado. La construcción hace pensar en un templo lacustre que habría constituido el punto de reunión de una gran peregrinación religiosa muy importante”. Op. Citada.
http://veritas-boss.blogspot.com.es/2012/11/las-ruinas-sumergidas-parte-2.html