Stanislav Petrov en la actualidad.
El 25 de septiembre de 1983 pudo ser el día del fin de la vida en la Tierra. La Guerra Fría estaba en su máximo apogeo y la tensión entre EEUU y la URSS era si cabe aun más grande, tras el derribo de un avión civil surcoreano por parte de cazas soviéticos, con algunos americanos a bordo, y con un balance de 269 muertos. En ese contexto, Stanislav Petrov, teniente coronel de la Fuerza de misiles estratégico del Ejercito ruso, se encontraba al mando del bunker Serpukhov-15 en Moscu, desde donde se monitorizaban los cielos soviéticos.
El protocolo indicaba que sí se registraba una amenaza en forma de misil nuclear hacia posiciones de la URSS, el oficial al mando debía inmediatamente ordenar un primer contraataque contra suelo americano e informar a las autoridades. Esa noche se hizo realidad. El ordenador captó lo que identificó como un misil militar lanzado desde EEUU con dirección a Moscú. Petrov estaba sustituyendo a un compañero esa noche, pero tuvo que hacer frente al incidente.
A pesar de la alarma que se apoderó del bunker, su primera reacción fue de escepticismo. Si Estados Unidos decidía lanzar un ataque, era poco probable que lo hiciera con un solo misil y dando la oportunidad al enemigo de responder. Podía ser un error informático, -el radar ya había fallado antes- así que ordenó suspender la alarma que hubiera lanzado el contraataque y esperar. Pero minutos después, el ordenador informó de un segundo misil, luego de un tercero, un cuarto y un quinto.
Petrov seguía teniendo dudas, pero la presión para que respondiera alcanzó límites extremos. Podía elegir entre seguir su instinto que le indicaba que se trataba de un error, asumiendo que si se equivocaba podían morir miles de rusos en su propio país, o lanzar la respuesta nuclear hacia suelo americano que ordenaba el protocolo estratégico. Optó por lo primero, y cuando pasaron los minutos y fue evidente que había tenido razón, se dieron cuenta de que posiblemente habían evitado la tercera guerra mundial y un posible holocausto nuclear.
La investigación reveló que el error se debió a un rarísimo alineamiento de rayos solares y nubes que los ordenadores interpretaron como un misil. Petrov sin saberlo había salvado al mundo, pero para sus superiores militares había desobedecido el protocolo de seguridad poniendo en riesgo a sus compatriotas. Además había dejado en mal lugar al sistema. Así que le jubilaron anticipadamente dejándolo con una pensión de 200 dólares al mes y mantuvieron el incidente en secreto hasta 1998.
Años después cuando por fin se conoció la historia, Stanislav Petrov recibió reconocimientos y homenajes incluso de la ONU. Aunque algunos documentos rusos aseguran que nunca un solo hombre podía haber lanzado los misiles, la mayoría de expertos en la Guerra Fría considera que el incidente de septiembre de 1983, por el contexto del momento, el paroxismo existente y los detalles de la situación, fue el instante en el que el mundo estuvo más cerca que nunca de la guerra nuclear. Sin embargo un hombre, Petrov, evito el holocausto nuclear que probablemente hubiera acabado con la vida en este planeta. Muchos lo consideran el héroe más grande de la historia, o por lo menos el mayor héroe de la historia moderna.
El incidente se conoce con el nombre de Equinoccio de Otoño, y tuvo lugar el 26 de septiembre de 1983 en Rusia. Al ser preguntado por que no había dado la alerta, Petrov contesto «La gente no empieza una guerra nuclear con solo cinco misiles».