RÍO DE JANEIRO, nov (IPS) – El adivino nigeriano baila y canta junto al sacerdote brasileño en una rueda de candomblé, una religión traída a este país sudamericano por los esclavos africanos y que ahora se intenta rescatar en su plenitud del olvido de los textos escolares, que tratan sobre la historia y la cultura nacional.
Se trata de Jokotoyé Awolade Bankole, un príncipe tribal de 55 años de Onpetu-Ogbomosó, en el sudoccidental estado nigeriano de Oyó, cultor del Ifá, un sistema adivinatorio del pueblo yoruba declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2005 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
El sacerdote del candomblé Alexander Rocha da Silva o «Alexandre de Oxossi», quien lo recibe en su terreiro (templo), es un brasileño blanco, aunque, como recuerda a IPS, «¿quién en Brasil puede decir que no tiene algo de África en su piel?».
Este país, donde más de 50 por ciento de sus 194 millones de habitantes se reconocen negros o mulatos, optó por recordar su historia europea, la «conquista» del reino de Portugal, y practicar la religión católica.
Según el censo oficial de 2010, esa religión continúa siendo la mayoritaria, pues es profesada por 64,6 por ciento de la población, seguida de la evangélica, en especial la neopentecostal, con 22,2 por ciento.
Muchos de los que se declaran abiertamente seguidores de los cultos de origen africano como el umbanda y el candomblé, que representan 0,3 por ciento de la población, practican sus ritos en la penumbra. «Todavía hay mucha discriminación, especialmente cuando alguien afirma que es de una religión africana en la escuela o en la universidad», relata Glaucia Bastos, iyanifa en el culto del Ifá.
Traída por los esclavos africanos, el candomblé fue reprimido desde los tiempos coloniales, a lo largo de la historia a veces con mayor crudeza y por ello tuvo que disfrazarse para sobrevivir.
«El candomblé no sufrió tanta influencia del catolicismo como otras religiones porque los negros siguieron rindiendo culto a sus orixás (espiritualidades) escondiéndolos debajo de santos», explicó Alexander de Oxossi a IPS.
La persecución de las religiones afrobrasileñas continuó abiertamente hasta más de la mitad del siglo XX, en particular a través de las llamadas «comisarías de costumbres».
Bastos, una mulata de padre portugués pero que se define africana «por el árbol genealógico de su madre», cuenta a IPS que «hasta hace 27 años me gritaban en la calle «macumbera», una palabra de origen africano usada de modo peyorativo que equivale a «practicante de magia negra».
Edna Teixeira de Araujo también recuerda a IPS que hasta 1970, más o menos, el candomblé era practicado en el fondo de las casas de samba (ritmo musical afrobrasileño). «Se hacía una rueda de samba en frente y el candomblé atrás para esconderlo», detalla a IPS esta vecina que, como otras participantes del festejo en honor a Bankole, viste un traje de gala yorubá-nigeriano.
Los tiempos cambiaron y la ley federal 7.716, en la cual se estableció que la intolerancia religiosa es racismo, no permite más esas demostraciones abiertas de prejuicio.
A ello se agregó en 2007 la instauración del Día Nacional de Combate a la Intolerancia Religiosa», que se celebra cada 21 de enero en homenaje a Mãe Gilda, una sacerdotisa del candomblé del nordestino estado de Bahía que murió en 2000 por complicaciones cardíacas debido a las persecuciones religiosas de que fue víctima por parte de iglesias neopentecostales.
Pero pese a los avances, los seguidores de las religiones afrobrasileñas se sienten todavía perseguidos.
«Hasta hoy cualquier problema que ocurre dicen que es por un mal que hizo el candomblecista o umbadista», cuenta De Araujo.
Bankole, procedente de una región nigeriana diezmada por el tráfico negrero hace poco más de un siglo, viajó a Brasil para ayudar a construir el respeto por la religión afrobrasileña.
Con la mediación de un traductor, Bankolé explicó a IPS que, con la esclavitud, muchos africanos de diversas partes de ese continente mezclaron o perdieron sus costumbres en Brasil, entre otras esa lengua tribal y el Ifá, que hoy intenta retransmitir.
Esa fue la meta de la conferencia sobre «Memoria, ancestro e identidades en el contexto africano», que brindó el 13 de este mes totalmente en yoruba, una lengua hablada por 10 millones de personas en África.
La actividad fue promovida por la «Coordinación de especialistas en educación para las relaciones étnico-raciales», que capacita profesores para la aplicación de la ley de 2010 que obliga la inclusión de historia de África, de sus habitantes y de la comunidad negra brasileña, en todos los niveles del sistema público y privado de enseñanza de Brasil.
Pero el príncipe nigeriano es optimista al comprobar en sus viajes que muchas otras formas de la «ancestralidad africana» todavía persisten en Brasil y en otros países de América Latina, entre ellas el culto a los «orixás» (espiritualidades del candomblé).
«Y hasta el carnaval brasileño tiene una huella de la cultura africana», subraya y sonríe Bankolé.
Bastos, quien volvió a unir sus raíces a las de África al casarse con el nigeriano Ekundayo Olalekan Awe, traductor de Bankolé y de su mismo pueblo, vuelve a la metáfora de los árboles para referirse al fenómeno de la «mixigenación» cultural y religiosa en Brasil.
«El árbol es el mismo y cada uno lo plantó como quiso», resumió.
Como un árbol de diferentes raíces, la «xirê» (toque de tambores y cántico para los orixás) se mezcla en el terreiro del sacerdote o «doté» Alexander de Oxossi, y en los sabores de las comidas para ofrecer a los orixás, de Iya Rosana de Bessem, como el acarajé (plato típico del nordestino estado de Bahia).
Los trajes a la bahiana se confunden en la ronda del ritual con los «alaká» nigerianos, vestidos por las mujeres brasileñas.
Es un pedazo de África incrustado en tierra brasileña y uno de este país incrustado en África, refrescando su memoria, a la sombra de los árboles.
http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=101929
Siempre es un acierto volver a sus raíces y no olvidar nuestros orígenes, por desgracia la intolerancia nos hace el camino muy difícil y se repudia demasiadas veces lo que no entendemos por el mero hecho de tener miedo a lo desconocido.