Una colaboración de Yasmin Monsalve
Candidata al Oscar a la mejor película extranjera (2005), que se titula En tierra de ángeles. La traducción al sueco, sería literalmente Así en la tierra como en el cielo. Y cuánto mejor refleja esta fórmula el contenido de la cinta. Un director de orquesta, de fama internacional, sufre un colapso en plena actuación musical.
Su corazón se ha debilitado, y decide renunciar a su carrera de éxito. No le importa demasiado. Al contrario: está harto de vivir la música de un modo, competitivo y elitista, que no concuerda con sus más íntimos sentimientos. Anhela una música interior, del corazón, una música liberadora y libre.Decide retornar al norte, al pequeño pueblo en el que creció. A pesar de que no tuvo una infancia feliz (huérfano de padre, inadaptado en el colegio), escoge ese lugar para recuperarse. “He venido a escuchar”, le dice al pastor del pueblo, cuando se encuentran a su llegada. Un buen día decide pasarse por la Iglesia, y entrar, en plena actuación del coro parroquial. Uno de tantos coros como hay en el mundo, cargado de buenas intenciones. Le piden que lo dirija y, sin gran entusiasmo por su parte, decide hacerlo. Se da cuenta de que la música, en realidad, ha sido creada para todos, para la gente normal y corriente. Al menos, la música tal y como él la concibe. Lo que empieza siendo casi una casualidad, acaba por convertirse en una experiencia extraordinaria (religiosa, en el fondo). El coro se convierte en una familia, unida por lazos invisibles, irrompibles, espirituales. Los lazos del amor, del perdón, de la comprensión mutua, de la solidaridad profunda. Los cantantes se abren al resto, y lo que es más importante y difícil, se abren a sí mismos. El coro, y cada uno de sus componentes, adquieren vida propia. Nadie es excluido. Sólo aquellos que con su intolerancia prefieren quedarse fuera, prefieren afirmar su propia imagen, vivir del prejuicio y la sospecha, juzgar al resto. De entre las muchas verdades teológicas que se entrelazan en esta bella historia, me quedo sobre todo con la que refleja su título original. Así en la tierra como en el cielo. O sea, que entre la tierra y el cielo hay un vínculo más estrecho de lo que a veces pensamos. Lo que es bueno aquí, allí es bendecido. Y a la inversa. El reino de Dios está entre nosotros. No lo malbaratemos con una visión estrecha y raquítica.