Feli$ Navidad… ¿Hasta que los regalos duren? por Gustavo Bravo Rubio

Estamos en el mes de la tan aclamada y esperada navidad, donde seguramente habrá reuniones familiares y por supuesto la entrega de regalos, sin olvidar el “motivo”, el nacimiento de Jesús (o por lo menos es lo que suelo escuchar en diversas reuniones familiares que he presenciado), ¿sí es que aun, este es el motivo primordial? Pero ¿será que la navidad, en conjunto al mundo capitalista solo es duradera hasta que los regalos aguanten? ¿Qué hay detrás de este ritual contemporáneo de entregar regalos a los seres queridos? y sobre todo, ¿si la “felicidad” que nos impregna la cuestión material, es tan real como nos la pintan en la televisión –con comerciales de “el buen fin”– o ¿solo es buscar consumir y consumir mucho más?.

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La “felicidad” que se dibuja en la actualidad tiene mucho que ver con cuestiones monetarias, un regalo, entre más caro sea, mayor puede ser su efecto placebo de felicidad, se puede sugerir que “compramos regalos caros para nuestros seres queridos a fin de compensar el poco tiempo que les dedicamos y la falta de ocasiones para hablar unos con otros” (Bauman 2009: 17),pero cuando estos regalos se averían, generalmente la algarabía se diluye, la aparente satisfacción  es sustituida por enfado, tristeza o en el mejor de los casos lamentación acompañada de aceptación; sin duda esta relación “felicidad-tristeza” que se da cuando se compra o se obtiene un producto y la decepción cuando este ya no funciona se da en mayor medida hoy día y más si consideramos que los productos en la actualidad tiene una duración mucho menor que la que se presenciaba antes, dichos productos provienen de oligopolios Estadunidenses (o bien extranjeros), su mala calidad pude entenderse como un cambio histórico-social que ha ocurrido con la individualización que sufre el mundo actual, donde compradores y vendedores no socializan al momento de una transacción, no hay interés por el otro sujeto a la hora de la transacción. ¿Pero esta parte social tendrá que ver con la cuestión de calidad? o ¿a qué se debe que en el mundo contemporáneo la calidad sea tan deplorable? Marvin Harris se cuestiona:

¿A qué se debe la calidad, pongamos por caso, de un cesto de los indios pomo (indios nativos de Norteamérica), cuyo trenzado era tan ajustado que podía utilizarse para llevar agua hirviendo sin perder una sola gota o de una canoa esquimal de piel, con su inigualable combinación de liviandad, fuerza y facilidad de maniobra? ¿Obedece simplemente a que estos artículos se hacían a mano? No creo. Si el artesano es inexperto y torpe, el cesto o bote que construya se puede hacer pedazos tan pronto como los fabricados en serie. Más bien creo que la razón por la que apreciamos tano la etiqueta < hecho a mano > consiste en que evoca no a una relación tecnológica entre productor y producto, sino una relación social entre productor y consumidor  (2009: 24).

Estos productos realizados a mano en sociedades con una convivencia más estrecha y de equilibrio con el medio, hace que el producto lleve a un estándar alto de calidad, puesto que estas relaciones, anteriormente se daban entre amigos y familias. Un ejemplo es: “si se cose una parka (abrigo con capucha) para un marido que sale a cazar para la familia a una temperatura inferior a los 30° bajo cero, seguro que todas las costuras serán perfectas” (Harris 2009: 24 & 25), cuestión que no sucede en la actualidad, sino lo contrario “es muy difícil que la gente se preocupe de los extraños o de los productos que estos utilizan” (Harris 2009: 25).

En el mundo contemporáneo capitalista, si los productos no duran mucho tiempo sera mejor para los productores, que buscan solo vender. Así mismo, entre más rápido se pierda la satisfacción por este producto, mayor será la satisfacción del que vende, puesto que podrá vender un nuevo producto a esta persona, en un círculo vicioso donde compramos, lo disfrutamos y en un corto periodo volvemos a buscar esta satisfacción comprando otra vez, salimos perdiendo los consumidores, pues los vendedores “no desean que los compradores dediquen demasiado tiempo a disfrutar lo que han adquirido, malgastando de este modo un tiempo que podría dedicar a hacer otra escapada a las tiendas, aunque evidentemente también deben  mostrarse como un punto de venta muy fiable” (Bauman 2009: 18). Esta situación tan aviesa no viene encaminada solo a la actitud perniciosa del vendedor, sino viene acompañada de un fenómeno denominado la obsolescencia programada, el cual en términos generales, nos habla de productos que ya tiene como destino no funcionar y a la postre consumir de nuevo con productos que según el marketing tiene mayor tecnología y por ende su función es mejor que el modelo anterior. Si olvidar que ahora “las compañías tienden a elevar sus precios al mismo tiempo también tienden a reducir su calidad al mismo tiempo. Donde reina el oligopolio, los directivos poseen tanto el incentivo como los medios para compensar la apatía y hostilidad de sus empleados, y su propia ineficacia burocrática, mediante el deterioro consiente de la calidad amparada en los cambios de modelo y campañas publicitarias de cientos de millones de dólares” (Harris 2009: 39).

Queda claro que en la cuestión de calidad de los productos y en particular caso los provenientes de Estados Unidos carecen de una optima mano de obra, una solución que para muchos podría parecer utópica, seria buscar una relación de nuevo entre productor y comprador, es decir, tratar de dejar esta “modernidad liquida” e individualista, buscando volver a ser seres sociales. Otra alternativa interesante y que si bien no es una calca de la tentativa respuesta anterior, comparte ciertas características y que en Japón ha implementado: “la élite empresarial japonesa ha creado un entorno laboral y un sistema de apoyo social que favorece el desarrollo de sentimientos de lealtad en lugar de sentimientos de alineación. En las empresas más grandes, los trabajadores gozan de la seguridad de un empleo vitalicio, consiguen la jubilación a los cincuenta y cinco años y tiene acceso a varios servicios médicos y sociales costeados por la compañía” (Harris 2009: 39 & 40) esto genera una mayor responsabilidad con el trabajo realizado y por ende una mejor calidad de los productos.

Es probable que en esta navidad, dulce y materialista navidad tenga sus momentos de gozo al abrir un regalo, que probablemente ese regalo la próxima navidad será obsoleto, generando un sentimiento de desdén hacia este, pero algo es seguro, el consumista siempre estará en la busca eterna de la satisfacción o “felicidad”, pensado que llegara con un nuevo producto o bien que algún mass media lo resucite de su “ambigüedad”. No es secreto que los medios nos manipulan, nos generan necesidades y que las grandes compañías controlan parte de nuestras vidas, generándonos la idea de mayor status con un celular (por dar un ejemplo) y claro nos forjan una forma de vida materialista donde el hombre es ahora una mercancía más. Un ejemplo de cómo los medios puede manipular a las personas y en particular caso de la juventud actual es el aportado por Zygmunt Bauman es su libro “El arte de la vida” donde nos presenta el caso de una joven que no confiaba del todo en su gusto y su criterio de compra.

Liberty habla de los shorts que se compro en enero: < Los detestaba. Al principio me gustaron pero una vez que los tuve en casa pensé que eran demasiado cortos. Luego leí Vogue y vi aquella chica que lucía unosshorts, ¡y eran “mis” shorts de Topshop! Desde entonces somos inseparables >. Esto es lo que puede hacer la etiqueta, el logo y la ubicación de los consumidores: guiarlos por el laberíntico camino de la felicidad.

…una felicidad ficticia.

La pérdida de valores, la búsqueda de consumir más sin pensar en sus afectaciones, una ignorancia (teórica y/o practica) del fetichismo de la mercancía hace que la “felicidad” se reduzca a regalos materiales; mientras que la convivencia ha pasa a segundo plano. ¿Sera que esta vida de consumidores es la que nos lleva a una felicidad real? o como mencioné, ¿a una ficticia? “La decisión de si la coerción para buscar la felicidad, en la forma practicada en nuestra sociedad líquida de consumidores, hace feliz a los coaccionados” es solo de nosotros.

Post de Gustavo Bravo Rubio, estudiante de Antropología Social en la Universidad Autónoma del Estado de México.

Bibliografía

Bauman, Z. (2009). El arte de la vida. Buenos Aires: Paidós.

Harris, M. (2009). La cultura norteamericana contemporánea : una visión antropológica (Quinta reimpresión ed.). Madrid: Alianza.

http://sociologosplebeyos.com/2012/12/29/feli-navidad-hasta-que-los-regalos-duren-por-gustavo-bravo-rubio/

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