Hoy vamos a comenzar algo nuevo de lo que estoy especialmente orgulloso.
Este blog va a tener la primicia de un libro que no se ha editado aún.
El libro es un resumen de otro gran libro, en palabras del autor, BillQuick: “Este libro, que estoy en proceso de publicar en formato de libro electrónico en kindle amazon, procura poner la enseñanza de Sri Nisargadatta Maharaj al alcance de aquellos que no están dispuestos, por el momento, a leerse las 700 páginas de “YO SOY ESO”
¿Quien es BillQuick, El autor de nuestro libro?
En el año 1972, Bill Quick era un joven trotamundos en busca de fama, dinero y sexo. Un día, mientras escuchaba la famosa canción “My Sweet Lord” del Beatle George Harrison, ocurió algo extraordinario que cambió su vida para siempre: conectó, de forma espontánea, con la Realidad más allá de las apariencias. Fue tal el impacto de esa revelación, que decidió dedicar el resto de su vida a la búsqueda espiritual.
Su autobiografía nos narra, de forma amena, y con un fino sentido del humor, las aventuras y desventuras de un buscador de nuestros tiempos a la vez que nos sirve de introducción a la sabiduría de un genio espiritual que todos deberíamos conocer: Sri Nisargadatta Maharaj.
http://donnadiemaharaj.blogspot.com.es/2006/01/la-autobiografa-de-un-don-nadie-la-luz.html
Para los que querías conocer más, su autobiografía decir que está escrita en su libro: “Autobiografía de un Don Nadie” (a la luz de la sabiduría de Nisargadatta Maharaj) está disponible como e-book en la plataforma Kindle.
INTRODUCCIÓN AL ÁMBITO SAGRADO DE LA EXISTENCIA
Imagine el lector/lectora que va caminando por un sendero muy, muy largo; delimitado, a ambos lados, por altos muros de piedra. El muro del lado derecho tiene ventanas a intervalos regulares y, cuando uno se asoma por ellas, observa situaciones de todo tipo, como las que ocurren en la vida cotidiana: un encuentro romántico, un niño en la escuela, un drama familiar, una fiesta, un debate político, una guerra, etc.
Asomarse a cualquiera de estas ventanas equivale a quedar atrapado en un drama particular. Los seres humanos somos curiosos por naturaleza y, nos volvemos adictos a todo lo que estimula nuestra curiosidad. Por lo tanto, si al asomarnos por la ventana vemos a un joven matrimonio comprando un apartamento; de inmediato queremos saber quiénes son, como se llaman, a qué se dedican, si tienen hijos y mil cosas más. Y, mientras más miramos, más nos involucramos en la situación, hasta el punto que tenemos que hacer un esfuerzo considerable para arrancar nuestra atención de lo que nos distrae y tomar conciencia de nosotros mismos.
Ahora bien, imagine el lector/a que, mirando a través de una ventana, observa crueldades, injusticias y sufrimientos que le hacen hervir la sangre. Y grita con indignación: “¡Esto no puede seguir así!”. “¡Hay que hacer algo!”
Justo entonces otra persona, de las muchas que caminan por el sendero, se le acerca y le dice: “Querido amigo/a, permítame decirle que la naturaleza del lado derecho es dual, oscila siempre entre dos opuestos: lo agradable y lo desagradable, el placer y el dolor, la confianza y el miedo. A veces se inclina más de un lado que de otro, pero no hay forma de equilibrarlo permanentemente; siempre está cambiando”.
Y luego añade: “Pero no se desanime. No es necesario sufrir. Si lo que busca es armonía y paz, simplemente mire hacia el lado izquierdo. Si mira con atención, observará que, ocasionalmente, aparecen puertas perfectamente disimuladas en la estructura del muro. Cuando vea una, deténgase y espere pacientemente hasta que se abra, crúcela sin titubeos, y se hallará usted ante la maravilla de un mundo sin sufrimiento, más luminoso y feliz de lo que pudiera usted jamás imaginar”.
Usted escucha al extraño con escepticismo y le responde: “¡Qué maravilla! Gracias por la información. En cuanto pueda haré lo que me dice, pero ahora mismo no puedo porque en esta ventana están pasando un partido de fútbol que me interesa mucho y, después, tengo que ir a ver qué ha pasado con la pareja que compró el apartamento”.
Al día siguiente se tropieza de nuevo con el extraño, quién le pregunta si ha visitado el lado izquierdo y usted responde: “No, no he podido, es que acaba de ocurrir una inundación y hay heridos. Tengo que mirar por esa ventana, después hablamos”.
Y así pasan los días y usted, nunca encuentra el momento para desplazarse hasta el lado izquierdo del sendero. Está tan involucrado con todo lo que ocurre a su alrededor que no es capaz de separarse de ello ni por un momento. Se ha convertido en un adicto. Hasta que un día, más por pena que por interés, usted cruza hacia el lado izquierdo y observa la pared momentáneamente. Justo entonces, alguien grita su nombre desde una de las ventanas del lado derecho y usted sale corriendo a toda velocidad para ver de qué se trata. Y nuevamente cae en la trampa. Está usted, como casi todo el mundo, hipnotizado por el mundo de la materia.
El lado izquierdo del sendero representa la antesala del ámbito espiritual. Es un mundo más elevado que trasciende el alcance de los sentidos. No se puede ver ni se puede tocar, pero se puede sentir. Es algo sumamente profundo, de una naturaleza tan infinitamente vasta, gloriosa y feliz, que es imposible comprenderla desde el lado derecho del sendero. Para hacerlo, hay que ignorar las distracciones que nos ofrecen las ventanas, cruzar hacia el otro lado y, permanecer perfectamente concentrados hasta encontrar una puerta. Ese es el primer paso.
Después hay que permanecer ahí todo el tiempo que sea necesario hasta que la puerta se abra y, finalmente, traspasar el umbral de la puerta.
Esa “dimensión” maravillosa a la que accedemos es un ámbito sutil, de plenitud y dicha indescriptible, que ha sido llamado de muchas maneras: Paraíso, Nirvana, Cielo, Unidad, etc. Su característica fundamental es el Amor. No el amor selectivo y parcializado que conocemos los humanos, sino la conciencia de ser un Todo Indivisible y Bienaventurado, auto-suficiente y auto-refulgente donde no hay sentido de separación y, por lo tanto, tampoco amenaza de carencia, peligro o muerte.
Yo he estado en esa “dimensión”. Es por eso que doy fe de que lo que estoy diciendo es cierto. Esa dimensión espiritual de la cual hablan los grandes Maestros de la humanidad no es una fábula. Existe; pero no se trata de un objeto, o unas circunstancias favorables, sino más bien de un sentir que convierte la vida en un éxtasis sagrado. Y ese éxtasis es la única salida de este mundo de desesperación, soledad y muerte. Si no logramos descubrir la Felicidad que está más allá del lado izquierdo del sendero, estamos condenados a vivir en la ignorancia y el sufrimiento.
Cuando esa Felicidad se hace presente, el mundo material, con sus penas y alegrías sigue estando allí, pero no importa. Es como tener una sombra: ésta le sigue a usted dondequiera que va, pero no interfiere con su vida. Podemos concebir el mundo material como la sombra inseparable del Espíritu.
Vivimos tiempos desesperados. La humanidad está desorientada, sumida en la confusión y la desesperanza. La pobreza, la amenaza nuclear, las guerras, el calentamiento global, el egoísmo (o sensación de separación), por nombrar unos pocos, son factores que producen un sufrimiento terrible. Y los seres humanos seguimos buscando el remedio de nuestros males en un terreno que siempre ha demostrado su insuficiencia para resolverlos: la política, las organizaciones sociales, la economía, las religiones organizadas etc.
Pero cualesquiera mejoras que tengan lugar en el nivel material (y no hay nada de malo en ellas), son pasajeras, no van al corazón del problema, sino que se quedan en la superficie. Hay que comprender que el nuestro es un mundo de fuerzas opuestas y, todo lo que sucede es el resultado de la tensión entre ellas. Así como de un lado está la justicia, del lado opuesto está la injusticia, en el otro extremo de la riqueza, está la pobreza, y el día es lo opuesto de la noche. Siempre ha sido así. Esperar que el mundo se perfeccione para ser felices no es más que un idealismo ingenuo. Simplemente no es así como funcionan las cosas.
“Mi reino no es de este mundo”, dijo Jesús. Y esa es la verdad. El lado izquierdo del sendero discurre paralelo al lado derecho, es simultáneo con él; pero es de una naturaleza totalmente distinta. Ese es el mundo al cual se refiere Jesús. El mundo material jamás será perfecto, porque la imperfección es su naturaleza, su marca de fábrica, su pecado original. Hay que sintonizar con la frecuencia espiritual para conocer la verdadera plenitud de la vida.
Y ese es el gran reto que enfrentamos en estos tiempos desesperados: Encontrar la Felicidad interna, esa Bienaventuranza sin límites de la cual hablan los Maestros. No como resultado de la gestión exitosa del lado material de la vida, sino a pesar de nuestro relativo éxito o fracaso en su solución.
¡La casa está ardiendo! No tenemos tiempo para complicarnos la vida discutiendo sobre tradicionalismos, dogmas o rituales, que son todos secundarios. Tenemos que ir directamente al grano, al corazón de todo este asunto, al principio transformador, o núcleo, alrededor del cual se tejen todas las religiones. Ese factor omnipresente no es otra cosa que el principio de Atracción Divina.
Atracción Divina es, simplemente, el objetivo que persiguen todas las religiones con su diferente metodología: orientar la mente hacia lo Sagrado y evitar que se siga desgastando inútilmente en lo mundano.
Todas las religiones prescriben metodologías distintas con el mismo fin. Desde la oración a la meditación, desde la renuncia a la adoración, desde los rituales sagrados, a la repetición de un mantra. Todas son válidas. Son técnicas distintas con el mismo propósito. Lo importante es no caer en la tentación de darle más importancia a la parafernalia religiosa que suele tejerse alrededor de este principio según la cultura, la tradición y los intereses, que al principio mismo. Este consiste en amar a Dios, desear a Dios, buscar a Dios por todos los medios a nuestro alcance, poniendo en ello todo nuestro corazón y mente.
Comprender este hecho resulta profundamente liberador, porque es la base, el requisito fundamental, para llevar a cabo una búsqueda fructífera.
Cuando queremos desalojar un tornillo oxidado debemos recurrir a un lubricante que afloje el óxido y permita que el tornillo gire. De igual manera, para romper nuestra adicción a las creencias que nos esclavizan, necesitamos, también, un lubricante. Ese lubricante no es otra cosa que lo que llamamos comprensión o, entendimiento.
La comprensión nos permite ver las cosas objetivamente y actuar con claridad. Es el elemento liberador que elimina la confusión y posibilita la aparición de lo nuevo, lo fresco, lo sorprendente.
El objetivo de este libro es proponer al lector/a, una serie de razonamientos que le sirvan de lubricante para remover el óxido de la repetición, el condicionamiento y la rutina, y le inspiren a explorar en libertad ese territorio desconocido que hemos llamado el Ámbito Sagrado de la Existencia.