Promete ser el instrumento astronómico más avanzado y revolucionario jamás construido. Podrá ver mucho más lejos y atrás en el tiempo que el telescopio espacial Hubble. Será capaz de ver la luz de las primeras estrellas y nos revelará los misterios de la formación planetaria. Por supuesto, hablamos del telescopio espacial James Webb (JWST), la joya de la corona del programa científico de la NASA.
Cuando fue concebido a principios de la pasada década, el James Webb debía haber costado unos mil millones de dólares. Su factura subió luego hasta unos aterradores 6500 millones. Finalmente será lanzado en 2018 por un cohete Ariane 5 europeo después de haber gastado 8800 millones de dólares… si es que llega a despegar. Este agujero negro presupuestario estuvo a punto de ser cancelado por el Congreso de los EEUU en 2011 tras haber invertido 3500 millones de dólares. Sólo la intensa presión de la comunidad científica evitó a última hora el fatal desenlace. A cambio la NASA se comprometió a no superar los 8800 millones en el proyecto, lo que obligó a retrasar la fecha de lanzamiento dos años.
El problema es que estas previsiones se basaban en un incremento del presupuesto de la NASA para los próximos años, lo que permitirá destinar al James Webb unos 620 millones de dólares al año de 2013 a 2016. Si finalmente este aumento no se materializa, la NASA tendrá que sacar el dinero de algún lado. Y para colmo el gobierno no se fía de que la NASA sea capaz de mantener el presupuesto del proyecto dentro de los límites impuestos por el Congreso. Pero lo peor es que el James Webb puede truncar el desarrollo de las futuras misiones astronómicas. Teniendo en cuenta el dinero invertido en la bestia, las próximas misiones astronómicas de la NASA que sean aprobadas en esta década deberán salir por mil millones de dólares o menos. No hay dinero para nada más. Eso significa que la misión prioritaria para la comunidad científica, el telescopio WFIRST para el estudio de la energía oscura, corre peligro, y eso a pesar de la reciente ayuda del Pentágono.
El JWST es simplemente demasiado grande para dejarlo caer, pero cada vez surgen más voces críticas con este telescopio faraónico que para colmo tendrá una vida útil de tan sólo seis años y que no podrá ser reparado en órbita por astronautas. Y es que, a diferencia del Hubble, el JWST estará situado en el punto de Lagrange L2 del sistema Tierra-Luna, demasiado lejos de nuestro planeta – a 1,5 millones de kilómetros- para permitir una misión de mantenimiento. Aunque pudiésemos mandar una nave Orión modificada mediante un SLS, el telescopio no ha sido diseñado para ser reparado en el espacio (el Hubble es un proyecto tremendamente caro precisamente por la necesidad de que pudiese ser reparado en órbita baja).
Pero intentemos no ser pesimistas. El James Webb nos permitirá ver el Universo como nunca gracias a que trabajará en longitudes de onda del infrarrojo, inalcanzables para cualquier observatorio terrestre. Y poco a poco vamos viendo los primeros avances con este monstruo. 2012 fue un año clave para el JWST. La empresa Ball Aerospace -subcontratada por Norhrop Grumman (contratista principal del proyecto) para la construcción de la óptica- finalizó la construcción de los 21 espejos del telescopio (18 correspondientes al enorme espejo primario de 6,5 metros de diámetro). Estos espejos de berilio han sido cubiertos por una finísima capa de oro (3 gramos para cada segmento del primario) con el fin de mejorar la reflectividad en el infrarrojo (hasta el 98%). Se comprobó además la alineación de la óptica y su correcto funcionamiento a las bajísimas temperaturas requeridas para observar en el infrarrojo medio.
El espejo primario del JWST debe desplegarse en el espacio gracias a una estructura especial que sirve de soporte a los 18 segmentos hexagonales denominada PMBSS (Primary Mirror Backplane Support Structure). La sección fija de la PMBSS ya ha sido completada y pronto lo estarán las dos secciones móviles. El JWST podrá observar el infrarrojo medio sin necesidad de sistemas de refrigeración activa gracias a cinco capas aislantes desplegables de kaptón de 20 x 12 metros, las cuales permitirán mantener la temperatura de la sección instrumental a unos gélidos -233º C. En 2012 se realizaron ensayos de despliegue de tres de las capas por separado y el pasado diciembre comenzaron los ensayo de integración de una de las capas de kaptón con un modelo a escala del JWST.
También se han hecho progresos en la estructura que debe albergar los cuatro instrumentos, denominada ISIM (Integrated Science Instruments Module). Estos cuatro instrumentos son la cámara de infrarrojo cercano NIRCam (construida por la Universidad de Arizona), el espectrómetro de infrarrojo cercano NIRSpec (construido por la ESA), la cámara y espectrógrafo de infrarrojo medio MIRI (desarrollado por el centro Goddard de la NASA en colaboración con varios centros europeos) y el sensor de navegación canadiense FGS. Todos los instrumentos salvo NIRSpec -que deberá llegar este año- ya se encuentran en el centro Goddard, donde se realizarán las pruebas de funcionamiento y se terminarán de construir. Si tienes curiosidad, puedes seguir los progresos del JWST en esta página. O mejor aún, puedes ver la construcción en directo gracias a las webcams del Edificio 29 del centro Goddard (por ahora no es que haya mucho que ver, la verdad).
Como vemos, el JWST avanza con paso firme. ¿Pero se podrá lanzar en 2018 sin superar el tope de 8800 millones? Y lo más importante, ¿cuáles serán las repercusiones de este proyecto en las futuras misiones astronómicas de la NASA?
Referencias:
- James Webb Space telescope Science Guide, NASA (archivo de 101 MB).
- Estado del JWST, Geoff Yoder (julio 2012).
http://danielmarin.blogspot.com.es/2013/01/el-telescopio-espacial-james-webb-too.html