Extractos de:
“El viaje imposible”
Marc Augé, antropólogo.
Ese viaje que habría podido hacernos descubrir nuevos paisajes y nuevos hombres, que habría podido abrirnos el espacio de nuevos encuentros. Eso ocurrió alguna vez y es lo que nosotros experimentaríamos hoy si una señal indiscutible nos probara la existencia, en alguna parte delespacio, de seres vivos capaces de comunicarse con nosotros. Pero, mientras esperamos ese improbable o remoto encuentro, ya nuestra ciencia ficción le presta los colores de la guerra.
habitaciones con televisión para mirar el programa de CNN,
las series norteamericanas o la película pornográfica del momento, piscinas situadas junto a las playas y, en el caso de los más venturosos, algunos leones de Kenya fieles a la cita que les asigna por la tarde un hábil guía,
algunos flamencos rosados,
algunas ballenas argentinas,
algunos canastos o mostradores en los que los descendientes de los salvajes de antes venden sus baratijas a las puertas de sus reservas o hasta en el centro mismo de las ciudades donde,
empobrecidos,
se proletarizan.
Un antropólogo en Disneylandia.
La gente va a Disneylandia para poder decir que ha estado allí y para dar la prueba de ello. Se trata de una visita al futuro que cobra todo su sentido después, cuando se muestran a los parientes y a los amigos, acompañadas de comentarios pertinentes, las fotografías que el pequeño ha tomado de su padre mientras éste filmaba y luego la película del padre a manera de verificación.
Un antropólogo en Center Parc.
El placer real que experimentan centenares de veraneantes felices en Central Parc se debe a la conciencia que ellos tienen de estar jugando. Pero no se trataba de jugar en el sentido directo del término. Se trata de jugar a“hacer como si”, de jugar en el sentido en que los niños juegan al doctor, al papá y a la mamá, al policía y al ladrón. Visiblemente juegan cuando fingen tomar por un verdadero lago la pequeña extensión de agua barrosa sobre la que se deslizaban algunos botes de pedal; también visiblemente juegan cuando se desplazan en familia y en bicicleta para detenerse en cada cruce de las sendas y consultar el mapa, o bien hacen resonar alegremente la campanilla de sus bicicletas para llamar la atención del peatón que ya los había visto llegar hacía un rato.
A todo esto, el orden reinaba en Center Parcs. Aparentemente no había allí ningún policía (ni siquiera disfrazado, como en Disneylandia). También aquí tenía uno la sensación de un juego. El estado de los senderos era inmaculado; amos disciplinados llevaban todos los días a sus perros atados con una correa a los lugares que tenían éstos reservados para hacer sus necesidades; los automóviles, tanto a la entrada como a la salida, se deslizaban lentamente; las bicicletas conservaban la mano derecha. Padres irreprochables enseñaban a sus hijos el arte derespetar a los demás y al ambiente. Aquello era casi demasiado hermoso para ser cierto. Pero,¿era realmente cierto? ¿no prefiguraba Central Parcs lo que pronto sería para una buena parte de la humanidad la única realidad posible que pudiera vivirse? Hubo un tiempo en el que lo real se distinguía claramente de la ficción, un tiempo en el que se podía infundir miedo contando historias aun sabiendo que uno las inventaba, un tiempo en el que iba uno a lugares especiales y bien delimitados (parques de atracciones, ferias, teatros, cinematógrafos) en los que la ficción copiaba la realidad. En nuestros días se está produciendo lo inverso: lo real copia a la ficción. El menor monumento de la más pequeña aldea se ilumina para parecer una escenografía.
Espectacular!!
Esta manera de poner como espectáculo lo real, se extiende por todo el mundo. Muchos factores concurren a producir este resultado. Evidentemente el turismo es el primero de ellos. También hay que considerar la función creciente de las imágenes (en Center Parcs están disponibles nueve canales de televisión). Pero otro factor es también la ecología (cada vez nos habituamos más a bañarnos en piscinas instaladas junto a las playas y desde ellas podemos mirar, sin tocarlo, el mar, a lo largo de golfos contaminados). Otro factor es también la demografía y la lucha de clases: hoy existen residencias que son como castillos y plazas fuertes con puentes levadizos electrónicos, existen villas privadas, villas para ancianos donde éstos pueden hacer como si fueran jóvenes y existen fortalezas para ricos en las que éstos pueden hacer como si estuvieran solos.
La ciudad del futuro.
Me encontraba en este punto de mis recelosos pensamientos, cuando me di cuenta de que caminando al azar acababa de salir de aquellos dominios.
Una niña de unos doce años con el rostro animado y atento no dejaba de contemplar el paisaje y de pronto exclamó con una alegría comunicativa que nos hizo sonreír a todos:
Hace cuatro años tuve ocasión de frecuentar a un grupo de indígenas que vivían en la frontera de Colombia y Venezuela. Poco importa aquí su nombre. Lo interesante del caso está en que esos indios, desprovistos de todo, volvían a encontrar cada noche en sueños a sus dioses y a sus antepasados. Los veían vivir en una ciudad inmensa, luminosa; al encontrarlos en el sueño, los indios podían también ellos dejarse conducir en automóviles automáticos y silenciosos, dejarse llevar por aviones que aterrizaban en el centro de la ciudad. Conversaban con sus parientes difuntos y al despertarse se regocijaban al pensar en que pronto ellos volverían definitivamente a unirse a esos difuntos.
-¿Por qué no podemos regatear en las tiendas cuando compramos y en cambio ellos regatean constantemente?, pregunta un nativo.
El documental completo, aquí: