Desaparecer en un crucero por el mar, literalmente…

 

Si nos imaginásemos realizando un crucero, probablemente nos vendrían a la cabeza idílicas imágenes, como por ejemplo disfrutar la placentera tranquilidad del mar, visitar fascinantes puertos turísticos, degustar románticas cenas a la luz de las velas con el océano de fondo, o irnos de fiesta todas las noches por las salas que en este tipo de barcos abundan para disfrute de sus pasajeros…
…y probablemente, un crucero sería el último lugar del mundo donde pensásemos pudiéramos ser víctimas de un crimen atroz, léase robo, violación, secuestro o asesinato deshaciéndose del cuerpo arrojándolo por la borda.
Y es que si para alguien resulta especialmente idílico un crucero, es para un delincuente. Es el escenario perfecto para cometer casi cualquier tipo de crimen, siendo extremadamente fácil salir completamente impune después, pasando desapercibido.

El paraíso para un delincuente

Un crucero navega cargado hasta la bandera de gente pudiente. Son barcos que se han convertido en gigantescos centros comerciales flotantes, con decenas de tiendas en su interior, restaurantes, salas de fiestas o casinos.
Los pasajeros no solo suelen llevar consigo todo tipo de aparatos electrónicos valiosos como cámaras, móviles o portátiles. Muchos van bien pertrechados de dinero en efectivo y tarjetas de crédito. Los cruceros emiten tarjetas para gestionar los pagos dentro del barco y las cerraduras pero aun así, los viajeros siguen necesitando las normales para usarlas en los puertos turísticos que visitan.
En la imagen, el crucero más grande a fecha de este artículo, el “Allure of the seas”, con capacidad para alojar a un máximo de 6.296 pasajeros, 362 metros de eslora y 72m de altura sobre la línea de flotación. Es más grande que un edificio de 20 pisos. Una caída al mar puede resultar mortal a partir de los 30 metros e incluso antes, dependiendo de las circunstancias del impacto.
En los cruceros no hay policía. Hay cámaras y seguridad privada, a veces integrada por especialistas con mucha experiencia provenientes de las fuerzas de seguridad, ejercito o incluso cuerpos especiales. Aun así, siempre van a ser un número inferior al de pasajeros y no van a poder hacer de guardaespaldas de cada uno de ellos o estar al tanto de lo que sucede en cada rincón del barco en todo momento.
Gran parte del tiempo, estos navios atraviesan aguas internacionales, es decir, circulan a 200 millas (370km) de cualquier costa por lo que estas zonas, no están sometidas a la jurisdicción de ningún gobierno.
Cuando se produce un crimen y se comunica a las autoridades de un país, en ocasiones no se involucran por no tener competencias si es que el suceso se produjo en aguas internacionales. En otras ocasiones no cuentan con recursos suficientes para ocuparse o simplemente no tienen la voluntad de “tragarse el marrón”1. En los casos de desapariciones, muchas veces la investigación se limita a realizar una búsqueda del cuerpo en el mar por parte de los guardacostas y poco más.
Las líneas de cruceros llevan décadas asegurando que sus barcos son el método más seguro de viajar pero entre los años 1985 y 2012, al menos 184 personas han desaparecido de estos navios, algunos cayendo por la borda y otros, la mayoría, en circunstancias que permanecen sin esclarecer.
Los 184 casos conocidos están recogidos en cruisejunkie.com, una compilación realizada por el profesor de la Universidad de Terranova, Ross A. Klein. De los 184 incidentes, se detalla lo que sucedió en 87 de ellos:
Accidentes; 9
Desaparecidos sin dejar rastro; 29
Posibles suicidios; 23 (la mayoría de los confirmados cometidos por tripulantes)
Asesinatos confirmados; 1
Personas rescatadas vivas tras caer por la borda; 1 7
Rescatadas muertas tras caer; 8
De los 97 casos restantes no hay información. Es decir, “Missing” en el sentido estricto del anglicismo, lo que sumando los 29 desaparecidos “confirmados”, hacen un total de 1 55 personas desvanecidas.
Y además, cuando alguien desaparece en crucero, lo suele hacer sin dejar ni rastro. Hay casos en los que familiares acuden al puerto para recibir a sus seres queridos, ven ansiosos como todo el pasaje va desembarcado y cuando ya no queda nadie, se encuentran con que su familiar no está.
Las navieras se lavan las manos
La fuente de los datos anteriores, cruisejunkie.com, es un tanto peculiar y no por casualidad. Cuando se produce un incidente, las navieras tienden a correr un tupido velo y a lavarse las manos en todo lo posible. De no hacerlo su negocio peligraría seriamente.
Si alguien desaparece, en algunos casos suelen realizar búsquedas por el barco, colaboran con las autoridades cuando estas se involucran, revisan las grabaciones de las cámaras de seguridad pero siempre procurando que las circunstancias no transciendan demasiado a la prensa. En otras ocasiones simplemente no hacen nada, salvo tapar el incidente.
De hecho, los pocos casos recogidos por el profesor Klein que van acompañados de algún tipo de explicación, suelen ser gracias a algún recorte de periódico o nota en internet que se ha hecho eco del suceso, no gracias a informaciones prestadas por las navieras.
El ejemplo por antonomasia de hasta qué punto una línea de cruceros puede llegar a lavarse las manos en un caso de desaparición, es el de Merrian Carver, ciudadana estadounidense de 40 años. Desapareció del crucero “Mercury” perteneciente a la línea “Royal Caribbean” en Agosto del 2004 mientras se dirigía a Vancouver, Canadá.
Tras atracar el Mercury en Vancouver, la “Royal Caribbean” nunca llegó a informar a las autoridades de la desaparición de uno de sus pasajeros. Incluso donaron a la caridad la ropa que había quedado en su camarote.
Los familiares de Merrian se enteraron de la desaparición, después de que su hija de 13 años telefonease desesperada a sus abuelos, los padres de Carver, preguntando a ver si sabían dónde estaba su madre porque llevaba varios días llamándola al móvil sin que cogiera.
Después de intentar comunicar con ella sin respuesta durante varios días, los abuelos acudieron a la policía. Tras pasar varias semanas intentando dar con su paradero, averiguaron que Merrian había comprado un billete para realizar un crucero. Los familiares no tenían constancia del viaje.
Cuando contactaron con la naviera, la “Royal Caribbean” les informaba que desconocían si la pasajera había desembarcado en Vancouver o no. Ahora bien, tras consultar con el servicio de habitaciones, confirmaron que Carver había dejado de utilizar su camarote el segundo día de travesía, es decir, en plena altamar y que todo su equipaje se había quedado en la habitación.
Cuando la policía quiso examinar las maletas, resultó que la naviera había donado todo el equipaje a la caridad. Llegados a un punto, las autoridades se vieron obligadas a archivar el caso y los abuelos iniciaron una búsqueda que les llevó a gastarse 75.000$, primero contratando una agencia de detectives para intentar localizar a su hija y después interponiendo una demanda contra la Royal Caribbean.
Uno de los investigadores, Tim Schmolder, se encontró con todo tipo de trabas por parte de la naviera. No le permitieron interrogar a los pasajeros o a la tripulación. No le dejaron revisar las cámaras de seguridad y solo le autorizaron subir a bordo del Mercury durante unas pocas horas. Insuficientes como para encontrar pistas.
Tras acudir a la vía legal, la naviera continuó poniendo obstáculos, como por ejemplo entregar una lista de 2.000 pasajeros sin la información de contacto de ninguno. En una de las citaciones, los abogados de los Carver consiguieron que compareciese Domingo Monteiro, el empleado encargado de la habitación de Merrian.
Monteiro declaró que había informado de la ausencia de Merrian a sus superiores, durante todos los días de la travesía desde la segunda jornada. Al atracar en Vancouver, su jefe le ordenó empaquetar todos los enseres y equipaje de la mujer en una bolsa, dejarla en su armario, asegurando que él se ocuparía de todo.
Tras conseguir más documentación de la Royal Caribbean, se descubrió que la naviera había iniciado una investigación interna tan solo un día después de saber que un pasajero había desaparecido… pero no para encontrar a Merrian, sino para averiguar si Domingo Monteiro había hablado con terceros o no. Cuando la prensa destapó el caso meses después, la Royal Caribbean se limitó a publicar una nota donde declaraban que uno de sus viajeros se había suicidado tirándose por la borda.
El padre de Merrian, Kendall Carver, nunca ha desistido. Tras el caso de su hija se convirtió en el fundador de la ‘International Cruise Victims Association –
Asociación Internacional de Víctimas de Cruceros”, internationalcruiseviaims.org, donde se recogen decenas de sucesos similares.

Las autoridades no tienen jurisdicción o recursos para investigar los casos.

Cuando la desaparición de un pasajero es comunicada a las autoridades de algún país, estas se enfrentan a un complejo caso que puede llegar a tener una envergadura monumental o incluso acarrear consecuencias a otros pasajeros por el mero hecho de haber alternado con la víctima.
En primer lugar, para que una investigación pueda dar frutos, esta debe realizarse inmediatamente después del suceso. Si se intenta indagar cuando el crucero ha concluido, los investigadores se enfrentan a todas las trabas que ponen las navieras. Se encuentran con que las pruebas forenses han desaparecido porque el camarote o lugar de los hechos se han limpiado. Los testigos pueden estar desperdigados por todo el mundo al tener los pasajeros diversas nacionalidades.
El barco puede tener bandera de un determinado país, el suceso puede haberse producido en aguas internacionales y las autoridades ante las que se interpone la denuncia, pueden ser de un país tercero correspondiente al puerto en el que el barco ha atracado finalmente, no estando claro quien tiene jurisdicción para hacerse cargo de las diligencias.
El caso de Ceorge Smith, de 26 años, demuestra el lio monumental que supone la desaparición de un viajero en un crucero.
Smith tenía nacionalidad estadounidense. Celebraba la luna de miel junto a su mujer, Jennifer Hagel, en un crucero por el mar Egeo a bordo del “Brilliance of the seas”, barco con bandera de las Bahamas.
Durante la travesía entablaron amistad con Rusty Kofman, un pasajero de 20 años que viajaba junto a sus primos Creg and Zachary Rozenberg, todos de origen ruso residentes en Brooklyn, Nueva York y al parecer, con muchas ganas de juerga.
El 5 de Julio del 2005, tras pasar una noche de fiesta en el casino, George Smith se retiraba a su camarote, completamente ebrio tras beber absenta, ayudado por varios de los rusos. Su mujer había estado jugando manos de 200$ dolares al ‘black jack” y se había corrido la voz de que la pareja tenían otros $50.000.- en su camarote. En un momento de la noche, Jennifer discutió con su marido y se fue del casino pero no regresó inmediatamente a sus habitaciones.
Al volver a la mañana siguiente, se encontró con que Smith había desaparecido. Varios pasajeros habían escuchado ruidos de pelea desde sus compartimientos. La seguridad del barco encontró restos de sangre pero no relacionaron el suceso con Kofman.
Cuando el navio atracó en un puerto turco, solo unos pocos agentes subieron a bordo durante dos horas en las que interrogaron a varios pasajeros, sin recoger muestras forenses en la escena del crimen. Cuando se fueron, la tripulación limpió el camarote y por ende, todas las pruebas.
Dos días después, el grupo de Kofman que seguía de fiesta en el crucero, fue involucrado en un caso de violación y entregados a las autoridades italianas en Ñapóles. Allí, el juez que instruyó la causa por asalto sexual, dictaminó que el tribunal italiano no tenía jurisdicción, procediendo a ponerles inmediatamente en libertad “a la española” y re-enviando el caso por violación al FBI.
La poderosa agencia de investigación norteamericana se encontró con un complejo entuerto, que llevaba aparejado un posible asesinato detrás, en el que apenas pudo avanzar.

Los delincuentes conocen bien los puntos muertos del barco.

Otro aspecto llamativo de las desapariciones en cruceros, es que muchos pasajeros se desvanecen en puntos del barco donde no hay cámaras de seguridad.
De haber sufrido algún tipo de asalto, da la sensación de que sus agresores conocían muy bien cuáles son los puntos muertos del barco.
Es el caso de Rebecca Coriam, una empleada del crucero “Disney Wonder”, desaparecida en Marzo del 2011 mientras el barco estaba en ruta desde México a Los Ángeles. Fue vista por última vez a las 5:45 de la mañana por un compañero al que comentó que se iba a dormir. Una cámara de seguridad la grabó dirigiéndose por un pasillo a su camarote. Tras girar y salir del ángulo de visión de la cámara, desapareció y no se I a volvió a ver jamás.
Cuando el barco atracó en Bahamas y se denunció su desaparición, tan solo un policía subió a bordo para registrar la nave durante unas pocas horas. El FBI no intervino. Se insinuó que podría haberse suicidado pero la mujer acababa de comprar 4 billetes para visitar París con sus padres y su hermana.
El caso de Rebecca Coriam es especialmente significativo porque sucedió a bordo de un crucero de Disney, de temática familiar, que iba repleto de niños y que por tanto sería el último sitio en el que se esperase suceda algo así.
Cuando concluyó la “mi ni-investigación” del policía que subió, el barco continuó viaje por altamar, cargado de niños, como si no hubiera pasado nada.

El día del desembarco y la noche anterior son críticos.

El día que concluye la travesía y la noche anterior, parecen ser puntos especialmente críticos, dado que son momentos en los que reiteradamente han desaparecido pasajeros. Un hipotético atacante puede huir del barco más fácilmente cuando este está a punto de atracar, tal vez incluso antes que se denuncie el suceso.
John Halford, un británico de 63 años, iba a desembarcar en el puerto de Sharm-el-Sheikh, para coger un avión de regreso a casa, el 6 de Abril del 2011, tras realizar un crucero por Egipto en el Thomson Spirit”. Antes de bajar del barco, envió un mensaje de texto a su mujer en Inglaterra, comunicando que se verían al día siguiente en el aeropuerto.
Cuando la mujer se disponía a salir para recoger a su marido junto a sus tres hijos, recibió una llamada de la naviera Thomson, informando que John nunca llegó a coger el vuelo de regreso.
Tras investigarse el caso, se comprobó que John no había bajado del barco, ya que
tenía que fichar al pasar por varios puntos de control. Había sido visto por última vez a las 12:30 tomándose un cocktail en uno de los bares del navio. Después desapareció para siempre.
En su camarote encontraron su maleta hecha, el pasaporte, el móvil, las gafas… al parecer, no había sufrido ningún tipo de robo. Dentro del equipaje encontraron regalos para su familia, por lo que se deduce que no tenía intenciones de desaparecer voluntariamente.
Se realizó una breve búsqueda del cuerpo por el mar sin ningún resultado. Después la mujer se encontró con el calvario de que su marido sea declarado desaparecido y
no fallecido. No podía realizar reclamaciones al seguro de viaje que había contratado John y la naviera Thomson se lavó las manos.
Christopher Caldwell, de 36 años, desapareció la última noche de un crucero desde Miami a Cozumel, México, a bordo del Tascination”.
El 23 de Julio del 2006, su prometida le dejó en el casino jugando mientras ella regresaba a sus camarotes para pernoaar. Cuando se despertó a las 6:30 de la mañana, se encontró con que Chris no había llegado.
Tras dar la voz de alarma y buscarle, un tripulante declaró que le había visto a las 3:30 de la noche caminando ebrio por una de las cubiertas. Después desapareció para siempre.
Considerando su estado, se podría pensar que cayó accidentalmente al mar. Por otro lado, Caldwell salía del casino con las ganancias en el bolsillo, no había cámaras en la pasarela por la que desapareció, ni testigos.

Asaltos en los camarotes.

Hay varios casos en los que pasajeros han sido asaltados mientras pernoctaban dentro de sus camarotes. Acceder a su interior no es difícil; la tripulación tienen tarjetas para abrir, alguien puede llamar a la puerta simulando que es parte del personal u otro pasajero que quiere algo.
James Christopher Scavone desapareció del crucero “Destiny”, perteneciente a la naviera Carnival, el 5 de Julio de 1999. Scavone se había unido a un viaje que realizaba un amigo suyo, Jeff, junto a 12 familiares.
La noche de su desaparición, estuvieron cenando todos juntos, después en la discoteca pero a las 12:30 James se despidió y se retiró, dirigiéndose solo a su camarote.
Jamás se le volvió a ver.
Cuando sus amigos se levantaron a las de 10 la mañana del día siguiente, se percataron de su ausencia y tras notificar a la seguridad del barco, se realizó una búsqueda exhaustiva habitación por habitación. Después un rastreo por el mar y finalmente se involucró el FBI sin lograr resultados.
En Febrero del año 2006, una mujer que había viajado en el mismo crucero, reconoció a Scavone tras ver en televisión un documental que hablaba del caso. La pasajera declaró que aquella noche había escuchado ruidos de pelea en una habitación vecina y gritos pidiendo socorro.
Según esta teoría, James estaría siendo asaltado en su camarote pero curiosamente, para cuando la tripulación registró la nave, todo había sido limpiado y no encontraron pistas.
Los expertos recomiendan adoptar medidas activas de autodefensa.
Lejos de ser un momento idílico en el que se puedan olvidar todas las preocupaciones, los expertos recomiendan adoptar medidas de autodefensa activas desde el primer instante en el que se pisa un crucero.
Como si fuera un punto peligroso de cualquier ciudad, se aconseja a los pasajeros no subir a los ascensores solos, evitar las salas comunes por la noche, no caminar por los pasillos cuando no hay nadie, atrancar las puertas de los camarotes y si se viaja con menores, no dejarles sin vigilancia o instruirles en cómo actuar; que no se alejen, que no vayan a los baños solos. . .
Algunos casos de desapariciones más:
Amy Lynn Bradley, 23 años, viajaba por el Caribe a bordo del crucero “Rhapsody of the Seas” junto a su familia en Marzo de 1 998. La noche de su desaparición había estado en una fiesta junto a su hermano. Se retiraban a las 3:30 de la mañana. Ambos compartían una estancia en la que había dos camarotes individuales, un salón y una balconada común, donde estuvieron conversando un rato antes de ir a dormir.
Cuando el hermano se levantó, se encontró con que Amy había desaparecido. Antes de bajar la pasarela en Curasao, la familia consiguió que el capitán ordenase una búsqueda intensiva por el barco implicando en ella a todo el pasaje.
No dio resultado alguno pero en la página que el FBI mantiene sobre Amy aparecen los retratos robots de dos individuos con los que la mujer podría haber sido vista en Barbados, en el año 2005.
Anteriormente, en 1999, un marinero relató que una mujer parecida a Amy se le había acercado en un local de alterne de Curasao pidiéndole ayuda pero que inmediatamente, dos hombres se la llevaron a un piso superior. Esta teoría apunta a casos de ‘trata de blancas* relacionados con mujeres desaparecidas en cruceros. En el caso de Amy, existe una recompensa de $250.000.- a cambio de cualquier pista que lleve a su liberación.
Blake Kepley, 20 años, estadounidense, realizaba un crucero por Alaska en el “Oosterdam” en Julio del 2011 Junto a un grupo integrado por 1 4 familiares. Cuando sus parientes iban a desembarcar en Ketchikan, el día 22 a las 2:30 de la tarde, se percataron de su ausencia e informaron a la seguridad del barco, que comprobó no había bajado del navio todavía.
La única conclusión que se pudo obtener es que había desaparecido en algún momento entre la 1:00 am y las 7:00 am de la noche anterior. Los guardacostas realizaron una exhaustiva búsqueda marítima sin resultados.
Annette Mizener, de 37 años, estadounidense, desaparecía el 4 de Diciembre del 2004 tras salir de México en el crucero “Pride”. Viajaba con sus padres y su hija de 1 7 años. Cuando se comunicó la ausencia, la tripulación buscó camarote por camarote. Tan solo encontraron su bolso tirado en el suelo, cerca de una de las bordas. El cuerpo nunca apareció.
Otro caso bastante siniestro es el de una mujer alemana, Sabine L, en Diciembre del 2007. Sabine, de 62 años, se embarcó junto a su marido Ludwig en un crucero por las Islas Canarias a bordo del famoso “Queen Elizabeth 2″, navio propiedad de la Cunard Line.
Una noche la pareja se fue a dormir en su camarote, el 5167 y cuando Ludwig despertó, se encontró con que su mujer no estaba. Se la buscó por todo el barco pero jamás fue encontrada.

Agresiones sexuales.

Los cruceros son el lugar de actuación perfecto para todo tipo de predadores sexuales y pederastas. Clasificando los 94 casos recogidos en cruisejunkie.com, nos encontramos con los siguientes datos;
Asaltos sexuales denunciados al FBI entre los años 2007 y 2012:
Asaltos a mujeres: 55 
Asaltos a menores: 31 
Individuos detenidos con pornografía infantil: 7
James Walker, un abogado de Miami especialista en casos relacionados con cruceros, afirma que durante la década de 2002-2012, había llevado 75 casos de asaltos a menores producidos en estos barcos. Lo más sorprendente es que muchos de los pederastas eran individuos que se habían infiltrado entre la tripulación solicitando un empleo.
Según Walker, los padres que viajan con niños, los suelen dejar durmiendo solos en los camarotes por la noche, mientras acuden a las salas de fiestas o a los casinos. Es cuando los empleados del servicio de habitaciones aprovechan para entrar, usando sus tarjetas para abrir las puertas. Otro lugar donde se producen estas agresiones son las zonas de actividades infantiles y los baños.
Respecto a los ataques a mujeres, existen casos documentados en los que son previamente drogadas. Es lo que le sucedió a Dianne Brimble, una mujer australiana que viajaba a bordo del “P&O Pacific Sky”. El 23 de Septiembre del 2002, su cuerpo aparecía desnudo en uno de los camarotes.
Tras practicar la autopsia se descubrió que había sido drogada con una dosis letal de “GBh” ó ácido y-hidroxibutírico, una sustancia usada por este tipo de agresores para dejar a sus víctimas inconscientes. Al ser incoloro e insípido, se puede añadir disimuladamente a una bebida.

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