El egoísmo y el altruismo serían dos fases de una misma interacción grupal, sugiere un estudio
Una investigación realizada por científicos estadounidenses sugiere que la bondad y el altruismo humano evolucionaron a partir del egoísmo de unos pocos, en las interacciones desarrolladas en grupos sociales. Los esfuerzos directos de los personajes más dominantes por contener a sus propios competidores se habrían transformado, con el tiempo, en un deseo comunal de protección del bienestar propio, afirman los investigadores. El presente trabajo desafía las teorías dominantes -que señalan que los acuerdos sociales egoístas y altruistas se formaron de manera independiente- al afirmar que ambas estructuras serían fases evolutivas de una misma interacción grupal.
Los autores del estudio, publicado por la revista Evolution, proponen asimismo que el altruismo – la protección de los recursos sociales y del bien común a través del castigo a los “tramposos”- no se desarrolló como reacción a la avaricia.
Según los investigadores, el repudio colectivo hacia la codicia se habría originado cuando los individuos egoístas, que competían por el control, comenzaron a anularse los unos a los otros. Con el tiempo, los esfuerzos directos de los personajes más dominantes por contener a sus propios competidores se transformó en un deseo comunal de protección del bienestar propio. Por último, los autores del artículo proponen que un sistema de avaricia y codicia dominante era simplemente más fácil de manejar para nuestros antepasados.
El presente trabajo desafía las teorías dominantes -que señalan que los acuerdos sociales egoístas y altruistas se formaron de manera independiente- al afirmar que ambas estructuras serían fases evolutivas de una misma interacción grupal, publica la Universidad de Princeton en un comunicado.
Andrew Gallup, ex investigador de ecología y biología de la Universidad de Princeton, profesor de psicología del Bard College y segundo autor de la investigación, trabajó con Omar Eldakar, profesor de biología del Oberlin College, y William Driscoll, doctorando en biología y ecología evolutiva de la Universidad de Arizona.
Para probar su hipótesis, los investigadores desarrollaron un modelo de simulación con el que calibraron cómo una comunidad soporta un sistema basado en el castigo al altruismo o en el castigo al egoísmo.
Descubrieron así que el altruismo exige un coste inicial mayor al grupo, en términos de tiempo comunal, de recursos, y de riesgo por represalias por parte de los castigados; así como altos niveles de conocimientos y de cooperación.
Por otra parte, el modelo reveló que estructuras sociales en las que unos pocos actores derrochadores mantienen a raya a individuos similares a ellos condicionarían no solo a estos miembros de la comunidad, sino que además permitirían a otros miembros beneficiarse de dicho control pasivamente.
Al mismo tiempo, los individuos controladores disfrutarían de botines no cuestionados e, incluso, en algunos casos, de la reverencia y el respeto del resto.
Ejemplos naturales y sociales
Los órdenes sociales mantenidos por aquellos que ajustan las reglas se han dado de siempre tanto en la historia humana como en la naturaleza, afirman los investigadores.
Por ejemplo, algunas células cancerígenas evitan la formación de otros tumores, los caballeros medievales saqueaban a los mismos civiles que defendían contra invasores; y los barrios dominados por la mafia italiana tradicionalmente han tenido los niveles más bajos de delincuencia.
Lo que se deriva de estos órdenes, concluyen los investigadores, es un sentido de orden y de igualdad que el grupo finalmente intenta reforzar, lo que a su vez da lugar al altruismo.
Omar Tonsi Eldakar, Andrew C. Gallup, William Wallace Driscoll. When Hawks Give Rise To Doves: The Evolution and Transition of Enforcement Strategies. Evolution (2013). DOI: 10.1111/evo.12031.