Invitación a la vida sencilla

En todos estos años que llevo viva en este mundo no he parado de observar o los otros y cómo estos (y me incluyo en no pocas ocasiones) pierden (perdemos) nuestro sentido común en el día a día para sucumbir a una vida llena de artificios, alejada de lo que debería ser esencial y natural, alejándonos a galope de la esencia en favor de las formas.

Frente al modelo de sociedad contrahecha y de persona artificial, solitaria e individualista, consumidor o mero objeto de consumo, existen otros caminos, otras alternativas dónde poder elegir.

Probablemente los senderos no convencionales no sean los más fáciles de seguir. Lo menos complicado es hacer lo que todo el mundo hace pero si eso no te llena tal y como a mí me ocurre, si para ti no tiene sentido, creo entonces que desde tu propio interior estás sintiendo la llamada de buscar caminos diferentes.

Tendemos a compararnos con el vecino: ¿qué tiene él que no tenga yo? ¿Qué tienen los otros para gustar? Compramos, consumimos y aparentamos para igualarnos a otras personas que ni nos van ni nos vienen, por aparentar siempre aquello que no somos. ¿Qué tal si de una vez por todas aparentamos sólo lo que somos de verdad? ¿Qué tal si renunciamos a la mentira, a los fingimientos y a las exageraciones y nos mostramos tal cual, con nuestros deseos reales y nuestros miedos? ¿Con nuestras cosas buenas o malas, nuestros defectos y nuestra genuina manera de ser y pensar? ¿No será que mi vecino, en el fondo, es igual a mí? ¿No será que también él come, tiene necesidades físicas, tiene miedos y fracasos?

El aire derrotista que lo está impregnando todo, las voces de crisis y los llamamientos a la insidia no ayudan a volver a nuestra felicidad real, que sólo está en lo esencial: el sol en el rostro, un soplo de viento en la cara…¿Por qué no disfrutar con lo que tenemos delante? ¿Por qué ese constante deseo de querer más y más? ¿Es que nadie se da cuenta que la vida es corta, que la vida es vivirla con la alegría de los pequeños detalles grandes? No todo lo bueno es caro. Lo bueno, es muy barato.

La belleza, la ternura, el cariño, el olor de una flor, el canto de un pájaro; están ahí mismo, muy próximos a nuestros sentidos, a nuestros ojos y manos. El catálogo con inmensas pequeñas delicias es inagotable. La alegría de vivir no nos la tiene que encarecer nadie, ni debemos dejárnosla ultrajar con falsas promesas comerciales.

Algunos se han reído de mí porque a veces abrazo a los árboles y les hablo a mis gallinas. ¿Pero acaso han sabido lo que siento? Desde que empecé el camino hacia la sencillez, de vuelta a lo primario, he descubierto y aprendido muchísimas cosas sobre la verdadera felicidad. Antes el ser humano se ocupaba en sobrevivir, ahora ya no se contenta sólo con eso, vive esclavo de sus constantes deseos que quedan siempre insatisfechos. Ahora las personas quieren vivir.

Y creen que lo hacen cuando poseen cosas. Obtienen honores, títulos o admiración por parte de los otros. Creen que teniendo el trabajo mejor visto o reenumerado, “Son”. Y si antes, con el único fin de sobrevivir y conservar la especie, el hombre no hacía otra cosa que salir en busca de alimento e intentar no caer en manos de un depredador, hoy en día parece ser que la única manera de mantenerse verdaderamente vivo es consumir y aparentar.

Ya hace algunos años que decidí cambiar drásticamente mis hábitos en pro de una vida menos artificial y más natural. Entre esos cambios, lógicamente, también las permutas ecológicos y de renuncia a lo que en consumo se refieran. Aun me queda pendiente alguna lección que otra, porque en el ejercicio de vivir, nunca se termina de aprender.

Hay que desvincularse de las dependencias: en vez de llevar un móvil de última tecnología, uno sencillo y de prepago (nos evitaremos ataduras). Mejor vivir en una barraca y que sea tuya, a deberte a los bancos. Mejor tener un coche pequeño y sencillo, a aparentar y acabar pagando más de seguro y extras, de lo que gastes para comer.

Mejor comprarle al pequeño comerciante que a los grandes centros comerciales…Y si es posible, que no siempre lo es, plantar tus propias verduras y tener tus propias fuentes de alimentos, aunque se los compres al labrador de la esquina. ¡Renuncia al aire acondicionado y a los gastos excesivos de luz, agua y demás! Con menos, vives también.

Cuando dejemos de consumir, a ver qué hacen los del IBEX; los que de verdad gobiernan Europa…

Y de paso, no fomentes las riquezas de aquellos que te están empobreciendo. Me refiero a que no gastes un céntimo en prensa rosa, ni leas cotillos sobre la monarquía y la nobleza; ellos tienen mucha parte de culpa del hambre en la otra parte del mundo…

Hago desde aquí un llamamiento, os invito a la vida sencilla, a los paseos por los parques, por una vida mejor y más natural. Dirígete a los verdaderos objetivos que te vibran dentro. No te conviertas en un conseguidor de las cosas con el ceño fruncido. La vida es un misterio con sus propias leyes y uno de los fines más hermosos de vivir es poner nuestras metas, nuestros deseos y logros en consonancia con el universo y con el entorno social.

Enraíza tus acciones con la semilla de un hermoso árbol que de cobijo a los otros. Que su sombra cubra a los demás, quemados por el sol del desierto del auto-desconocimiento. El mundo, más que nunca, necesita a personas capaces de  concretar sueños, activistas que pueden ayudar pequeñas acciones concretas para ayudar a los más desfavorecidos, para levantar a los que han caído, para informar a los que no saben y alegrar los corazones de los desilusionados. Recuerda: que menos puede ser más. Este año 2013 puede ser el mejor año de tu vida para ti y para que desde ti lo sea para los demás.

El número trece en muchas culturas es visto como el número de la buena suerte; fue el templario Jaques de Moley, que sin quererlo así, convirtió el día trece en un día de mal augurio, debido a una predicción que hizo en esa fecha, día de su ejecución y que aparentemente se cumplió. Recuerda: es la ley del vaso medio lleno o medio vacío. Recuerda la frase de Lair Ribeiro: “Lo importante no es lo que sucede, sino cómo lo interpretas”. Tú decides.

Y como nos dijo Gustavo Montilla: “Lo conseguimos porque no sabíamos que era imposible”.

El hombre se da a conocer por su forma de interactuar, de consumir, de hablar, como a la moneda grande se la distingue de la pequeña por su sonido. No necesitas tanta ropa nueva. No necesitas tantos potingues en tu armario del baño. No tanta tecnología, ni tanto de todo. Piénsalo. Repiénsalo. Y actúa. La renuncia a algunas comodidades por parte de todos, puede hacer mucho por nuestro mundo, por nuestro ecosistema y por nosotros mismos. Actúa. Y vive una vida feliz y sana desde dentro de ti hacía afuera.

Dedico ésta columna a Encarna López Gil, a su pareja Alex Vega Conde, a Joan Abelló y Albert de la Cruz. A todos y a todas aquellas, que, como ellos, son ejemplo de vida solidaria y autenticidad. Con el corazón, ¡gracias!

Fuente :   Claudia Bürk (Facebook)

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