(CNN) — Criar una familia mientras ejerces una profesión es algo difícil de dominar, en el mejor de los casos. Si además lo haces, a bordo de un yate de 15 metros, rodeado por hielo marino de un metro de espesor y en uno de los entornos más hostiles del planeta seguramente es mucho más.
Pero Eric Brossier no lo haría de ninguna otra manera. El oceanógrafo francés y su esposa, France, se han pasado los últimos ocho inviernos registrando datos científicos felizmente a través de las regiones del polo norte mientras viven a bordo de un yate especialmente equipado llamado Le Vagabond.
Desde 2007, la pareja ha estado acompañado por su hija mayor, Leonie (ahora 6 años) y, desde 2009, su hermana menor, Aurora (de 3 años).
“No es una vida normal”, explicó desde el piso inferior de la casa barco familiar. “Afuera hace 27 grados bajo cero y no vamos a ver el sol durante un par de semanas más. Pero nos encanta la fauna, las montañas, navegar entre el hielo, la mezcla de hielo a la deriva con icebergs, los glaciares…”, agregó.
Brossier ha llevado a cabo una serie de estudios de temporada cerca de la remota isla de Spitsbergen, Noruega, y alrededor de la costa de Groenlandia en los últimos años.
Los osos polares, morsas y una serie de espectaculares criaturas árticas han demostrado ser compañía más habitual que las personas durante estos viajes, que pueden durar entre seis meses y un año.
Este año, sin embargo, la familia se dirigió hacia el oeste y echó el ancla fuera del remoto pueblo Inuit de Grise Fiord en el Ártico canadiense.
Es la primera vez que han establecido un campamento cerca de un asentamiento humano.
“Las razones principales por las que decidí venir aquí este invierno era para que nuestra hija mayor pudiera ir a la escuela y nuestra hija menor pueda socializar con otros niños de su misma edad”, dijo Brossier.
“Sin niños probablemente nos iríamos a vivir un par de kilómetros más lejos solo para sentir la naturaleza un poco más.
“Sin embargo, la ciudad tiene una población de alrededor de 120 personas y se puede salir si se quiere en moto de nieve o con los trineos de perros”, agregó.
Aunque Grise Fiord representa el asentamiento civil más septentrional de América del Norte, Brossier explica que en la ciudad tienen todas las comodidades de la vida occidental contemporánea.
Las casas tienen calefacción central, agua corriente y acceso a internet, Facebook es una de las formas más populares de comunicación – muy lejos de la existencia espartana de las comunidades inuit en Groenlandia y el norte de Rusia.
Sin embargo, estos adornos modernos ofrecen a los Brossiers un término medio entre el desierto del Ártico que la familia adora, instalaciones adecuadas para escolarizar a sus hijas y poder desarrollar a largo plazo el trabajo de investigación del padre de la familia.
Brossier dice que su ocupación actual se basa en el cambio climático de la Tierra. Le pagan para medir el espesor del hielo del invierno, las corrientes oceánicas y los patrones del clima en los alrededores de Grise Fiord para instituciones de investigación en Toronto y Vancouver.
En años anteriores, sin embargo, ha sido guía para la televisión y los equipos de documentales.
“Nosotros decidimos dónde ir en función del trabajo que nos ofrece o las medidas que tenemos que tomar”, dijo.
“Si podemos encontrar este tipo de proyectos en el futuro que satisfacen nuestras necesidades de trabajo y las de nuestros hijos, entonces seremos capaces de llevarlas a cabo durante cinco o 10 años”, agregó.
A pesar de su entusiasmo acerca de las aventuras que puede deparar el futuro, Brossier es consciente de que los demás – especialmente aquellos con niños pequeños – pueden encontrar su estilo de vida nómada en el frío ártico poco atractivo.
Él admite que hay cosas que echa de menos de vez en cuando, pero aconsejaría a cualquier científico ávido marinero o aventurero dispuesto a experimentar el extremo norte de la vela y de la experiencia por sí mismos.
“Extrañamos a nuestros amigos y familias, y cuando volvemos a Francia por unas pocas semanas cada año, es lo primero que vemos”, dijo. “Eso y sentarnos al sol y comer un poco de queso francés y fruta fresca”. Pero no creen que se hayan perdido mucho. “Si realmente nos hubiéramos perdido algo demasiado importante, no habríamos sido capaces de llevar esta vida por tanto tiempo”, concluye.