Existen diversas leyendas en la ciudad de Segovia, que fueron forjándose a lo largo de su historia. Pero hay una antigua que se llama María del salto o la Mari Saltos y el mismísimo rey Alfonso X “El Sabio” le dedica la cántiga 107:
La leyenda nos cuenta de que vivía en la ciudad una judía llamada Esther, que decidió dejar sus creencias judías y abrazar la fe cristiana. Por esta razón los judíos la acusaron de adulterio, y tras el juicio, quedó sentenciada a ser despeñada desde la cima de las Peñas Grajeras, una cortado sobre el río Eresma donde es posible contemplar la ciudad, para cumplir la condena.
En el momento de ser arrojada al vacío, atada de pies y manos, la judía Esther imploró a la virgen de la Fuencisla, por su salvación, mirando hacia la catedral, donde sobre la puerta había una imagen suya.
Una vez fue lanzada, cuenta la leyenda que una fuerza celestial la sujetó y la dejó suavemente en el suelo, salvándose, por tanto. Días más tarde, Esther fue bautizada por el Obispo Bernardo, cambiándole el nombre por el de María en honor a la virgen que milagrosamente la salvó. El pueblo segoviano le añadió el sobrenombre “del Salto”, aunque cariñosamente también se la llamó Mari-Saltos en honor a tan milagroso hecho.
Desde ese momento, la virgen de la Fuencisla pasó a ser la patrona de la ciudad de Segovia, y en el lugar donde se produjo en milagro, se levantó entre los años 1598 y 1613 un santuario que aún hoy sigue en pie en honor de la Virgen.
La virgen preside hoy día la plaza del Azoguejo desde una hornacina situada en el acueducto.
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