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El amor
En sánscrito, la palabra dhyan significa atención o concentración
y de ella proviene el término zen.
Con el tiempo, la palabra dhyan pasó a ser ch’an en chino
y zen en japonés.
Zen es un camino hacia la paz interior
con base en la meditación serena
y en una vida de amor
y desasimiento.
Dhyan o zen es estar en el ahora
y disfrutarlo plenamente,
es amar libremente
con una conciencia despierta.
Difícil intento en medio del agite, las carreras,
el ruido y el empeño obsesivo por el poder o por manipular.
Tú te amas y eres inteligente
si creas el hábito de detenerte,
vivir el instante,
y vives relaciones sin cadenas.
A la mente le fascina flagelarse con el ayer
o sufrir con el mañana,
mientras la vida se escapa en el ahora.
Tu felicidad crece cuando prescindes
de todo lo que te atrapa en el plano material,
aquietarte y trascender.
La paz de tu alma está
en cultivar la aceptación y el desapego,
y no estar atado a nada ni a nadie.
Algo que solo alcanzas si te amas mucho
y no pones tu felicidad
fuera de ti mismo.
No sufres con el apego si tomas conciencia
de la impermanencia de todo,
y prefieres ser a tener.
Detrás del apego hay miedos
y detrás del miedo una fe débil
y un amor precario.
Cuando eres capaz de renunciar a todo
sin quejarte o deprimirte,
entonces todo lo tienes
y fluyes en la vida.
Jesús, Buda y Lao Tse, amaban sin amarras,
porque el amor llenaba del todo sus vidas
y su corazón.
Un maestro de desapego fue el filósofo Diógenes,
y lo demostró ante Alejandro Magno:
“Pide lo que quieras”, le dijo el emperador.
“Solo te pido que te hagas a un lado para poder gozar del sol”,
respondió Diógenes.
Otro gran maestro del desasimiento fue Francisco de Asís
y por eso, decía:
“cada vez deseo más poco,
y lo poco que deseo lo deseo poco”.
El amor genuino es libre y liberador,
el amor genuino nunca es posesivo,
es inmensamente respetuoso.
El amor que ilumina la vida respeta la autonomía de los demás
y nunca posee ni manipula.
¿Así es como amas?
Para lograrlo, primero elige quererte mucho
y aprender a manejar la soledad.
Sólo puedes amar cuando no tienes miedos,
y aceptas que el otro se puede ir sin que te deprimas.
Lo amas, pero no lo necesitas para ser feliz,
porque eres feliz sin apegarte
y sin depender.
¿Qué pierdes cuando te aferras a los que dices amar
como se pegan las parásitas a un árbol?
Sacrificas tu felicidad,
pierdes tu libertad,
sufres en demasía
y también haces sufrir.
Un amor posesivo frena tu proceso y el del otro.
Por eso,
necesitas cultivar un amor sin ataduras
y aceptar que cada ser es independiente.
No es fácil, pero ese es el camino
y lo logras con una vida espiritual intensa,
en la que Dios llena de tal modo tu vida
que no te ves impelido a paliar vacíos emocionales
con relaciones dependientes y sufrientes.
Gonzalo Gallo González