INTRODUCCIÓN:
El “techo de cristal” es un fenómeno estudiado interdisciplinariamente por la psicología, la sociología y la antropología, entre algunas otras ciencias, éstas específicamente son recientes con relación al pensamiento filosófico y permiten revisar con novedosas estrategias un saber que es hegemónico. Nuestro interés se centra en conocer el estado del arte que prevalece sobre el concepto “techo de cristal”, además de “pisos pegajosos” o “muros de hormigón” relacionados entre sí, para visibilizar que la teoría filosófica no resiste una revisión en código femenino, “antes de la segunda mitad del siglo XX”[1], puesto que favorece en calidad de saber fundante inclusive, un fenómeno cuyo imperativo es la inequidad entre los sexos.
Y que se extiende a la vida práctica cuyos alcances son importantes en la vida de las mujeres que enfrentan un impedimento para al acceso a niveles de toma de decisión como parte natural de un desempeño dentro de sus carreras, y que es resultado de una “sutil” construcción de género que forja un “techo de cristal” cuya eficaz estrategia normaliza la exclusión del sexo femenino de los espacios públicos, y que encuentra su fundamento en los estereotipos de roles sexuales.
Un ejemplo no tan lejano y paradigmático de la contribución a la exclusión de las mujeres me parece el discurso filosófico de Nietzsche, que fomenta la hetero-designación femenina con estereotipos que generan violencia a la libertad de auto determinación de las mujeres. Este pensamiento, que no es la excepción en los filósofos, es una contribución a una carga depositada sobre las mujeres a lo largo de pensamiento filosófico, mediante una pretendida estrategia sutil que deviene para las mujeres en pagar altos costos para “demostrar” que son capaces del ejercicio de su profesión a niveles de toma de decisión.
Me parece acertado revisar a Friederich Nietzsche un importante parteaguas del pensamiento actual ya que su capacidad de ruptura es incuestionable y su práxis de una ética de la sospecha ha inyectado importante vitalidad a las sociedades de posguerra, pero su ruptura tiene un límite, y es que su propuesta no se extiende hacia las mujeres. Su ejemplo permite revisar la construcción de género que ha prevalecido como un sesgo discriminatorio hacia las mujeres dedicadas al conocimiento y actualmente a la ciencia.
Nietzsche ha enarbolado importantes rupturas con un orden moral dogmático, que adeuda sin embargo revisar el sesgo de género, causas y alcances en torno a la vida de las mujeres, así como su auto designación y libertad inherentes pero escamoteadas desde un discurso pretendidamente universal que no ha sido revisado detenidamente, pero leído en código universal resulta un provechoso argumento para fortalecer a las mujeres de ciencia para atravesar el “techo de cristal”, en tanto que proporciona toda una teoría en torno al fortalecimiento del yo interpelando los valores de una sociedad que no reparará en calificativos para revisar su moral que fomenta el estado de subordinación y postración.
Es el filósofo de la sospecha, de ahí la conveniencia de desmontar su construcción de género, para situar esta discusión en el tiempo presente y apropiarnos de las rupturas del lenguaje nitzscheano en código femenino, vertiendo así en él los afanes de universalidad a que la filosofía aspira.
El método propuesto para la presente investigación, es primero revisar la historia de la cultura occidental, y específicamente buscar visibilizar el papel de las mujeres que han desarrollado conocimientos y ciencia a lo largo del tiempo que ha durado la construcción del conocimiento racional científico occidental, observando que el destino de las mujeres de ciencia, sus conocimientos y sus avances, han sido “expropiados”, una categoría que Marcela Lagarde, ofrece para este fenómeno, y contribuir a su visibilización.
El método también aspira a visibilizar la moral católica, que ha prevalecido durante siglos como un corpus fundante de roles sexuales con una intensa participación en la construcción de una sociedad inequitativa y sexista, generadora de representaciones sociales cuyo imperativo dicta la invisibilización de las mujeres sistemáticamente, también propiciadora de violencia desde un discurso que les exige subordinación y sumisión, anteponiendo los dogmas al conocimiento, la libertad y autodeterminación. Negándoles además todo acceso al poder reservando para el sexo masculino todo tipo de capital incuso el intelectual.
Finalmente la metodología aspira a revisar el discurso del filósofo de la sospecha en código femenino, para aportar desde su teoría instrumentos que permitan desmontar la subordinación y la sumisión introyectadas como constructo del género femenino, un elemento que también conforma el “techo de cristal”. La revisión del discurso católico, a quien Nietzche enfrentó congruentemente aportará pues una herramienta para fortalecer la praxis de las mujeres que para desarrollarse en ámbitos hasta hace muy poco tiempo proscritos para ellas, como el hacer científico, implican una ruptura del “techo de cristal”.
SOBRE EL ESTADO DEL ARTE EN TORNO AL “TECHO DE CRISTAL”
El concepto del “Techo de Cristal” se acuñó en el seno de las teorías sociológicas, según refiere Miriam Alizalde, en su artículo El techo de cristal y el poder femenino, “el techo de cristal es un concepto predominantemente sociológico. Es fuente de análisis por parte de disciplinas afines tales como la política, la historia y la psicología”.[2] Mabel Burin, define a su vez que el “techo de cristal” caracteriza a una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar. Es una barrera que impide a las mujeres seguir avanzando”[3]. A esta definición Miriam Alizalde añade que “el techo de cristal… implica la asunción del rol de aceptación, sometimiento y pasividad impuesto por los valores sociales tradicionales” [4], asignados a las mujeres.
Este fenómeno visto desde la psicología, permite identificarlo como resultado de una construcción de género de la cual surgen limitaciones reales e introyectadas, creadas durante el proceso psicológico por el que la construcción de la subjetividad femenina se debate, desde edades tempranas, debido a que “el sentimiento de culpa ha sido la gran herramienta disciplinadora de la cultura patriarcal respecto del despliegue de los deseos femeninos”[5] y cuya construcción se manifiesta en mujeres que son interpeladas social y culturalmente por un constructo de género, que patologiza sistemáticamene sus ambiciones y anhelos de ascender a sitios de toma de decisiones, “Patologizar las ambiciones de las mujeres y castigarlas por empeñarse en alcanzarlas es algo que se sigue practicando hoy”[6], nos dice Doroty Holmes, profesora de Psicología de la Universidad G. Washington.
Con lo anterior Miriam Alizalde, prefigura un amplio espectro en que se despliega el llamado “techo de cristal” en tanto que abarca una construcción de género denominada igualmente “estereotipos de género” los cuales “ se han fijado como si fueran una esencia algo inherente, inmutable y eterno que determina nuestros cuerpos … esos modelos fijos están fabricados o son construidos social y culturalmente,”[7] y coincide con Doroty Holmes, en que “a la mujer se le inculca que la agresividad es algo de por sí extremadamente peligroso y que ella no debe manifestarla, pues esa expresión le incumbe al hombre”[8], sin embargo, ello conlleva a “proscripciones sociales de la expresión de la agresividad en la mujer, cuya ambición no es recompensada sino frustrada- añade un elemento invalidante y potencialmente devastador a las influencias normales –neuróticas intrínsecas de las pulsiones”.[9]
La expresión de su ambición y de agresividad como una pulsión que impera en todo ser viviente, entonces es degradada bajo una mirada sexista, que niega reconocimiento al progreso de las mujeres desde edades muy tempranas y en el propio seno familiar, que mas tarde se extenderá fuera de éste, como señala Doroty, en los estudios de Rimm:
Nos vemos obligados a comprender mejor las representaciones intrapsíquicas y sus consecuencias en mujeres que crecen influídas por una sociedad que tiene prejuicios con respecto a sus logros. Sin lugar a dudas, la sociedad en general, así como la conflictiva aprobación o desaprobación de sus ambiciones por parte de sus padres, transmiten a las mujeres prejuicios limitativos de toda ambición.[10]
Aparentemente, dicha construcción de género o estereotipo se encarga de imponer, validar o restringir actividades asignando específicamente roles subordinados en el caso del sexo femenino, mientras que al sexo masculino es impelido a un rol que favorece subordinar, según nos comenta Ethel S. Person, en su artículo “Sexo, Género, Jerarquía y poder”, en que aclara el contexto de los roles sexuales, diciendo “No les ha sido fácil a los hombres renunciar al mito cultural de la omnipotencia y supremacía del falo … Las fantasías de los hombres encubren sus temores, son una formación reactiva frente a estos.” [11] Mientras que para el caso del rol asignado al sexo femenino también nos señala que:
Durante largo tiempo se consideró que el femenino era el sexo débil y ahora se ha admitido que tiene un poder que le es propio; el masculino, en cambio considerado a menudo invencible, admite hoy su vulnerabilidad. Pero los estereotipos culturales no desaparecen de la noche a la mañana, y muchos hombres y mujeres siguen actuándolos en su fantasía, si no en la realidad.[12]
Para reflejar la dicotomía que construye roles de género mas claramente, es portuno revisar un texto cuya finalidad es prevenir la violencia desde la formación primaria, en el Estado de Oaxaca, un trabajo novedoso y pionero que nos habla de una comunidad consciente y avanzada, que otorga importancia a la educación de género desde la educacón elemental, y donde se ofrece un cuadro que explicita esta inequitativa división asignada por sexos explícitamente:
Mujeres
- Deben comportarse pasivamente en las relaciones con los hombres
- Sensibles
- Tiernas
- Débiles
- Abnegadas
- Responsables de las tareas domésticas
- Dóciles
- Apacibles
- Recatadas
- Introvertidas
- Fieles
- Pasivas
- Responsables
- Dependientes
Hombres
- Deben tener la iniciativa para empezar una relación amorosa
- Racional
- Rudos
- Fuertes
- Interesados
- Responsable de proveer el gasto familiar
- Rebeldes
- Violentos
- Expresivos
- Infieles
- Activos
- Irresponsables
- Independientes[13]
La oposición en la asignación de estereotipos para mujeres y hombres, es evidente, al tiempo que plantea una rigidez en el desarrollo de la libertad inherente a cada persona, determinando en razón de una sociedad y cultura incuestionadas pero determinantes sobre las posibilidades de desarrollo en razón del sexo a que se pertenezca, y cuya identidad se verá interpelada constantemente desde dichos estereotipos.
Y con esto termino por el momento. Mañana prometo tenerles la segunda parte de esta investigación. Mientras tanto, me despido y les recuerdo que una vida sin filosofía no merece ser vivida.