Investigadores de la Universidad de Rochester, en Estados Unidos, han descubierto que los bajos niveles de vitamina D que presentan las personas de raza negra podrían ser un poderoso factor que contribuyese a la aparición de las diferencias raciales que existen respecto a la hipertensión, un problema más común y a menudo más mortal entre la población negra que entre la de raza blanca.
Estos descubrimientos, que se publican este martes en la edición ‘on line’ de ‘Journal of General Internal Medicine’, concuerdan con la teoría, que cada vez cuenta con más evidencias, de que unos niveles bajos de vitamina D están asociados con la hipertensión y que las personas de raza negra producen menos vitamina D.
El equipo del profesor de Medicina de Familia de la URMC Kevin Fiscella, líder de este trabajo, analizaron los datos procedentes de la Encuesta Nacional de Salud y Examen Nutricional 2001-2006. Su muestra incluyó a 2.000 pacientes negros y 5.100 blancos no hispanos, de 20 años o más. Compararon la presión sistólica media y los niveles de vitamina D en sangre en los participantes de este estudio.
Descubrieron que el 61 por ciento de los pacientes negros, en comparación con el 11 por ciento de los blancos, presentaban niveles de vitamina D en los niveles más bajos, mientras que sólo el 2 por ciento de los pacientes negros frente al 25 por ciento de los blancos tenían niveles de vitamina D en los niveles más altos.
‘Este estudio confirma que la vitamina D representa es una pieza del complejo puzle que componen raza y presión sanguínea’, señala Fiscella, quien apunta que, ‘dado que las diferencias entre blancos y negros respecto a la presión sanguínea suponen cientos de muertes por enfermedades cardíacas e ictus entre personas de raza negra, creemos que simples intervenciones –como tomar suplementos de vitamina D– podrían tener un impacto positivo en las diferencias raciales’.
No obstante, Fiscella reconoce que su estudio tiene algunas limitaciones y que la vitamina D no explica totalmente las diferencias raciales respecto a la hipertensión. Por ello, dice, ‘es probable que otros factores más allá de la vitamina D, como el estrés psicológico, la adherencia a los tratamientos y la discriminación, podrían contribuir a la existencia de esta disparidad’.
‘Serán necesarios más estudios que empleen medidas más refinadas que el color de la piel para aclarar la compleja relación entre el tipo de piel, el estrés, la vitamina D y la hipertensión’, concluye.
La mayoría de la vitamina D es producida por la piel en respuesta a la luz del sol y metabolizada en el hígado, donde se convierte en 25 hidroxivitamina D o 25(OH) D, la forma usada para determinar el estatus de vitamina D de una persona a través de un análisis de sangre. La deficiencia se suele definir como menos de 20 nanogramos por milímetro (Ng/ml); tener menos de 15 Ng/ml es inadecuado para mantener sanos los huesos y el normal metabolismo del calcio.
Mucha gente en todo el mundo presenta bajas concentraciones de vitamina D. Determinados factores genéticos comunes a las personas de raza negra, como el color oscuro de la piel, reduce la síntesis de vitamina D. Además, la mayor incidencia de intolerancia a la lactosa que presentan las personas de raza negra, que pueden eliminar la leche enriquecida con vitamina D de la dieta, contribuye a una menor ingesta dietética, que investigaciones anteriores habían demostrado.