La caída del gobierno del primer ministro conservador búlgaro, Boiko Borisov, pone en evidencia, una vez más, los supuestos avances de las reformas y saca a flote las consecuencias de las políticas capitalistas.
Borisov, un exguardaespaldas y practicante de kárate que llegó al gobierno tras los comicios de 2009, en medio del retroceso de cinco puntos del Producto Interno Bruto (PIB) y con promesas de acabar con la corrupción, fue puesto luego como ejemplo del modelo defendido por la Unión Europea (UE).
El gobierno derechista recibió cerca de 20.000 millones de euros en 2010 de los prestamistas de la llamada “Troika” (10.000 millones del Fondo Monetario Internacional, 5.000 millones de la Comisión Europea y 1.500 millones del Banco Central Europeo).
Para entonces, los partidarios de ingresar a la zona euro llegaban al 49 por ciento de la población.
Mientras la crisis capitalista avanzaba en la zona euro, el equipo de Borisov aplicó estrictas regulaciones económicas, privatizaciones y recortes sociales para quedar esa nación de Europa del Este con un crecimiento de dos puntos, en 2011.
Pero, ¿a qué costo? Bulgaria es el país más pobre de la Unión Europea, con los salarios más bajos que apenas llegan a un promedio de poco más de 350 euros, mientras el mínimo es de 150 y las jubilaciones, las más modestas de la zona, quedan en 75.
El 20 por ciento de la población se encontraba en julio de 2012 por debajo del umbral de la pobreza, situado en 120 euros, un poco menos que la tarifa promedio de electricidad a pagar por los consumidores desde enero de este año, casi el triple del mismo periodo del pasado año.
Los ingresos de los búlgaros son tan bajos que para llegar a los de los portugueses, considerados los más pobres de la zona euro, deberían esperar hasta el 2040 a fin de alcanzar esa meta y solo si la nación balcánica contara con un crecimiento sostenido anual de entre cuatro y cinco por ciento.
La llegada de tarifas con el triple del precio detonó la protesta social. Miles de personas se lanzaron a las calles convocados a través de las redes sociales en Internet.
Ello llevó a enfrentamientos con la policía en Sofía y al menos una treintena de localidades en el estado ex socialista centroeuropeo que cuenta con algo más de siete millones de habitantes.
Al menos, 28 personas resultaron heridas en los mencionados choques que desembocaron en la renuncia de Borisov y su equipo. El dirigente conservador debió declarar que se trataba de la voluntad del pueblo, a la cual debía atenerse.
Entre las principales demandas, después de lograr la salida del gobierno, estuvieron la eliminación de la inmunidad parlamentaria y la formación de una Asamblea Constituyente que pueda introducir cambios en la Carta Magna, como la modificación del actual sistema electoral.
Además, los manifestantes exigieron nacionalizar las empresas foráneas encargadas de la administración de la esfera energética como las checas CEZ y Energo Pro, así como la austriaca EVN, responsabilizadas con la subida de los precios.
La situación socioeconómica, la corrupción y los bajos ingresos forzaron la salida de más de un millón y medio de personas de este país desde 1989, cuando Bulgaria pasó de una economía socialista al libre mercado capitalista. Los búlgaros representan hoy el 4 por ciento del movimiento migratorio de la UE. Hace más de 25 años era una república socialista con excelentes índices de desarrollo humano. Hoy es la nación más pobre de la Unión Europea.