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A veces la Tierra donde estás parado te acompaña y te vuelves inmenso.
Te expandes, como el espacio, sin rozar una brizna de polvo…hasta caer de pie en el puente donde alguna vez levantaste tu casa.
¿Dónde está ahora?
Un puente es un paso, un trino, un instante, el río…es el viento, la estrella de la mañana, una gota que cae, una nube. ¿Harías tu casa sobre una nube? ¿Dónde está?
Creíste en la certeza de una casa, en las palabras de un maestro y estás de pie sobre una gota colgando del vacío.
En éste momento, lo único que puedes hacer es reír. Reírte de la estupidez humana. De tu propia estupidez. La gota colgando del vacío sabe que no hay refugio, y en ello radica el encanto de estar viva. En su inmediatez, en su incertidumbre, en su liviandad. Y en ese momento decide, entre seguir siendo gota hasta evaporarse, o integrarse a las otras, y ser río. Un río fluye. Sus gotas no luchan por cambiar de dirección ni juzgan a las que quedan en la orilla.
Entones, las palabras de Chuang –tzu cobran sentido:
“El hombre de virtud superior, cuando descansa, no tiene pensamientos, cuando entra en acción no posee ansiedad. No reconoce el bien y el mal, lo bueno ni lo malo. En el interior, donde todo sirve…allí reposa. Los hombres se aferran a él como niños que han perdido a sus madres; se reúnen a su alrededor como viajeros que han equivocado su rumbo. Posee riquezas, pero no sabe de dónde provienen. Tiene alimentos y bebidas, más que suficiente, pero no sabe quién los suministra. Hace favores sin saber que es bondadoso. Así sus actos no dejan huella, sus acciones no pasan a la posteridad.”
Esa gota es alguien al borde de su propio abismo, que por un instante recuerda palabras de su maestro…
”cuando lleves una vida sencilla y natural, disfrutando lo que te sale al paso y dejándolo ir sin preocuparte, haciéndolo todo con el corazón…luego, prepárate un buen arroz…Sé tú mismo. Estaré allí donde te encuentres…EL AMOR ENCUENTRA. EL AMOR CONVOCA”
No se trata en creer en las palabras del maestro.SE TRATA DE VIVIRLAS.
Los maestros transportan semillas como un ave migratoria. A donde caigan, esa será su tierra. Maestros son los árboles, el viento, los ciclos de la Tierra, las luciérnagas, los dedos nudosos de una anciana, el completo silencio.
Y algo, una voz, un trueno, susurra un secreto: “ni esto, ni aquello, ni un extremo, ni el otro…sin juicio, sin queja, sin elección
Adaptación personal de un texto de Liliana Calatayud