Los portugueses han salido a la calle este sábado en unas treinta ciudades para protestar contra las medidas de ajuste, en manifestaciones convocadas por un movimiento apolítico que en septiembre pasado logró reunir a cientos de miles de personas. Profesores, jubilados, trabajadores de la sanidad, sindicatos, políticos y grupos feministas se han sumado a las manifestaciones convocadas hoy por los indignados lusos en Portugal contra la “troika” y las medidas de austeridad.
Organizadas por el movimiento “Que se fastidie la troika” (“Que se lixe a troika”), comparable al de los indignados españoles, las manifestaciones han coincidido con la presencia en Lisboa de representantes de la “troika” (UE-FMI-BCE, los acreedores de Portugal) para examinar de nuevo las cuentas del país, bajo asistencia financiera.
Uno de sus portavoces, Nuno Ramos de Almeida, ha querido explicar los motivos de la protesta: “Queremos explicar que existen alternativas al rigor, que es posible otro tipo de política”, añadió.
El movimiento anunció concentraciones de apoyo en ciudades del extranjero como Londres, Boston, París, Madrid y Barcelona.
El principal sindicato luso, la Confederación General de Trabajadores Portugueses (CGTP, de signo comunista), también ha movilizado a sus afiliados, según declaraciones de su líder, Arménio Carlos.
Han participado igualmente diputados de los partidos de la izquierda portuguesa -el Socialista, el Bloque de Izquierda y el Partido Comunista-, así como los presidentes de las tres principales asociaciones profesionales de militares.
El lema de la protesta es “O Povo é quem mais ordena” (El pueblo es el que manda), uno de los versos del himno de la revolución lusa de 1974, “Grandola, Vila Morena”, que echó abajo la dictadura fundada por António de Oliveira Salazar y se ha convertido otra vez en símbolo del descontento ciudadano.
SITUACIÓN MACROECONÓMICA EN PORTUGAL
Los indignados denuncian que el primer ministro, Pedro Passos Coelho, ha cedido la soberanía nacional ante el FMI y la UE, que, en mayo de 2011, a petición del anterior Gobierno socialista luso, prestaron a Portugal 78.000 millones de euros para evitar su bancarrota.
El Ejecutivo conservador ganó las elecciones anticipadas un mes después y puso en marcha un duro programa de austeridad, con ajustes y reformas para cumplir los acuerdos suscritos.
Veinte meses después, la coalición conservadora de Gobierno ha superado dos huelgas generales y varias multitudinarias protestas ciudadanas y sindicales, pero sufre un gran desgaste en popularidad, y las encuestas la sitúan por detrás del Partido Socialista en las intenciones de voto.
Los datos económicos, entretanto, han empeorado, con una tasa de desempleo que se ha disparado al 17,6 % (el doble que hace tres años) y una caída del 3,8 % del PIB, la peor en varias décadas, en el último trimestre de 2012.
Pero Passos Coelho considera que la única vía para superar la crisis es hacer el Estado “sostenible”.
El líder conservador destaca el éxito logrado por su programa de recortes en la vuelta del país a los mercados financieros, donde ha ganado credibilidad y la deuda a diez años se cotiza a un interés del 6,3 por ciento, cuando hace un año rozaba el 17 %