Gran parte de la culpa hay que achacarla a la falta de oportunidades para que las mujeres recibieran una educación escolar y una cultura propia. La enseñanza pública era algo raro a principios del siglo XX pues la educación estaba monopolizada por la Iglesia, y ésta no hacía mucho por educar a las mujeres en un sentido más práctico que el de ser “la perfecta ama de casa y madre de sus hijos”. A comienzos del siglo XX un 71% de la población femenina de España era analfabeta por un 55,57 % de hombres que no sabían leer ni escribir. La situación mejoró hacia 1930 (47,5% de analfabetismo femenino y 36,9 % de masculino) pero seguía reflejando la desventaja femenina. Los obstáculos que ya encontraba la mujer en la educación primaria y secundaria se hacían mucho más grandes cuando se trataba de la educación superior. Muy pocas mujeres llegaban a la universidad y aunque a finales de los años 20 encontramos más mujeres en la universidad prácticamente ninguna ejercía su carrera después de licenciarse.
El fracasado alzamiento de julio de 1936 catapultó a las mujeres de la España republicana hacia nuevas actividades en el mundo político y social. Si bien las reformas emprendidas tras la proclamación de la República eliminaron parte de las trabas que el colectivo femenino debía superar para obtener igualdad de derechos, fue la guerra civil la que le otorgó un nuevo rol dentro de la sociedad, actuando de catalizador de la movilización femenina.
Pasados, sin embargo, esos primeros meses de euforia revolucionaria, el papel de la mujer fue reorientado de otra manera. La imagen militarista de la miliciana desapareció de los carteles y empezaron a aparecer mujeres en imágenes más tradicionales, dedicadas a las tareas típicas de asistencia social. A partir de ahora, las mujeres fueron las heroínas de la retaguardia, modelo a imitar por todas ellas. Esta imagen llegó a ser un factor importante en las estrategias para movilizar a las mujeres hacia las causas antifascista y revolucionaria. En este ámbito no beligerante, miles de mujeres se lanzaron a esfuerzos bélicos que iban desde trabajar en fábricas de municiones al voluntariado en servicios sociales, campañas educativas, proyectos culturales y actividades de apoyo a los combatientes. Las mujeres pues, desempeñaron un papel decisivo en la resistencia civil al fascismo.
Las relaciones entre las distintas organizaciones políticas acabaron generando una intensa rivalidad política. Precisamente era su marcada politización la que impedía un movimiento femenino unido. Evidentemente, sucesos como los de mayo de 1937 revertían también en dichas organizaciones. Mujeres Libres, anarquista, defendía públicamente al SFPOUM frente a la AMA, comunista, lo que era motivo de fricción entre ellas. No existía, pues una cohesión y una unidad del feminismo con respecto a las cuestiones social y de género. La polarización política obstaculizó la realización de un proyecto común social entre las mujeres republicanas. Posteriormente, fue la total derrota republicana en la guerra la que acabó definitivamente con el ideal emancipador de las mujeres.
LA MUJER EN LA ESPAÑA NACIONAL
La situación de la mujer en la España nacional es la historia de una vuelta a la sociedad patriarcal y a un papel de sumisión que parecía olvidado durante el régimen republicano. La nueva España de Franco tendrá como objetivo la difusión de valores y pautas de comportamiento que para las mujeres tienen un significado ideológico y social muy marcado. La familia y el hogar serán sus principales ámbitos de actuación sin olvidar las labores asistenciales.
Con la llegada de la guerra civil y el triunfo de la rebelión en determinadas zonas de España la situación de la mujer experimentó un profundo cambio dentro del nuevo contexto político y militar en el que se vieron mezcladas.La asociación de Falange Española de las JONS con el naciente régimen nacional posibilitó que la mujer, como colectivo social, fuera incluida en el nacionalsindicalismo a través de su Sección Femenina. Dichaorganización, fundada en junio de 1934 por José Antonio Primo de Rivera, que tenía como misión la asistencia a los presos del Partido o de las familias de los caídos en las luchas callejeras, encontrará ahora tras el estallido de la guerra, una verdadera razón de ser. Al frente de ella se nombró jefe nacional a Pilar Primo de Rivera. Estaba dotada de una organización jerárquica, piramidal. Hasta el 18 de julio de 1936, la cifra más creíble era la de menos de 2.500 afiliadas. A partir de ahí su número aumentó considerablemente dentro de la vorágine de la guerra. Las mujeres de la Falange debido a las necesidades de la guerra fueron destinadas a desempeñar funciones tales como la de organizar sección de enfermeras, a establecer asociaciones de beneficiencia y atención a los huérfanos etc. El 6 de enero de 1937 se reúne el I Congreso Nacional de Sección Femenina en el que se dan las primeras reglas para la extensión organizativa de enfermeras, lavaderos, talleres y auxilio de invierno. Su organización constaba de cinco departamentos, al frente de cada uno de ellos se encontraba una delegada nacional nombrada por Pilar Primo de Rivera. Estos departamentos o delegaciones eran: Prensa y Propaganda, Administración, Enfermeras y Aguinaldo de Soldado, Auxilio de Invierno y Flechas.
En abril de 1937 tiene lugar la unificación decretada por el general Franco lo que trae consigo una reorganización de las tareas femeninas. Pilar Primo de Rivera, jefe nacional de Sección Femenina, no recibió con agrado la Unificación aunque supo ver que el principal objetivo era ganar la guerra por lo que cedió ante Franco. La Sección Femenina fue pues uno de los sectores que más claramente tomo opción por Franco, en espera de recuperar una mejor posición en los centros de poder para imponer el nacionalsindicalismo joseantoniano. Tras la Unificación, la Sección Femenina declaró tener unas 250.000 afiliadas aunque la cifra posiblemente sea exagerada. El llamamiento a las mujeres respondía a las tareas “puramente femeninas”. El 30 de abril de 1937 se confirmaba en su cargo a pilar Primo de Rivera con atribuciones precisas. La circular número de 1 de la Sección Femenina da normas generales y recomienda a los departamentos femeninos que se ocupen de resolver la situación angustiosa de muchas familias y huérfanos. Otros servicios organizados fueron los de talleres y almacén, así como los lavaderos del frente. Funcionaron durante la guerra 76 lavaderos en los que trabajaron unas 1.140 mujeres. También fueron movilizadas unas 20.000 mujeres para el trabajo en los talleres que abastecían de ropa a los combatientes del ejército nacional. Por último, las secciones de enfermeras se multiplicaron, la Sección femenina organizó cursos de urgencia para instruir a las nuevas enfermeras llegando a movilizar a unas 8.000.
Sin embargo no sólo existía la Sección Femenina como organización de encuadramiento de las mujeres. en el amplio espectro social femenino encontramos dos delegaciones que también intentaron, aunque sin éxito, atribuirse el papel predominante como reguladoras del esfuerzo femenino en la guerra. Tras el decreto de Unificación se distribuyen las funciones femeninas entre la Sección Femenina (encargada como hemos visto de la movilización y formación de todas las mujeres), la Delegación de Frentes y Hospitales (encargada de las atenciones al frente) y el Auxilio Social (que se ocupa de la función benéfica).La delegada nacional de Frentes y Hospitales era María Rosa Urraca Pastor. Desde la Unificación, esta organización se había hecho con el control de todos los servicios del frente, incluidos aquellos organizados por Sección Femenina. Ello fue fuente de innumerables choques que se veían agravados por el hecho de que Frentes y Hospitales era una organización de militantes carlistas (las llamadas “margaritas”). La jefe nacional de Sección Femenina protestó repetidamente por el presunto “boicot” que Frentes y Hospitales realizaban a la “verdadera tarea de la mujer”. Presentó quejas sobre la indisciplina de margaritas y requetés que, en su opinión, no se incorporaban debidamente a las tareas comunes. Durante la guerra, la unidad de requetés resultaba necesaria pero tras el final de la guerra los carlistas, paulatinamente, fueron perdiendo toda su influencia en el seno del partido unificado de Falange Española y Tradicionalista de las JONS. La delegación de Frentes y Hospitales se apresuró a desarrollar otro tipo de actividades asistenciales tras la guerra pero el 24 de mayo de 1939 apareció un decreto extinguiendo la delegación.
La otra organización, Auxilio Social, tuvo más suerte y no fue rápidamente absorbida por la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera. Los orígenes de esta organización se encuentran el la labor de la que sería su delegada nacional, Mercedes Sanz Bachiller, viuda de un prohombre del falangismo llamado Onésimo Redondo. En octubre de 1936, en Valladolid, fundó el llamado Auxilio de Invierno, según el modelo del Wintherhilfe alemán. Ello se debía a que había recibido íntegramente su formación en Alemania. En el verano de 1937, fruto de su aprendizaje creó el Auxilio Social cuyo funcionamiento empezó en octubre del mismo año. Sin duda, la influencia germánica era muy ostensible en el Auxilio Social, su delegada nacional identificaba una gran organización capaz de encargarse de la asistencia social en el nuevo Estado. A finales de 1938, el choque entre Auxilio Social y Sección Femenina era inevitable. Mercedes Sanz Bachiller acusó a Sección Femenina de intentar controlar el Auxilio Social, de que éste estuviera integrado en la rama femenina del Movimiento. Lo cierto es que Auxilio Social creció enormemente durante y después de la guerra. Tras el reparto callejero de comida, el Auxilio Social se ocupó de abrir centros para niños y Casas de la Madre, comedores para embarazadas y centros de maternología. Más tarde crearon los hogares-cuna, infantiles y escolares para atender a niños y niñas abandonados o huérfanos. Luego siguieron los hogares profesionales y de estudios superiores y las residencias rigurosamente separados por sexos para recibir la educación adecuada. Un decreto del 17 de mayo de 1940 reorganizaba el Auxilio Social para su actuación tras finalizar la guerra, integrada en FET de las JONS y protegida por el Estado para cumplir, por delegación de éste, funciones benéficas y sociales.