Una colaboración de lalunagatuna
Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti eran dos inmigrantes italianos, acusados del asalto y homicidio del pagador de una fábrica, Frederick Parmenter, y su escolta Alessandro Berardelli, en el pueblo de South Braintree, Estados Unidos, el 15 de abril de 1920. El proceso judicial causó un gran escándalo internacional y fuertes protestas, sobre todo en Europa aunque también tuvo grandes dimensiones en Latinoamérica, debido a las escasas e insuficientes pruebas. Pese a las protestas y los pedidos de clemencia arribados de todo el mundo, incluido el Papa, la condena a la pena de muerte se mantuvo inalterable y fueron ejecutados el 23 de agosto de 1927. Antes de morir, Nicola Sacco se volvió hacia los testigos y gritó: ¡Viva la anarquía! En 1977 Estados Unidos reconoció oficialmente el error, Sacco y Vanzetti fueron exonerados de manera simbólica el 23 de agosto de 1977 por el entonces gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis. Se considera que en un contexto social en que se temía la llegada del comunismo tras la crisis social desatada por el big crack, se debía dar una señal potente que el pensamiento socialista y anarquista sería fuertemente vigilado y castigado.
Esta sección de El Ortiba es un pequeño homenaje a la memoria de Nicola Sacco, zapatero, italiano, militante anarquista y padre de familia, injustamente acusado junto a Bartolomeo Vanzetti de un crímen que jamás cometieron y por el cual fueron ejecutados en la silla eléctrica en 1927.
Desde entones sus nombres quedarían indisolublemente unidos en la memoria colectiva como expresión de indignación frente a la injusticia. Aunque Sacco y Vanzetti hubieran cometido realmente aquel delito, no terminarían en la silla eléctrica por ello, sino por su condición de ANARQUISTAS, EXTRANJEROS Y POBRES.
“¡No hay justicia para los pobres en América!
…¡Oh, compañeros míos, continuad vuestra gran batalla! ¡Luchad por la gran causa de la libertad y de la justicia para todos! ¡Este horror debe terminar! Mi muerte ayudará a la gran causa de la humanidad. Muero como mueren todos los anarquistas, altivamente, protestando hasta lo último contra la injusticia…Por eso muero y estoy orguloso de ello! No palidezco ni me avergüenzo de nada; mi espíritu es toda
Hace 85 años ejecutaban en los Estados Unidos a los anarquistas Sacco y Vanzetti
Por Alberto Galeano
Fueron acusados de crímenes que no cometieron y condenados por un juez que despreciaba a inmigrantes y anarquistas. Sus nombres se convirtieron en un ícono de las luchas obreras y por la libertad.
Los anarquistas italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti se convirtieron en un símbolo de la lucha por la libertad luego de declararse inocentes de dos crímenes por los que fueron ejecutados hace 85 años en Estados Unidos.
En 1925, un asesino condenado confesó su participación en esos dos crímenes por los que acusaba a Sacco y Vanzetti: el asesinato del cajero Frederick Parmenter y su guardia Alessandro Berardelli, ocurrido durante un robo en una fábrica de calzado en el pueblo de South Braintree, en el estado de Massachusetts, en 1920.
Sin embargo, todos los intentos de reabrir el juicio contra los anarquistas fracasaron, incluido un pedido de clemencia del Papa Pío XI para que no se los ejecutara.
El zapatero Sacco nació en la ciudad italiana de Torremaggiore, el 22 de abril de 1891, y luego emigró a los Estados Unidos cuando tenía 17 años. En tanto, Vanzetti era oriundo de Villafalleto, en el Piamonte, donde nació en 1888. Ambos llegaron a Estados Unidos en 1908.
“Si no hubiera sido por estas cosas, yo podría haber vivido mi vida hablando en las esquinas…”, dice Vanzetti, según el reportero Philip D. Strong, quien lo visitó en prisión en mayo de 1927, poco antes de que fuera ejecutado junto a Sacco, de acuerdo al periodista estadounidense Douglas Linder.
“Yo podría haber muerto, sin marcas, sin saberlo. Ahora no somos un fracaso. Esta es nuestra carrera y nuestro triunfo. Nunca en toda nuestra vida podríamos haber realizado los trabajos para la tolerancia, la justicia, la comprensión del hombre por el hombre, como ahora lo hacemos por accidente (…) señaló el pescador Vanzetti.
Ambos fueron considerados “mártires”, ya que la justicia de aquellos años -posteriores a la Primera Guerra Mundial- estaba “sesgada” y existía una gran polémica sobre su presunta culpabilidad, lo que provocó manifestaciones de repudio en todo el mundo, incluida la Argentina.
Las crónicas de la época señalan que el juicio se inició el 14 de julio de 1921, en una atmósfera antirracial y antianarquista, y que finalmente, el 23 de agosto de 1927, fueron ejecutados por electrocución.
Ochenta y cinco años atrás hubo manifestaciones en Nueva York, Londres, Amsterdam y Tokio, así como huelgas en varios países de Sudamérica, entre ellas la Argentina, como forma de repudiar las ejecuciones.
Reconocidos intelectuales estadounidenses como Felix Frankfurter, Upton Sinclair, John Dos Passos y Dorothy Parker, así como el dramaturgo británico George Bernard Shaw y el escritor H.G. Wells, pidieron la libertad de Sacco y Vanzetti.
Tal vez porque las autoridades querían que su ejecución sirviera de escarmiento, o porque el juez Webster Thayer detestaba a los inmigrantes o a los anarquistas que llegaban a Estados Unidos, la pena capital fue dispuesta sin escuchar los pedidos de clemencia.
En una carta enviada a su hijo desde la Prisión Estatal de Charlestown, el 18 de agosto de 1927, Sacco señala: “(…) recuerda siempre, Dante, que en el juego de la felicidad no tienes que usarlo para tí solo, sino mirar un paso detrás de tí, ayudar a los débiles que piden ayuda, ayudar a los perseguidos, a las víctimas, que son tus mejores amigos”.
“(Ellos) son los camaradas que luchan y caen, como cayeron ayer tu padre y Bartolo por la conquista de la alegría, de la libertad para todos y para los trabajadores pobres. En esta lucha por la vida encontrarás más amor y serás amado”, dice Nicola.
El día de la ejecución de Sacco y Vanzetti se realizó un paro general en la Argentina decretado por las centrales obreras, y la noticia de la muerte de los anarquistas fue seguida por las pizarras de los diarios de Buenos Aires, como recordó el escritor Osvaldo Bayer en una nota publicada en 2007 en el diario Página/12.
En 1977, el gobernador demócrata de Massachusetts, Michael Dukakis, señaló en una proclama que a Sacco y Vanzetti “no se le había dado un trato justo y que ningún estigma debía ser asociado a sus nombres”.
En la década del 70, en plena lucha en contra de la Guerra de Vietnam, la cantante estadounidense Joan Baez, ex esposa de Bob Dylan, escribió una canción que volvió a sacar de las sombras el proceso contra Sacco y Vanzetti.
Una de sus estrofas decía: “Querido padre, sí, soy un prisionero. No te sientas avergonzado de contar mi crimen…”.
21/08/12 Télam
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Por Ramiro Ross
Había que hacerlo, todos sabían que esos obreros no eran culpables, todos sabían que no era a ellos a quienes se estaba juzgando, era a su ideología, y esa farsa era una señal, era una advertencia de que no tolerarían que gente como ellos intentaran cambiar su sistema, ese sistema gracias al cual, los bolsillos de quienes sustentaban el poder se encontraban llenos de dinero, y n les importó que debieran asesinar a algunos para que otros lo entendieran, al fin y al cabo, ya lo habían hecho demasiadas veces como para empezar a tener problemas de conciencia, y ese día el 23 de Agosto de 1927, el verdugo, un oscuro funcionario del Estado de Massachusetts bajó la fría palanca que terminaría de cerrar toda la mentira.
Todo había comenzado cuando cae asesinado un pagador y sereno de una fábrica de zapatos en la Ciudad de South Brantree, no se encuentra a los culpables y entre policías y jueces, ven la oportunidad, arman una parodia de juicio en el que jamás pudieron demostrar la culpabilidad de ninguno de estos dos italianos, pero n les importó, la clase política los aprueba para que dieran el veredicto que ellos necesitan, porque la ‘salud’ del sistema así lo requería.
Las sentencia llegó formalmente, fueron declarados culpables porque era necesario que fueran declarados culpables y el 14 de Julio de 1921 el juez estampó su firma ¡¡¡ Mátenlos !!!.
A partir de ese momento se levantaron millones de voces en todo el mundo exigiendo que no se lleve a cabo esa carnicería humana, las marchas en toda América y Europa eran tumultuosas, centenares de miles de personas en cada una de ellas, denunciaban al mundo la trampa y repudiaban el crimen que se estaba por cometer en nombre del sistema capitalista.
¡No hay justicia para los pobres en América! |
De nada sirvieron las demostraciones de que esos dos hombres libertarios no eran culpables, finalmente, un fatídico 23 de Agosto de 1927, 6 años después de la sentencia, son ejecutados cobardemente.
Pasaron muchos años, 50 exactamente, para que un gobernador de Massachusetts reconociera formalmente la inocencia de esos hombres y declaró que fueron condenados por sus convicciones políticas y por su condición de inmigrantes. Esa declaración no conformó a nadie, el crimen ya se había consumado, los pueblos del mundo siempre supieron que Sacco y Venzetti eran dos victimas mas de un sistema criminal y asesino.
“Nunca pensamos en toda nuestra vida haber podido hacer tanto por la tolerancia, por
la justicia, por el entendimiento entre los hombres, como hecho ahora por casualidad
¡¡¡ Nuestras palabras, nuestras vidas, nuestros dolores, no son nada !!!. Las vidas que
Nos quitan, vidas de un buen zapatero y de un pobre vendedor de pescado, eso es
Todo!. El último momento nos pertenece, la agonía es nuestro triunfo “
Declaración de Vanzetti luego de recibir la sentencia.
Agosto 2010
ramiroross07@hotmail.com
Sacco y Vanzetti (documental Peter Miller, 2006)
Sacco y Vanzetti en Buenos Aires
Dos héroes del pueblo
Por Osvaldo Bayer
Ochenta años de uno de los crímenes “legales” más mentados. El de Sacco y Vanzetti, cometido por el poder de Estados Unidos, en la ciudad de Boston. La silla eléctrica. Pero no pudieron matarlos en la memoria. Sacco y Vanzetti pasaron a ser, para siempre, “Héroes del pueblo”. Publicaciones, actos, conferencias, obras de teatro, filmes, hermosas canciones, los recuerdan. Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, un zapatero y un vendedor de pescado, así de humildes. Dos italianos inmigrantes. Pero saltaron a la gloria. A los jueces, a los funcionarios que actuaron en este increíble crimen legal ni se los recuerda. Pero se los nombra. Principalmente al juez Fuller. En realidad, todos los jueces que interpretan las leyes a favor del poder quedan en la lista negra de la historia.
Como hacen los norteamericanos, cuarenta años después del crimen oficial contra Sacco y Vanzetti pidieron disculpas. Había sido una “equivocación”. Claro, entonces era fácil, ya estaban muertos. La misma conducta norteamericana contra aquellos también héroes populares, condenados a muerte –esta vez en la horca– por pedir las ocho horas de trabajo. Fueron “Los Mártires de Chicago”, a cuyo recuerdo se debe para siempre el 1º de Mayo como Día de los Trabajadores. También, cien años después de ese crimen infame, la Justicia norteamericana pidió disculpas. Porque fue una “equivocación”.
Sacco y Vanzetti. Libertarios. Luchadores por la Igualdad en Libertad. Dos anarquistas. Con la palabra y el ejemplo. Cuando fueron detenidos, sin ninguna prueba, se los acusó de un atentado. La policía supo hacer la trampa. El juez Fuller y los demás no se tomaron ningún trabajo. Se “dejaron llevar” por las “pruebas policiales”. Total era lo mismo, si no habían cometido ese delito valía la pena matarlos por sus ideas. Bush también los hubiera calificado de terroristas. Y eso basta.
Fue impresionante cómo la palabra Solidaridad, en todo el mundo, se hizo protagonista. En todos los países hubo mitines, huelgas, protestas, atentados de repudio por Sacco y Vanzetti. En la Argentina, ni que hablar. Los anarquistas no eran niños de pecho. Ante la violencia de arriba no se prosternaban ni huían. Respondían. El 16 de mayo de 1926, a las 23, estalla la protesta en Buenos Aires con una bomba en la embajada norteamericana, en Arroyo y Carlos Pellegrini. El boquete que abre la explosión es tan grande que los policías que llegan pueden entrar por él al edificio. El escudo de Estados Unidos va a parar al medio de la calle. Del almacén de enfrente caen las botellas de las estanterías. Poco después, como se usa, los más altos funcionarios de la policía del gobierno radical de Alvear, encabezados por el jefe de Investigaciones, Santiago, irán a pedirle disculpas al embajador norteamericano y asegurarle que los culpables caerían muy pronto. Pero no sería la única. El 22 de julio de 1927 estalla una bomba en el pedestal de la estatua a Washington, en Palermo. Un banco de mármol, situado junto al monumento, va a parar a cinco cuadras del lugar. Cincuenta minutos después estalla otro artefacto en la empresa Ford, de Perú y (hoy) Hipólito Yrigoyen. El automóvil último modelo expuesto en la vidriera queda totalmente inutilizado.
Por supuesto la policía detiene a toda persona con rostro sospechoso de anarquista. Y el comisario Santiago hace declaraciones optimistas. Pero esa misma noche, el 16 de agosto, explota en su lujosa residencia, Rawson 944, un artefacto que lo deja sin comedor, sin los muebles de esa habitación, sin balcón y sin ventana. Después de esto, el comisario Santiago no hará más declaraciones a los periodistas. Santiago pasó a la historia por inventar el suplicio llamado “pileta” para hacer hablar a los detenidos. Es decir, sumergirle la cabeza en una pileta de agua, hasta el límite.
Pero llegará la noche de la ejecución de los dos héroes, en Charlestown. Buenos Aires siguió ante las pizarras de los diarios, paso a paso, la ejecución de los dos inocentes. Hasta que apareció escrito: “Fueron ejecutados, primero Sacco, luego Vanzetti. Antes de morir gritaron: ¡Viva la Anarquía!”.
Buenos Aires vivió ese día la ira del pueblo. El paro fue general, ordenado por las centrales obreras. Todo el día explotaron petardos como gritos de furiosa protesta, manifestaciones, enfrentamientos con la policía. Como símbolo quedó un tranvía quemado en el centro de Buenos Aires.
El diario anarquista Cúlmine dirá: “Debemos oponer nuestros instrumentos vengadores que quemarán los mil tentáculos monstruosos de la fiera vampírica que envuelven todos los senderos de la tierra. Nuestra dinamita purificará los lugares que la maldita casta del dólar ha apestado”.
Seguirán los atentados, dos de ellos al CitiBank y al Banco de Boston.
Y volvemos al principio: no hay violencia de abajo cuando primero no hay violencia de arriba.
Sacco y Vanzetti
Por Howard Zinn*
Cincuenta años después de las ejecuciones de los inmigrantes italianos Sacco y Vanzetti, el Gobernador Dukakis de Massachusetts puso en marcha una comisión para analizar la limpieza del juicio, y la conclusión era que los dos hombres no habían tenido un juicio justo. Esto despertó una tormenta menor en Boston.
Una carta, firmada por John M. Cabot, embajador americano retirado, declaró su “gran indignación” y señaló que la confirmación de la pena de muerte por el Gobernador Fuller se hizo después de una revisión especial por “tres de los más distinguidos ciudadanos de Massachussets – el presidente de Harvard, Lowell, el Presidente del MIT, Stratton y la Juez jubilada Grant”.
Esos tres “distinguidos y respetados ciudadanos” fueron vistos de forma diferente por Heywood Broun que escribió inmediatamente en su columna para el New York World después de que la comisión del Gobernador hizo su informe. Escribió:
No todo prisionero tiene un Presidente de Harvard que aprieta el interruptor para él… Si éste es un linchamiento, por lo menos el vendedor ambulante de pescado y su amigo artesano pueden tener como consuelo para el alma que morirá a manos de hombres en traje de gala o con togas académicas.
Heywood Broun, uno de los periodistas más distinguidos del siglo XX, no continuó como redactor para el New York World.
En el 50 aniversario de la ejecución, el New York Times informó que: “Los planes del Alcalde Beame para proclamar el siguiente martes el día de Sacco y Vanzetti se han cancelado, en un esfuerzo para evitar la controversia, según dijo ayer un portavoz del ayuntamiento”.
Debe haber una buena razón por la que un caso de hace 50 años, ahora de 75, despierta tal emoción. Yo sugiero que es porque hablar sobre Sacco y Vanzetti plantea materias que nos preocupan hoy inevitablemente: nuestro sistema de justicia, la relación entre la fiebre por la guerra y las libertades civiles, y la mayor preocupación de todos, la idea de anarquismo: la eliminación de límites nacionales y por consiguiente de la guerra, la eliminación de la pobreza, y la creación de una democracia plena.
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El caso de Sacco y Vanzetti reveló, en sus condiciones más severas que las palabras nobles que se inscribieron sobre nuestros palacios de justicia, “Justicia Igual ante la Ley”, siempre han sido una mentira. Esos dos hombres, el vendedor ambulante de pez y el zapatero, no podrían conseguir justicia en el sistema americano, porque la justicia no mide igual a pobres y a ricos, a nacionales o a extranjeros, al ortodoxo y al radical, al blanco y la persona de color. Y mientras la injusticia se da más sutilmente y de maneras más intrincadas hoy que en las circunstancias crudas de Sacco y Vanzetti, la esencia se mantiene igual.
En su caso, la injusticia era flagrante. Fueron juzgados por robo y asesinato, pero en las mentes, y en la conducta del fiscal, el juez, y el jurado, lo importante de ellos estaba en que eran, como Upton Sinclair señaló en su notable novela Boston, “wops”, los extranjeros, trabajadores pobres, radicales.
Aquí va una muestra del interrogatorio policial:
Policía: ¿es usted un ciudadano?
Sacco: No.
Policía: ¿Usted es comunista?
Sacco: No.
Policía: ¿anarquista?
Sacco: No.
Policía: ¿Usted cree en nuestro gobierno?
Sacco: Sí; aunque algunas cosas me gustan diferentes.
¿Qué tenían estas preguntas que ver con el robo de una fábrica de zapatos en Braintree Sur, Massachusetts, y el tiroteo de un pagador y un guardia?
Sacco mentía, claro. No, yo no soy un comunista. No, yo no soy un anarquista. ¿Por qué mentir a la policía? ¿Por qué un judío mentiría a la Gestapo? ¿Por qué un negro en África del Sur mentiría a sus interrogadores? ¿Por qué un disidente en la Rusia soviética mentiría a la policía secreta? Porque todos saben que no hay justicia para ellos.
¿Ha habido justicia en el sistema americano para los pobres, la persona de color, el radical? Cuando se sentenciaron los ocho anarquistas de Chicago a muerte después de los altercados de Haymarket de 1886, no era porque había alguna prueba de la conexión entre ellos y la bomba tirada en medio de la policía; no había ninguna evidencia. Era porque ellos eran líderes del movimiento anarquista en Chicago.
¿Cuándo Eugene Debs y mil otros fueron enviados a la prisión durante el Primera Guerra Mundial, bajo la Ley de Espionaje, fue porque ellos eran culpables de espionaje? Difícilmente. Eran socialistas que hablaron contra la guerra. Confirmando la sentencia de 10 años de Debs, el juez de la Suprema Corte de Justicia, Oliver Wendell Holmes dijo claro por qué Debs debía ir a la prisión. Él citó del discurso de Debs: “La clase de los amos siempre ha declarado las guerras, la clase oprimida siempre ha luchado las batallas”.
Holmes, admirado como uno de nuestros grandes juristas liberales, dejó claro los límites del liberalismo, los límites puestos por un nacionalismo vindicativo. Después de que todas las apelaciones de Sacco y Vanzetti se agotaron, el caso llegó ante Holmes, cuando estaba en la Corte Suprema. Se negó a revisar el caso, mientras permitía que un veredicto así se mantuviera.
En nuestro tiempo, Ethel y Julius Rosenberg fueron enviados a la silla eléctrica. ¿Era porque ellos eran culpables más allá de una duda razonable de pasar los secretos atómicos a la Unión Soviética? ¿O era porque ellos eran comunistas, como el fiscal dejó claro, con la aprobación del juez? ¿Era porque el país estaba en medio de la histeria anti-comunista, los comunistas habían tomado el poder en China, había una guerra en Corea, y el peso de todo ello podía hacerse recaer en dos comunistas americanos?
¿Por qué George Jackson fue sentenciado a diez años en la prisión, en California, por un robo de 70 dólares, y después disparado a muerte por guardias? ¿Era porque él era pobre, negro y radical?
¿Puede un musulmán hoy, en la atmósfera de la “guerra del terror “, pedir igualdad de justicia ante la ley? ¿Por qué mi vecino de arriba, un brasileño de piel oscura que podría parecerse a un musulmán del medio oriente, fue sacado de su coche por la policía, aunque él no había violado ninguna norma, y fue interrogado y humillado?
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¿Por qué de los dos millones de personas que están en las cárceles americanas y prisiones, y seis millones de personas bajo libertad provisional, o vigilancia, desproporcionadamente la mayoría son personas de color, y pobres? Un estudio mostró que el 70% de las personas en las prisiones estatales de Nueva York salieron de siete barrios donde reina la pobreza y la desesperación.
La injusticia de clase se produce todas las décadas, todos los siglos de nuestra historia. En medio del juicio de Sacco y Vanzetti, un hombre adinerado en el pueblo de Milton, al sur de Boston, disparó y mató a un hombre que estaba recogiendo leña en su propiedad. Se pasó ocho días en la cárcel, fue liberado bajo fianza, y no se le persiguió. El fiscal del distrito lo llamó “el homicidio justificable”. Una ley para los ricos, otra para los pobres -una característica persistente de nuestro sistema de justicia.
Pero ser pobre no era el crimen principal de Sacco y Vanzetti. Ellos eran italianos, inmigrantes, y anarquistas. Habían pasado menos de dos años del final de la Primera Guerra Mundial. Ellos habían protestado contra la guerra. Se habían negado a ser reclutados. Ellos vieron la montaña de histeria contra los radicales y extranjeros, observaron las correrías llevadas a cabo por los agentes del Fiscal General Palmer en el Departamento de Justicia, que irrumpían en casas en la mitad de la noche sin garantías para las personas incomunicadas.
En Boston se arrestaron 500 personas, fueron encadenados juntos, y marcharon a través de las calles. Luigi Galleani, editor del periódico anarquista Cronaca Sovversiva al que Sacco y Vanzetti se subscribieron, fue detenido en Boston y rápidamente deportado.
Algo más grave pasó. Un anarquista compañero de Sacco y Vanzetti, un tipógrafo llamado Andrea Salsedo que vivía en Nueva York fue secuestrado por los miembros del FBI (uso la palabra “secuestrado” para describir la detención ilegal de una persona), y retenido en la planta 14 de las oficinas del FBI del Edificio de Park Row. No le permitieron llamar a su familia, amigos, o a un abogado, y fue interrogado y agredido, según un prisionero compañero. Durante la octava semana de su encarcelamiento, el 3 de mayo de 1920, el cuerpo de Salsedo, fue encontrado en el pavimento cerca del Edificio de Park Row, y el FBI anunció que él se había suicidado saltando de la ventana de la habitación en que estaba custodiado. Fue dos días antes del arresto de Sacco y Vanzetti.
Hoy sabemos, como resultado de los informes del congreso en 1975, que por medio del programa del FBI COINTELPRO, agentes del FBI irrumpían en casas y oficinas, llevaban a cabo escuchas telefónicas ilegales, estaban envueltos en actos de violencia al punto de asesinato, y colaboraron con la policía de Chicago en la matanza de dos líderes de los Panteras Negras en 1969. El FBI y la CIA han violado la ley una y otra vez. No hay ningún castigo para ellos.
Ha habido pocos motivos para tener fe que se protegerían las libertades civiles de las personas en este país en la atmósfera de histeria que siguió el 11 S y continúa hasta el momento. En casa ha habido redadas contra inmigrantes, detenciones indefinidas, deportaciones, y espionaje doméstico no autorizado. En el extranjero se han dado matanzas extra-judiciales, tortura, bombardeos, guerra, y ocupaciones militares.
Igualmente, el juicio de Sacco y Vanzetti empezó inmediatamente después del Día del Memorial, un año y un medio después de la orgía de muerte y patriotismo que fue la Primera Guerra Mundial, cuando los periódicos todavía vibraban con el ruido de tambores y la retórica patriotera.
A los doce días del juicio, la prensa informó que se habían repatriado los cuerpos de tres soldados de los campos de batalla de Francia a la ciudad de Brockton, y que el pueblo entero había participado en una ceremonia patriótica. Todo esto estaba en periódicos que los miembros del jurado podían leer.
Sacco fue interrogado por el fiscal Katzmann:
Pregunta: ¿Amaba usted este país en la última semana de mayo de 1917?
Sacco: Me es difícil responder en una sola palabra, Sr. Katzmann.
Pregunta: Hay dos palabras que usted puede usar, Sr. Sacco, sí o no. ¿Cual es?
Sacco: Sí
Pregunta: ¿Y para mostrar su amor por los Estados Unidos de América cuándo estaba a punto de ser llamado como soldado, usted corrió a México?
Al principio del juicio, el Juez Thayer (quién, hablando a un conocido en una partida de golf, se había referido a los demandados durante el juicio como “esos bastardos anarquistas”) dijo al jurado: “señores, ustedes han sido convocados para realizar con el mismo espíritu de patriotismo, valor, y devoción su deber como lo hicieron nuestros soldados”.
Las emociones evocadas por una bomba que explotó en la casa del Fiscal General Palmer en tiempo de guerra -como las emociones liberadas por la violencia del 11 S- crearon una atmósfera rara en la que se vieron comprometidas las libertades civiles.
Sacco y Vanzetti entendieron que los argumentos legales que sus abogados pudieran proponer no prevalecerían contra la realidad de la injusticia de clase. Sacco dijo a la corte, en la sentencia: “Yo sé que la sentencia estará entre dos clases, la clase oprimida y el clase rica…Es por eso por lo qué yo estoy aquí hoy en este banco, por ser de la clase oprimida”.
Ese punto de vista parece dogmático, simplista. No todas las decisiones de la corte se explican por él. Pero, faltando una teoría que explique todos los casos, el punto de vista de Sacco es ciertamente una mejor buena guía para entender el sistema legal que otro que asume una contienda entre iguales basada en la búsqueda objetiva de la verdad. Vanzetti supo que los argumentos legales no los salvarían. A menos que un millón de americanos se organizaran, él y su amigo Sacco morirían.
No palabras, sino lucha. No súplicas, sino demandas. No peticiones al gobernador, sino tomas de fábricas. No lubricar la maquinaria de un sistema supuestamente justo para hacerlo trabajar bien, sino una huelga general para llegar a parar las máquinas.
Eso nunca pasó. Miles se manifestaron, marcharon, protestaron, no sólo en Nueva York, Boston, Chicago, San Francisco, sino también en Londres, París, Buenos Aires o África del Sur. No era bastante. En la noche de su ejecución, miles se manifestaron en Charlestown, pero fueron mantenidos lejos de la prisión por una multitud de policía. Se arrestaron a los manifestantes. Había ametralladoras en las azoteas y grandes reflectores barriendo la escena. Una gran muchedumbre se congregó en Union Square el 23 de agosto de 1927.
Después de medianoche, las luces de la prisión oscurecieron y los dos hombres fueron electrocutados. El New York World describió la escena: “La muchedumbre respondió con un sollozo gigante. Las mujeres se desmayaron en quince o veinte lugares. Otros, también superados, se reprimieron y escondieron las cabezas entre sus manos. Los hombres se apoyaban unos en otros y lloraban”.
Su último crimen era su anarquismo, una idea que hoy todavía nos sobresalta como un relámpago debido a su verdad esencial: todos somos uno, los límites y los odios nacionales deben desaparecer, la guerra es intolerable, deben compartirse los frutos de la tierra, y sólo a través de la lucha organizada contra la autoridad, puede llegar un mundo así.
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Lo que nos ha llegado a nosotros hoy del caso de Sacco y Vanzetti no es sólo tragedia, sino también inspiración. Su inglés no era perfecto, pero cuando ellos hablaron parecía poesía. Vanzetti dijo de su amigo Sacco:
Sacco es un corazón, una fe, un carácter, un hombre; un amante del hombre de naturaleza y de la humanidad. Un hombre que dio todo, que sacrifica todo a la causa de libertad y a su amor por la humanidad: el dinero, el descanso, la ambición mundana, su propia esposa, sus niños, él y su propia vida…. Oh sí, yo puedo ser más inteligente, como algunos han dicho, yo soy mejor hablando que él, pero muchas, muchas veces, oyendo su corazón expresar una fe sublime, considerando su sacrificio supremo, recordando su heroísmo, yo me sentía pequeño, pequeño en presencia de su grandeza, y compelido a secar de mis ojos las lágrimas, apagar los latidos de mi corazón que late en mi garganta para no llorar ante él- este hombre fue llamado jefe, asesino y condenado.
Lo peor de todo, eran anarquistas, lo que significa que tenían alguna noción loca de democracia plena en la que ni lo extranjero ni la pobreza existiría, y pensaban que sin estas provocaciones, la guerra entre las naciones acabaría para siempre. Pero para ello habría que luchar contra el rico y sus riquezas ser confiscadas. Ese ideal anarquista es un crimen mucho peor que robar una nómina, y por ello la historia de Sacco y Vanzetti no puede evocarse sin gran ansiedad.
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Sacco escribió a su hijo Dante: “Así que, hijo, en lugar de llorar, sé fuerte, para poder confortar a tu madre… llévala de paseo por el campo, recogiendo flores salvajes aquí y allí, descansando bajo la sombra de los árboles… Pero siempre recuerda, Dante, en esta obra de felicidad, no uses todo para ti sólo…ayuda a los perseguidos y a las víctimas porque ellos son tus buenos amigos… En esta lucha por la vida, encontraras más amor y serás amado”.
Sí, era su anarquismo, su amor por la humanidad que los condenó. Cuando Vanzetti fue arrestado, él tenía una octavilla en bolsillo anunciando un mitin cinco días después. Es una hoja impresa que podría distribuirse hoy, por el mundo, tan apropiado ahora como lo era el día de su arresto. Decía:
“Has luchado en todas las guerras. Has trabajado para todos los capitalistas. Has vagado por todos los países. ¿Has recogido la mies y los frutos de tu trabajo, el precio de tus victorias? ¿El pasado te conforta? ¿El presente te sonríe? ¿El futuro te promete algo? ¿Has encontrado un trozo de tierra dónde puedes vivir y puedes morir como un ser humano? Sobre estas preguntas, estos argumentos, y estos temas, la lucha por la existencia, hablará Bartolomeo Vanzetti.”
Ese mitin no tuvo lugar. Pero su espíritu todavía existe hoy en las personas que creen, aman y se esfuerzan en todo el mundo.
(*) Howard Zinn es coautor, junto con Anthony Arnove, de Voices of a People’s History of the United States. Su libro más reciente es A Power Governmets Cannot Suppress (Un poder que los gobiernos no pueden suprimir).
Fuente: Causa Popular
Corren tiempos difíciles para los pobres del mundo. Son momentos de aumento de la miseria y la desocupación a escala mundial. Unos países sufren más que otros este fenómeno social. Los de abajo de nuestro Continente han visto empeorar a pasos agigantados sus condiciones materiales y espirituales.
El fenómeno no pertenece a una dinámica socialmente amorfa. Pertenece sí a la política despiadada que la clase dominante lleva adelante. Desde hace cerca de dos décadas, con el impulso arrollador de las grandes transnacionales, se profundiza un modelo que se ha designado como neoliberal.
Son muchos los cambios operados en el sistema capitalista en estas últimas tres décadas. Tantos que bien podríamos hablar de una nueva etapa histórica, con especificidades que a ella le corresponden, de este sistema de dominación. A tren de ejemplo digamos que la etapa que hacía lugar al “Estado de Bienestar” ha quedado atrás y que hoy asistimos al achique del Estado y a la incorporación a la esfera privada de muchas de las funciones que, en general, caían antes en su órbita. Incluso zonas represivas que eran de su monopolio.
La articulación de lo político con lo económico parece haber sufrido cambios de importancia en esta etapa. La decisiva incidencia política a nivel mundial o de área de las grandes transnacionales parece ser un hecho. Un capitalismo salvaje, cuya “alma” ya fue conocida en tiempos de Sacco y Vanzetti, se expresa hoy en un marco tecnológico y social que cambia muchos aspectos fundamentales del mundo actual. Dentro de estas casi dos décadas últimas se plasman estos cambios.
Con claridad lo ha dicho Chomsky: “En general, la década de 1980 aceleró una división mundial entre un pequeño sector que disfruta de enormes privilegios, y una creciente masa de personas que sufren privaciones y miseria. A pesar de ser superfluas para la producción de riqueza o para el consumo, que son las únicas funciones reconocidas por las instituciones dominantes y su ideología, a estas personas se les ha de tener en cuenta de algún modo. La política social actual en EE.UU. consiste en apiñarlos en centros urbanos donde pueden convertirse las unas en presas de las otras; o encerrarlas en las cárceles, útil factor concomitante de la guerra de las drogas”.
Como rasgos salientes de la estrategia de la clase dominante, en esta etapa del sistema de dominación, podríamos señalar: revolución tecnológica al servicio de los poderosos; mundialización de la economía; reestructura del poder mundial; aumento de la dependencia de los países pobres; nueva organización del trabajo; disminución o anulación de políticas sociales; desplazamiento del modelo del Estado de Bienestar; capital financiero todopoderoso y cierto sector de él actuando con autonomía; tecnificación de los procesos productivos con reducción de obreros; flexibilización y desregulación para dejar las manos libres a las empresas y anular derechos laborales; reducción de los salarios; ataque creciente a los sindicatos obreros; promoción de una cultura más descarnadamente individualista.
Corren tiempos también, y queremos recalcarlo, en los que se quiere borrar la memoria de lucha y resistencia de procesos y gente que soñó y peleo por un mundo mejor. En esta tarea no está sólo la reacción.
En nuestro país se ha venido dando un proceso que acompaña las coordenadas de ese modelo neoliberal que campea en el mundo. Sabido es, que las coordenadas políticas fundamentales vienen dictadas de afuera. Son organismos internacionales y la presión directa de transnacionales las que indican el que hacer del gobierno en cuestiones vitales. El llamado Estado nacional con determinados grados de independencia va pasando a la historia. La brutal y creciente dependencia es lo real.
Pese a todos los cambios históricos, muchos de gran relevancia, una misma línea brutalmente represiva cruza los tiempos. La clase dominante mantiene y acrecienta sus privilegios a sangre y fuego. Un 23 de Agosto de 1927 los asesinatos en Boston un 24 de Agosto del 1994 la bestial represión y el asesinato de Morroni y Facal en Uruguay.
Un sistema que no depara en asesinar y hambrear a los pueblos.
Distintas épocas y una misma lucha. El combate por libertad y justicia también atraviesa los tiempos.
Sacco y Vanzetti, lección y ejemplo para todos los tiempos
El episodio de Sacco y Vanzetti fue y sigue siendo una fuente de lecciones para el movimiento popular y para cualquier intención transformadora. Una de las cosas que nos permite es comprender algunos de los mecanismos de funcionamiento del sistema de dominación.
Una sociedad fundada sobre el privilegio económico que reporta la propiedad privada capitalista de los medios de producción y sobre el poder político centralizado que implica un orden distinto de privilegios, cuenta con un conjunto de normas y organizaciones destinadas a preservarla. Un aparato ideológico, con sus poderosos medios masivos de comunicación, envuelve y apuntala toda esta estructura de dominación. El Estado a través de sus mecanismos legislativos consagra un cuerpo jurídico que refrenda al sistema.
Contrariamente a lo que nos informa la ideología liberal, el Poder Judicial no es independiente del poder político sino un mecanismo privilegiado de preservación del sistema de dominación. En tal sentido se acomoda a los designios del poder político-económico y puede ser el brazo ejecutor de sus necesidades ocasionales.
Frente a urgencias del poder la administración de justicia no resulta otra cosa que una ridícula parodia de si misma. El caso Sacco y Vanzetti dan fe de ello. Como también lo dan en nuestro tiempo y nuestro país el episodio de los vascos en el Hospital Filtro.
Los Estados Unidos de América habían emergido de la primera guerra mundial elevado al rango de potencia de primer orden. Con anterioridad de décadas se había realizado una intensa acumulación de capital y, con posterioridad a la misma, dichos capitales se proyectaban fuera de fronteras; muy particularmente en México, Centro América y el Caribe.
América se ufanaba también de su liberalismo como ideología oficial . Sin embargo, oscilaba, entre la hipocresía y el cinismo toda vez que la sociedad real transponía los umbrales del pensamiento dominante y la respuesta no era la tolerancia sino la represión en sus diversas formas. De tal suerte, mezclada con el prejuicio y la discriminación social, la represión se ocupó de una desenfrenada casería de las ideas socialistas. En América, la otra cara del liberalismo también era la persecución ideológica, sobre todo cuando su objetivo era expresado por luchadores sociales insobornables como Sacco y Vanzetti o un Salsedo.
La gran democracia del Norte, una historia de sangre y fuego
En los años previos a la primera guerra mundial se forman los Industrial Workers of the World (I.W.W.) de inspiración anarcosindicalista, y que marcan discrepancia con la actitud reformista y conservadora de la A.F.L.
Con la I.W.W. se extiende una poderosa corriente de lucha. Se pronunciaron contra la participación de los EE.UU. en la guerra.
Es en filas de la I.W.W. que Bartolomeo Vanzetti y Nicolás Sacco, dos obreros italianos, trabajan, ya clandestinamente, ya públicamente, organizando sindicatos, editando y repartiendo propaganda, recolectando fondos para la lucha, enfrentando a las patronales, y a las fuerzas regresivas, en un momento donde hacer una huelga era ilegal.
Son momentos en que pagando salarios miserables sobreexplotando a la masa de inmigrantes y negros del sur, se sigue desarrollando el coloso norteamericano.
En 1912 invaden Nicaragua para sofocar el movimiento de Sandino; en 1914, en plena revolución Mejicana se apoderan de Veracruz; en 1915 ocupan militarmente Haití. En 1916 ocupan militarmente la República Dominicana. Con pretextos varios y los marines afirman su poder económico-político.
En lo interno un hecho como el siguiente pinta de cuerpo y alma el ambiente brutalmente represivo existente. En 1913 los obreros de las minas de la Colorado Fuel y la Iron Company, en Ludlow, están en conflicto. Elementos policíacos y patronales irrumpen y rocían con petróleo las carpas de los trabajadores y las incendian. 11 niños y 10 mujeres perecieron entre las llamas. Un ejemplo brutal, pero no excepcional.
En la post-guerra el descontento crece y la reciente revolución en Rusia y las luchas en otros países de Europa hacían temer a la burguesía norteamericana.
En este marco el asunto era perseguir encarnizadamente a los luchadores sociales, y nada mejor que acusar de rojo infiltrado a todo el que levante la voz.
“Los rojos estaban por todas partes, en cada esquina y sobretodo en las fábricas donde se decía que el salario no alcanzaba para alimentar y vestir a sus familias”, (Howard Fast). ¡Cuanta similitud de miseria para los de abajo a 80 años de la situación descripta!
Desde las más altas esferas se lanzaban campañas propagandísticas, destinadas a ambientar las razzias policiales. El Ministro de Justicia, A. Mitchell Palmer proporcionaba a los diarios artículos pagados por el ministerio y destinados a excitar a la opinión pública contra los extranjeros y los izquierdistas.
Arreciaron las deportaciones, las “desapariciones”, las torturas y asesinatos. Políticos y militares habían dicho cosas como: “Los radicales deben ser primeros fusilados y luego juzgados”. “Me gustaría colgar a todos los radicales en el patio de mi casa”.
En este contexto bestialmente represivo aparece el caso del anarquista Andrea Salsedo. Sacaba un periódico revolucionario “Il Domani”. Estuvo preso, no pudieron comprobarle nada y lo dejaron libre. Pero en la Primavera de 1920, en una razzia fue nuevamente detenido y desapareció.
una razzia fue nuevamente detenido y desapareció.
En una reunión militante dijo Vanzetti: “Silencio, que esto es importante y serio”. Era una carta de Andrea Salsedo, se las había ingeniado para hacerla llegar, decía: “Hace seis semanas que estamos ocultamente encarcelados. Acusaciones graves. Situación insoportable”.
Se resolvió organizar mítines en Boston y en ciudades cercanas. El primero sería el 10 de mayo y Vanzetti sería el orador. Sacco por su parte debía encargarse de aspectos organizativos. Mientras tanto, por elección de sus compañeros Vanzetti iría a Nueva York para denunciar el secuestro de Salsedo y recolectar fondos para pagar abogado.
El 3 de mayo asesinaron a Salsedo. La prensa con total cinismo dijo que se había suicidado lanzándose desde el piso 14 del Park Building. La policía secreta, que allí tenía sus oficinas lo había tirado del edificio después de haberlo torturado.
En plena actividad relacionada con este crimen estaban Sacco y Vanzetti cuando fueron detenidos.
Algunos datos sobre Sacco y Vanzetti
Nicola Sacco
Italiano de Torre Maggiore, provincia de Foggia, nació el 23 de abril de 1891. A los 17 años, fundamentalmente la situación de su familia lo llevó a emigrar.
Llegó a la tierra prometida en 1908, año de hambre y desocupación. A pesar de tener conocimientos de mecánica no encontró trabajo en este oficio. Los extranjeros no eran considerados para las tareas especializadas y apenas si conseguían trabajo en fábricas.
Trabajó primero como mozo de agua, consiguiendo luego colocación como zapatero en la fábrica de calzados de Kelly.
Cuando estalla la guerra Sacco se define contra ella. “Esta guerra no es para empuñar el fusil… se hace en beneficio de los grandes millonarios” dirá más adelante.
En la lucha antibélica organiza mítines y conferencias. Por esa época se une a la Federación socialista Italiana. Rápidamente es impulsado “por un ardor y voluntad de acción hacia las agrupaciones libertarias”. Participa activamente en la huelga de Middford, y en todas las luchas por la libertad de muchos de sus compañeros.
Su capacidad de amor y de ternura hacia su compañera Rosina y hacia sus hijos se vuelca a todos los seres humanos, a su clase explotada, y lo impulsa al combate.
Detenido cuando organizaba la protesta por el asesinato de Andrea Salsedo, vive en la cárcel con el convencimiento de que es el único motivo de su prisión y que se está condenando su militancia revolucionaria. Supera los momentos difíciles, tiene claro quien es su enemigo, y se siente orgulloso de su crimen: “Mi crimen, el único crimen, del que estoy orgulloso, es el de haber soñado una vida mejor, hecha de fraternidad, de ayuda mutua; de ser, en una palabra, anarquista, y por ese crimen tengo el orgullo de terminar entre las manos del verdugo”.
Dirá en sus momentos finales: “Yo muero dichoso de añadir mi nombre oscuro a la lista gloriosa de los mártires que han creído en la revolución social y en la redención humana.
Bartolomeo Vanzetti
Nació en Villafalleto, en el Piamonte, en 1888. Le gustaba el estudio pero sólo pudo hacer la escuela. Empezó a trabajar a los 13 años de edad, eran 15 horas diarias sin descanso semanal, sólo tenía un asueto de tres horas dos veces al mes.
A los 20 años de edad decide abandonar Italia. Llega a Norteamérica en 1908. Lo espera un largo peregrinar en busca de trabajo, muchos días de hambre, sin ni siquiera un lugar donde descansar. Recibe en su andar el desprecio de los patrones, la solidaridad de sus iguales. En su oficio de confitero no encuentra plaza fija. En muchos lugares lo echan a los pocos meses de trabajo. Trabajó de picapedrero, albañil, foguista, barredor de nieve.
Hacía jornadas de 12 y 14 horas en verdaderos tugurios insalubres, recibiendo, por ser extranjero, la mitad del jornal de un norteamericano, de por sí bajo.
Con ansias de leer y estudiar se quedaba de noche, después del trabajo, dormido sobre los libros.
“Aprendí que la conciencia de clase no era frase inventada por los propagandístas, sino que representaba una fuerza vital, real, y que aquellos que comprenden su significado no son ya simples bestias de carga, sino seres humanos”. Sus palabras, como sus escritos y alegatos están llenos de fe en la clase obrera y en la revolución.
Se define como ferviente libertario, como anarquista, porque siente que “solamente en la libertad podrá surgir el hombre a su noble y armoniosa integridad”.
Su convicción clasista y de pelea lo lleva a participar en huelgas y mítines, a colaborar en la creación de sindicatos. Es en 1913 que comienza a participar activamente en el movimiento obrero. En 1916 estalló un gran conflicto en la Plymouth Cordage Company y allí estuvo Vanzetti en primera línea, dirigiendo la huelga. Salen victoriosos, conquistan sus reclamos.
Después sufre persecución, es incluido en las listas negras, tiene seguimiento policial durante 18 meses, es el castigo de la clase dominante. Más difícil le es entonces conseguir trabajo.
Cuando es detenido en mayo de 1920, su ocupación es vender pescado en la calle. No había abandonado la lucha en ningún instante, estaba en ese momento organizando la movilización contra el asesinato de Salsedo.
Su condición de agitador lo llevó a la cárcel. “Permanezco siete horas en un lugar lleno de gas, 40 minutos en un patio polvoriento, 16 horas en una estrecha celda… Tal es mi vida diaria, salvo en los días de fiesta en los que debo permanecer de 21 a 23 horas en mi jaula”.
Después de siete años de prisión, fue asesinado en la silla eléctrica.
Hasta el último momento conservó su actitud firme y digna, todo un símbolo de ejemplo para la clase obrera en la que tan profundamente creía.
Detención y proceso
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El 5 de mayo de 1920 fueron detenidos, por sospechosos. Los llevaron a la jefatura de Brockton, en averiguaciones, como dicen ahora.
El primer interrogatorio fue claro, la cuestión ideológico-política era lo central.
Los ficharon como activistas. Los tenían adentro. Se trataba de no dejarlos salir. Impedirles que volvieran a sembrar inquietudes por fábricas y talleres. No encontraron nada mejor que acusar entonces a Vanzetti del asalto de Bridgewater Shoes Co. del 24 de diciembre de 1919, y luego a ambos del atraco a la paga de la fábrica de calzados Slater and Morrill, de South Baintree, donde son muertas las dos personas que trasladaban el dinero, poco más de15 mil dólares. Lograban el objetivo, dos militantes fuera de circulación.
Las cosas no encajaban bien, pero a la burguesía y su justicia ello le importaba poco y nada. Hoy por hoy lo que está claro es que Sacco y Vanzetti eran gente de pueblo, que vivían para sus hermanos de clase. Pobres, trabajadores, luchadores.
Lo otro que está claro es que no había prueba alguna, de esas que la justicia del estado de Massachusetts necesitaba para procesar.
Pero la decisión estaba tomada. Se corrieron las disposiciones legales, se forzaron los procedimientos y se inventaron pruebas.
La cosa costó dólares, violencia, despidos. Pero se armó.
Primero le hicieron a Vanzetti un proceso y una condena. Ya condenado lo engancharon con Sacco y lo llevaron a la segunda acusación.
La farsa fue descarada. El proceso toda una pieza de hipocresía y cinismo. El odio de la clase dominante estaba presente. Los testigos que presentaba la defensa eran desestimados y puestos en ridículo. Hasta la declaración de un funcionario de la Legación italiana, que confirmaba la coartada de Sacco fue desestimada, a pesar de existir la declaración jurada del testimoniante.
En 1927 se presentaron diez testigos ante el juez solicitando ser encarcelados: ellos habían confirmado las coartadas de Sacco y Vanzetti y no se les había creído, entonces, decían acusárseles de falso testimonio.
La arbitrariedad llegó hasta el absurdo. Uno de los testigos de la acusación describió al acusado en forma minuciosa y exacta y resultó finalmente que era corto de vista, su campo visual no llegaba hasta el escenario de los hechos.
Al principio no encontraban quien atestiguara contra ellos. Entonces emplearon diversos convencimientos, donde no faltó el significado patriótico de la causa.
Lewis Peter, trabajaba en una fábrica de zapatos, relacionada con la del atraco. Había sido testigo presencial, pero no logró identificar a los detenidos.
Horas después recuperaba la memoria; lo habían echado de la fábrica. Reconoció al acusado como asesino y recuperó el empleo. Y como esta acusación muchas otras.
Sirva de ejemplo la de otro de los testigos fundamentales: Splaine. En una primera instancia no identificó a Sacco, después de verlo varias veces y de triquinuelas y presiones de la policía, dice: “la mano izquierda estaba colocada sobre el respaldo del asieno delantero. Llevaba algo gris que me pareció una camisa y la cara era lisa y afeiada. Por aquí (indicando) era un poco angosta. La frente era alta. El cabello estaba peinado para atrás y era, me parece, de dos a dos y media pulgada de largo y tenía cejas obscuras, pero el aspecto era blanco, el blanco peculiar que tira a gris. Esta persona habìia visto a los atracadores de uno y medio a tres segundos y en circuntancias muy especiales. Lola Andrews, otra testigo principal dirá en confianza a un conocido: “El gobierno me citó y quiere que reconozca a esos hombres, y yo no sé nada acerca de ellos”. Después atestigurá terminantemente.
Desfilaron 99 testimoniaron por la defensa, 20 que habían visto a Vanzetti en su trabajo el día del atraco, y 55 por la acusación. Ganó la acusación. Para redondear la “cristalinidad” del juicio sólo resta agregar que el Presidente del jurado era el presidente de la compañía contra la cual Vanzetti había contribuido a organizar la huelga.
Cuando la ley no alcanza, los burgueses cambian la ley o la reacomodan a su gusto, y si no da para cambiar la ley cambian los hechos.
Llenas de significado aparecen las palabras del juez Thayer cuando informa del proceso ante los jurados:
“Las leyes garantizan a todos los ciudadanos por igual los mismos derechos y privilegios e imponen a cada uno y a todos los mismos deberes, obligaciones y responsabilidades. Para todos los que deseen aceptar las bendiciones del gobierno y que deseen servir con fidelidad y cariño a aquel mismo gobierno”.
Y el fiscal leyó entre las acusaciones el interrogatorio que le hicieran a Vanzetti en la primera noche de su detención, donde afirmaba: “soy partidario de cambiar el gobierno, aún por medio de la violencia si fuera necesario”.
“Yo se que el fallo va a ser entre dos clases: la clase oprimida y la clase rica”. Expresó Sacco el día que fue leída su condena a muerte. Y Vanzetti reafirmó: “No sólo he luchado toda mi vida por desterrar los crímenes, los crímenes que la ley oficial y la moral oficial condenan, sino también el crimen que la moral oficial y la ley oficial no condenan y santifican: la explotación y la opresión del hombre por el hombre. Y si hay alguna razón por la cual yo estoy en esta sala como reo, si hay alguna razón por la cual dentro de unos minutos usted va a condenarme, es por esa razón y por ninguna otra”.
El 14 de julio de 1921 el jurado los declaró culpables, el 23 de abril de 1927 el Juez Thayer dictó la sentencia de muerte.
Ayer, como hoy, el juego sucio y clasista de la prensa burguesa
La prensa reaccionaria norteamericana secundó en forma prolija a la justicia burguesa. Los condenó de inmediato, categóricamente.
Preparaban el ánimo del jurado y el de la población. Nada mejor para ello que anunciar cosas como esta: que gente enardecida se habían abalanzado sobre Sacco y Vanzetti pretendiendo lincharlos. La noticia era falsa. Había que hacer creer que todos los odiaban.
Con la barba crecida, las ropas desaliñadas, despeinados, después de largos interrogatorios, les tomaban las fotos. Algún retoque y ya estaban listos los rostros asesinos. Al otro día aparecían en la prensa.
sucias de la justicia, enterraron las noticias. El caso desapareció de la prensa, reapareció con la noticia del fallo.
Era ahora conveniente echar un manto de olvido. Si primero fue la conspiración de las falsas noticias diarias, ahora venía la conspiración del silencio. Y siempre el ocultamiento del carácter político del proceso.
Pero, no pudieron. La movilización, de raíz obrera, rompió el cerco. Los hermanos de clase fueron los primeros en dar un paso adelante, y así, con la lucha decidida fueron incorporando a más sectores de la población.
En todo el mundo se formaron Comités por la Defensa de Sacco y Vanzetti. En la sede de un sindicato, en una sala pública alquilada, en un pequeño escritorio, en una casa de familia. Centenares de Comités, impulsando la lucha, junto a los sindicatos, junto a la gente de abajo, junto a las organizaciones populares.
De Argentina a Méjico, de Portugal a Rusia, de Inglaterra a Austria, en el mismo Estados Unidos. Huelgas, paros parciales, manifestaciones, bombas, conmovieron al mundo. A lo ancho y largo del mundo se denunciaba el crimen de clase, el crimen político.
Y entonces, ante el vigor solidario de los pueblos, la prensa reaccionario no pudo mantener su silencio cómplice. Tiene que informar, referirse a los diversos recursos que la defensa presentaba impugnando el fallo, glosar los alegatos, informar de las acciones solidarias. No podía ocultar lo que ocurría. Pero de todas maneras, hacían lo imposible por confundir.
Veamos un ejemplo en aquí en el Uruguay. El diario “El País”, en su edición del 10 de agosto de 1927 editorializa bajo el título: “El sentimiento de humanidad y una explotación tendenciosa”. Dice: “Sacco y Vanzetti serán en adelante dos símbolos trágicos del “capitalismo opresor” y del “proletariado oprimido”. Y la falsedad de la afirmación se intenta disimular con lo terrible de la condena. Porque Sacco y Vanzetti no han sido condenados por un delito social… el delito que se le imputa es un delito común, la comisión de dos asesinatos y robo”.
Desde sus poltronas montevideanas tienden la mano a sus parientes de clase de los Estados Unidos y aseguran a sabiendas que el juicio prefabricado es justo.
Por su parte el diario “El Día” dirá el 24 de agosto de 1927, al día siguiente de la ejecución: “No estamos autorizados para afirmar ni negar la culpabilidad de Sacco y Vanzetti, porque no es con sentimentalismo sino con pruebas que ha de abordarse una cuestión tan delicada. Lo que condenamos desde el primer momento y condenaremos siempre, es la aplicación, la existencia de la pena de muerte, en el capítulo de las sanciones del código criminal de una nación civilizada de nuestra época”. Y con pena inocultable termina diciendo el artículo: “Este error se pagará colocando a Sacco y Vanzetti en una categoría a la que seguramente nunca hubieran pertenecido por falta de verdaderos merecimientos: en la de mártires”.
El caso Sacco y Vanzetti
Polémico proceso por asesinato celebrado en Massachusetts, que duró desde 1920 hasta 1927. Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, dos emigrantes italianos que llegaron a Estados Unidos en 1908, fueron acusados del asesinato de un cajero y de un vigilante y del robo de más de 15.000 dólares en una fábrica de zapatos de South Braintree (Massachusetts) el 15 de abril de 1920. La ejecución de Sacco, zapatero de profesión, y de Vanzetti, vendedor ambulante de pescado, en 1927, suscitó una unánime repulsa internacional. La vista oral se celebró en Dedham entre el 31 de mayo y el 14 de julio de 1921. El Estado basó su acusación en dos pruebas que muchos consideraron circunstanciales e insuficientes: Sacco poseía una pistola del mismo tipo que la utilizada en los asesinatos y los acusados fueron detenidos cuando se hallaban en un garaje tratando de recuperar un automóvil que había sido visto en las proximidades del lugar donde se habían producido los hechos. También se produjeron testimonios contradictorios entre los testigos. El juez Webster Thayer y los miembros del jurado fueron acusados de actuar con prejuicios. Cuando el jurado pronunció su veredicto de culpabilidad, surgió la protesta por parte de socialistas, radicales e intelectuales destacados de todo el mundo, que afirmaban que los dos hombres habían sido condenados por el simple hecho de ser emigrantes y anarquistas. Durante los siguientes seis años se presentaron mociones para la aportación de nuevas pruebas y se interpusieron recursos que fueron denegados. En 1925, Celestine Madeiros, recluso condenado a muerte por otro asesinato, confesó haber pertenecido a la banda que cometió los delitos de South Braintree. Sin embargo, en abril de 1927 se falló la sentencia de pena de muerte para Sacco y Vanzetti. Los recursos interpuestos ante el gobernador de Massachusetts, Alvan Tufts Fuller, le obligaron a designar un comité, formado por el rector de la Universidad de Harvard, Abbott Lowell, el director del Instituto de Tecnología de Massachusetts, Samuel Wesley Stratton, y un antiguo juez, Robert Grant, para investigar el juicio y sus repercusiones. El 3 de agosto el gobernador anunció que, de acuerdo con las recomendaciones del comité, no iba a conmutar las sentencias de muerte. Se produjeron varios aplazamientos de las ejecuciones, pero el 23 de agosto de 1927, Sacco y Vanzetti murieron en la silla eléctrica. En agosto de 1977, el gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis firmó una declaración en la que reconocía los errores cometidos durante el juicio y afirmaba la inocencia de Sacco y Vanzetti. [Encarta 2007] |
El buen zapatero y el pobre vendedor de pescado no podían tener méritos para “El Día”.
Estallido solidario en el mundo
Patrones, fuerzas represivas, la estructura de dominación toda, se unieron en los distintos países para enfrentar la movilización obrero-popular. Si no podían borrar de los corazones ardientes la solidaridad por lo menos intentarían impedir su manifestación. Fracasaron estrepitosamente.
Prohibían los actos y éstos se realizaban. Acordonaban los edificios norteamericanos y las bombas estallaban igualmente. Amenazaban con despidos, igual se paraban las fábricas. Contenían las cosas de un lado y estallaba en otro.
La conciencia obrera había acusado el golpe. Sacco y Vanzetti, trabajadores, luchadores, simbolizaban la clase obrera. Era una afrenta a todos y había que decirlo, había que marcarlo. Era imperioso luchar por su vida y por todo lo que representaban. Eran tiempos en que no había tanto militante sindical “maduro y realista”.
Y el gesto obrero despertó otras conciencias. El caso de Post, ex-subsecretario del Departamento de Trabajo es un ejemplo. Se incorpora al Comité el 17 de Agosto de 1927, luego de muchas dudas y finalmente denuncia que la raíz de la situación se encuentra en las razzias de 1920 contra los militantes. El profesor de Derecho Penal que revive Howard Fast: “En todo el transcurso de las vacaciones se sintió desgarrado entre el deseo de irse a tomarse unas verdaderas vacaciones en las montañas o en la orilla del mar y un sentimiento de alivio, al poder, después de todo, estar en Boston, estudiando y observando la fase final del caso Sacco y Vanzetti”, y que finalmente comprende el carácter de clase del proceso, que ellos saben arreglar los códigos cuando les se necesario, y si no armar pruebas. Que luego de mucho andar entre carpetas y documentos descubre lo que los compañeros habían comprendido desde el primer momento, y pone su parte en la lucha.
Abogados, religiosos, intelectuales, se unieron a los trabajadores. La lucha combativa no aísla. La pelea bien encarada, genera definiciones, solidaridad. Eso ocurrió.
Por el sentido de esa lucha es que “El Día” del 7 de agosto de 1927 dice: “Agitar banderas rojas sobre los condenados y presentarlos como víctimas de la venganza de un régimen contra el cual combatían no tiene sentido y si lo tiene no es el que corresponde”. Les duele que los obreros identifiquen al enemigo, y que lo enfrenten. Preferirían que se hablara solamente contra la pena de muerte, que se enfrentaran sentimientos, ideas, sin referencia a la burguesía, al proletariado.
Hubo los que se marginaron. Hubo dirigentes sindicales que eligieron el balconeo, la “cordura”. Al fin de cuentas, decían, ¡Qué podemos hacer nosotros contra la máquina de la justicia estatal. Dirigentes traidores, vacilantes de todo tipo. De la pasta de ese espécimen que hoy abunda en nuestro país.
Las movilizaciones del 27
En la fase final del proceso, especialmente en el mes de agosto de 1927, la movilización se hace más intensa.
Durante el mes de julio hay paros y manifestaciones en Argentina. El día 23 estallan dos bombas en Buenos Aires. Una en el monumento a Washington y la otra en una casa de venta de autos norteamericanos.
El 4 de agosto el gobernador del estado denegó el pedido de indulto. Los telegramas internacionales anunciaban: “Actos de protesta contra la condena de Sacco y Vanzetti. Las embajadas y legaciones estadounidenses fueron informadas del fallo del gobernador para que tomen precauciones”.
Los trabajadores hacen sus listas negras. En Berlín son publicadas en la prensa de izquierda las direcciones de embajadas, consulados y agregados militar, naval y comercial norteamericano. Hacia los símbolos del gobierno norteamericano se dirige la protesta popular. En diversos lugares se decreta el boicot a los productos americanos.
El gobernador de Washington hace un alerta a los extranjeros: los que participen en mítines contra el gobierno serán deportados. En Chicago hay orden de tirar sobre el primero que se acerque al Palacio de Justicia.
En la iglesia presbiteriana de Filadelfia estalla una bomba: el día anterior el pastor emitió un discurso condenando a Sacco y Vanzetti. Policías de particular detienen a los transeúntes que llevan paquetes en Nueva York.
En Ginebra las películas norteamericanas son recibidas con silbidos, aullidos, discursos de denuncia.
En París prohiben los mitines. Los hacen en las afueras. En Nueva York estalla una bomba en la casa del alcalde de Baltimore. En Asunción hay paro general.
En Estocolmo, en Londres, en París, en Rusia, en Montevideo, en Buenos Aires, en Boston, Rochester, Filadelfia, Scranton, Tampa, Detroit, Baltimore, Kansascity, Newark, Hay huelgas. En la casa de Lewis Mac Hardy que fue miembro del jurado, estalla una bomba. En el Parlamento resuelven hacer una colecta para pagarle los daños.
Múltiples son las actividades en el mes de Agosto en la Argentina: estudiantiles, obreras, de propaganda. En Bahía Blanca y Rosario, por ejemplo, la huelga obrera es general. En Rosario los huelguistas apedrean los tranvías y ómnibus que no pararon, así como las casas de comercio que están abiertas. Las tropas están acuarteladas.
En Buenos Aires se paralizan las actividades el 9 y el 10. El paro fue total en los servicios de recolección y limpieza, a pesar de las amenazas de la Intendencia que resolvió que el que faltara esos días era considerado como habiendo hecho abandono del trabajo. Pusieron pizarras en todos los corralones con la amenaza. En Buenos Aires las casas norteamericanas no osaron abrir sus puertas.
Las movilizaciones en Uruguay
El gran paro del día 10 y el multitudinario mitin del 22 de agosto de 1927
Muchas fueron las actividades que se hicieron en Uruguay desde la detención de Sacco y Vanzetti en 1920 hasta la fecha de su asesinato. Hubo actos, manifestaciones callejeras, propaganda general, paros obreros.
La bomba en un cubil yanqui. El Jefe de Investigaciones de la Policía había visitado al ministro norteamericano para informarle que estaban tomadas las providencias ante cualquier atentado. Se habían apostado policías de civil en los alrededores de la legación, consulado y residencia de él. De nada le valió. El 4 de junio de 1926 fue colocada una bomba en la legación cuya explosión provocó importantes destrozos.
La crónica del diario “El Día” dirá que fueron “detenidas varias personas sindicadas como anarquistas y complicadas o autores de delitos de la misma calidad que el que noticiamos”. 5 militantes anarquistas son procesados, Rosigna logra burlar a la represión.
En Uruguay la Federación Obrera Regional (FORU) y la Unión Sindical (USU) llaman al paro general del día 22 de Agosto y organizan una gran demostración de protesta. El acto central será en la Plaza Independencia. Cuatro serán las columnas de manifestantes: la del Cerro avanzando por Carlos M. Ramírez y Agraciada desembocando en el Palacio Legislativo, la de Unión y Maroñas que recorrería General Flores y se encontraría con la del Cerro en el Palacio, otra avanzaría por Av. Italia y la cuarta partiría directamente de la ciudad vieja a la Plaza Independencia. En el Palacio se haría una oratoria breve y se partiría por Rondeau hacia Plaza Libertad para encontrarse con la columna que viene por 18 de Julio.
El apoyo fue general, la concurrencia fue imponente. Una multitud rodeó la Plaza Independencia y muchas cuadras de 18 de Julio, en las bocacalles la gente estaba apretujada. Como en aquellos tiempos no se usaban altoparlantes ni micrófonos tuvieron que levantar varias tribunas. El orador que cerró el acto, a nombre de la FORU, propuso que el paro se prolongara hasta el mediodía del 23, al día siguiente nadie concurrió al trabajo.
El Paro del día 9 de Agosto había sido inmenso. Abarcó también todo el país.
La Jefatura de Policía moviliza a la guardia republicana. El ministro de guerra acuartela a las tropas y hace venir a la capital al Regimiento 2 de Caballería que estaba en los Cerrillos.
Los tranviarios no están sindicalizados, y como se teme el contagio destacan una fuerte custodia militar. Los coches circulan con custodia armada de máuseres en la plataforma.
Manini Ríos se queja en la Cámara porque los ferroviarios de Peñarol (talleres) pararon, y reclama custodia del ejército para la próxima vez.
En Mercedes hay paro y manifestación. El Comercio mayorista y minorista también para. Es el primer paro general exitoso de esa ciudad. En Florida, Rocha, Salto, La Paz, San José hay paralizaciones y mitines.
El 10 de agosto habrían de ser electrocutados. Se posterga la ejecución para dar lugar a otra instancia judicial.
En Montevideo se plantea realizar un nuevo paro. Fue negada la posibilidad de revisar el proceso. Entonces “El País” del 20 de agosto bajo el título “¿Otro paro?”, dice: “¿No podrán los organismos obreros encontrar otra forma de protesta por Sacco y Vanzetti o por cualquier otro asunto?… Todo viene a los mismo a no trabajar… el paro del 12, ahora el paro del 22… ¿no podrán protestar por ejemplo, trabajando el doble?”.
La FORU y la USU llaman al paro. Los sindicatos adhieren: la Sociedad de Resistencia de Obreros Panaderos, el Sindicato Único del Automóvil, el Sindicato Puestero y Vendedores Ambulantes, el de Vendedores de Diarios, el Sindicato de Artes Gráficas. No faltó el anuncio de la Federación comercial del Automóvil y la Cámara de Comercio del Automóvil (importadores) diciendo que sus casas estarían abiertas que ya se había hecho otro paro, que son muchos los perjuicios.
Además del paro y mitin en Montevideo hay también paro y conferencia en Colonia, Trinidad y Paysandú.
El 23 de agosto en lo internacional
Una ola de dolor e indignación recorre el mundo
En Boston se cancelan todos los permisos para reuniones al aire libre para el domingo 21. Todos los policías son concentrados. En Nueva York se ponen a la orden a 14.000 policías.
Finalmente, en la madrugada del 23 de agosto, son ejecutados Sacco y Vanzetti. La democracia americana estaba dispuesta a pagar el precio.
En las primeras horas de la madrugada, al conocerce la noticia del asesinato, se forma en Buenos Aires una espontánea manifestación por la Avenida de Mayo. Vuelan las sillas de los cafés, se apedrean las vidrieras. Los obreros, dice la prensa, llevaban bulones y tuercas.
Los choferes paran. Las centrales obreras preparan el riguroso boicot a las empresas norteamericanas. Los ferroviarios se adhieren y en algunas líneas se propicia la idea de no conducir por las líneas ningún producto norteamericano. Los portuarios se aprestan para no trabajar en los buques norteamericanos ni desembarcar mercaderías del mismo origen. Las organizaciones obreras preparan una lista negra.
En Córdoba estalla una bomba en los talleres de la Ford. En el Departamento de Policía de Buenos Aires se intenta llevar a cabo una huelga de hambre por Sacco y Vanzetti.
En Rosario, ciudad en lucha por los compañeros asesinados, el Escuadrón de Seguridad de la Policía, usando sus armas contra un grupo de mujeres y niños que comentaban la ejecución, hiere a tres niños de bala.
En París la Agencia Norteamericana de Viajes, al conocerce la noticia retiró inmediatamente las banderas norteamericanas de todos los automóviles que destinaba al transporte de turistas.
Se prohiben las manifestaciones, tanto en las proximidades de la embajada como en los grandes bulevares. Se realizan igual. Las vidrieras de los lujosos comercios del Boulevard Sebastopol caen hechas añicos. Se invaden los cafés de los Campos Elíseos.
Son arrasados diversos lugares que frecuentaban los norteamericanos.
Ya el 22 hay doscientos detenidos en París, la mitad por negarse a circular, y 40 agentes heridos, 10 de ellos, graves.
En Ginebra la enorme multitud derriba los carteles norteamericanos, ataca los cine que proyectan Films yanquis, y van contra la sede de las Naciones Unidas.
En Londres se reúnen 6.000 obreros en Hydepark. En Johanesburgo queman una bandera americana.
En Sidney, Australia, los jefes de ferrocarril despidieron a 1.000 obreros que trabajaban en la construcción de ferrocarriles y que pararon por Sacco y Vanzetti. El ayuntamiento de la ciudad, por el mismo motivo despidió a 800 obreros y empleados de la usina eléctrica.
Una manifestación de más de diez mil personas se congregó en Londres y el gobierno declaró el estado de sitio. En Rotterdam, en Cherburgo, en el Havre, represión y protesta.
Fueron años de protesta, de movilizaciones, de acción directa, reclamando por la vida de estos ejemplares militantes obreros y anarquistas. Corrieron la misma suerte que aquellos otros obreros y anarquistas de Chicago. La clase enemiga repetìa su frase: “hay que sacarlos del medio, están contra nuestro sistema”. Se ha dicho recientemente que “las movilizaciones por Sacco y Vanzetti movieron tres veces más perrsonas que la lucha contra la guerra een Vietnam”. Ello da una clara imagen del sentimiento y apoyo que envolvió toda esta larga pelea contra el cinismo asesino de la clase burguesa y en defensa de la vida de esos militantes que tanto representaban.
Un día después y el “triunfo” de la burguesía
Y “El Día” comenta entristecido, el 24 de agosto de 1927, “una movilización que nunca un juicio concitó… Desgraciadamente todas las personas que intervinieron en el asunto, desde el gobernador Fuller hasta las autoridades judiciales más elevadas a quienes se recurrió en última instancia confirmaron el primer fallo condenatorio del juez Thayer… Lo que produjo (esta movilización) fue una verdadera agonía”.
Otra es la opinión de Sacco y Vanzetti sobre esos siete años de pelea:
“Nosotros os hemos dicho que a ese grito inmenso y a ese estallido debemos nuestra vida. Las fieras sintiéronse quemar encima el pelo y aflojaron el nudo. De otra manera se hubieran apresurado a entregarnos al verdugo, que en el silencio de un mala noche, nos habría atado y abrasado sobre la hoguera sin llamas del siglo XX”.
A los compañeros, a los amigos y al proletariado, Sacco y Vanzetti.
La burguesía Yanqui los asesinó. Triunfaron en ese momento, cobraron sus víctimas. Pero, en definitiva perdieron. Como siempre que se les enfrenta, como siempre que peleando se hace conciencia, se siembra la rebeldía. Perdieron y perderán ante los más, ante los que tienen razones y en el combate adquieren la fuerza. Perdieron, esas gigantescas figuras, esos símbolos universales de los pobres que son Sacco y Vanzetti por generaciones han estado estimulando las luchas por justicia y libertad. Y aún hoy tienen mucho que decir.
Ellos lo sabían, con modestia y firmeza ejemplar lo dijeron:
“Esta ha sido nuestra carrera y nuestro triunfo. Jamás en toda nuestra vida hubiéramos podido hacer tanto por la tolerancia, por la justicia, porque el hombre entienda al hombre, como ahora lo estamos haciendo por accidente.
Nuestras palabras, nuestras vidas, nuestros dolores. -¡Nada las pérdidas de nuestras vidas. -La vida de un zapatero y un pobre vendedor de pescado- ¡Todo! Ese momento final es de nosotros. Esa agonía es nuestro triunfo”.
B. Vanzetti. Al ser condenado a muerte.
El Uruguay de hoy: Violencia y miseria para los de abajo
Cierran fábricas y talleres. En diversos lugares se despiden obreros a nombre de reestructuras empresariales. Bajan los salarios. Atacan los sindicatos y están al orden del día los despido de militantes sindicales. La tercerización y sus salarios de hambre continúa su desarrollo. Propician el pasaje de trabajadores a empresas unipersonales. Se quiere destrozar el sistema de Previsión social asegurando un futuro de hambre para los jubilados, desconociendo pronunciamientos populares sobre el tema.
Se aprueban proyectos como el de Seguridad Ciudadana que apunta al control y vigilancia de la población al tiempo que menudean las razzias agresivas, especialmente contra los jóvenes.
Los conocidos de siempre se juegan enteros por evitar que la corrupción que practican no salga a la superficie, cuando no hay más remedio, como los casos del Banco de Seguros y Banco Pan de Azúcar tratan de mediatizarla.
Procuran oxigenar su sistema de descarados privilegios con Reformas Constitucionales que ningun cambio de importancia traen.
Los ajustes fiscales se repiten y el saque es siempre contra la población que vive de su trabajo, o de lo que puede. Los organismos internacionales, las transnacionales y los procesos y decisiones de nuestros colosos vecinos, Brasil y Argentina, dictan nuestra política fundamental.
Las privatizaciones continúan, por el costado y en contra del terminante veredicto del pueblo. El respeto a la vida institucional es para la defensa del privilegio, pero si, casualmente, cae en beneficio de los pobres no vale.
Los problemas de la vivienda, la salud, la enseñanza se tornan dramáticos.
Una especie de ideología económica cubre el horizonte. Los medios de comunicación la repiten permanentemente. Descollan en ella términos como: flexibilización, competitividad, productividad, desregulación, mercado, bajar costos, achicar gastos del estado.
Palabras tras la cuales viene una mayor explotación y miseria para trabajadores y población en general. Junto a estas y otras palabras va un “estilo” agresivo que exige “buena letra” para iniciar cualquier diálogo. Los que incorporan la exigencia de buena letra y sus valores, son los interlocutores válidos. Gran parte de la “inteligencia” de la izquierda está en esa. Se trata al mismo tiempo, de endemoniar cualquier planteo firme, es ultra o radical. Términos estos que quieren sean sinónimos de desubicación o paranoia. También gran parte de las direcciones de izquierda están en esa.
Las bandas oficiales para el robo empiezan a salir del anonimato. No sólo las oficinas de técnicos en “asesoramientos” económicos van quedando al descubierto. Los propios policías, en el marco de sus rencillas internas, denuncian bandas compuestas por jerarquías que están aprovechando sus funciones privilegiados para hacer la suya, tal el caso de Canelones. O aparece ese símbolo de tortura y crimen: Gavvazzo, con su banda. Banda cuyas ramificaciones quedaron en silencio.
Los barrios, especialmente los pobres, se inundan de milicos con perros, patrullas que van y vienen, coches policiales pasando lenta y provocativamente al lado de la gente, examinándola como objeto propio. Curiosamente los robos a toda hora se suceden, ello sugiere, cuando no es silencio a voces, que hay transas de por medio. El asunto es que no se le robe al rico. El robo del pobre al pobre no preocupa y hasta es una forma “sana” de canalización para el sistema.
La gente joven que está en una esquina, en la colectiva con un litro de vino, es chicoteada. Si anda caminando en barra también. En festivales y otras formas de expresión les están arriba. No hay para ellos ocupación ni horizonte, represión preventiva entonces.
Multitud de desocupados recorren la ciudad tras un puesto de trabajo. Cuando lo consiguen la paga es miserable y las condiciones carentes de los derechos que las luchan lograron en otros tiempos. Las patronales abaratan los costos quitando seguridad y salubridad en el trabajo. La construcción tiene sus muertos mensuales.
La legislación laboral se reinterpreta y se complejea deliberadamente. La telaraña jurídica recorta, quita o mediatiza conquistas por años practicadas. Los abogados desplazan amplias zonas de prácticas sindicales.
Este es, en suprema síntesis, el panorama general, del Uruguay de nuestros días.
Solo un camino por delante: la Resistencia
La situación es difícil para los pobres de nuestro país. Lo sabemos. No crearemos condiciones imaginarias para que calcen con recetas. Asumimos nuestro tiempo. No será tampoco la primera vez que nuestro pueblo, como tantos otros pueblos, remonta una situación que le es crítica.
Reconocemos que la miseria ha crecido y que sigue creciendo. Que las perspectivas inmediatas que hay por delante son poco halagüeñas. Que junto a la miseria tenemos una situación espiritual de la población que no es la mejor. Hay cierto nivel de descreimiento general, hay cierta desmoralización, hay impotencia y sube la desesperación. Pero estos elementos conviven, dualmente, con aumento de la bronca, con iniciativas buscando soluciones inmediatas a la cotidiana, con arranques de lucha.
Estamos constantemente bombardeados por una cultura individualista. Todo el aparato ideológico, con los medios de comunicación a la cabeza, están en eso. Varios de los factores sociales existentes coadyuvan a cierto clima individualista. Un grito enfermo alentado oficialmente sobrevuela: ¡que cada cual cuide y haga la suya!
Se atomizan luchas y grupos sociales. Un efecto de aislamiento recorre la sociedad uruguaya. Se remarca un mensaje: el interés de la persona y la “chacrita” debe ser lo fundamental, lo colectivo no paga. El egoísmo brutal, fundamento moral del sistema capitalista, se eleva a condición sublime. Los demás no importan. Tratan de generar el sentimiennto de aquel cuento de Barret donde la madre se sintió aliviada por que el niño atropellado por un vehículo no era su hijo.
Pero nuestro pueblo, si bien atraviesa un momento difìcil, ha dado pruebas en su rica historia de poseer reservas solidarias y una sensibilidad que nada tiene que ver con los mezquinos valores que se intentan instalar.
Ese efecto de aislamiento, esa atomización, ese individualismo que ha ganado algun terreno debe ser combatido y superado. No es tarea fácil, pero no es un imposible y es obligatorio hacerlo. El capitalismo puede ser toda esa bestialidad que se ve, el ser humano no. La solidaridad nos ha legado todo lo mejor que poseemos. Un tropezón no es caída.
Nuestro pueblo sabe de aspiraciones nobles, de sueños de justicia, de sufrimientos y de logros sociales importantes.
El modelo neoliberal actual es expresión cruda de como es este sistema de dominación. Quiere hoy, es lo que mejor fundamenta sus practicas, el vaciado de valores humanísticos y solidarios de la sociedad uruguaya.
No desconocemos el estado en que se encuentra hoy el movimiento popular. No hay una capacidad de respuesta acorde a la dramática situación que se vive.
La gran mayoría de las direcciones políticas y sindicales de la izquierda han ido profundizando su inserción al sistema, adoptando comportamientos y valores que ayudan a sostener la propuesta de los de arriba y desarman la resistencia posible de los de abajo.
Un Frente Amplio, donde su fuerza mayoritaria, se inclina progresivamente a posiciones básicamente de centro, donde ni siquiera sostiene viejos planteos reformistas.
Una mayoritaria dirigencia sindical que reniega de la lucha y que sólo ve como válido los espacios que la clase dominante ofrece. Dirigencia que adopta valores y hasta modismos que son sobresalientes en las esferas del poder. Responsables directos del descreimiento y debilitamiento existente en los sindicatos.
El movimiento sindical, por su historia lo más poderoso del movimiento popular, se encuentra hoy altamente debilitado. Contribuye también a ello el hecho de sectores industriales semidesmantelados, la tecnificación de muchas grandes plantas que hoy ocupan pocos obreros, la disminución de puestos de trabajo en el medio estatal, la desocupación creciente.
Pero, lo que es peor, los sindicatos están casi desiertos. No cuenta ellos con la estimación de décadas anteriores. Tanto conflicto desangrado en soledad, la ausencia de propuestas de defensa de la clase obrera, ayudó a crear importante nivel de descreimiento.
Un recambio de estilo y de gente está imponiendo la experiencia vivida y la necesidad.
Hay que reconocerlo para encararlo, es uno de los momentos más difíciles de nuestra historia. Un momento de la sociedad uruguaya donde hay mucho en juego para el futuro de los de abajo.
De arriba y de los dirigentes “maduros y sensatos” nada puede esperarse. Hay una dirigencia que “ya fue”. Es tranca y no empuje.
En los barrios, en sindicatos, en medios estudiantiles, en sectores jòvenes, vemos aparecer peleas y resistencias a la miseria y a la falta de perspectivas que nos ofrecen. Un grito de no resignaciòn va tomando forma.
Es cierto, es de manera dual, y muchas veces intermitente, que vemos aparecer estas diversas luchas y expresiones. Buena.parte son reivindicaciones diversas hechas por grupos de población que pelean por tomar en sus manos soluciones inmediatas a problemas urgentes.
Cantidad de veces estos combates se dan en forma aislada, para su fortalecimiento y eficacia necesitan de un tejido solidario, de un espacio que los una en la diversidad.
Muchas son formas nuevas de encare y pelea. Tienen afinidades y diferencias con las de otros momentos históricos. La lucha en torno al Hospital Filtro es un ejemplo de ello.
Es la pelea específica de los oprimidos del Uruguay de nuestro tiempo. Puede ser ella la búsqueda de un camino que vaya encontrando su rumbo. Es la lucha, la resistencia y los sueños de siempre envueltos en la tela de las condiciones actuales.
Hay que ir hoy, al encuentro y al rescate del protagonismo popular auténtico al que la sociedad uruguaya debe gran parte de sus valores humanísticos y de justicia social.
Ir a la forja, con las características de los nuevos tiempos, de forma comunes y articuladas de acción popular. Al rescate de nuestra raíz solidaria para superar el canibalismo individualista.
Reafirmar una vez más la dignidad, la lucha, la solidaridad y la esperanza como herramientas indispensables para los logros de una mejor vida social.
En tal sentido, la misma pelea de ayer de Sacco y Vanzetti es hoy nuestra pelea.
Las últimas palabras de los mártires de Boston
“El afecto y el heroísmo de nuestros compañeros de tdo el mundo, la implacabilidad del enemigo, han hecho que en lugar de haber sido condenados y muertos en el término de pocos meses, como habría ocurrido si nos hubiéseis abandonado a nosotros mismos, hemos sido torturados siete años, tres meses y cinco días, antes de ser quemados vivos.
Sin embargo, estoy contento de que haya durado tanto, pues, si no otra cosa, será una lección para la reacción americana como para quitarle por un tiempo las ganas de desahogar su bestial sadismo sobre otras víctimas eventuales que acecha vorazmente.
Como anarquista me consuela el saber que si la burguesía me hubiese dejado vivir todos mis días no habría podido hacer por la gran revuelta lo que hice involuntariamente a través de mi martirio.
…Nos odian a nosotros y a los nuestros; son amigos de nuestros mortales enemigos… Todo el poder de la reacción esta contra nosotros.
Sí esta es la última, recibid el extremo adiós.
¡Mantened en alto nuestra bandera!
¡Animo compañeros!”
Bartolomé Vanzetti.
“Muero como he vivido, luchando por la libertad y por la justicia. ¡Oh, si pudiera comunicar a todos que no tengo nada que ver con ese horrendo crimen…
Mi corazón está lleno, rebosante de amor por los míos. ¿Como despedirrme de vosotros? ¡Oh, mis queridos amigos, mis bravos defensores, a todos vosotros el afecto de mi pobre corazon, a todos vosotros mi gratitud de soldado caído por la causa de la libertad!
…Continuad la soberrbia luucha, que yo también en lo poco que pude, he gastado mis energías por la libertad y por la independencia humana.
…¿Que culpa tengo si he amado demasiado la libertad? ¿Por qué he sido privado de todas las cosas que hacen deliciosa la vida? Ningún reflejo de la propia naturaleza, del cielo azul y de los esplèndidos crepúsculos en las tétricas prisiones construídas por los hombrres para los hombres. Pero yo no he llevado mi cruz en vano. No he sufrido inutilmente. Mi sacrificio valdrá a la humanidad a fin de que los herrmanos no continúen matandose; para que los niños no continúen siendo explotados en las fábricas y privados de aire y luz.
No está lejos el día en que habra pan para todas las bocas, techo para todas las cabezas, felicidad para todos los corazones.
Tal triunfo será mío y vuestro, compañeros y amigos.”
Bartolomé Vanzetti
“¡No hay justicia para los pobres en América!
…¡Oh, compañeros míos, continuad vuestra gran batalla! ¡Luchad por la gran causa de la libertad y de la justicia para todos! ¡Este horror debe terminar! Mi muerte ayudará a la gran causa de la humanidad. Muero como mueren todos los anarquistas -altivamente, protestando hasta lo último contra la injusticia.
…Por eso muero y estoy orguloso de ello! No palidezco ni me averguenzo de nada; mi espíritu es todavía fuerte. Voy a la muerte con una canción en los labios y una esperanza en mi corazón, que no será destruída…”
Nicolás Sacco
“Queridos amigos y compañeros del Comité de defensa.
Mañana, inmediatamente después de la media noche, deberemos morir en la silla eléctrica.
No tenemos ya ninguna esperanza.
…Hemos decidido, por eso, escribir esta carta para expresar nuestro reconocimiento y admiración por todo lo que habeís hecho en favor de nuestra defensa en estos siete años, cuastro meses y once dias de lucha.
El hecho de que hayamos perdido y que debamos partir, no disminuuye para nada nuestra actitud y nuesttra apreciación de vuestra conmovedorra solidaridad hacia nosotros y nuestras familias.
Amigos y compañeros: ahora que la tragedia de este proceso toca a su fin, unamos nuestros corazones, nuestros errores, nuestras derrotas, nuestra pasión, para las batallas futuras, para la emancipación final. Unamos nuestros corazones en esta hora, la màs negra de nuestra tragedia. Armaos de valor, saludad a los amigos y a los compañeros de todo el mundo. Os abrazamos a todos y os damos el último adiós, con el alma desgarrada, pero llena de amor.
Ahora y siempre un viva a todos nosotros, un viva a la libertad.
Vuestros en la vida y en la muerte”
Nicolás Sacco – Bartolomé Vanzetti
Fuente: www.nodo50.org/fau/home.htm
“Hermoso día”
Dice el gobernador del estado de Massachusetts.
A la medianoche de este lunes de agosto, dos obreros italianos se sentarán en la silla eléctrica de la Casa de la Muerte, en la prisión de Charlestown. Nicola Sacco, zapatero, y Bartolomeo Vanzetti, vendedor de pescado, serán ejecutados por crímenes que no cometieron.
Las vidas de Sacco y Vanzetti están en manos de un mercader que ha ganado cuarenta millones de dólares vendiendo autos Packard. Alvan Tufts Fuller, gobernador de Massachusetts, es un hombre pequeño sentado detrás de un gran escritorio de madera tallada. Él se niega a ceder ante el clamor de protesta que resuena desde los cuatro puntos cardinales del planeta. Honestamente cree en la corrección del proceso y en la validez de las pruebas; y además cree que merecen la muerte todos los malditos anarquistas y mugrientos extranjeros que vienen a arruinar este país.
[Eduardo Galeano, Memorias del fuego]