¿LA EVIDENCIA DE ESA ESTIRPE EN MEXICO?
Entre los interesados e investigadores y sobre todo por los estudiosos de la astroarqueología, se han manejado diversas teorías para explicar de algún modo todo ese conocimiento de nuestros antepasados, aportando como prueba tradicionesreligiosas y orales, grabados, figurillas o antiquísimos relatos de libros sagrados que hacen alusión a posibles visitantes del espacio. Ellos habrían convivido con nuestros antepasados, dejando parte de sus conocimientos y avances en algunos pueblos del antiguo mundo. Fueron esos dioses quienes habitaron en enigmáticas civilizaciones de territorios míticos, posible cuna de estirpes de habitantes superiores de conocimiento avanzado en lugares como Agharta, Hiperbórea, la fabulosa Atlántida. Sitios que entre la historia y la leyenda han hecho suponer a muchos investigadores sobre el origen de una raza madre, un lugar en donde se tenía el dominio sobre las fuerzas de la naturaleza, con un impresionante adelanto tecnológico que diseminaron por todo el planeta y que ha llegado hasta nosotros de forma velada. Y es sobre una de estas increíbles razas, de una extraña civilización y su probable establecimiento en México de la que hablaremos en este artículo, la enigmática Lemuria. Sobre la fabulosa civilización de Mu o Lemuria se ha escrito mucho, se ha especulado más y es muy probable que a través de los años esta civilización se confunde entre la realidad y la ficción. Veamos cómo da inicio esta historia.
A principios del siglo XX, un coronel inglés de nombre James Churchward, al estudiar antiquísimas civilizaciones en India, por casualidad encontró una referencia sobre una vieja cultura de nombre Naacals, cuyos integrantes llegaron a India desde un misterioso continente ubicado en medio del Pacifico. Con creciente interés sobre lo que había descubierto, el coronel poco a poco ganó la confianza de un sabio sacerdote hindú, de los pocos que aun existían y que conocía la historia de esa hasta ahora desconocida raza, los Naacals. El sacerdote le entregó a Churchward unas arcaicas tablillas de barro que se creía habían sido hechas en Birmania y llevadas después a India, donde fueron custodiadas celosamente en templos religiosos. Las tablillas contenían fragmentos de la historia de una súper isla de nombre Lemuria, y contaban sobre su esplendor y su destrucción por fuerzas telúricas que ocasionaron el hundimiento de esa civilización en medio de una indescriptible tormenta, perdiéndose en el mar en una sola noche, debido a un increíble y extraordinario desastre natural. El interés del coronel James Churchward por saber más sobre esta misteriosa cultura le motivó a una búsqueda que lo llevaría por varias regiones del mundo, donde consiguió más información en escritos de culturas muy distantes entre sí. Encontró referencia sobre Lemuria en escritos como el Ramayana, el Chilan Balam, el Libro Egipcio de los Muertos, el Popol Vuh, la Biblia, el Códice Chimalpopoca, el Códice Troyano y otros escritos, en los que según el coronel Churchward se afirmaban y describían los acontecimientos de una gran catástrofe que ese investigador identificó como el fenómeno que hundió a Lemuria. Además entendía que las civilizaciones maya, egipcia, hindú, griega y judía y otras más guardaban en su historia testimonios y pruebas de gran trascendencia que aportó en sus investigaciones con el fin de probar la existencia de esta súper cultura e incluso llegó a afirmar que Lemuria era el lugar donde se hallaba el mítico “Jardín del Edén”, y que ese relato bíblico procedía de ese continente perdido. Más o menos esto fue lo que descubrió y dejó James Churchward para la posteridad, para los investigadores interesados en estos temas, el de las súper civilizaciones del pasado.
Al buscar más información sobre Lemuria, el equipo de Tercer Milenio encontró sobre este continente, en la página 416 del Glosario Teosofísico de la polémica investigadora de lo oculto, Helena P. Blavastky, que hay una clara descripción: “Lemuria, término moderno empleado por algunos naturalistas y que actualmente usan los teósofos para designar un vastísimo continente que según la Doctrina Secreta del Oriente, precedió a la Atlántida. Su nombre Oriental no revela gran cosa a los oídos europeos”. (La Lemuria constituía un antiquísimo y gigantísimo continente anterior a África y a la Atlántida. Fue destruida por los efectos de terremotos y de los fuegos subterráneos y sumergida en el fondo del océano desde hace algunos millones de años, dejando como recuerdo de ello varios picos de sus más altas montañas, que ahora son otras tantas islas, entre las cuales figuran la llamada isla de Pascua, famosa por sus estatuas gigantescas. Este continente comprendía el sur de África, Madagascar, Ceilán, Sumatra, Océano Índico, Australia y Nueva Zelanda, extendiéndose hasta gran parte del Océano Pacífico. Fue cuna y residencia de la tercera Raza-madre, o sea la primitiva humanidad física y sexual que en aquellos remotos tiempos tenían estatura gigantesca. Una vez desaparecida la Lemuria, surgió la gran Atlántida.)
Según varios investigadores, una colonia de sobrevivientes de este magno continente se estableció en pleno centro de la planicie central de México. Nosotros, al tratar de averiguar un poco más sobre esta posibilidad, rastreamos los datos de James Churchward y de un minerólogo y arqueólogo de nombre William Niven, quien habló en sus libros -que fueron varios tomos- de este súper continente. Averiguamos la supuesta ubicación de esa colonia y algo sobre lo que sucedió después. Según Churchward, quien se basó en los descubrimiento arqueológicos del investigador William Niven, el asentamiento de Lemuria en México abarcó una superficie de 200 millas, desde Texcoco hasta Haluepantla, (Tlanepantla). En su libro El Continente Perdido de MU, en la página 226, referente a unas excavaciones específicas, se lee textualmente: “Las ruinas en las que encontré la imagen china se hallaban en los restos de la tercera o más baja civilización, a 30 pies de la superficie, en el pozo que yo (Niven), había excavado en San Miguel Amantla, cerca de Haluepantla, a 19 millas del Palacio Nacional, de la Ciudad de México”.
Como se aprecia, Niven menciona el lugar de donde se extrajeron las figurillas y tablillas de barro de los Naacals. En la actualidad en esa zona (lugar que Churchward y Niven localizaron los vestigios de Lemuria), se encuentra una colonia que lleva el mismo nombre, San Miguel Amantla, y que se ubica a un costado de la ya desaparecida refinería 18 de Marzo, en la delegación Azcapotzalco. En las descripciones que hace el coronel en sus escritos, se encuentra más evidencia que prueba (si esto es cierto) la verdadera localización de los sobrevivientes del gran continente lemuriano. En otro párrafo más adelante de su libro El Continente Perdido de MU, el coronel Churchward hace más menciones al describir uno más de sus hallazgos, una tablilla de barro: “Tablilla número 1, fue encontrada esta tablilla en San Miguel Amantla, que esta muy cerca de Santiago Ahuizoctla (Ahuizotla), donde fue hallado el altar con su pintura descrita anteriormente”. Las colonias San Miguel Amantla de Tlapizac y Santiago Ahuizotla son lugares colindantes e incluso parte de la colonia Santiago Ahuizotla pertenece al Estado de México, en Naucalpan. Entonces por medio de estos datos podríamos pensar que muy cerca del Distrito Federal se estableció una colonia de los lemurianos, los Naacals. Sobre la zona que nos ocupa, las colonias Santiago Ahuizotla y San Miguel Amantla, averiguamos que en tiempos prehispánicos este lugar fue asentamiento de un pueblo mexicano, los matlanzincas, grandes orfebres y muy ágiles artesanos tributarios de Tenochtitlán. Los historiadores cuentan que los mismos emperadores de México-Tenochtitlán mandaban a ese lugar a hacerse sus vestimentas, ornamentos y joyas. Fue un lugar de grandes artífices.
En la actualidad, Santiago Ahuizotla y San Miguel Amantla son dos colonias como muchas otras del Distrito Federal. Cuando la zona fue visitada para esta investigación, se supo que hace varios años en San Miguel aún se podían ver vestigios de monumentos prehispánicos que debido al desconocimiento e ignorancia de las personas hace tiempo que se perdieron por desgracia. Sólo quedaron los recuerdos de las personas mayores, además de una buena cantidad de fragmentos, figurillas y otros objetos de cerámica, que los pobladores de esa zona al levantar sus casas y en otro tipo de excavaciones- han logrado rescatar y que ahora guardan celosamente como un tesoro personal y en secreto. Los habitantes de la zona se han unido para defender parte de ese terreno, pues donde antiguamente había unos campos de fútbol, han dado parte a las autoridades para que lo declaren como zona arqueológica y así evitar la invasión de gente de otras colonias y la construcción de unidades habitacionales. El problema lleva varios años y ni el Instituto Nacional de Antropología e Historia ni otras dependencias encargadas, lamentablemente, han hecho algo relevante al respecto. Pero volviendo con Lemuria es muy posible que entre esos hallazgos quede uno que otro objeto, mucho más antiguo que los elaborados por el pueblo de los matlanzincas y tal vez -como aseguraba James Churchward- que William Niven había descubierto esa mítica cuidad a mas de 30 pies de profundidad, lo que hace por ahora imposible saber más debido a la profundidad sobre ella. Para fortuna de los interesados en esta civilización, tal vez algún día, en un futuro próximo y con una tecnología más avanzada se hagan nuevos estudios, nuevas excavaciones y a lo mejor se logre desenterrar y descubrir más de esa gran civilización. El fin es que esto pueda ser la prueba fundamental de la estancia y ocupación de una colonia sobreviviente de los lemurianos en nuestro territorio. Pero, ¿quién sabe?, tal vez nunca lo sabremos. Por ahora seguiremos tratando, buscando y continuaremos hipotetizando sobre este mítico y enigmático continente hasta que no suceda algún descubrimiento interesante que nos diga lo contrario sobre Lemuria. ¿No cree usted?
En varias de las pláticas sostenidas con el contactado mexicano Enrique Mercado, éste aseguraba haber estado en conexión con cierto grupo de visitantes del espacio y que esto lo llevara a escribir un interesante libro llamado “28 Horas a bordo de un OVNI“, en el que narraba algo de lo mucho que había vivido en sus múltiples encuentros con cierto grupo de extraterrestres. Mercado relató lo que ellos le habían contado sobre varias sucesos en relación a la raza de Lemuria. La Tierra habría sido visitada por cuatro razas predominantes que de alguna forma se dividieron el planeta; dos de esas razas eran los Zarios (Atlantes) y los de Mu o Lemurianos que por ciertos intereses internos tuvieron una confrontación entre ellos, dando por resultado la desaparición de sus respectivas súper civilizaciones. Según Mercado, por estirpe, nosotros, los latinos, descendemos de los Lemurianos, y el tipo caucásico-ario europeo es de los descendientes de los Atlantes. También hace mención este contactado, que otra de las cuatro razas visitantes, era de sólo mujeres (las Amazonas). Y si se busca bien en la historia y construcciones antiguas, se podrá encontrar con la evidencia de estas súper civilizaciones y su influencia que hay hasta nuestros días.