Ermita de Olcoz El Camino del Símbolo

Una colaboración de lalunagatuna

Ermita de Olcoz

     En el pueblo de Olcoz, Navarra, nos encontramos con una ermita dedicada a S. Miguel. De esta ermita del siglo XII, lo que nos interesa en esta sección es el contenido simbólico de su portada. Posiblemente tan ligada al Temple como la ermita de Eunate, nos explica casi como en un cuento el camino iniciático que recorre el guerrero de la luz, mientras armoniza ambos hemisferios cerebrales conciliando la dualidad interna (Sentimiento y Razón).

      En primer lugar conviene analizar el simbolismo de los Ángeles y en concreto de San Miguel. Se dice de él que es el príncipe de la milicia celestial. Su nombre significa “Quién como Dios”, es el vencedor del diablo y a quien todos los Ángeles obedecen. Todo ello es cierto, pero ha sido erróneamente  interpretado a lo largo del tiempo debido al empeño de colocar fuera del hombre, todo lo que compete al espíritu, como si no fuéramos ese mismo espíritu.

      El Arcángel Miguel, representa la conciliación y por lo tanto la verdadera victoria en la batalla de los opuestos, la conciliación entre nuestra doble naturaleza divina y terrenal de la que únicamente  es real la primera y la segunda es solo su imagen. Sin embargo, como el espíritu necesita del cuerpo para aprender y evolucionar, la razón ha de comprender que son opuestos pero no enemigos, sino complementarios y que quien “manda” es el espíritu sobre la materia, el sentimiento sobre la razón ya que esta es una herramienta al servicio del espíritu.

      Este es el motivo, por el que porta una balanza equilibrada en su mano izquierda (lado femenino) y se la muestra al diablo.

     Visto el Ángel, veamos la otra mitad de la imagen o diablo. Mucho podríamos decir sobre el simbolismo del diablo, pero para no extendernos, nos remitiremos a la palabra latina original DIÁVOLO. si la descomponemos DI-A-VOLO, su significado se hace evidente. DI – (dos)  A – (partícula negativa) VOLO – (quiero). Por tanto diávolo literalmente significa “dos no quiero.” Efectivamente, el mundo del diablo es el mundo que rechaza  una de las partes y se polariza en la otra. Es por eso el mundo de la represión ya que la represión consigue exactamente el efecto contrario al que busca. Es el acusador al que se ha de vencer

     “Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. 11 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero” (Apocalipsis 12-10)

      Vayamos pues con los símbolos:

      Como se ve en la imagen superior, el arco de la portada descansa sobre cuatro columnas con capitel. Las imágenes que siguen, corresponden a los dos capiteles del lado derecho y por ahí comenzamos.

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El anciano de los días - El Padre      Diablo

 

      La primera representa al Padre “El anciano de los tiempos” con sus barbas en espiral una con giro hacia la izquierda y la otra en sentido contrario. Expresa los ciclos, involución – evolución. El espíritu desciende a la materia, para volver a ascender y poder así auto reconocerse.

     La segunda, representa el mundo del “diablo” una vez descendido el espíritu a la materia, supone la fuerza de oposición al retorno, la dualidad enfrentada, de ahí que ambas partes (hemisferios masculino y femenino) quedan encadenados. Si ahora observamos la lámina nº 15 del Tarot, comprobaremos que expresa la misma idea.

      Ya tenemos al espíritu encarnado en la materia, hecho hombre y prisionero, divididas y enfrentadas sus dos naturalezas, a la derecha la razón y a la izquierda el corazón.

      Acompañemos a nuestro hombrecito en su camino de ascenso, observando ambas visiones simultáneamente

Fuego - Salamandra     El hombre arrastrando su pasado

     Nos situamos frente a la puerta, y vemos a nuestra mano derecha una cabeza estirando el cuello, sobre la que camina el hombrecito. Tal como habíamos deducido antes, lo que queda en el lado derecho de la arquivolta, se refiere a la mano derecha (hemisferio izquierdo), o sea la razón. Eso nos muestra la cabeza que se estira (curiosidad), en contraposición, en la mano izquierda (hemisferio derecho) “corazón” hay serenidad, paz, sonríe.

     El hombrecito lleva una cuerda sobre el hombro y una fea cabeza sobre la suya. Representa las ataduras al pasado en esta vida y en anteriores, la ley del Karma y la cabeza fea es ese demonio acusador que llevamos dentro  (ego), el que nos habla de culpas, el temor a los fracasos, etc.

     Por el contrario, sobre la cabeza del lado izquierdo lo que vemos es una salamandra (símbolo del fuego), las pasiones, el impulso creador. El alma sabe que todo acabará siendo purificado a través de ese fuego, tras perseguir nuestras pasiones y realizarlas, tomamos consciencia de su vanidad pues el vacío continúa sin llenarse.

Femenino - Grial     Caballero dominando el ego

     La siguiente imagen nos muestra al hombre convertido en caballero con el ego ya dominado por agotamiento, con la lengua afuera. No es por represión como se domina el ego, sino por comprensión que  generalmente llega por cansancio, cuando te das cuenta de que en realidad nunca eres tú quien controla, que las respuestas no están en la razón ya que cada paso hacia adelante es un paso a lo desconocido, decides dejarte llevar o sea entrar en el lado femenino que es lo que nos indica la imagen del otro lado. Una mujer sostiene una copa (grial) recipiente o contenedor (femenino), de la que bebe la serpiente de la sabiduría.

Dragón

     Ahora toca vencer al Dragón.

     El Dragón representa los cuatro elementos simbólicos que constituyen la vida en la materia. Como sabemos, el Dragón escupe fuego por la boca, se arrastra por la tierra como reptil, tiene alas y también se desenvuelve en el agua. Para ayudarnos a comprender que esto es así, el constructor colocó sobre la cabeza (humana) del Dragón una flor con cuatro pétalos.

     Vencer al Dragón significa lo mismo que morir en la cruz. La cruz también representa el árbol de la vida con cuatro extremos, los mismos cuatro elementos mencionados.

     Morir, vencer o trascender el Fuego:

     Ya hemos dicho que el fuego es el símbolo de la energía creadora, de las pasiones. Tras la experiencia continuada de dejarse llevar por las pasiones y comprender que una vez conseguidos nuestros anhelos, la felicidad que esperábamos tras su consecución es absolutamente efímera y que aquél vacío que nos impulsaba a la búsqueda continúa sin ser llenado, no queda otra pasión que satisfacer que la de la búsqueda del Padre, o sea “La Pasión del Cristo”, la del verdadero amor y la auténtica felicidad. La búsqueda de tu auténtico lugar en el Cosmos.  Esto es lo que significa trascender el elemento fuego.

     Trascender el elemento tierra significa desapegarse de lo material; una vez hemos comprendido que ningún logro material termina por satisfacernos, que muy al contrario lo que acaba sucediendo es que nos esclaviza. Todo está para ser disfrutado, pero nada puede ser retenido.

     El agua es el símbolo de la vida, más concretamente de la experiencia de vivir. La herramienta encargada de tamizar dicha experiencia es el cuerpo emocional. Lloramos (agua) tanto de alegría como de tristeza. Con mucha facilidad confundimos sentimiento con emoción. El sentimiento es puro y no depende de lo que pensemos sobre lo que estamos viviendo, por contra la emoción depende de lo que pensamos sobre aquello que nos acontece. Por ejemplo, ante la pérdida de un ser querido, si pensamos que no lo volveremos a ver, sentimos una honda tristeza y desolación. Si por el contrario creemos en la reencarnación y sabemos que podemos seguir comunicándonos con él y que nos volveremos a encontrar, nuestra emoción varía, aunque siga existiendo un cierto dolor por la separación, no nos sentimos profundamente desolados ni hundidos. El sentimiento en cualquier caso es el mismo, amor por el que se fue; la emoción en cambio depende de nuestra forma de pensar o creencia.

      Toda emoción conlleva implícitamente una cierta conciencia de escasez. Nos sentimos tristes cuando creemos perder algo o tememos perder algo y eufóricos cuando creemos ganar o encontrar algo que deseábamos o creímos haber perdido. La conciencia de pérdida o de ganancia es en realidad un autoengaño que hemos inventando los humanos. Nada es nuestro realmente (como humanos) y sin embargo, todo está para nuestro disfrute y aprendizaje como hijos del creador.

      Trascender el elemento agua es por tanto, aprender a aceptar todo lo que la vida nos trae sabiendo que siempre es en nuestro propio beneficio, en beneficio de nuestro crecimiento. La emoción es una herramienta fundamental  para a través de ella, tomar conciencia de cual es nuestro momento evolutivo; siguiendo su pista podemos saber a qué tememos y por qué, sabemos lo que creemos que nos falta, en definitiva podemos conocer en qué patrones mentales nos movemos teniendo así la oportunidad de corregirlos. Cuanto más equilibrados estamos, menos emociones nos asaltan.

      El Aire es símbolo del espíritu, en nuestro caso de el espíritu individualizado. Saber que formamos parte del Todo y que no estamos separados, que lo que ocurre a cualquiera de nosotros afecta al total en mayor o menor grado,  antes o después y actuar en consecuencia, es rendir el ego, es saberse canal del padre sin dejar por ello de ser individual, de ahí la frase “En tus manos encomiendo mi espíritu.”

      En resumen, vencer al Dragón supone mirar de cara a nuestros temores más profundos, temores adquiridos en nuestra experiencia en la vida material, tanto por nosotros como por nuestros antepasados. El padre de todos ellos es el temor a la muerte, de él devienen  los demás;  temor a las pérdidas, al dolor, al fracaso, a la des ubicación, al rechazo etc.

      Es esto precisamente lo que nos narran todos los cuentos de Dragones y Princesas. El paladín se enfrenta al Dragón en su propia cueva sin otra arma que su espada (la espada simbólicamente representa el poder individual). Se trata de adentrarse en el interior, en la oscuridad, en lo profundo de nuestra mente para encontrar la raíz de nuestros temores. Una vez encarados, comprendidos y aceptados, se disuelven, pues en realidad nada es tan grave como se imagina. El Dragón es vencido y el caballero salva así a la Princesa secuestrada que no es otra cosa que su propia alma, su lado femenino encadenado por el temor. El Dragón siempre esconde un tesoro y es la energía largamente retenida que es liberada. En ese instante el caballero comprende que es rey de su propia creación y no hay nada a que temer sino acaso a si mismo y su alegría es indescriptible.

El orden, la cabeza arriba, los pies en el suelo

     Mientras el hemisferio izquierdo lucha con el Dragón, el derecho sabe perfectamente cual es el orden de las cosas, por eso nos presenta una figura con cabeza humana y casco de soldado dirigida hacia arriba y su cola es la cabeza del Dragón mirando hacia abajo. El cuello del Dragón hace un giro completo y así nos habla de los ciclos y de que todo lo que de la tierra sale, a la tierra vuelve.

El rey de tu propia vida     Predicando

      Vencido el Dragón  y sabiéndose dueño de sus propias creaciones, nuestro hombrecito cambia la espada por los hábitos; su impulso natural e inevitable es contárselo a los demás, en definitiva “predicar”  y es precisamente lo que muestran la siguiente pareja de figuritas. Mientras la razón junta las piezas y elabora los fundamentos de su prédica, el corazón se reconoce como rey, como espíritu encarnado en la materia (cuerpo de reptil alado) y despierto (cola de gallo, el gallo es símbolo del despertar de la conciencia, es el gallo el primero que canta ante la inminente salida del sol) y sabe también que a partir de ese momento dejará de crear por su cuenta ya que ha adquirido la consciencia de que al crear desde el ego interfiere en la creación del Padre y los resultados nunca le satisfacen, por eso se vuelve hacia el Creador, acepta su voluntad, se convierte en “el cordero” y pliega la cola de “gallito” hacia abajo.

 

Perro (guardián del cordero)    Gnomo - La tierra    Lobo que devora al cordero

      No queda ya sino hacer la síntesis que nos muestra la cúspide del arco.

      A la derecha tenemos un lobo, a la izquierda un perro y en el centro un gnomo. ¿Cómo distinguimos al perro del lobo? Sencillamente por que el de la derecha tiene la cola larga y las orejas enhiestas, mientras que el de la izquierda tiene la cola cortada y las orejas gachas simbolizando la sumisión y así el lobo que era el devorador del cordero en el hemisferio izquierdo, se convierte en el pastor y guardián del mismo cordero en el derecho.

      ¿Por qué un gnomo en la cúspide? Los antiguos sabían bien que tras de cada manifestación, que tras de cada cosa existe un espíritu. El espíritu no es otra cosa que su razón de ser y tal espíritu era representado en forma humana, animal, vegetal o híbrida. Del mismo modo que comenzamos la lectura del arco con la salamandra como espíritu elemental del fuego, concluimos con el gnomo como el espíritu elemental de la Tierra, que es donde toda la acción se desarrolla.

El cordero

      Por último, verás al cordero en el centro de la columna debajo del anciano de los tiempos.

      Tómate tu tiempo para meditar sobre el maravilloso mensaje que nos dejaron en la piedra nuestros antepasados en el siglo XII.

 

     Carlos Galindo

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