En el año 1963 un grupo militar de EE.UU. conducía un entrenamiento de la Marina no lejos de Puerto Rico. Repentinamente, se tuvo que interrumpir la sesión del entrenamiento. Los operadores de sonar determinaron que uno de los submarinos cambiaba sus coordenadas y que seguía a un extraño objeto. El objeto se movía a una velocidad increíble: 150 nudos. Ningún submarino moderno puede viajar a una velocidad tan rápida. (Por término medio los submarinos no pueden exceder de los 45 nudos). Obviamente, el objeto se escapó después de maniobrar a cinco mil metros de profundidad. Inmediatamente se remitió un informe al comandante de la Flota Atlántica en Norfolk, Virginia, informa «Express K».
El científico estadounidense A. Sanderson, que dedicó muchos años de su vida a estudiar las profundidades del océano, escribe lo siguiente sobre un suceso misterioso que observó desde la cubierta de un barco rompe hielos en el Atlántico: «Repentinamente, algo emergió de las aguas, rompiendo el hielo grueso; el enorme objeto plateado desapareció en el cielo.»
Después de examinar a fondo archivos de la Marina de EE.UU. con respecto a tales objetos subacuáticos no identificados, Sanderson apareció con una hipótesis interesante. Su hipótesis habla de la existencia de una civilización altamente desarrollada aquí en la Tierra.
«Todo lo que puedo asumir es lo siguiente: las hipotéticas naves espaciales circulares podrían haber utilizado continuamente escáneres de trabajo de tipo radar; sus rayos a su vez se hacen visibles para nosotros sólo cuando producen masas luminiscentes de organismos unicelulares pequeños.»
Tal hipótesis parece ser algo creíble. También se puede agregar que en el caso de que la energía emitida por los supuestos radares llegue a ser demasiado alta, entonces el agua misma será luminiscente.
Los japoneses tienen la leyenda del hombre del bastón. Según la leyenda, no sólo el hombre vivía bajo el agua sino que también podía volar a una velocidad increíble. La leyenda tiene mucho en campo común con el extraterrestre de Karelia. Ambos tenían membranas con garras. Los japoneses tienen una imagen de esta criatura que se remonta al siglo VII.